Al borde de la nada - Runrun
Antonio José Monagas Nov 12, 2022 | Actualizado hace 2 meses
Al borde de la nada
Con el auge del autoritarismo y la laxitud de los partidos, la democracia ha sido arrimada o arrinconada casi al borde de la nada

 

@ajmonagas

Podría decirse que la política se asemeja a la naturaleza en cuanto al modo de reaccionar ante los agravios que recibe de quienes injusta y caprichosamente se abalanzan en su contra. El ejemplo del cambio climático que hoy acontece como fenómeno reactivo, de riesgosas secuelas, podría ser -comparativamente- el hecho que mejor daría cuenta del carácter de la política en cuanto al modo de reaccionar.

A decir de las consecuencias del cambio climático, sus efectos están desolando importantes cuotas de territorios sin que las tecnologías puedan contrarrestar la devastación en curso. Algo parecido sucede con la política. La democracia, expresión de la política entendida como exaltación de las libertades que encauzan el desarrollo humano, está amenazada por la centralización del totalitarismo político. Valga decir, de lo que se ha dado por llamarse: “globalismo”. O sea, el efecto de la inercia causada por la sumatoria de antivalores que pretenden erosionar y corromper las bases fundacionales de ideologías sustentadas en los valores fundamentales del hombre.

Mientras la confianza, la verdad, la justicia, la honestidad y la dignidad mantengan las tensiones que equilibran sus acciones y funciones, la democracia no podría fragmentarse.

Sin embargo, se han argumentado equivocaciones que acompañan el ejercicio de la democracia como sistema político. Incluso, desde el mismo momento en que la política idealizó su praxis basada en la convicción de que siempre han existido inmensas posibilidades de hacer de la misma un “gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”, como lo refirió Abraham Lincoln para consolidar la construcción de la Unión de los Estados Americanos. 

Muchos intentos en superar ciertas debilidades de la democracia como fuentes de problemas de índole orgánico (la dependencia de la articulación político-administrativa a estamentos y decisiones de corte coyuntural, por ejemplo) han sido repetidas veces caminos cegados por la búsqueda del contenido sustantivo de la democracia.

Revelaciones sustanciales

El intento del filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas de acusar la crisis del capitalismo tardío en la incapacidad de generar estructuras normativas capaces de legitimar el sistema económico-político, evidenció una falla estructural de la democracia.

Su acusación evidenció la presencia de una democracia cuya supuesta virtud “participativa”, se hallaba empañada por la desideologización creciente de los propios partidos políticos, en teoría democráticos. Apostaron al poder sin sustancia humana.

Si bien no puede negarse que la democracia indujo un cambio de paradigma político ideal, también fue portadora de distorsiones que potenciaron la codicia y avaricia de muchos. Son esos quienes se apoyan en glamorosos discursos con la intención de ganar prosélitos-ilusos para sus propios intereses.

Así la democracia permitió un ejercicio político que desconoció libertades y derechos. En ausencia de tan necesarias determinaciones, los gobiernos dispusieron normativas como dictámenes constitucionales, que disfrazaron importantes derechos y libertades. Con el paso del tiempo, comenzaron a generar una institucionalidad que decía ser democrática en su acepción más laxa. Pero que, en el fondo, servía para maquinar engaños y enmascarar delitos.

Tendencias y doctrinas ideológicas de toda especie inundaron el terreno político de cuya naturaleza siguen valiéndose miserables, charlatanes, egoístas y mezquinos para hacer de las suyas desde posiciones de poder. Más ahora cuando tristemente han arrimado a la democracia casi al borde de la nada.

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