Carlos Canache Mata, autor en Runrun

Hace 38 años | Discurso en el parlamento en ocasión de la muerte de Rómulo Betancourt, por Carlos Canache Mata

AL DÍA SIGUIENTE DEL fallecimiento de Rómulo Betancourt, ocurrido el 28 de septiembre de 1981, se celebró una sesión de la Comisión Delegada del Congreso Nacional en la que intervinieron los Jefes de las Fracciones Parlamentarias de todos los partidos políticos. En esa ocasión, como Jefe de la Fracción Parlamentaria de Acción Democrática, me correspondió hablar y presentar el proyecto de Acuerdo  de Duelo, que fue aprobado por unanimidad. Tomo del Diario de Debates del Congreso, el discurso que entonces pronuncié.

 

   “Señores Presidente y Vicepresidente de la Comisión Delegada del Congreso Nacional

     Colegas Parlamentarios

 

Sembrado en la mejor página de la historia venezolana del siglo XX, envuelto en la magia de los luchadores populares que no pelean a medio brazo y sin corazón entero, en Nueva York murió ayer Rómulo Betancourt. Aquel muchacho que acompañaba al viejo Maípa a cazar zorros por las noches en los tablones de caña aledaños de Guatire y que después, en el vivac del combate social que nunca cesa, deviene en líder democrático triunfante, ya no está con nosotros compartiendo afanes y desafiando sueños. Se nos ha ido de repente, silenciosamente, sin poder escucharle aquella voz que irrumpió en el famoso discurso del 7 de febrero de 1928 en el Teatro Rívoli y que ya el pueblo venezolano no olvidaría jamás.

La Historia no escoge sus protagonistas. Ni cualquier político es protagonista de la Historia. Sólo son protagonistas de la Historia aquellos políticos en quienes se resume y expresa su tiempo. En un país como el nuestro, donde los políticos sin historia eran los que la mayoría de las veces hacían la Historia, Rómulo Betancourt es un caso excepcional. No ha sido testigo de su tiempo, sino actor de su tiempo. Pertenece a la estirpe de los que nacieron para vivir luchando, no a la raza de los gladiadores de pies lastimados que pierden su coraje entre las breñas de la contienda. No pidió pausas ni solicitó siestas en su oficio de punteador de la mejor emoción nacional, porque siempre creyó que servir a Venezuela es un deber que no perece.

Cuando los historiadores del futuro tiendan la vista sobre los últimos 50 años de nuestra vida republicana, con resonancia estelar el nombre de Rómulo Betancourt aparecerá dominando la escena. Y nadie podrá decir que fue un afortunado que alumbró y deslumbró con el préstamo de alguna gracia ajena. Andrés Eloy Blanco hablaba certeramente para la posteridad cuando en 1952 escribió en México que ‘su gran vida, generosa en acción, fecunda en pensamiento, ilustre en sacrificio’ había convertido a Rómulo Betancourt en ‘el más bravo y constante luchador’ de la democracia venezolana.

Se necesitaba ser un experimentado líder, en cuyo pecho se hubiesen batido los manotazos salobres de todas las tempestades políticas, para sortear y remontar con éxito la filosa encrucijada que vivió el país en el período constitucional que siguió a la caída de la última dictadura. Nadie valora en su verdadera dimensión los hechos de su propia contemporaneidad; Inmersos como estamos en el curso de la Historia, nos pasan un tanto inadvertidas sus creaciones relevantes. Pero sin tener que esperar el veredicto consagratorio del tiempo, ya se puede afirmar que la salvación de la estabilidad constitucional de entonces, por encima de todas las acechanzas antidemocráticas,  fue una obra maestra de coraje y sabiduría política.

