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Desprestigiados, pero mandando

Llegó y se fue el día de la juramentación formal de Nicolás Maduro como presidente, y nada relevante ocurrió, salvo eso: nadie fue capaz de evitarlo. Él mismo aludió a la circunstancia en su discurso en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo. “No pudieron impedir que hoy estemos aquí.”

Es cierto que ya se habían hecho advertencias sobre lo poco factible que resulta estar haciendo profecías sobre una transición a la democracia atando procesos tan complejos a la llegada de un día. Ese detalle debió haberlo tenido presente Edmundo González Urrutia cuando insistía en que llegaría a Caracas a asumir el poder el 10 de enero.

Así como llegaron las elecciones del 28 de julio, acaba de pasar el 10 de enero: en ambas fechas, con todo lo que media una de la otra, el chavismo ha impuesto su relato de la realidad y le dio otro giro de tuerca a su presencia en el poder. No importan los votos, las actas, las encuestas o las preguntas que ya no tendrán respuesta. Lo ha hecho a costa de un grave deterioro reputacional y político, pero ha podido hacerlo.

No parece muy creíble, a estas alturas, atenerse al socorrido argumento de que los mandos revolucionarios hacen o dejan de hacer las cosas “porque están débiles”. Puede que estén muy desprestigiados. Pero la verdad es que no lucen tan débiles.

La proclama de María Corina Machado anunciando la llegada a Edmundo González al país “cuando las condiciones estén dadas” termina asumiendo, de forma implícita, la imposición de una realidad.

Lo que acaba de suceder no quiere decir que las tensiones se han desactivado. Todo lo contrario: la crisis puede escalar a partir de este momento. María Corina Machado y Edmundo González exigen respetar la voluntad popular. Cerrados los caminos electorales y consultivos, parte importante del ejercicio político rutinario en Venezuela queda ubicado en la zona de la ilegalidad bajo la óptica chavista.

Se filtran ahora rumores sobre el fin de las licencias petroleras otorgadas a Venezuela durante el saliente gobierno de Joe Biden en los Estados Unidos, muchas de ellas extendidas en el contexto del diálogo político que tuvo lugar entre Caracas y Washington entre 2020 y 2023.

Maduro ha tomado posesión ofreciendo nuevas evidencias de que tiene pleno control de la situación político militar del país. No parece muy probable que vaya a detenerse a causa de nuevas sanciones: para eso han aprobado la Ley Simón Bolívar.

 Así como pudo imponer un resultado electoral tan discutido y juramentarse unilateralmente en el poder para un nuevo periodo constitucional, Maduro podría ampliar el espectro represivo a nuevos espacios del cuerpo social nacional. Con la otra mano, mientras tanto, buscará profundizar en lo posible sus relaciones con Rusia y China, y trabajará para encontrar nuevos interlocutores políticos en la oposición.

La fragilidad económica de la nación y el aislamiento diplomático del país, sin embargo, indican que a Miraflores le esperan nuevas turbulencias. Parte de la precaria estabilidad económica alcanzada en los últimos tres años, luego de la catástrofe del período 2014-2019, se ha fundamentado en los acuerdos políticos logrados con los Estados Unidos en materia energética. Todo eso se puede venir abajo con la llegada de los republicanos.

María Corina Machado ha venido a jugarse todas sus cartas. La llegada de Marco Rubio a la secretaría de Estado es una oportunidad que no dejará pasar. El agravamiento del pulso con el chavismo presagia escenarios oscuros para la nación en el terreno económico y social.

Machado tiene a su favor a casi toda la opinión pública y la buena voluntad del hemisferio; una enorme popularidad dentro de la población y un liderazgo que todavía tiene enorme tracción. Luce, sin embargo, acorralada, sin músculo organizativo; impedida de hacer política en la calle. Desprovista de recursos para evitar con la razón aquello que los chavistas imponen por la fuerza.

