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Paradojas e ironías

Tenemos una situación en la que empresarios buscan congraciarse con el gobierno, y partidos marxistas que se oponen a él. Probablemente seguiremos viendo más ironías y paradojas

 

@AAAD25

Poco a poco, la perestroika bananera va expandiéndose por todos los aspectos de la vida en Venezuela. Comenzó como una reforma del sistema económico chavista en pos de una liberalización parcial y opaca, pero ahora tiene muchas otras manifestaciones. En este caso al menos, parece cumplirse la secuencia marxista que pone el origen de los cambios históricos en una infraestructura económica, de la que luego salen transformaciones en el plano intangible para legitimar el primer cambio material.

Lo vemos en el reemplazo tácito de modelo para la elite gobernante venezolana, que ya no es el cubano, con su estalinismo caribeño, sino el ruso, con su capitalismo iliberal y oligárquico. Lo vemos incluso en la estética. El nuevo lugar común de los murales chavistas no es el Che Guevara, sino Alex Saab. Con el mismo estilo panfletario y kitsch de un realismo socialista subdesarrollado, es verdad. Pero el hecho es que el epítome del “empresario patriota” desplazó al “guerrillero heroico” como objeto de culto oficial.

Con la política pasa lo mismo. Pero lamentablemente no se trata de un cambio de clase gobernante. La misma sigue ahí, propiciando una transformación del entorno sin salir ella del poder (y precisamente para seguir en el poder). Lo demás es una mera reacción a dicho cambio por los demás actores políticos. Y no me refiero solo a los partidos que no sean el PSUV y sus aliados, sino también a todos aquellos entes de la sociedad civil que aspiran a influir en la política venezolana de una u otra forma. Ello incluye asociaciones patronales, sindicatos, gremios profesionales, organizaciones no gubernamentales, etc.

Si bien muchos (pero no todos) estos factores por años trataron de mantenerse neutrales, la fase más oscura (hasta ahora) de la hegemonía chavista los llevó a alinearse circunstancialmente con los partidos opositores en atención al grave deterioro del país en todos sus ámbitos, más allá de la política. De la boca para afuera, ese sigue siendo su ethos. Pero, luego de que los partidos opositores fracasaran en su intento de desplazar al chavismo por distintas vías, lo que en realidad guía las acciones de muchos (pero, de nuevo, no todos) estos elementos es el conformismo pseudoopositor.

El miedo a seguir desafiando a la elite chavista, por la predecible respuesta represiva de la misma pero también por los sacrificios que para una vida cómoda implica toda oposición efectiva a un gobierno inescrupuloso; todo ese miedo, digo, ha llevado a que estas personas renuncien a cualquier acción que perturbe a los poderosos. Dado que ello implica necesariamente la continuación del régimen chavista por un tiempo indefinido, pues se ven en la obligación de argumentar que en realidad el cambio político no es ninguna urgencia. La perestroika bananera y la muy limitada recuperación económica les ha venido como anillo al dedo. La promesa de una sociedad no necesariamente libre pero materialmente próspera, sin importar cuán remoto luzca el cumplimiento del aspecto positivo, les da un basamento para propagar la especie engañosa de que vamos por relativamente buen camino y no debería haber ninguna prisa por alterar el statu quo.

Como la perestroika bananera es originalmente un fenómeno económico, esta tendencia se ve sobre todo entre empresarios y quienes los asesoran. Actuando como si la elite chavista de la noche a la mañana se hubiera vuelto una discípula meticulosa de la Escuela de Chicago y Venezuela fuera encaminada a ser el Singapur de Suramérica, no lo piensan dos veces antes de aplaudir todas aquellas medidas que el chavismo ha tomado para dizque beneficiar el capital privado y presentarlas acríticamente como una panacea. Sin reparar en que, si bien estos nuevos esquemas son preferibles al cuasi estalinismo de años previos, están plagados de una opacidad de la cual empresarios bien conectados con jerarcas rojos han sabido sacar provecho.

La supuesta falta de urgencia permite también la promoción de una guía para la dirigencia opositora, que le dicta que solo puede dialogar incondicionalmente con el chavismo, así como participar en cuanta elección bajo el sistema comicial chavista haya, sin ninguna movilización adicional en defensa del voto y no más que la esperanza de que algún día Miraflores respete un resultado adverso. Ah, y en caso de que el chavismo lo permita, “ocupar espacios” como producto de esas elecciones, siguiendo la regla tácita de que para ello los titulares no pueden valerse de esos despachos para permitir o fomentar cualquier cosa que moleste al chavismo.

Por supuesto, los partidos políticos más prestos para este tipo de “oposición” son los de la llamada Alianza Democrática (pero, sinceramente, algunos en la Plataforma Democrática (antes MUD), se están yendo por un camino parecido; para muestra los gobernadores de Zulia, Cojedes y Barinas.