Cuando comenzó su segundo ejercicio presidencial el 13 de febrero de 1959, sobraron profetas equivocados que le auguraban pocos meses en el poder. Pero Rómulo Betancourt tenía fe en sí mismo, en la capacidad democrática de nuestra gente y en la lealtad de la mayoría determinante de las Fuerzas Armadas Nacionales. Por eso no vaciló en afirmar ante el Congreso de la República, en el día primero de su mandato, estas frases que ya se han incorporado al mejor patrimonio histórico de la Venezuela de todos los tiempos: ‘Estoy seguro de que cuando dentro de cinco años, al cumplir con el imperativo constitucional de transferirle la banda presidencial a quien habrá de sucederme en la Jefatura del Estado, se podrá decir que he cometido muchos errores y desaciertos en mi gestión de Presidente de la República, porque la infalibilidad y la aptitud para acertar siempre no son virtudes que se hayan dado nunca en ningún ser humano. Pero Venezuela reconocerá entonces –estoy seguro de ello, porque tengo dominio en mis convicciones- que durante los años en que cumplí el mandato de Presidente de la República, no actué nunca con intención distinta de la de procurar con lealtad, con empeño creador, con fe si se quiere fanatizada, la gloria de Venezuela y la felicidad de su pueblo’.

Para el investigador de aquellos difíciles cinco años de la vida nacional será una empresa fascinante ir registrando su estrategia inigualada para disolver tempestades, su habilidad para vencer resistencias, su talla de conductor victorioso que se crecía ante los demás. Si hoy hay democracia es porque ayer Rómulo Betancourt supo defenderla. Si hoy respiramos aires de libertad es porque Rómulo Betancourt supo preservarlos cuando corrían riesgos de ser estrangulados. Ahora hay consenso para decir que hasta los adversarios de Rómulo Betancourt están en deuda con Rómulo Betancourt.

Más que por su actuación de gobernante –que ya sería bastante- la Historia recordará a Rómulo Betancourt por ser el fundador de un movimiento de masas, por ser el creador de Acción Democrática. Antes y después de la muerte de Gómez, fue uno de los políticos que antevió con más claridad el porvenir. Sabía que tras de la dictadura vendría la era de los partidos políticos. Antes de Acción Democrática, como lo dice hoy El Nacional en certera nota editorial, ‘las experiencias de Antonio Leocadio Guzmán en los años 40 del siglo pasado y el fracaso del nacionalismo de José Manuel Hernández en la última década del siglo XIX, son los únicos serios intentos de organizar las masas venezolanas en partidos para concurrir a la lucha cívica’.

Voceando una ideología y un programa aparece Rómulo Betancourt en la escena política venezolana. En un país donde la espada ha sido ley y la voz del déspota trueno inapelable, Rómulo Betancourt alza las banderas del sistema democrático para que mediante el sufragio universal los gobernados escojan a sus gobernantes. En un país donde el capital extranjero explota la riqueza petrolera, Rómulo Betancourt toma en sus manos la consigna antiimperialista de marchar hacia el rescate de ese recurso fundamental de nuestra economía. En un país donde la tierra había sido cuadriculada y repartida a favor de unos pocos privilegiados, Rómulo Betancourt predica la urgencia de una Reforma Agraria para desmontar el latifundio. Y los descendientes de aquellos campesinos doblados de guerreros que recibieron del Libertador los bonos con los cuales adquirirían un pedazo de tierra al vencimiento de las jornadas épicas, de aquellos campesinos que vendieron esos bonos por precios irrisorios después de la Independencia, de aquellos campesinos que al rescoldo del incendio federalista combatieron en Coplé y Santa Inés tras el espejismo de una promesa siempre escamoteada, esos descendientes vieron a Rómulo Betancourt en 1960 en el Campo de Carabobo firmar la Ley de Reforma Agraria, cuya ejecución plenaria aún está por cumplirse.

De él dijo una vez Mariano Picón Salas lo siguiente: ‘Entre aquel Rómulo Augusto que sirve de enterrador del Imperio Romano y no tiene ya fe ni coraje para oponerse a los bárbaros y el Rómulo de aquí, decidido, claro y combativo, todo son antítesis y diferencias: en el uno acaba un linaje, mientras el otro lo está fundando con gran responsabilidad y sensibilidad de Historia’.

