Año nuevo, ¿vida nueva? - Runrun
Armando Martini Pietri Dic 31, 2020 | Actualizado hace 1 mes
Año nuevo, ¿vida nueva?

@ArmandoMartini

Dice aquella canción de la orquesta Billo “Año nuevo, vida nueva”, y le seguían los sabrosos mosaicos que cantaban en coro, bailaban y aplaudían exaltados en celebraciones tanto en clubes como en casas.

¡Buenos tiempos de ilusiones y esperanzas! con despliegue de luces y cohetería. Antes y pasada la medianoche, los cielos se cubrían en un estallido deslumbrante, las alturas se transformaban en figuras resplandecientes abarrotadas de colores, observadas extasiados y fascinados, imposible perdérselas, acompañadas de abrazos con lágrimas de júbilo.

Hubo una época larga y prerrevolucionaria en la cual la noche de fin de año, e inicio del nuevo, era de jolgorio y alegría. Poco antes, se tarareaba aquella balada de Néstor Zavarce: “Faltan cinco pa’ las doce”… ¿cómo olvidarlo?

Hoy vivimos tiempos diferentes. De celebración comunista apagada y de socialismo afligido, con coronavirus que en vez de disminuir crece. Problemas y carencias a los que nos hemos venido acostumbrando. Quizás peor, nos hemos acostumbrado. Mucho defender ofertas estentóreas del comandante que abrió puertas a la corrupción, nombró y mantuvo un régimen con civiles y militares seleccionados por su obediencia, no por competencia. Y que devinieron en destructores de todo.

La propaganda se disfraza de fiesta

Años que se han sucedido empeorando en cada enero y cada diciembre con propaganda confeccionada para esconder la mentira, el saqueo, la destrucción. Para justificar con burbujas oscuras, mensajes que los venezolanos escuchan. Que quizá no creen, pero que terminan aceptando.

Estas navidades, a diferencia de las que recordamos, no han sido de alegría. El régimen evaporó las bulliciosas y alegres gaitas, villancicos y aguinaldos. Cada alcaldía se esmeraba en decorar calles y plazas con ornamentos especiales y luminarias. Los edificios residenciales y las casas se adornaban como si de una competencia se tratara. Así Venezuela demostraba que celebraba con entusiasmo y exaltación la Navidad. El nacimiento de Jesús y la llegada de un nuevo año cargado de sueños y propósitos. Los juramentos eran hermosos, nobles.

Al retumbo de las 12 campanadas se comían uvas, se sacaban las maletas a la calle por deseos de viajar, se consumían lentejas en la creencia popular de procurar porvenir. Y en las manos se sostenía dinero en efectivo -que hoy no hay- como simpática brujería para mejor remuneración.

El secuestro de la alegría

Fueron otros tiempos, de discusiones y polémicas, pero de buena vida. Cuando la Nochevieja se hacía peligrosa no tanto por la delincuencia como por los riesgos de imprudentes conductores que iban de casa en casa, visitando y bebiendo; en particular, los que se retrasaban y apretaban aceleradores para recibir “el cañonazo”. Y los que, cargados de licor se exponían a accidentes amaneciendo el primer sol del año. Noche comprometida por tragos, descuidos y amaneceres de “ratones” monumentales.

Nada de eso existe hoy. Aquellos eran gestos y actividades de un pueblo dispuesto a ser feliz, lo cual, -por ahora- no luce posible. No hay colas porque ya no hay diario vivir. Tenemos el deseo, pero no la esperanza de mejorar, de que el viejo año termine de largarse con todo lo malo para que el nuevo nos traiga bueno. Este año nuevo no traerá vida nueva, solo lo recibiremos y sufriremos. Porque quienes controlan el territorio solo saben darnos lo peor.

No habrá en 2021 vida nueva, excepto ajustes de lo que ya sufrimos. La ignominia está en el poder y reclama oportunidad de tener más y algunos quieren complacerlo. No habrá 2021 bueno, a menos que lo peor se considere novedad.

Todo feneció porque el socialismo castromadurista detesta esos símbolos de felicidad, porque triunfa eliminando los mejores recuerdos de la nación. Y cuando dice algo alusivo a las fiestas, suena como un palabreo fastidioso, vacío y mentiroso. Las navidades revolucionarias no se pueden disfrutar. Hay hambre, no hay medicinas, tampoco dinero y sí demasiada miseria.

Los que tienen secuestrada a Venezuela desvanecieron ilusiones, disiparon la fe, malbarataron la confianza y, por si fuera poco, no saben qué inventar para que los ciudadanos olviden la hecatombe.

¿Cómo hacer promesas para el 2021 si nadie cree que será menos malo que el que está a punto de morir?

Lamentablemente se macera un brete político de consecuencias impredecibles, sin poderes públicos autónomos y democráticos, solo continuismo absurdo, ilegitimo e ilegal. Venezuela vive una experiencia amarga que apesadumbra y entristece, se secuestró el futuro de generaciones y la modernidad de una nación. Asumirlo es trágico, doloroso y atormenta. El empobrecimiento y la ruina moral, social y económica es difícil de relatar, y casi imposible describir. Pero superaremos lo peor del presente y construiremos el país que merecemos. Eso sí, sin delincuentes forajidos ni cómplices encubridores.

Porque la esperanza es lo último que se pierde, según el viejo y prerrevolucionario refrán. Con ese destello de ilusión deseamos lo mejor en 2021. Que llegue un año con menos problemas, más tranquilidad, paz activa y no disimulo de la represión; que podamos finalmente ver la luz al final del túnel.

Tal vez lo mal que andan las cosas en estas afligidas y desconsoladas festividades, sea el chispazo para que vayan mejor en 2021.

¡Soñar no cuesta nada!

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