¿Explotó la burbuja? ¿O no? No importa - Runrun
¿Explotó la burbuja? ¿O no? No importa
Quien escuchó a los traficantes de conformismo y apaciguadores profesionales ahora está decepcionado. Sigue luciendo remotísimo el escenario de un país sin libertades civiles

 

@AAAD25

El cierre de Altum, el tan denostado restaurante de la grúa en Altamira, sirve como vehículo simbólico. Esa viene siendo la representación dentro de la representación, pues en un sentido más amplio la suerte colectiva de los nuevos restaurantes de lujo en Caracas es el síntoma. Un reportaje reciente de la agencia Bloomberg dio fe de ello. Ahora todo el mundo habla de una “burbuja reventada”. Estaríamos ante el fin de la “Venezuela premium”. Se acabó la posibilidad de proclamar, sin ironías, que el país “se arregló”. Boliburgueses y aspirantes a serlo, únicos posibles clientes de esos establecimientos, no tendrán donde recrearse. A la gran lavadora se le quemó un fusible y no hay repuestos.

Ok, obviamente esta es una forma exagerada de describir la situación, de la mano con la sospecha y la ira que genera cualquier despliegue de riqueza en la Venezuela contemporánea (no siempre de forma razonable, hay que decirlo). Pero sí se ha disipado cualquier ilusión de que el crecimiento económico de los últimos años se mantendrá incólume. En diciembre del año pasado escribí en esta columna un artículo titulado El límite del rebote, cuyo título, me parece, hace innecesario referir de forma resumida su contenido hoy.

El límite del rebote

El límite del rebote

No me creo Casandra, pero en buena medida el augurio se ha cumplido. Es que no hacía falta ningún talento especial para avizorarlo. Solo un mínimo de conocimientos sobre economía y, quizá lo que no abunde tanto, abstinencia de edulcorar el panorama para desestimar la necesidad urgente de cambio político.

El hecho es que los mecanismos del gobierno para mantener la inflación reprimida colapsaron en la segunda mitad del año pasado. Se quedaron sin dólares para satisfacer la demanda por la vía oficial, disparando así la demanda en el mercado negro. Como resultado, los precios denominados en bolívares, esa moneda zombi que nadie quiere, subieron de la forma más grave en años. Con esto seguramente estuvo relacionada la trama de intermediarios maulas y de corruptelas en Pdvsa, que propició la purga de marzo y abril entre las filas del chavismo. Cuestión de una facción de la elite gobernante, no casualmente la encargada de manejar su mayor fuente de ingresos, beneficiándose a costa de los demás y reduciendo la ya magra porción de dinero de la que no se apropia dicha elite y que sí es empleada para beneficio de la población.

En enero llegamos al pico de este nuevo episodio crítico: según el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), los precios tuvieron un repunte de 39,4 %, lo cual nos acercó peligrosamente a un segundo ciclo hiperinflacionario. Sin embargo, a partir de febrero hubo un alivio sustancial. Con una mayor oferta de divisas por el Banco Central, el tipo de cambio, que venía subiendo más rápido que el Apollo 11 en su despegue hacia la estratósfera y más allá, se estabilizó a una tasa aproximada de Bs 25 por dólar. De manera notable, así se ha mantenido por tres meses. De inmediato, la inflación tuvo una desaceleración drástica. En febrero, estimó el OVF, fue de 20,2 %; en marzo, de 4,2 %. Para el momento en que escribo estas líneas, no se ha publicado la cifra correspondiente a abril, pero lo más probable es que haya sido de un solo dígito entero también.

Ay, pero el daño ya está hecho. Los meses de inflación altísima fueron un golpe duro al bolsillo para una población ya muy depauperada. Naturalmente, el consumo bajó bastante, lo que temí en diciembre. Desde principios de año, varias fuentes lo alertaron. Así, por ejemplo, la Asociación Nacional de Supermercados y Autoservicios calculó que en enero las ventas del sector cayeron 20 % con respecto al mes anterior). Creo que el descenso no se puede atribuir del todo a razones estacionales típicas (cada diciembre, se compra más comida y licor para las fiestas navideñas), pues en febrero siguió el descenso (2 %). Igualmente, Datanálisis halló que el consumo en general cayó entre 16 % y 20 % en esos dos primeros meses de 2023. Entiendo que la credibilidad de la firma ha mermado, pero este punto particular es perfectamente verosímil. Por último, el propio OVF detectó un desplome anualizado de 8,3 % en la actividad económica durante el primer trimestre de este año.