Es ese, señores senadores y señores diputados, el hombre que ya no está aquí con nosotros. Ese es el hombre que acaba de partir.

Solicito respetuosamente, señor Presidente, que se dé lectura al proyecto de Acuerdo que he consignado en Secretaría”.

Nota: Como se habrá percatado el lector,  al referirme  a  las acciones armadas contra  el Gobierno de Rómulo Betancourt  no las mencioné con sus nombres, sino que en forma general, de  manera si se quiere metafórica, hablé de “su estrategia inigualada para disolver tempestades, su habilidad para vencer resistencias”. Es que allí estaban presentes parlamentarios del MAS (un MAS muy distinto al MAS actual, que no es ni la sombra del MAS original), a los que, antes de comenzar la sesión, se les presentó el texto del proyecto de Acuerdo, al leerlo manifestaron su decisión de apoyarlo, y así fue aprobado por unanimidad, como ya dije.  Por eso, y por la naturaleza del acto que se realizaba,  tuve que hablar con cuidado y tacto políitico.  En su turno del derecho de palabra,  intervino el diputado Germán Lairet (quien había sido un factor civil muy importante en el “Porteñazo”) y nos informó que  el MAS le solicitó una entrevista a Betancourt, quien los recibió  en “Pacairigua”, donde se recordaron “muchos episodios pasados de esa década tan dura como fue la década del 60”, y que ahora, ante el fallecimiento de Betancourt,“no solamente es oportuno el momento en la controversia para que todos reiteremos nuestros deseos de convivencia, de fortalecer la obra inacabada que estos hombres han realizado, sino también para valorar lo que han hecho y para entender que precisamente el juicio o el criterio que tenemos, aumenta en hidalguía y en autoridad cuando es pronunciado por quienes adversamos a esa figura”.

En uno de los “considerando” del Acuerdo,  se dice de Betancourt  “que como líder político y hombre de estado, este venezolano ejemplar demostró, entre otras virtudes, su abnegación, desprendimiento y probidad”, declarándose ocho días de duelo para el Parlamento Nacional.

 

@CarlosCanacheMa

Jun 13, 2018 | Actualizado hace 6 años
La unidad de la oposición, por Carlos Canache Mata

 

  Ante la devastación del país que perpetra el régimen dictatorial que desde hace casi 20 años se ha adueñado del poder, las fuerzas que lo resisten están obligadas a unirse. Las diferencias ideológicas o los proyectos personales del liderazgo deben subordinarse a la tarea prioritaria de rescatar la democracia, sin la cual no hay competencia para buscar después, en elecciones libres y justas, el favor popular. Lo primero es lo primero.

Cuando Pérez Jiménez sojuzgó a Venezuela por poco más de nueve años, un tiempo menor al que Chávez y Maduro han ejercido el mando despótico, los partidos y líderes democráticos se empinaron por encima de sus intereses propios y fueron juntos a la lucha. Había persecuciones implacables, ilegalizaciones dictadas por un sistema de justicia complaciente, presos políticos colmando las cárceles, torturas de variada estirpe, asesinatos de modestos o grandes combatientes transmutados en héroes, y miles de exiliados rondando en tierras extrañas la nostalgia de la patria. El fraude fue lápida colocada sobre la voluntad electoral de los venezolanos. La libertad había muerto.

Tres notables líderes, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba  y Rafael Caldera, y los partidos a los que pertenecían, que habían protagonizado ardorosas contiendas políticas en el pasado, comprendieron que estando aislados se prolongaría la dictadura y tuvieron la grandeza de acordarse para enfrentarla (también lo hizo el Partido Comunista de entonces, muy distinto al de ahora, aliado de la dictadura imperante). El factor de la presión internacional no era tan importante como lo es actualmente y, por eso, la victoria del 23 de enero de 1958 la amasó,  con sus propias manos, el pueblo venezolano, que, afortunadamente, contó con el respaldo institucional de quienes han sido armados por la nación para que estén a su servicio y no al del que la oprime.

