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Crímenes sin Castigo | Chucho en polvo blanco
Once marineros zarparon de Margarita para vender pescado en Saba y terminaron presos en las Islas Vírgenes por tráfico de drogas. Aquí la historia de un viaje que salió mal

 

@javiermayorca

En septiembre de 2019, Vicent Mata Ányelo contactó en Margarita al mecánico de embarcaciones Johan José Pacheco Lezama. La propuesta parecía irresistible: hacer algunas rondas de faena por La Tortuga, y luego poner proa al norte para vender toda la captura en Saba.

El destino final parecía algo distante. De acuerdo con el testimonio de pescadores, en Nueva Esparta prefieren colocar la pesca en islas más próximas del Caribe Oriental, como Martinica, lo que ha reportado un considerable flujo de euros a la economía neoespartana.

Para cruzar el Caribe de sur a norte y viceversa usarían un peñero de 55 pies de eslora, La Gran Tormenta. La nave de registro ARSHPE-1468 no pertenecía a Mata Ányelo. Días después, afirmó en un interrogatorio que el propietario era un tal Yosmel, que también hace vida en Margarita.

Atraídos por la posibilidad de ingresos en moneda dura, Pacheco y Mata Ányelo comenzaron a reclutar a los nueve integrantes de la tripulación. El mecánico, natural de Guiria, apenas tenía año y medio involucrado en el oficio del mar. Así que debía asegurarse de que los otros integrantes del equipo sí supieran qué hacer.

El 10 de septiembre, el equipo estaba listo para zarpar. Además de Pacheco y Mata, se hicieron a la mar Alfer Rodríguez Boadas, Alexis Fuentes, Francisco Rodríguez Infante, Johan García Suárez, Carlos Rodríguez García, Henry González Noriega, Algler Rodríguez Boadas, Jhonny Rodríguez Rodríguez y Daniel Jesús Salazar González. Algunos, como Rodríguez Boadas y García Suárez, residen en La Asunción. Los demás en otros poblados de la isla.

Abordaje con permiso… de Guaidó

El 25 de septiembre, a eso de las 7:30 p. m., La Gran Tormenta navegaba a 38 millas al sur de Saint Croix, perteneciente a las Islas Vírgenes estadounidenses. El pesquero iba en dirección norte. Debido a su origen y las aguas por las que transitaba, el Servicio de Guardacostas de EE. UU. la declaró “objetivo de interés”.

Una declaración del agente especial de la Administración para el Control de Drogas de EE. UU. (DEA, por sus siglas en inglés) Michael Reed, indica que los guardacostas enviaron al buque Donald Horsley para interceptar a la embarcación venezolana.

Al llegar a la escena, la tripulación del Horsley vociferó preguntas en inglés y en español. Mientras tanto, los faroles apuntaban a la cubierta del pesquero. Según el reporte, los margariteños apilaron varios sacos oscuros. Luego, los lanzaron al mar unidos a bidones plásticos azules mediante cuerdas.

El relato de Reed indica que los funcionarios “fueron capaces” de recobrar dos sacos. De inmediato, tomaron nota de las coordenadas en las que se produjo la recuperación.

Posteriormente, “el capitán de La Gran Tormenta aceleró en un intento por escapar”.

Los guardacostas trataron de dar alcance al barco margariteño utilizando una lancha rápida llamada Mohawk que llevaban para estas situaciones. Mientras tanto, continuaban los gritos: “¡Capitán, detenga la embarcación!”, “¡Ponga las manos en el aire!”.

Desde la lancha rápida, los guardacostas aplicaron lo que se conoce como una maniobra de enmarañamiento al motor de La Gran Tormenta, indicó la fiscal del caso Melissa Ortiz. Fue así como lograron detenerlo para posteriormente llevar a cabo el abordaje. La nave quedó “muerta en el agua”, lo que según el argot de estos funcionarios significa “incapaz de moverse”.

En su declaración jurada, el agente Reed indicó que la persecución de La Gran Tormenta se extendió por 54 millas. Mientras tanto, se desarrollaba en caliente un proceso legal internacional.

La norma marítima impone que los guardacostas obtengan un permiso del Estado que emite el registro, antes de que se lleve a cabo la entrada en cubierta.

Una declaración del agente especial de la DEA James Conwell, remitida al juez de la causa en Islas Vírgenes George Cannon el 27 de octubre de 2019 revela que la tripulación del Horsley “recibió permiso del estado bandera para detener, abordar e inspeccionar”.

“El gobierno reconocido de Venezuela autorizó a los Guardacostas de EE. UU.”, afirmó, en referencia al interinato liderado por Juan Guaidó.

Un cuento de piratas

Los policías marítimos estadounidenses recuperaron 55 kilos de cocaína. Lo demás supuestamente permanece en el fondo del mar.

Los once tripulantes de La Gran Tormenta fueron detenidos y trasladados a Saint Croix para el proceso judicial. Antes de encerrarlos, les hicieron pruebas para la detección de iones de drogas. Cinco dieron positivo.

Aunque muchas de las evidencias de este caso todavía no son de acceso público, los reportes de la fiscal Ortiz y de los agentes de la DEA consignados debido a distintas incidencias revelan que el 4 de octubre de 2019 Mata Ányelo intentó explicar la presencia del alijo en la nave que capitaneaba.