El desempeño de sus personeros en la Asamblea Nacional electa en 2020 es particularmente penoso. Ni siquiera hacen oposición simbólica.

Aprueban con su voto resoluciones cuyo único propósito es la propaganda chavista, como una que pidió a la Corte Penal Internacional que investigue al gobierno de Colombia por “xenofobia a los venezolanos”, u otra que hablaba del “proyecto irreversible de Hugo Chávez”. Aprueban con su voto, que no es que sea determinante y potencialmente problemático para el chavismo si fuera contrario, artimañas gubernamentales que le amargan la vida al venezolano común, como el Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras. Y si no me creen a mí, créanle a Ilenia Medina. En palabras suyas recogidas por la periodista Ibis León, la diputada por el PPT dijo no ver necesidad de intervenir en un debate sobre las elecciones presidenciales colombianas, porque sus pares de la Alianza Democrática “hablaron casi como chavistas”.

Mientras tanto, hay fuentes de oposición real que hasta hace no mucho hubieran sido insospechables, como parte de los cambios asociados con la perestroika bananera. Comencemos con el propio Capitolio, ya que estamos. Ahí está el Partido Comunista de Venezuela, con sus pocas curules, desde las cuales sí alza la voz contra los designios del chavismo. Al punto de que, por ejemplo, Asamblea Nacional TV censuró la intervención del diputado Oscar Figuera durante una discusión de la Ley de Zonas Económicas Especiales. Su bancada se abstuvo de votar en la última designación de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia por considerar que violó la Constitución (cosa que en efecto hizo, por estar prohibida la repetición de períodos para jueces en el tribunal).

Debo aclarar que no tengo ningún ánimo de mostrar al PCV como paladín de la democracia. Incluso durante la etapa final del desmontaje de nuestras instituciones democráticas, el PCV se mantuvo como aliado firme del chavismo. El deslinde es posterior. Pero mi intención hoy tampoco es discutir las razones de quienes están haciendo oposición en Venezuela, sino demostrar cuán extraño es este nuevo entorno. En tal sentido, la censura a elementos de izquierda que incomodan a la elite gobernante es notable. Aunque no es que no tenga precedentes. Desde hace años, Cantv bloquea el acceso a Aporrea, portal de opinión para el llamado “chavismo disidente”. Tampoco podemos olvidar cuando el Consejo Nacional Electoral bloqueó el registro de Marea Socialista como partido habilitado para participar en elecciones.

Ahora tenemos también la persecución de militantes y exmilitantes de Bandera Roja, varios de sus miembros han sido apresados por razones arbitrariamente no informadas. De eso ya hablamos bastante en esta columna la semana pasada y no hace falta agregar nada… Excepto el silencio que en general han guardado ante tan graves hechos todos aquellos entes de la sociedad civil, así como sus integrantes individuales y defensores sin membresía, que llevan meses señalando que existe un clima propicio para dialogar con la elite gobernante y obtener de ella medidas para el beneficio del país, hasta en lo político.

Mientras, esa elite sigue exhibiendo con desparpajo indisposición a poner coto a sus arbitrariedades, incluyendo el caso de Bandera Roja. Pero el grueso de la sociedad nominalmente opositora guarda silencio. Recuerdo cuando el cautiverio de Sairam Rivas, activista de ese partido, era motivo de repudio y consternación colectivos. Hoy, pocos quieren levantar la voz, porque eso chocaría con el contexto edulcorado que dicta que solo se puede dialogar y votar.

En conclusión, tenemos una situación en la que empresarios buscan congraciarse con el gobierno a ver qué provecho sacan de un statu quo injusto y mediocre, y partidos marxistas que se oponen a él, lo cual pagan con censura y hasta con persecución. Todo ello mientras ese gobierno mantiene un discurso oficial de izquierda revolucionaria. ¡Y todavía hay quien se lo cree! O que al menos no repara en lo que el chavismo realmente está haciendo.

Para muestra el ala más izquierdista del Partido Demócrata de Estados Unidos, varios de cuyos representantes en el Congreso recientemente solicitaron a la Casa Blanca eliminar las sanciones sobre el gobierno venezolano. Ni hablar de organizaciones aun más ñángaras, como el grupo Code Pink, que básicamente repite como coro de psitácidos la propaganda de Miraflores. Eliminar la presión internacional sobre el régimen, como pretenden, se traduciría en brindarle más recursos para, entre otras cosas, mantener la lealtad de un aparato censor y represor que hoy tiene a partidos de izquierda en su blanco. Ah, la solidaridad del socialismo internacional.

Probablemente seguiremos viendo más ironías y paradojas en la medida en que los cambios se profundicen. Poco o nada de bueno cabe esperar.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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