  Los que ya en el atardecer de nuestro tránsito vital tendemos la mirada hacia atrás y  hacia lo que ahora pasa en el país, creemos que estamos en el deber de solicitar a los líderes y partidos de la oposición democrática que depongan distanciamientos, de la naturaleza que sean, para formar un frente común, sin grietas, acompañados con los otros sectores de la sociedad venezolana, para cerrarle  el paso fúnebre a los que están destruyendo la posibilidad de vivir con bienestar y en dignidad. Las patrias no mueren, pero tampoco se puede permitir que solo tengan una sobrevivencia ruinosa.

La MUD y el Frente Amplio Venezuela Libre deben ser el eje de la conjunción de todos los que adversan al actual gobierno, el peor de nuestra historia. A ese eje deben incorporarse, con presencia activa, sin que se les retaceen sus méritos, líderes y grupos políticos que, desde una posición más radical, también han librado batallas por la vuelta a la democracia. Todos sabemos sus nombres, y ellos también deben dar su aporte y colaboración para lograr el objetivo superior de la unión opositora. Ese reencuentro no debe postergarse.  Si llegare a producirse, de inmediato se verá que las veces que se convoque al pueblo a tomar las calles, lo hará. Desparecerá la apatía y volverá la fe de que la dictadura desgrana el rosario de sus días finales.

 A la unidad de la oposición interna, llama también, con sus sanciones, la comunidad internacional, consciente como está de que en los últimos cuatro lustros a Venezuela se le ha hecho el mayor daño de  su historia contemporánea.

Mar 15, 2018 | Actualizado hace 6 años
Rómulo visto por Américo, por Carlos Canache Mata

 

Américo Martín hizo una importante exposición sobre Rómulo Betancourt el pasado 22 de febrero, fecha natalicia del gran líder. El título que dio a sus palabras fue “¿Por qué Rómulo Betancourt predominó sobre sus compañeros de generación?”.

En su primer exilio, durante el auge de la URSS, pasa por el Partido Comunista de Costa Rica, cuyos éxitos políticos y organizativos “se atribuyeron a la presencia en sus filas del joven exiliado venezolano Rómulo Betancourt” (Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, pág. 91). Dijo Américo, en su enjundiosa disertación, que, al romper con esa militancia, en la lucha “contra esa onda avasallante” del determinismo marxista existente en la conciencia de la izquierda, “se levantó casi como gladiador solitario, Rómulo Betancourt…y lo hizo con cuerpo y alma, soportando a muy temprana edad complejas responsabilidades y brutales agresiones”. Martín añadió que los comunistas “no pudiendo soportar la audacia teórica de Rómulo, vertida cuatro años después en el Plan de Barranquilla (1931), optaron por enfrentarlo”.

Ese Plan, que Mariano Picón Salas comparó con la Carta de Jamaica (“una exageración de un calificado escritor que, sin embargo, entrevía el gran potencial de Betancourt”, glosa Américo), es de “índole reformista” y de evidente “rechazo al maximalismo de los extremistas”. En efecto, después de caracterizar la organización político-económica semifeudal y la penetración y explotación capitalista extranjera en el área petrolera, el Plan propone un programa mínimo,  en el que plantea las libertades y garantías democráticas; el control estatal de las industrias que, por su carácter, son monopolios de servicios públicos; y la revisión y expedición de “las leyes necesarias para resolver los problemas políticos, sociales y económicos que pondría a la orden del día la revolución”. Era el comienzo de la identificación con el pensamiento socialdemócrata.

