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Runrunes de Bocaranda: ALTO – ¿UNA SAGA DE LA GUERRA FRÍA?

 ¿UNA SAGA DE LA GUERRA FRÍA?

Por la intervención de Rusia, a través de su canciller Sergey Lavrov, la liberación del abogado Juan Planchart cobra visos de aquellas escenas cinematográficas que involucraron el intercambio o liberación de prisioneros entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Precisamente los contactos originales -intactos y mantenidos desde los años 90- entre alumnos de la Facultad de Derecho de una universidad de Boston donde participaron rusos, noruegos, mexicanos y un venezolano es donde se origina el tejido que dará pie a lo que aquí comparto.

Un tuit de Ewald Scharfenberg, del 7/12, señalando “Casa por cárcel. Intervinieron la diplomacia escandinava y un expresidente del gobierno español” me animó a indagar sobre la detención de Planchart, primo de Juan Guaidó, junto con Roberto Marrero, jefe del despacho de Guaidó en la Asamblea Nacional.

La detención ocurrió en marzo de 2019 y el Tribunal de Control de Caracas ordenó la reclusión de ambos en la sede del SEBIN en El Helicoide, tras acusar a Marrero por supuestamente “haber viajado hasta Colombia y adquirir un lote de armas, por captar y reclutar a mercenarios colombianos y centroamericanos con la finalidad de conspirar en el país, desestabilizar la nación, y querer cambiar la forma republicana de Venezuela”; y a Planchart por supuesta “legitimación de capitales, asociación para delinquir y conspiración”.

Sin embargo el pasado 31 de agosto Maduro indultó a Marrero tras 500 días de estar preso. Tras su liberación, viajó desde Maiquetía el 7 de octubre a México y de allí a Miami, donde ahora reside con su familia.

Un guion que se ha venido repitiendo cada vez que sueltan a un preso acusado con exactos cargos. A Planchart, que no es político sino un abogado independiente, lo dejaron recluido allí hasta este 7 de diciembre, a pesar de que desde el 12 de septiembre de 2019, tras seis meses preso, se le diagnosticó un tumor en el cuello.

Allí recibió ese día la orden médica que recomendaba una intervención quirúrgica urgente. En medio de la pandemia no se volvió a hablar del caso hasta el pasado 31 de agosto, cuando Roberto Marrero fue liberado junto con los diputados Gilber Caro y Renzo Prieto, tras haber anunciado Jorge Rodríguez “un decreto de Maduro indultando a diputados opositores presos o exiliados”.

Con esa decisión de Maduro se comprobaba que las acusaciones contra él y Planchart eran totalmente falsas. Sus detenciones suplantaban la posible captura de Guaidó a la que el régimen no se ha atrevido. El caso Planchart había quedado atrás en medio de la crisis política y el avance de la covid-19. Pero tras bastidores otros factores coincidían en buscar la libertad del afectado de cáncer en el cuello, arrinconado en las celdas del SEBIN y con urgencia del tratamiento médico, humanitario, que la dictadura de Maduro ignoró por más de año y medio. Cuando Planchart fue detenido era empleado de la empresa petrolera rusa Rosneft en su filial de Caracas.

 ¿DE PELÍCULA?

Increíble pero cierto. Comenzaba tras bastidores lo que podría ser el guion para una película de Netflix. Una reedición de la “cold war” entre la URSS y los EE. UU. ¿Los jugadores en esta trama? Rusia, Italia, Noruega, España, Cuba, México, la Nunciatura papal, la ONU en su oficina de DD. HH. y el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero.

Los contactos establecidos con Noruega, tras su mediación fallida en 2019, no se han apagado. Prestos a recuperar el diálogo como única fuente de acuerdos, escucharon a través de su canciller las razones humanitarias para dejar libre a Planchart tras demostrarse -con la liberación de Marrero- que todas las acusaciones eran otra farsa del gobierno venezolano para acabar con la disidencia nacional.

Teniendo Planchart la doble nacionalidad italiana, el ajedrez comenzó en la embajada de Italia con el embajador Plácido Vigo. Luego con el nuncio apostólico Pietro Parolín. Se siguió con la comisionada Michele Bachelet en la ONU en Ginebra y con el embajador ruso en Caracas, Sergei Melik-Bagdasarov, con la autorización del canciller de Rusia Sergei Lavrov. Unos con otros y otros con uno, como dice el refrán, fueron contactándose y participando en el esfuerzo conjunto. Solo la pandemia pondría trabas a las reuniones personales.

Noruega pidió a través de la Federación Rusa el apoyo para informarles a México y Cuba de lo que se trataba. Cada nueva reunión exigía presentar a los interlocutores las pruebas de que Planchart era tan inocente como había sido el liberado Marrero. Sus representantes diplomáticos en Caracas ratificaban a sus superiores la verdad de los hechos. Habrían “establecido empalmes” en Madrid con Rodriguez Zapatero, sabiendo su cercanía con Maduro y los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez. Este último fue quien terminó de incorporar a los rusos.

Son los noruegos y los rusos los que despejan cualquier piedra en el camino para lograr el sorprendente final.

Jorge conversó con el embajador Melik-Bagdasarov (embajador ruso en Venezuela) y así se fue afinando el acuerdo libertario. Ninguno de los involucrados pidió nada a cambio. Tanto los noruegos como los rusos vieron que el caso era un tema de sensibilidad humana. Algunos de los interlocutores se sorprendieron por la “caballerosidad de Zapatero” ante la imagen que tiene de ser muy complaciente con el gobierno venezolano desde que Chávez mandaba y sus discrepancias con la posición de la Unión Europea, a la que ha pedido levantar las sanciones de todo tipo contra el gobierno actual y sus dirigentes.

Quienes han estado cerca de él cuando ha venido a Caracas siempre dejaron saber que tiene vara alta en el gobierno de Maduro y que a diario celebraba reuniones en la embajada española con funcionarios gubernamentales antes de que le dieran refugio en ella a Leopoldo López. Esta semana sus apariciones elogiando las “elecciones” del domingo fueron repetidas hasta la saciedad por los medios propagandísticos del gobierno.