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Amuay, agosto 2012 – Venezuela, agosto 2021…

Foto de la refinería de Amuay en explosión: Luis Alberto Hernández Guanipa (Intervenida por Runrunes).

La desolación y el silencio son este país que somos. Inmutable ante tanta barbarie. El olvido también puede construirse e imponerse. La normalidad puede ser una mentira

 

@YsaacLpez

¿Quién construye la memoria? ¿Quién nos sembró que historia es Josefa Camejo, el hambre del año 12 o la creación de Punto Fijo Distrito?  “… Necesitamos saber cuándo se requiere el juicio… y cuándo deberá prevalecer la justicia”, Luis Alfonso Bueno.

La Historia/evocación/escritura se va tejiendo entre la memoria que va quedando del suceso/historia, aquella que se repite entre los pobladores del antiguo barrio La Vela y los de la antigua Ciudad Jardín o la que construyen los «historiadores» maracuchos del diario oficialista Nuevo Día y los cronistas locales.

Las huellas del susto, el ruido tremendo de la explosión, el desconcierto ante un vecino amenazante que siempre estuvo allí, los cuerpos calcinados, la gente en estampida hacia «los pueblitos»… ¿Investigadores de formación, con teoría y método, para encarar sucesos o procesos, mentalidades o sensibilidad…? No hay.

El «juicio de la historia» será ese sedimento de la memoria construida de todos los retazos: la irresponsabilidad ante síntomas pocos usuales en la refinería, la función que debía continuar pronunciado por el entonces dueño de la hacienda, la indemnización apresurada para callar bocas y conciencias, el devenir entendido como pase de factura por las acciones de la Guardia Nacional en Los Semerucos, el espectro de muerte que quedó en las proximidades, los fantasmas de quienes no hallan consuelo, los tubos retorcidos, las edificaciones devastadas…

La suerte, sin embargo, de que el hecho ocurriera a esa hora y no a las cinco o seis de la tarde… Pocos hablan del desvarío de convivir al lado de semejante amenaza, de la locura de un conglomerado urbano instalado a escasos metros. De la falta de controles de riesgos dentro y fuera de las instalaciones petroleras de Paraguaná. Del inmenso peligro no conjurado.

¿Necesitamos saber cuándo se impondrá el juicio a los responsables y cuándo deberá prevalecer la justicia para que de verdad podamos establecer la normalidad, la quietud, la civilidad en nuestras vidas?

¿Curar la herida de una nación llena de heridas, y sin embargo empeñada en la frivolidad? ¿La justicia? La justicia –decía Benedetti– parece solo hacerse en el corazón en estos tiempos.

La desolación y el silencio son este país que somos. Inmutable ante tanta barbarie. El olvido también puede construirse e imponerse. La normalidad puede ser una mentira.

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida

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