El tema de esa identificación, recordó Américo en sus palabras, dio origen a una “polémica en el diario El Universal entre Carlos Canache Mata y yo”, porque él la negaba, mientras mi opinión era contraria. En realidad, fue posteriormente que Acción Democrática se afilió a la Internacional Socialista (socialdemócrata) y, por eso, acertadamente dijo Américo en su disertación que “sin embargo, al entrar al fondo del asunto se descubrirá que en esencia ese partido era y es socialdemócrata”.

Al hacer un símil entre Rómulo y Jóvito, Américo dijo que el primero privilegió la organización, y el segundo la tribuna: “tribuna o partido … la historia al final, puesta a decidir, ha escogido al partido más que a la tribuna”. Y si la organización se acompaña con la palabra, mejor.

     

Nov 07, 2017 | Actualizado hace 6 años
La revolución que fracasó, por Carlos Canache Mata

RevoluciónBolchevique

 

El 7 de noviembre (25 de octubre, según el calendario vigente en otros países europeos) se cumplieron 100 años del triunfo en Rusia de la Revolución Bolchevique de 1917, encabezada por Lenin, quien afirmó que “la revolución de los días 6 y 7  ha abierto la era de la revolución social … el movimiento obrero, en nombre de la paz y el socialismo, vencerá y cumplirá su destino”. No fue así, la revolución que nació en aquellos “días que estremecieron al mundo” (John Reed) fracasó, tuvo un fin (1991) muy distinto al profetizado por su principal protagonista.

La revolución bolchevique tuvo su piso ideológico en el marxismo, que predecía que el capitalismo, régimen basado en la propiedad privada de los medios de producción, estaba condenado a su autodestrucción por sus contradicciones internas (“teoría del derrumbe”) y a ser sustituido por una nueva sociedad, la sociedad comunista, en la que se consagraría la propiedad social o colectiva de los medios de producción. Se sostenía, apoyándose en la teoría del valor-trabajo y en la teoría de la plusvalía, que una concentración empresarial incrementada en el capitalismo generaría una mayoría de asalariados explotados que se irían empobreciendo en una miseria creciente (“teoría de la pauperización progresiva”). La sociedad se escindiría en dos clases, la burguesa y la obrera. El proletariado, clase mayoritaria, aceleraría, por la violencia, el entierro del capitalismo, por lo demás ya dispuesto por la historia.

Edward Bernstein, entre otros, en su obra “Las Premisas del Socialismo y las Tareas de la Socialdemocracia”, publicada en 1899, rebatió dogmas y tesis del marxismo. Cuestionó la “teoría del derrumbe” porque el capitalismo estaba demostrando que era capaz de autocorregirse, de adaptarse a los cambios y sobrevivir. Cuestionó como falsa la “teoría de la pauperización progresiva” porque, a diferencia del capitalismo que conoció y analizó Marx, en el nuevo capitalismo evolucionaba una situación en la que los trabajadores mejoraban ostensiblemente sus condiciones de vida. Cuestionó la supuesta polarización de la sociedad capitalista en dos clases, porque la realidad mostraba que, entre la burguesa y la obrera, se formaba una numerosa y diversificada clase media y aparecían diferencias sociales (ahora acentuadas por la revolución tecnológica) en el seno de los propios asalariados. Cuestionó, en fin, que gracias a la democratización del Estado, al rol activo de los sindicatos, a la existencia de legislaciones sociales avanzadas y de regímenes de seguridad social, el capitalismo iba teniendo progresivamente un rostro distinto al que tenía en la época de Marx, lo que posibilitaba que los cambios no se logren necesariamente por el uso de la fuerza y la violencia.

Lo que ha pasado después, es historia conocida.  El capitalismo sigue vivo y en proceso continuo de reformas internas impulsadas por los cambios tecnológicos. En cambio, el comunismo desapareció, per se, en la “madre patria” Rusia, y sobrevive como tal en Corea del Norte y Cuba, mientras que China abre su economía al mercado, aunque conservando su dictadura política de partido único. En Venezuela, lamentablemente, unos revolucionarios de a pie fingen creer en una doctrina que no conocen y están llevando al país a un desastre monumental, ya insostenible.