Según el líder del grupo de margariteños, el propósito era vender aproximadamente media tonelada de pescado en Saba. Pero la última noche que estuvieron en aguas próximas a La Tortuga presuntamente fueron abordados por un grupo de piratas. Los sujetos usaban pasamontañas, vestían de negro y portaban fusiles AR-15.

Fueron ellos quienes supuestamente entregaron la droga a Ányelo, para que él la llevara contra su voluntad a aguas estadounidenses. Las coordenadas del punto de entrega fueron especificadas en un pequeño papel manuscrito. Los mentados piratas, que hablaban con acento venezolano, irían contra la familia de Mata Ányelo si él se negaba a cumplir la orden.

El comandante de la nave negó que les hubiesen pagado por la tarea.

El mecánico de la embarcación fue entrevistado aparte ese mismo día. Dijo que el abordaje de los hombres de negro ocurrió a las 9 p. m., cuando la mayoría de la tripulación dormía. Pacheco afirmó que los piratas se llevaron aparte a Mata Ányelo y dejaron a dos hombres armados en la cubierta. Dijo escuchar cómo le gritaban que matarían a la familia del capitán si no obedecía, y que luego este se puso a llorar. Posteriormente, colocaron cuatro sacos en la cubierta.

La fiscal no dio mucha credibilidad a esta coartada, pues había inconsistencias de fechas y eventos entre lo que decían los principales miembros de la tripulación.

Hasta ahora, cinco de los once detenidos han admitido culpabilidad: González Noriega, de 47 años de edad; Rodríguez Infante, de 28 años; García Suárez, de 33 años; Rodríguez Boadas y Rodríguez García, de 26 años. En estas condiciones, la parte acusadora pide “no menos” de diez años de prisión, con la posibilidad de una medida cautelar al cumplir la mitad de la pena. Además, se exige que paguen una multa de un cuarto de millón de dólares.

Breves

  • ¿Quiénes tripulaban el jet K-8w que se estrelló en las proximidades del aeropuerto La Chinita el sábado 18 de junio? El siniestro, que ocasionó la pérdida de otro avión de combate venezolano, está rodeado de opacidad. Los medios oficiales y las cuentas de redes sociales de los jerarcas militares no han dicho nada al respecto. Según información filtrada de manera extraoficial, el aparato de fabricación china se fue a pique debido a una “falla mecánica” no especificada, presuntamente porque una “junta de investigación” determinará lo sucedido con precisión. Los dos ocupantes lograron eyectarse a tiempo, e incluso las redes sociales divulgaron el video de uno de ellos, cuando caminaba por sus propios medios, mientras arrastraba los restos de un paracaídas adosado al asiento. Se trata presumiblemente del piloto, primer teniente de la Aviación José Alejandro Barazarte Zambrano, natural de Barinas. El otro tripulante, indicaron fuentes ligadas a la operación de rescate, es Erick Wladimir Rivas Rodríguez, un capitán retirado de ese componente, de 46 años de edad. Aunque algunos partes dicen que Rivas es un “fotógrafo”, en realidad se trata del gerente regional de Tributos Internos del Seniat en el Zulia. Se desconoce qué hacía un funcionario del ente tributario en un jet de combate. Este es el tercer K8 de la flota nacional siniestrado. El 21 de julio de 2010 ocurrió el primer caso, en el curso de una operación antidrogas en Lara. El 27 de noviembre de 2012 hubo un nuevo accidente, cuando un zamuro chocó contra la turbina.  En el país quedarían entonces 21 unidades de este tipo.
  • Primero fue en avión. Luego, en barcos y a pie hasta llegar a los países fronterizos. En una tercera etapa, los venezolanos huyeron del país emprendiendo largas marchas hacia los países del sur. El llamado Tapón del Darién, una densa selva en la zona limítrofe entre Colombia y Panamá, operaba como un dique para contener las aspiraciones de la creciente diáspora para llegar a Norteamérica. No obstante, las cifras de la Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) revelan que esta situación está cambiando aceleradamente. En lo que va de año, los agentes de CBP han reportado 39.841 “encuentros” con migrantes venezolanos, que intentan acceder a territorio estadounidense por la frontera suroccidental, que abarca a los estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas. El promedio mensual actualmente supera los 7900 y rebasa en 89 % a la media registrada por ese despacho para el año fiscal 2021. Hace dos años fueron apenas 4500 casos en total. Los venezolanos parecieran emigrar por oleadas. No es un flujo regular. El mayor número de reportes registrados fue en diciembre de 2021, cuando hubo 24.946 contactos entre los que participan en esta diáspora y los uniformados americanos. Desde luego, detrás de este movimiento migratorio hay un negocio clandestino. El pico registrado el año pasado pareciera asociado al relajamiento de la cuarentena por la covid-19, que reavivó la ruta aérea a México. Desde allí, los nacionales se incorporan a la extensa caravana de caminantes rumbo al norte. Según CBP, luego de los centroamericanos, Venezuela aporta la mayor cantidad de individuos que intenta cruzar la frontera. “Las personas continúan saliendo de Venezuela para huir de la violencia, la inseguridad, la falta de alimentos, medicinas y servicios esenciales”, afirma un reporte del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), emitido en abril.

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