He aquí el correlato numérico de un sinfín de anécdotas personales que me han llegado desde finales del año pasado sobre una reducción severa en las ventas de proveedores de bienes y servicios de toda índole. Una vez más, hay desánimo y preocupación. Quien escuchó a los traficantes de conformismo y apaciguadores profesionales ahora está decepcionado. Sigue luciendo remotísimo el escenario de un país sin libertades civiles, pero económicamente boyante, como China a partir de Deng Xiaoping o Vietnam a partir de Nguyen Van Lihn. En vez de imitar a los regímenes nominalmente comunistas asiáticos, seguimos apuntando hacia la miseria generalizada del pueblo cubano en el más cercano Caribe. Eso sí, con la añadidura de una casta oligárquica que no quiere tener nada que ver con las consignas igualitarias del marxismo, como la que hay en Rusia. En fin, se escapa la posibilidad, siempre moralmente repulsiva, de una renuncia colectiva al esfuerzo por restaurar la democracia y el Estado de derecho a cambio de las mieles de la satisfacción material, como quisiera cierta “oposición”.

Por otro lado, no puedo asegurar, como vaticinan los más pesimistas, que volverán los tiempos más tenebrosos de la crisis. Aquellos años de hiperinflación y escasez crónica. Porque el gobierno ha demostrado una disposición y, toca admitirlo, una capacidad para preservar su nuevo sistema económico mayores que las que esperaba. Aunque en diciembre coqueteó, de la boca para afuera, con retomar el control de precios, no lo ha hecho un semestre después. Con dólares de Chevron, ahora tiene mayor margen de maniobra para atender la demanda de divisas. Está por verse si ese equilibrio frágil se desbarata con los aumentos en cestatickets y “bonos de guerra económica” que Nicolás Maduro acaba de decretar.

Pero tales medidas, aunque con toda razón frustrantes e indignantes para los trabajadores empobrecidos, distan de los aumentos demagógicos de salario mínimo de antaño, cubiertos con financiamiento monetario que era gasolina para las llamas inflacionarias. La elite chavista ya ni se toma la molestia de fingir fidelidad a sus principios de ayudar como sea a los desposeídos, cuyos pesares ignora y hasta desprecia sin pudor. Así que no descarto que en el mediano plazo veamos más corridas de arruga en esta especie de estabilización en el foso.

De todas formas, luego del susto de finales de 2022 y principios de 2023, espero que ahora sí se haya aprendido la lección. Nuestro estado sigue siendo muy malo y el mejor escenario posible es que no se deteriore. Olvídense, mientras tengamos este gobierno, de un crecimiento espectacular prolongado. Para que se mantenga el ritmo de creación y desarrollo de nuevos negocios, es necesario que haya más consumidores. Y para que haya más consumidores, tiene que aumentar el poder adquisitivo de las masas, lo cual no está ocurriendo. Depender de los pocos venezolanos que no cayeron en la pobreza es una estrategia que igualmente pocos podrán aprovechar.

Esto me lleva de vuelta a los restaurantes elegantes. Hubo un boom insólito de ellos en los últimos dos años, pero parece que ahora sí terminará. Probablemente otros tendrán la misma suerte que Altum, porque el nicho de clientes acomodados no va a crecer y hay una saturación de oferta. Sobrevivirán aquellos que hagan un mejor balance entre la experiencia que ofrecen y el precio que cobran, de manera que capten visitantes frecuentes. Así mismo pudiera pasar con otros ramos. Darwinismo de negocios en la perestroika bananera. Obviamente no es un escenario óptimo, no solo para el sector privado, sino para la recuperación del país en general. El problema político no puede ignorarse si aspiramos a vidas dignas y tranquilas. Por favor, terminemos de asimilarlo.

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