Si la política no es ajena a lo inevitable, el fin no tardará.

 

 

Oct 09, 2017 | Actualizado hace 7 años
Repique de campanas, por Carlos Canache Mata

CNE copia

 

Después de visitar varios países con la mano extendida pidiendo dinero para paliar el colapso económico que la dictadura ha provocado, Nicolás Maduro regresó al país cuando nos aprestamos a las elecciones del 15 de octubre. Y llegó diciendo de nuevo el embuste de que hay un avance de 95% en el proceso de negociación entre gobierno y oposición, lo que es desmentido por voceros de la MUD que afirman que el supuesto avance “es de 0%”.

  La textura dictatorial del régimen se ha puesto de manifiesto una vez más con la sentencia N° 165 que le ordenó dictar a la Sala Electoral del TSJ para avalar la burda maniobra del CNE que impidió a la oposición democrática la sustitución de candidatos en la boleta electoral que se usará el 15 de octubre. El artículo 63 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales es claro y tajante: “Las organizaciones postulantes podrán modificar las postulaciones que presenten y, en consecuencia, sustituir candidatos o candidatas hasta diez días antes de ocurrir el acto electoral”, es decir, en el caso que nos ocupa hasta el 5 de octubre. El CNE, violando la norma legal, cometió la barbaridad de fijar solo un día, el 16 de agosto, para presentar los cambios de postulaciones, anticipándose a las elecciones primarias internas en las que la MUD escogería sus candidatos a gobernadores definitivos (10 de septiembre). La Sala Electoral del TSJ decidió que el CNE podía hacer lo que quisiera al declarar en la tal sentencia 165 que se puede ejecutar la fase de sustitución de candidatos “atendiendo a las particularidades y requerimientos técnicos del proceso electoral de que se trate”. Refrendó así el truco de las cuatro rectoras del CNE que, en un trance de prestidigitación electoral, transformaron, y a destiempo, lo que era un lapso en un día.  

  El 15 de octubre habrá una cita electoral que trasciende la escogencia, por si misma importante, de los Gobernadores de Estado. Mi apreciado amigo Gustavo Tarre  Briceño, quien al comienzo no simpatizó, igual que yo, con la idea de participar en estas elecciones regionales, en reciente artículo dice que “lo que realmente debemos buscar es la expresión masiva del rechazo popular al payaso que pretende gobernarnos” y enviarle un mensaje “a Raúl Castro, el dueño del circo”. Efectivamente, si la abstención se reduce al mínimo el acto electoral del 15 de octubre puede convertirse en un gran plebiscito anti-dictatorial. Las encuestas, que los asaltantes del poder aparentan ignorar, así lo indican. Y si los pillos que nos gobiernan se dejan tentar por el fraude, tampoco escaparán del desastre que los espera.

  La Iglesia, que a través de la Conferencia Episcopal Venezolana está llamando a votar, también está exhortando “a los párrocos a que el próximo 13 de octubre organicen en todas las comunidades eclesiales una jornada de oración por Venezuela y por el éxito de las próximas elecciones “. Me permito sugerir que esa jornada religiosa se acompañe con un repique de campanas de un minuto, a una hora determinada, en todas las iglesias del territorio nacional. Cuando Pérez Jiménez huyó en la “Vaca Sagrada” la madrugada del 23 de enero de 1958, en Caracas y otras ciudades también se oyeron repiques de campanas. Había llegado la hora del regreso a la patria de los que estábamos en el exilio.

Sep 25, 2017 | Actualizado hace 7 años
Un país en venta, por Carlos Canache Mata

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Rómulo Betancourt tituló la primera parte de su libro Venezuela, Política y Petróleo, con el nombre de “una república en venta”, donde analiza la entrega de grandes extensiones del subsuelo nacional en concesiones a consorcios petroleros extranjeros por Juan Vicente Gómez. La  renta proveniente  de la explotación petrolera contribuyó decisivamente a la consolidación de su dictadura.