Tiembla Latinoamérica con la llegada de Trump

Llegó y se fue el día de la juramentación formal de Nicolás Maduro como presidente,…

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Llegó y se fue el día de la juramentación formal de Nicolás Maduro como presidente, y nada relevante ocurrió, salvo eso: nadie fue capaz de evitarlo. Él mismo aludió a la circunstancia en su discurso en el Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo. “No pudieron impedir que hoy estemos aquí.”

Es cierto que ya se habían hecho advertencias sobre lo poco factible que resulta estar haciendo profecías sobre una transición a la democracia atando procesos tan complejos a la llegada de un día. Ese detalle debió haberlo tenido presente Edmundo González Urrutia cuando insistía en que llegaría a Caracas a asumir el poder el 10 de enero.

Así como llegaron las elecciones del 28 de julio, acaba de pasar el 10 de enero: en ambas fechas, con todo lo que media una de la otra, el chavismo ha impuesto su relato de la realidad y le dio otro giro de tuerca a su presencia en el poder. No importan los votos, las actas, las encuestas o las preguntas que ya no tendrán respuesta. Lo ha hecho a costa de un grave deterioro reputacional y político, pero ha podido hacerlo.

No parece muy creíble, a estas alturas, atenerse al socorrido argumento de que los mandos revolucionarios hacen o dejan de hacer las cosas “porque están débiles”. Puede que estén muy desprestigiados. Pero la verdad es que no lucen tan débiles.

La proclama de María Corina Machado anunciando la llegada a Edmundo González al país “cuando las condiciones estén dadas” termina asumiendo, de forma implícita, la imposición de una realidad.

Lo que acaba de suceder no quiere decir que las tensiones se han desactivado. Todo lo contrario: la crisis puede escalar a partir de este momento. María Corina Machado y Edmundo González exigen respetar la voluntad popular. Cerrados los caminos electorales y consultivos, parte importante del ejercicio político rutinario en Venezuela queda ubicado en la zona de la ilegalidad bajo la óptica chavista.

Se filtran ahora rumores sobre el fin de las licencias petroleras otorgadas a Venezuela durante el saliente gobierno de Joe Biden en los Estados Unidos, muchas de ellas extendidas en el contexto del diálogo político que tuvo lugar entre Caracas y Washington entre 2020 y 2023.

Maduro ha tomado posesión ofreciendo nuevas evidencias de que tiene pleno control de la situación político militar del país. No parece muy probable que vaya a detenerse a causa de nuevas sanciones: para eso han aprobado la Ley Simón Bolívar.

 Así como pudo imponer un resultado electoral tan discutido y juramentarse unilateralmente en el poder para un nuevo periodo constitucional, Maduro podría ampliar el espectro represivo a nuevos espacios del cuerpo social nacional. Con la otra mano, mientras tanto, buscará profundizar en lo posible sus relaciones con Rusia y China, y trabajará para encontrar nuevos interlocutores políticos en la oposición.

La fragilidad económica de la nación y el aislamiento diplomático del país, sin embargo, indican que a Miraflores le esperan nuevas turbulencias. Parte de la precaria estabilidad económica alcanzada en los últimos tres años, luego de la catástrofe del período 2014-2019, se ha fundamentado en los acuerdos políticos logrados con los Estados Unidos en materia energética. Todo eso se puede venir abajo con la llegada de los republicanos.

María Corina Machado ha venido a jugarse todas sus cartas. La llegada de Marco Rubio a la secretaría de Estado es una oportunidad que no dejará pasar. El agravamiento del pulso con el chavismo presagia escenarios oscuros para la nación en el terreno económico y social.

Machado tiene a su favor a casi toda la opinión pública y la buena voluntad del hemisferio; una enorme popularidad dentro de la población y un liderazgo que todavía tiene enorme tracción. Luce, sin embargo, acorralada, sin músculo organizativo; impedida de hacer política en la calle. Desprovista de recursos para evitar con la razón aquello que los chavistas imponen por la fuerza.

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