Otros posibles destinatarios de cartas de AMLO, por Alejandro Armas - Runrun
Otros posibles destinatarios de cartas de AMLO, por Alejandro Armas

A PRINCIPIO DE LOS AÑOS 90, el otrora notable escritor Luis Britto García, hoy devenido en defensor del régimen venezolano, escribió una narración que, vaya usted a saber por qué, es considerada “memorable”. Lleva por título Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa. En esas líneas, un híbrido de cacique mesoamericano y caribe, encarnación de todos los pueblos amerindios, reclama a la Europa contemporánea por el expolio al que el Nuevo Mundo se vio sometido por Habsburgos, Borbones, Braganzas y demás portadores de cetro y corona. Toda una oda a las peores páginas de Eduardo Galeano.

 

Hace pocos días, el flamante presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador sorprendió (bueno, mentira; era de esperarse) con una epístola dirigida por correo transatlántico al Palacio de la Zarzuela. En la misma, según el propio AMLO, se le indicó al rey Felipe VI que hiciera “un relato de agravios” y pidiera “perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como Derechos Humanos”. Todo indica que el remitente leyó con sumo detalle a Britto García y que este fungió como una peculiar Talía (musa de la comedia) antes de sentarse en la Silla del Águila para redactar aquella misiva, más entretenida que una pieza escrita a cuatro manos por Aristófanes y Shakespeare, si no fuera porque su autor hablaba muy en serio.

 

El señor López Obrador ya fue objeto de esta columna en otra ocasión, poco después de su triunfo electoral el año pasado. Dije entonces que si bien el ganador reunía más de una similitud preocupante con Hugo Chávez, también había diferencias personales y contextuales que no se podía omitir. Pues bien, con su carta a Felipe, AMLO agregó un nuevo elemento a la lista de semejanzas. A saber, la disposición a explotar la historia de la conquista y la colonización de América, bastantes anacronismos de por medio, para crear una ilusión según la cual los europeos de hoy están obligados a compensar de alguna manera a los indígenas americanos. Es fácil darse cuenta de que Chávez y sus sucesores nunca han perseguido ese arreglo, simplemente porque saben que nada obtendrán del Viejo Continente. Su verdadero objetivo ha sido interno: crear otro factor de propaganda para polarizar a la población y mantenerla permanentemente dividida entre “el pueblo”, monolíticamente chavista y que desde luego ha de incluir siempre a los indígenas, y “el antipueblo”, la oposición traidora que desciende biológica y espiritualmente de los colonizadores. Sirve también como muletilla retórica para desestimar las críticas de las democracias europeas a la crisis política, económica y social venezolana. Si AMLO se propone lo mismo con su carta, estaríamos ante un nuevo lamentable caso de populismo, uno de cuyos rasgos es la polarización.

 

Pero este relato cojea por más de una pata. Una de sus flaquezas se desprende de la propia carta. López Obrador habla de “lo que ahora se conoce como Derechos Humanos”. Es decir, en tiempos de Cortés había otra forma de llamar aquello. AMLO no se da cuenta de que la diferencia no es terminológica, sino ética o moral. Los hombres del siglo XVI no tenían la noción de Derechos Humanos. Sencillamente eran incapaces de concebir, en los mismos términos de hoy, que todos los hombres y mujeres sobre la faz de la Tierra tienen ciertas libertades y prerrogativas comunes. Existía desde la antigüedad, como reflejan las obras de Aristóteles y Cicerón, la idea de Derecho natural, luego desarrollada con un matiz católico por Alberto Magno y Tomás de Aquino. Pero esto no es lo mismo que “lo que ahora se conoce como Derechos Humanos”. De estos, el que contiene todos los demás es el derecho a la vida, cuya violación con miras a exterminar grupos demográficos por razones étnicas, religiosas, etc., llamamos “genocidio”. En efecto, el vocablo es uno de los más comunes en las críticas a la conquista europea. Empero, la idea de genocidio asimismo era ajena a Cortés, Pizarro y similares. “Lo que ahora se conoce como Derechos Humanos” es un producto de siglos de reflexión jurídica y filosófica, que solo maduró tras la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Lo mismo pasa con los genocidios. Esto no quiere decir que las prácticas de los conquistadores no fueron brutales ni infligieron un sufrimiento terrible en los conquistados. Solo un imbécil celebraría hoy tales barbaridades. Pero igualmente imbécil es creer que los responsables actuaban con el mismo pensamiento moral del siglo XXI.

 

La extrema izquierda en los países del llamado “Tercer Mundo” tiene tiempo echando mano de las tácticas de propaganda de inspiración leninista que denuncian con toda ferocidad los procesos colonizadores a manos de Estados occidentales. Aunque originalmente estas maniobras buscaban captar los movimientos de liberación nacional para atraerlos hacia el comunismo, en países independientes su empleo tiene la finalidad de polarizar descrita previamente. Asumamos por un momento que ninguno de los errores identificados en el párrafo anterior es relevante. Nótese que las voces airadas solo se alzan contra las conquistas realizadas por occidentales con miras a pueblos no occidentales. Esta es una consecuencia de la lógica leninista, según la cual, el exceso de capital obliga a las naciones dominadas por burgueses a lanzarse en aventuras imperialistas que les brinden nuevos mercados y aplaquen a sus propios proletarios. Solo estas colonizaciones son dignas de repudio. Por lo tanto, usted nunca verá al chavismo exigiendo a Mongolia reparaciones por los estragos de Genghis Khan y sus descendientes, muy a pesar de que las víctimas incluyeron a los antepasados de algunos de los mejores amigos de Miraflores (Rusia, China e Irán).

 

En cuanto a AMLO, dudo mucho que envíe una carta al temible príncipe Mohamed Bin Salman, dado que Arabia Saudita contiene la cuna del islam, para reclamar por los ocho siglos de presencia musulmana en la Península Ibérica e instarlo a que se disculpe con España y Portugal por los daños que almorávides y almohades causaron en su momento. ¿Será acaso debido a que Britto García en su artículo reprendió a Europa por sus conflictos con el mundo islámico, que el escritor venezolano elogió como civilizadamente superior? ¿Esa conquista, por lo tanto, sí fue válida y los conquistados no debieron resistirla? ¿Lisboa tendría que ser hoy provincia marroquí, mientras que Viena estaría entre las ciudades gobernadas por Recep Tayip Erdogan?

 

Tampoco creo que López Obrador mire puertas adentro y exija a los náhuatl actuales que se excusen ante los demás pueblos indígenas de México central y meridional sometidos al Imperio Azteca antes de que los españoles aparecieran. Solo por poner un ejemplo, entre los agraviados están los mixtecas, la etnia de Yalitza Aparicio, estrella de la aclamada cinta Roma, por el lado paterno.

 

Las similitudes aumentan. Al igual que el chavismo, AMLO impulsó la militarización de la seguridad ciudadana mediante la creación de una Guardia Nacional encargada de combatir delincuentes. También está dando razones para sospechar que las estatuas de Cristóbal Colón en México, de haberlas (confieso no saber), podrían ser derribadas en el mediano o largo plazo. Por más que Ernesto Laclau clame lo contrario, el populismo nunca es bueno. Ojalá los mexicanos se den cuenta y no vean una deidad donde solo hay un hombre poderoso que quizá quiere volverse mucho más poderoso. Cortés no era Quetzalcóatl. López Obrador tampoco lo es.

 

@AAAD25