La actual dictadura venezolana, que comenzó en 1999 con Hugo Chávez y continúa desde 2013 con Nicolás Maduro, no utilizó los altos ingresos del tiempo de la bonanza petrolera para diversificar la economía y ahorrar dinero en un fondo de reservas en previsión de una caída de los precios de los hidrocarburos al pasar la época de las vacas gordas. El ingreso petrolero, en manos del chavo-madurismo, se ha dilapidado y desviado al enriquecimiento ilícito de los altos jerarcas del régimen.

Si Gómez concedía el subsuelo nacional para darle piso económico a su autocracia, Maduro se aferra al poder recurriendo, ante la caída de los precios petroleros que existe desde mediados de 2014 y la importante baja de la producción de PDVSA, al remate de activos del patrimonio de la república. Se recuerda que en mayo de este año la firma estadounidense Goldman Sachs compró, con un  descuento del 69%, bonos que PDVSA había dado al BCV en pago del financiamiento que recibía. Los rusos y los chinos tienen el control de parte apreciable de la producción y distribución del petróleo venezolano, al igual que del sector financiero. Es sabido que la empresa Rosneft, la mayor productora de crudo de Rusia, tiene una participación de 49,9% en Citgo como garantía de un préstamo que recibió la dictadura de Maduro el año pasado. El problema de caja del régimen se ha agravado por las sanciones financieras de Estados Unidos sobre la emisión de nueva deuda por parte de la república y de PDVSA, lo que están aprovechando Rusia y China para negociar privilegiadamente con Venezuela, aparte de que ya, como lo señaló el experto petrolero Ramón Espinasa, “la entrega de los bloques de la Faja Petrolera del Orinoco a rusos y chinos ha violado la soberanía nacional”. Sí, no cabe duda: Rusia y China ofrecen sus salvavidas financieros valiéndose del estado de necesidad en que se encuentra Venezuela para obtener un acceso ventajoso a nuestras reservas petroleras y mineras.

¿Es sostenible que sigamos hipotecando y rematando con altas tasas de descuento los activos del patrimonio público?.

Sep 11, 2017 | Actualizado hace 7 años
El libro no escrito, por Carlos Canache Mata

Libro leer

Está por escribirse el libro que cuente los horrores de la opresión política que impera en Venezuela, comenzada en 1999 por Hugo Chávez y acrecentada por Nicolás Maduro a partir de 2013. Habrá que recordar los miles de detenidos que, como si pasaran por una puerta giratoria, entran y salen de las cárceles, donde, no pocas veces, son sometidos a tratos crueles. El Foro Penal Venezolano acaba de actualizar y enviar a organismos internacionales la lista de presos políticos. La cifra se eleva a 603.

José Rafael Pocaterra narra, en el documento histórico que tituló “Memorias de un Venezolano de la Decadencia”, los suplicios y miserias vividos por los privados de libertad durante ese “período medieval” de nuestra historia republicana, de 1899 a 1935, presidido por Cipriano Castro, primero, y por Juan Vicente Gómez, después. Un tiempo en el que se “vejan, torturan, encarcelan y maltratan a ciudadanos…” y los grillos “comiéndonos las piernas y la energía física; el hambre… tarde o temprano hay que dormir con ella como con una amante inevitable”. Con palabras terribles, Pocaterra describe vivencias terribles, que él mismo conoció y sufrió.

