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Me rompieron el no hitter en el octavo

De cómo un pitcher que lucha para lanzar una joya en el béisbol, se parece a alguien huyendo del coronavirus

 

@franzambranor

Cuando me empezó a picar la garganta ese sábado en la tarde me sentí como el venezolano Aníbal Sánchez, cuando después de lanzar siete innings sin permitir hit ni carreras en el primer juego de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional, en octubre de 2019, con el uniforme de los Nacionales de Washington, recibió en el octavo episodio un imparable de parte de su compatriota José “Cafecito” Martínez, de los Cardenales de San Luis. Se acabó el invicto, me dije. Aníbal iba encaminado a arrojar su segundo no hit no run en las Grandes Ligas. Pero el bate del hijo del emblema de los Tiburones de La Guaira le arruinó el sueño de convertirse en el único venezolano en lograr dos juegos sin imparables ni anotaciones en la historia, luego de que lo hiciera con los entonces Marlins de Florida en 2006.

Ya Aníbal había coqueteado con una situación similar en abril de 2011. Entonces llegó sin tolerar inatrapables ni rayitas a la novena entrada frente a los Rockies de Colorado. En ambos intentos fallidos ganó el juego. Pero se fue a los camerinos con la sensación de que su nombre hubiese podido estar más elevado en el historial de peloteros que han pasado por el béisbol estadounidense organizado.

Mi cuerpo había aguantado desde marzo de 2020 cuarentenas, olas de contagios y rebrotes hasta que por fin cedió ese sábado. La covid-19 me pegó un doblete al jardín derecho y me quedé pasmado viendo la pizarra por un momento. Como si fuese un pitcher me pregunté “¿por qué le dejé esa recta alta?”; “¿y si no hubiese ido al supermercado tanto?; ¿y si no le hubiese dado la mano a ese vecino que me conseguí en el estacionamiento del edificio en estos días?”.

Qué pena. 2 años, tres meses y 23 días duré lanzando un no hitter y no pude completar la misión.

Si fuese pelotero y tuviese que dar unas declaraciones diría: “Como todos los días, salí a poner mi granito de arena, seguiré con la misma mentalidad positiva para dar el 100 por ciento. Mi meta es mantenerme saludable”. Dentro de quienes integran mi grupo de trabajo fui el último en contagiarse. Vi a colegas caer a mi lado en la batalla y me sentía bendecido.

Si hubiésemos hecho una quiniela como las del mundial de fútbol, hubiese ganado. Como cuando un lanzador está en la lomita, la idea no es perder el foco luego que te estropean un juego perfecto o un no hit no run. El plan es seguir adelante así después te caigan a batazos. Por supuesto que es difícil mantener la concentración y no echarse la culpa por cualquier descuido, pero la voz de play ball volverá a sonar mañana y la meta es mantener la pelota en la zona de strike para que un bateador tan ágil como Cafecito no te conecte la bola.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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