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Todo sobre Barinas. Lo bueno y lo malo

Garrido deja sus valiosas lecciones de captación del voto, pero sus últimas afirmaciones reflejan las contradicciones de una oposición que se identifica como antisistema pero reintegrándose al sistema

 

@AAAD25

Para bien o para mal, los indicios apuntan a que se ha consolidado la reanudación del uso de elecciones como herramienta para lograr el cambio político en Venezuela, por el grueso de la oposición. El triunfo de Sergio Garrido en los comicios, arbitrariamente repetidos para la Gobernación de Barinas, habrían sellado esa decisión.

Dado que este hecho bien pudiera marcar la agenda opositora venezolana a lo largo de este naciente 2022 y más allá, me parece pertinente que nos detengamos a estudiarlo desde sus distintas aristas.

Hay quienes creen que el chavismo está dotado de una omnisciencia maléfica que le permite prever todo lo que sus adversarios harán, y adelantarse a ello para evitar que sea efectivo. Aunque no faltan los que recurran a razonamientos halados por los pelos para reafirmarlo hasta en este caso, su derrota en las elecciones de Barinas es muestra de lo contrario. No, no es muy probable que esto le lave la cara en el extranjero y sea la excusa para levantarle sanciones internacionales (ni hay que suponer tal cosa por los tuits de Pablo Iglesias en modo ñángara provocador).

Pero tal vez lo que más evidencia que las maniobras del chavismo en los Llanos occidentales fueron un error es el haberle dado a la base opositora, ampliamente mayoritaria pero también frustrada y desmovilizada, una nueva esperanza.

De haber aceptado desde un principio la victoria de Freddy Superlano en noviembre, la imagen resultante le hubiera sido mucho más favorable: menos votos para ellos en solo 4 de los 23 estados, abstención elevadísima, los mismos vicios de siempre, etc. Un buen pie para comenzar 2022 con el mismo statu quo imperante desde 2017.

Por el contrario, le dio a la dirigencia opositora una oportunidad que esta aprovechó para impresionar al país, cosa que no hacía en mucho tiempo. Ese fue el efecto de las elecciones repetidas, para las cuales los poderes sometidos al chavismo inhabilitaron a todos los candidatos que se pensaba eran competitivos, y en las que se repitieron los abusos de costumbre, sin la observación europea presente en noviembre.

Y aun así, Garrido y su equipo lograron estimular la participación e imponerse en las urnas por un margen muy superior al de Freddy Superlano (no tengo la disposición a discutir la confiabilidad de las cifras del CNE; esas son las que hay, y si lo electoral va a copar la política criolla, a quienes la observamos no nos queda más remedio que atenernos a ellas). Sin duda es una hazaña encomiable. Superó, con creces, mis expectativas. No dudo que muchos en el resto de Venezuela lo vieron y pensaron “¿Por qué aquí no?”.

Si la oposición va a seguir por este camino, debería estar desde el lunes revisando el progreso de la campaña de Garrido, identificar sus puntos fuertes y planificar cómo replicarlos en todo el país. Sea convocando a un referéndum revocatorio, y luego sufragando en el mismo, o en las elecciones presidenciales de 2024 (da vértigo pensar en todo lo que podría pasar en dos años, lo sé).

Pero lo más importante, y aquí no voy a pedir disculpas por mi cantinela habitual, es que la oposición tenga un plan de movilización ciudadana en caso de que el chavismo rechace un resultado adverso. No se puede ser ingenuo. Es harto improbable que el chavismo haga lo que hizo el domingo pasado si es el poder central lo que está en juego.

Nadie con dos dedos de frente puede creer que el reconocimiento de su derrota en Barinas sea producto de una diferencia enorme a favor del ganador. Aunque la Asamblea Nacional electa en 2015 fue consecuencia de una victoria abrumadora de la MUD, el chavismo la desconoció de facto. Porque, repito, el poder central estaba en juego. No pasa lo mismo con una gobernación. Ya en su faceta más brutal, el régimen demostró disposición a tolerar unas pocas gobernaciones en manos ajenas, de paso despojadas de su potencial como focos de oposición activa (más al respecto pronto).

Es en este punto donde termina lo brillante de la elección en Barinas y me veo en la obligación de pasar a asuntos más opacos. Desde que Jorge Arreaza se le adelantó al CNE y admitió su derrota, me estaba preguntando cómo se desempeñaría Garrido en su papel de gobernador en un ecosistema desarrollado por el chavismo para garantizar su dominio absoluto. El propio ganador me aclaró las dudas con sus declaraciones a la prensa esta semana.

No tuvo reparo en mostrar su voluntad de reunirse con Nicolás Maduro para comenzar a coordinar con Miraflores una gestión regional cuyas prioridades son importantes pero mundanas: el servicio de agua, la vialidad agrícola, la infraestructura escolar, etc. ¿Y el esfuerzo por restaurar la democracia y el Estado de derecho en Venezuela? Eeeehhhhh, no. Eso no fue mencionado.

Mi intención con esta parte del artículo no es lanzar recriminaciones a nadie. Pero sí debo decir lo siguiente. Con las susodichas afirmaciones, Garrido da a entender que como gobernador será similar a los de Acción Democrática en el período 2017-2021. Ese es también el tren en el que se están montando Morel Rodríguez, Alberto Galindo y Manuel Rosales. En otras palabras, seguirán la regla tácita de la política venezolana que reza que, para ocupar cargos de elección popular sin ser parte del chavismo, se debe asumir un compromiso de no usar el despacho para desafiar al régimen de ninguna manera.

Todo lo que pueden hacer es administrar parcialmente sus respectivos estados y municipios. Digo “parcialmente” porque ni la promesa de sumisión basta para que Miraflores les permita ejercer todas sus funciones.

Maduro podrá haber prometido no imponer “protectores” donde el chavismo pierde, pero hay otras vías. Basta con ver la toma de atribuciones de la Gobernación del Zulia.

Así que Garrido le deja a la oposición sus valiosas lecciones de captación del voto, pero parece que no será parte de la defensa del voto tan necesaria en cualquier elección nacional, si lo que quiere es retener su gobernación para asfaltar calles y reparar tuberías.

Esto no es como para entusiasmarse, claro. Además refleja las contradicciones de una oposición que se identifica como antisistema pero trata de reintegrarse al sistema. Consideraciones al respecto las dejaré para el próximo artículo. Como dije al principio del presente texto, para bien o para mal la dirigencia disidente está volviendo al aún bloqueado camino electoral. Depende de ella el que sea para bien. Por ahora me limitaré a desear que así sea.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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