La dictadura de Marcos Pérez Jiménez también fue dimensionada en un libro memorable que recoge la tragedia que vivió el país entre 1948 y 1952, los primeros años que siguieron al cuartelazo que derrocó el gobierno constitucional de Rómulo Gallegos. El prólogo fue escrito por Leonardo Ruiz Pineda, héroe y mártir de la resistencia, y allí dice que “este libro ofrece los testimonios…de la violencia criminal de un régimen sin normas éticas y políticas y de la voluntad de sacrificio de quienes se enfrentaron a él”. Después de la muerte de Leonardo, el 21 de octubre, la dictadura se prolongó por casi seis años más, aumentando el número de venezolanos perseguidos, encarcelados, torturados, confinados y desterrados. Esa última etapa de la represión está documentada en la extensa bibliografía publicada por el editor y gran venezolano José Agustín Catalá.

Como señalé al comienzo de estas líneas, el libro que todavía no se ha escrito es el nuevo Libro Negro sobre el tiempo dictatorial, 1999-2017, protagonizado por Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Hay crónicas y relatos que no se han articulado en un texto comparable a los arriba citados, que atestigüe que la dictadura de estos últimos es un relámpago que no alumbra, sino que cubre con sombras de luto un trozo de la historia nacional. Se escribirá.

Carlos Canache Mata

La dictadura huye hacia delante, por Carlos Canache Mata

Juego

 

En el país hay una dictadura asustada que se radicaliza para aparentar que no tiene miedo, es decir, huye hacia delante. Tanto desde el espacio interno, como desde el internacional, le apuntan varias espadas de Damocles, valga el lugar común. Ha preferido disimular que le tiemblan las piernas, y, sin atisbar el fin que se acerca, acrecienta sus desafueros y sus atentados contra la Constitución. El TSJ, especialmente la Sala Constitucional, ha venido arrastrando el Estado de Derecho y la democracia, con más de 50 sentencias y dictámenes, al paredón de fusilamiento. A la tenebrosa tarea se ha sumado ahora, desde que se instaló el 4 de agosto, un engendro ilegítimo  mal llamado Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que, gracias al fraude, nació con el defecto de fábrica de autoridad usurpada.

Según el artículo 347 de nuestra Carta Magna, el objeto de la ANC es “transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”, y lo que a este respecto decida es intangible para los poderes constituidos. A eso, y no a que pueda hacer lo que le venga en gana, es que se refiere el artículo 349 cuando dispone que “los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente”. Es obvio que mientras no se apruebe y se promulgue la nueva Constitución, sigue vigente la Constitución anterior, en este caso la Constitución de 1999, y a ella debe atenerse la ANC.

Con absoluto desconocimiento del artículo 279 de la Constitución, que establece que los integrantes del Poder Ciudadano  -el o la Fiscal General es uno de ellos- “serán removidos o removidas por la Asamblea Nacional”, la ANC destituyó a la Fiscal Luisa Ortega Díaz.  Y, lo que es peor, el 18 de agosto acaba de asestar el golpe magno inconstitucional de asumir la función de legislar que, de conformidad con el artículo 187, es de la competencia de la Asamblea Nacional. De ese modo, se reeditaron o resucitaron las sentencias 155 y 156, de fines de marzo, de la Sala Constitucional del TSJ, parcialmente corregidas en aquel entonces.

Algo también muy importante que hay que destacar es que la ANC  usurpa funciones de la Asamblea Nacional porque considera necesario garantizar y preservar  “el sistema económico y financiero”, arrogándose, entre otras, la facultad de autorizar contratos y operaciones de crédito público, en flagrante violación de la Constitución y leyes de la nación. Cree así la dictadura que puede salvar la resistencia que hay en los mercados financieros internacionales para celebrar los actos mencionados sin la aprobación de la Asamblea Nacional, la cual formalmente no se atrevió a disolver. No se percatan los gerifaltes que han asalto el poder que los mercados internacionales no se dejan embaucar con engaños baratos para mermar fácilmente sus exigencias en sus negociaciones y tratos financieros. El ansiado flujo de divisas que se requiere para salir de la crisis, ahora se ha puesto más lejos.

Huyendo hacia delante, la dictadura se dio un autogol.