La vida es cosa seria, por Armando Martini Pietri - Runrun
La vida es cosa seria, por Armando Martini Pietri

@ArmandoMartini

Si se contemplara con fundamento, seriedad y certeza que los estadounidenses están resueltos a incursionar en Venezuela, habría que concluir que Chávez antes y durante su enfermedad y Maduro -iluminado por un pajarito intelectual- tenían razón al mantener en estado de alerta a las fuerzas militares; además de redoblar el intenso programa de adiestramiento para los corpulentos milicianos, enclenques reservistas y comuneros fanáticos del PSUV.

La invasión más vitoreada y celebrada fue la del ejército aliado en la Segunda Guerra Mundial bajo el comando del general Dwight -Ike- Eisenhower, que organizó y coordinó la mayor incursión en la historia hasta ese momento (1944), en la costa francesa de Normandía. Una vez concluido el desembarque, empezó el lento pero sangriento camino hacia la frontera alemana primero, y a Berlín como final de la jornada.

Otro modelo fue el que acompañó al anterior, pero al revés, el de los rusos desde su extensa nación hasta los límites germanos con destino finito a Berlín. La diferencia fue por tierra, a pata de infantería, ruedas de tanques, camiones de artillería y transporte logístico. Arrasaron Europa para que al final Alemania quedara bajo la influencia de ambos.

En el siglo XXI si Rusia fuera potencia fuerte y economía sólida, en el más optimista escenario sería equiparable a la España castrista de Podemos; buena si la comparamos con lo que va quedando de la venezolana chavista, pero poca cosa en contraste con la del resto de Europa.

Potencial ejemplo para los colombianos, aliados de la Casa Blanca y del Departamento de Estado, sin conocer -aunque no descartable- Brasil, que ingresaría por el sur; aunque ese ya sería problema de la narcoguerrilla más que de militares, decrépitos milicianos y colectivos defensores de la patria.  

La otra posibilidad sería una irrupción terrestre más de nuestros tiempos, como cuando el fenecido en tiranía, Sadam Hussein, liberado de pulgas, ahorcado y enterrado, ofreció “la madre de todas las batallas” y se autoinvadió con tanques desplegados por todo el inmenso desierto, Kuwait incluido.

Catorce años necesitó Simón Bolívar, murió con camisa prestada, para liberar el norte y la costa pacífica de Sudamérica, fundar cinco naciones soberanas y entrar con mérito propio, sin un centavo en el bolsillo, en la gloria e historia universal. Y eso para nombrarlo solo a él, que supo ser centro y comandante, guía e inspirador de esa extraordinaria generación que luchó con él padeciendo persecución, cárceles, angustias y batallas para lograr su propósito libertario.

Estos y otros escenarios con seguridad están siendo intensamente analizados tanto en la sede del Comando Sur “imperialista”, en Miami, como en los reforzados salones de Fuerte Tiuna en Caracas. En tales casos es importante advertir que los tiempos cambian. Es época moderna, cuando la tecnología permite aeronave que burlan a los radares, a diferencia del dron que hace meses mandaron al corazón de Irán.

En diciembre del 1957 Marcos Pérez Jiménez celebró con serpentinas y confetis el triunfo del plebiscito fraudulento. A las pocas semanas el general dictador comprendió que ¡pescuezo no retoña! y huía aterrado, dejando independiente a Venezuela para que floreciera la libertad.

Recuperar la democracia depende de los venezolanos, pero no es cobardía, sino responsabilidad, reconocer que solos no podemos.

El auxilio internacional humanitario es necesario, no una invasión. Juntos encontrarán las mejores formas para librarnos de la ignominia castrista que sofoca, oprime. Sin embargo, supuestos opositores de pacotilla, socios colaboradores y titiriteros harán lo posible para impedirlo. Sus engaños y complicidades emergerán, y se podrá entender por qué no dio resultado el descomunal esfuerzo de una sociedad valiente, decente, que puso muertos, torturados y exiliados para salir del chavismo.

La pobreza, nula actividad productiva, quiebra empresarial, ruina de comercios, salario miserable, servicios públicos deficientes, infame calidad de vida, falta de probidad, dignidad e integridad se agravan por la persecución, el exilio, la prisión y la tortura como política de Estado. Es burlesco, perverso e imposible continuar el ardid, seguir con el embuste. Hay que reconocer y afrontar la realidad; es lo correcto, juicioso. Los ciudadanos debemos detener esta afrenta ruinosa, con apoyo internacional necesario para la reconstrucción.

La vida es responsabilidad, adeudo y compromiso, en fin, cosa seria. Una invasión también. Hay que analizarla con cuidado y aquello de la cultura militar, conocimiento de la realidad y entorno, además del pragmatismo castrense.

Los venezolanos exigen una mejor Venezuela y la tendrán, la merecen las futuras generaciones.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es