Y ahora se ha agregado la pieza de universitarios y miembros de la sociedad civil que proponen foros para la paz y viajan por el mundo pidiendo que se negocie un modus vivendi con la dictadura
Se van acomodando las piezas para armar la convivencia con la dictadura de Nicolás Maduro después del fraude electoral del 28 de julio pasado. Las piezas vienen de varios sectores. Primero, los políticos prestos a acomodarse al nuevo esquema de coexistencia, con elecciones futuras que ganará siempre el régimen, dejando algunos cargos electos para los opositores oficiales. Son las mismas caras de siempre a las que podían agregarse algunas nuevas, deseosas de resolver sus problemas económicos y mantenerse “vigentes” en un país donde los ídolos políticos caen como moscas después de ser desechados por una ciudadanía que se siente defraudada.
La otra pieza la representa el empresariado que también ha ido entrando en cintura. Su objetivo es mantener sus empresas funcionando en un ambiente económico que se ha venido complicando después de que explotara la burbuja de crecimiento y “estabilidad” que había conseguido el gobierno con la dolarización de facto de la economía. Ahora la devaluación vuelve a ser un problema, la presión inflacionaria reaparece, el fantasma de los controles de precios vuelve a agarrar cuerpo, y la caída del consumo es el reflejo del empobrecimiento de la mayoría de los venezolanos. Los empresarios son los primeros que piden que se levanten las sanciones financieras al régimen chavista, que se incrementen las exportaciones petroleras y que aumente el flujo de dólares a pesar de que Maduro esté vendiendo la fantasía de los BRICS con divisas alternativas como el yuan o el rublo.
El límite ético de la adaptación empresarial
Y ahora se ha agregado la pieza de universitarios y miembros de la sociedad civil…
Y ahora se ha agregado la pieza de universitarios y miembros de la sociedad civil que proponen foros para la paz y viajan por el mundo pidiendo que se negocie un modus vivendi con la dictadura. Ninguna peripecia retórica, ni la evocación de insignes profesores, podrán esconder el hecho de que estos académicos y civiles que quieren “resolver” la crisis por la vía de la coexistencia con Maduro y compañía legitimando a la dictadura. Es decir, aceptan el fraude electoral del 28J, reconocen a Maduro como presidente, y encuentran una vía para “preservar espacios” donde algunos ciudadanos puedan expresarse sin la amenaza de la prisión o del destierro. Todo muy cívico, claro.
Siempre el petróleo
La paulatina normalización de la dictadura de Maduro permitirá que los Estados Unidos y la Unión Europea vayan relajando las sanciones, al menos las que afectan a las empresas del Estado como PDVSA y otras petroleras, aunque las sanciones a individuos acusados de violaciones de derechos humanos y otros delitos seguirán en pie y se expandirán. La normalización implicará más licencias de explotación de petróleo y gas natural para empresas transnacionales, como ya ha ido ocurriendo.
El flujo creciente de dólares en la economía venezolana, por la vía de exportaciones de hidrocarburos y la legitimación de capitales de la corrupción, el narcotráfico, extracción de oro y otros minerales, dará eventualmente un respiro a los sufridos venezolanos. Los pobres seguirán recibiendo las migajas que les da el régimen de Maduro: ayudas monetarias, cajas de alimentos y otras variedades de control social. La clase media se seguirá ajustando el cinturón; unos se irán y otros se quedarán tratando de no ahogarse en su creciente depauperación.
Estados Unidos gana con la normalización y la convivencia. Si mejora la economía venezolana, es posible que el flujo migratorio de venezolanos disminuya, rebajando la presión que siente en su frontera sur con la masa de migrantes que llegan de Centroamérica y el Caribe. ¿Y el narcotráfico o las ambiciones subversivas regionales del chavismo y sus aliados como Irán? Un problema secundario ante los conflictos mayores como la guerra entre Rusia y Ucrania, o la eterna confrontación entre Israel y los palestinos. Venezuela es un dolor de cabeza menor que los Estados Unidos puede manejar con las “aspirinas” discursivas de las denuncias y condenas de rigor. Nada más.
Pero existe otra razón más importante para que la normalización sea apreciada por aliados y adversarios del régimen de Maduro y sus militares. En los próximos seis años, por lo menos, se vislumbraría estabilidad en Venezuela, sin el trauma de una transición política que, vistos los procederes del chavismo, su penetración en las fuerzas armadas, su control de grupos paramilitares, y sus grandes recursos financieros, sería muy traumática para los venezolanos y el hemisferio.
Maduro y el resto del chavismo que sigue a su lado harían una oposición brutal a un presidente de la transición, el verdadero ganador de las elecciones del 28 de julio, Edmundo González Urrutia. No solamente harían una oposición feroz parlamentaria en la Asamblea Nacional (donde tienen la mayoría) y con la instrumentalización de la justicia que controlan, sino una oposición violenta desde las fuerzas militares y de los grupos criminales que son afectos al chavismo. Un país desestabilizado por la amenaza permanente de insurrección no le haría mucha gracia ni a la Unión Europea, ni a Estados Unidos, ni a la clase empresarial venezolana (la nueva y la no tan nueva), ni tampoco a los políticos y universitarios deseosos de apaciguamiento. Seis años más para Maduro hará respirar con alivio a burgueses viejos y recién vestidos.
Algunos bonistas apuestan a una victoria de la oposición venezolana
Y ahora se ha agregado la pieza de universitarios y miembros de la sociedad civil…
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