La música y la política - Runrun
Julio Castillo Sagarzazu Oct 13, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
La música y la política

@juliocasagar

Hemos emborronado cuartillas anteriormente hablando de la física y la política y cómo la teoría de la impenetrabilidad de los sólidos es absolutamente aplicable al comportamiento social y político; y estableciendo, por ende, la necesidad de que para que no estén los malos, los buenos deberían participar ya que los espacios vacíos no se toleran ni en el naturaleza ni en la vida social.

La física y la política

La física y la política

Allí tratamos de explicar a tanto manager de tribuna la necesidad de bajar al terreno de juego a meterse en la candela si es que no les está gustando la manera como el manager de verdad verdad, está dirigiendo el partido.

Esta nota plantea la relación emocional que la música establece con el ser humano y cómo la política debería imitarla, ya que ambas tratan de emociones que se traducen en conductas. Veamos:

La música, como todas las artes, es un medio a través del cual un creador trata de provocar la emoción de un oyente. La particular sensibilidad del artista no está hecha para que el creador se solace con su creación. El caso de Pigmalión, un escultor enamorado de Galatea, la estatua que había esculpido, es tratado como un caso patológico. En realidad, la mayoría de los artistas pretenden comunicar con su obra. Que sea una idea, un sentimiento, una angustia, es secundario. Lo realmente importante es que el arte es una manera de expresar sentimientos que pretenden emocionar comunicándose con los sentimientos de los demás.

Un dirigente político es, mutatis mutandi, también un actor social que pretende que sus ideas y sus propuestas entusiasmen para provocar adhesión y concitar conductas transformadoras.

Las interrelaciones de la música y la política son numerosas. No nos interesa aquí hablar de la relación de músicos y políticos y cómo se han influido mutuamente. En realidad, como ya dijimos, lo que nos interesa es el método de usa la música para congregar y para convocar voluntades.

Vamos a usar de ejemplo una pieza que muchos conocedores estiman que es el non plus ultra de la composición musical que es la Novena sinfonía de Beethoven. Ubiquémonos en el contexto de 1824, fecha de su composición. No hay medios de comunicación audiovisuales, ni Tik Tok para llegar a capturar la emoción. Solo existen los auditorios de los teatros cerrados de la época. Un compositor debía tomar en cuenta que, para mantener la atención, debía jugar con el ritmo, la armonía, el tempo y con las alegorías temáticas, con muchísima maestría para que sus piezas no aburrieran y pudieran concitar el aplauso de los espectadores. Exactamente lo que debería hacer un dirigente político, con su discurso y sus propuestas, frente a su mercado político y electoral.

Una de las claves para lograr esa atención y la consiguiente emoción es la creación de la expectativa. En el caso de la política de la esperanza que debe despertar el mensaje.

Es necesario interpelar las emociones con una escala, un ritmo y un “tempo” para que “una grande finale” sea la culminación exitosa de todas las sensaciones y emociones.

En el caso de un compositor para logar arrancar una ovación de pie y en el caso de un dirigente político, para que ese pico de emoción coincida con el final de una campaña política o electoral. También un entrenador deportivo debe tener esto en cuenta en el entrenamiento de su pupilo. Si se trata de un boxeador, tiene que medir los tiempos y la intensidad para que esté en el tope de sus condiciones el día del combate. Que no se pase, ni se quede corto en entrenamiento, es vital para que tenga éxito en la pelea.

Regresemos a la Novena sinfonía y a su estructura:

Todo comienza con un “Allegro ma non troppo, un poco maestoso”. Es un allegro para captar la atención al inicio y enganchar al espectador, pero no demasiado para no anticipar las emociones que deben distribuirse a lo largo del concierto. Incluso comienza con ciertas notas que sugieren dramatismo y solemnidad, como para insinuar que lo que viene será importante.

Sigue un “Molto Vivace: presto” para ir subiendo en intensidad y que dura alrededor de 10 minutos.

La tercera parte es un “Adagio molto e cantábile” con un “Andate moderato”, en el que baja la intensidad del ritmo, hasta casi ser bucólico, pero introduce acordes que nos insinúan las voces de lo que será el final.

Y luego, por último, el “Presto, Allegro assai”, el verdadero “Grande finale” con el torrente del Himno de la alegría que es el paroxismo de la sinfonía.

Esta secuencia busca hilvanar las sensaciones y crear emociones “in crescendo”. Esas son las mismas sensaciones que deben provocarse en la política, sobre todo en las campañas.

Hoy, en Venezuela, las fuerzas democráticas representadas en la Asamblea Nacional han planteado al país la realización de una consulta popular, sobre la base de que sean los ciudadanos quienes decidan sobre los caminos que están abiertos para lograr el cambio político y la convocatoria a elecciones libres. Es también una iniciativa disruptiva frente al fraude electoral convocado ilegalmente y sin condiciones justas por el CNE de Maduro para el 6 de diciembre.

Esta convocatoria está hecha en medio de condiciones adversas; no solamente por la agudización de la crisis humanitaria, llevada al paroxismo por la pandemia, el desabastecimiento de combustibles y la eclosión de la inflación, que pone a los ciudadanos a ocuparse prioritariamente de esos temas; sino porque las condiciones de vitalidad política de la oposición al régimen no son las mejores.

De manera que lo que está planteado en este momento es que se puedan juntar las fuerzas para iniciar una campaña que motive a los ciudadanos. Y que pueda interpelar sus emociones para que el clima de rechazo al régimen, que existe en todas partes, se convierta en fuerza eficiente y efectiva para avanzar en el proceso de cambio del país.

Convendría imitar, en lo que se pueda, la estructura de una  sinfonía para lograr estas reacciones.

Primero con un comienzo solemne que dé a entender que la iniciativa es seria y un punto de encuentro unitario de las fuerzas. Para ello se debería rodear el anuncio de la formalidad que sea posible.

Luego, se debería proceder, con orden y concierto a promover, con la tranquilidad de un adagio, pero con el entusiasmo de tener una política en la calle, a comunicar la buena nueva entre la gente; y a ORGANIZAR (sí, con mayúsculas) las estructuras, los comités con hombres y mujeres de carne y hueso que tendrán a su cargo la movilización nacional contra el fraude y la realización de la consulta como alternativa.

Es este trabajo el que puede preparar el clima, el entorno ecológico de un “grande finale” que provoque la movilización social con entusiasmo y que permita pasar el suiche psicológico de la incertidumbre a la esperanza y a la necesidad de luchar por ella.

 

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