Julio Castillo Sagarzazu, autor en Runrun

Julio Castillo Sagarzazu

¿Por qué no se acuerdan del acuerdo?, por Julio Castillo Sagarzazu
El 22 de octubre tenemos el desafío de cumplir con lo acordado: todos los candidatos postulados deberán apoyar al ganador del proceso

 

@juliocasagar

Hay gente que anda proponiendo acuerdos sobre lo que debería hacerse en el caso de que un “inhabilitado” gane las primarias.

Lo primero que hay que decir al respecto es que es inconcebible que cuando se toque el tema, ni siquiera se ponga la expresión entre comillas. Esto no es un error gramatical, es un grave error político. En Venezuela no hay ningún inhabilitado. Como lo han explicado varios juristas, e incluso la Plataforma Unitaria, la inhabilitación política solo procede como pena accesoria y dictada en sentencia definitivamente firme.

Ninguno, absolutamente ninguno de los casos de “inhabilitados” por la contraloría lo está ni legítima, ni legalmente. En consecuencia, comprar ese pescado podrido es reconocer como legítima una arbitrariedad.

En segundo lugar, es menester llamar la atención a quienes piden acuerdos “razonables”, “realistas” y “políticamente correctos” que ya varios importantes acuerdos se han hecho y que uno de los esenciales es el que suscribieron todos los candidatos a las primarias de respaldar a quien resultara electo.

De manera que hasta que este acuerdo no se enmiende, no se denuncie o se deje expresamente de lado, está vigente y lo que nos sale a todos los que vamos a votar el 22 de octubre, es echarnos al hombro al ganador sea quien sea.

No deja de ser curioso que algunos anden pidiendo por allí que haya un “orden de sucesión” desde ya. Si admitiéramos tal despropósito, nos encontraríamos con la peculiar y kafkiana realidad de acuerdo con la cual habría candidatos pidiendo que se votara por ellos, pero para que ganaran otros. Perdonen la “falta de ignorancia” pero… ¿cómo se come eso? Solo don Mario Moreno podría darnos la respuesta.

Después tenemos otro fenómeno: se trata de la inocultable filiación sálica de los órdenes de sucesión que se proponen. Como sabemos, la Ley Sálica, vigente desde Clodoveo I en la monarquía francesa durante toda el Alta Edad Media, excluía a las mujeres del orden de sucesión. En nuestro caso, es evidente que la mayoría de los razonamientos y los pedidos de “solución” a este problema, tienen más que ver con el deseo de apartar a María Corina Machado de la carrera electoral, que de verdadero afán por lograr una salida a este eventual conflicto. Si Machado no liderara las encuestas, tanto las de las primarias, como las presidenciales, este tema sería de segundo orden.

Ya bastante tenemos con el fuego graneado y curiosamente simultáneo desde distintos frentes contra el proceso. “Fuego amigo” y “fuego enemigo”, en sorprendente y acompasada ejecución. Las advertencias amigas se mezclan con las amenazas enemigas. Los restaurantes caraqueños conocen de cenas y almuerzos de personajes variopintos que luego participan de este torneo de opiniones contra las primarias. La cocina fusión está de moda.

Todo esto lo que viene es a confirmarnos en la idea de que las primarias son algo más que un acto para escoger un candidato o un liderazgo. Son en realidad, un proceso de construcción de una fuerza ciudadana que rescate el valor de la lucha política y que devuelva la confianza a nuestros compatriotas de que es posible luchar con entereza para recuperar la democracia.

Es un acto continuado de reconstruir una rebelión cívica, democrática; de darle al voto el valor de un arma social; de poner en evidencia que el chavismo es una minoría de espaldas al país.

El 22 de octubre tendremos una estupenda oportunidad de reforzar ese camino. Ese día podemos subir un peldaño más en la lucha por la democracia y la libertad. Tenemos el desafío de cumplir con lo acordado: todos los candidatos postulados deberán apoyar al ganador del proceso.

Ese es un acuerdo firmado. Es a ese acuerdo al que teme el chavismo. Es ese el que tenemos que honrar.

Vamos a acordarnos del acuerdo. Es el más importante que tenemos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La aplastante lógica (o dialéctica) de mi mecánico, por Julio Castillo Sagarzazu
La señora Machado sigue allí, en su camino y en sus trece, para sorpresa de quienes no logran descifrarla

 

@juliocasagar

Nos hemos preguntado, o al menos hemos sentido curiosidad, por saber ¿cuál es la razón por la que, a pesar de que el nivel de popularidad del gobierno y de Maduro es tan bajo, la gente no ha vuelto a las calles a protagonizar movilizaciones políticas pidiendo su salida de Miraflores?

La razón pudiera estar en la reflexión de un viejo amigo, mecánico, quien desde el fondo del foso donde revisaba una fuga de aceite del carro, me decía, a propósito de este comentario: “Julio, lo que pasa es que eso de estar protestando cada rato lo pueden hacer ustedes los universitarios. Yo tengo que trabajar todos los días para comer. Yo, lo más que puedo hacer es ir a votar cuando haya elecciones” (por cierto, lo va a hacer por quien él llama, “la Corina esta”)

Esa es la más aplastante demostración de que las sociedades toman caminos y construyen meandros, como lo hacen las aguas que, por alguna razón, encuentran obstáculos en su curso natural y, entonces, discurren por aquellos sitios por donde es más fácil fluir.

Las estupendas manifestaciones de los venezolanos no lograron el cambio político que se habían propuesto, pero no fueron un esfuerzo inútil. Esas movilizaciones están incrustadas en el inconsciente (o en el subconsciente, los expertos sabrán) como el pico más alto de movilización y de voluntad de luchar.

Lo que hoy ocurre en la conciencia colectiva es que, poco a poco, sin prisa, pero sin pausa ha venido creciendo la lógica irrebatible de nuestro amigo, de acuerdo con la cual, el arma del voto es la más viable y la que se tiene más a la mano para producir un cambio. Aquella fuerza espiritual que llevo a millones de nuestros compatriotas a manifestarse por ese cambio, tiene ahora la expresión de una formula, tan cívica y democrática como la protesta callejera, que es la lucha electoral. Es la dialéctica que contiene la lógica de nuestro mecánico. Una mutación en las formas y el mismo contenido de deseo de cambio.

Hay muchas razones por las que la gente no se ha rendido. Una, seguramente la de más peso objetivo, es que las condiciones de vida de los venezolanos, antes de mejorar, han empeorado ostensiblemente. La mala noticia para Maduro es que este empeoramiento se lo achaca la gente a la gestión de su gobierno. No han podido vender con éxito la tesis del bloqueo y las sanciones. Ese cuento no se lo cree ni la mitad del llamado “chavismo duro”.

La otra razón está vinculada a la concentración de las opciones opositoras en el camino electoral. Este escenario es el que se compagina con la visión de nuestro, tantas veces nombrado amigo. Aquí confluyen, esa aspiración y deseo de cambio con una estrategia viable de la que pueden echar mano la mayoría de nuestros compatriotas.

Tenemos entonces, como marco de la actual realidad política, un país indignado, pero aún con esperanzas, que se está nucleando alrededor de la lucha electoral para lograr un cambio. Esta es una combinación letal para el régimen, una tormenta perfecta en su contra.

Por ahora, el sitio donde todos, Gobierno y oposición, libran esa batalla, es de la de las primarias del 22 de octubre. ¿Por qué? Pues, porque, como decía Víctor Hugo: “nada tiene más fuerza que una idea a la que ha llegado su momento”. Y las primarias han devenido, de esa suerte, en la estrategia mayoritaria para lograr una candidatura unitaria (que no única) para enfrentar a Maduro en las próximas elecciones.

De allí que el gobierno haya incluido a las primarias en su narrativa cotidiana en los actos de campaña del PSUV y que los Luis Ratti (en todas sus versiones) ataquen por todos los flancos. Por eso, tampoco abandonan el arma del TSJ para invalidarlas y aún pende, sobre ellas, como espada de Damocles. Evalúan, día a día, el costo-beneficio de permitirlas o no permitirlas.

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Es obvio que este tema de las primarias no tendría la connotación que tiene, si su resultado previsible no fuera el que se vislumbra ahora. En efecto, el hecho de que María Corina Machado, un liderazgo que se sitúa en las antípodas del régimen, aparezca con la primera opción, plantea a las elites políticas venezolanas una serie de desafíos que no tenían hace algunos meses.

Para oponérsele, se han ensayado toda clase de iniciativas. Desde las provocaciones, a ver si la sacan del camino de las primarias y del electoral, hasta el expediente de la “inhabilitación” para no dejarla participar.

Lo cierto del caso es que no logran apartarla y tampoco bajarla de su posición de puntera. Hay interpretaciones, análisis, elucubraciones, refranes, conjuros y todo tipo de maniobras a las que han ha recurrido. Pero nada. La señora Machado sigue allí, en su camino y en sus trece, para sorpresa de quienes no logran descifrarla.

Hay mucha gente tratando de “racionalizar” el fenómeno y tratando de hacer una interpretación de lo que ocurre. La verdad es que, en casos como estos, lo mejor es dejarse llevar de la mano de monsieur Blaise Pascal que nos recuerda que: “el corazón tiene razones que la razón no comprende”

Y es que el caso de Machado es el resultado de un sentimiento que ha prendido en la mayoría de los venezolanos y que, seguramente, no tiene más explicación que es que ella se ha convertido en un eficaz instrumento de cambio y ha logrado comunicar empatía y confianza para lograrlo.

Quizás por eso se hace impredecible y sorpresiva para sus adversarios; quizás, por eso no saben leerla bien; quizás por eso se les está haciendo tan difícil sacarla del camino y del afecto que está despertando en la gente.

Quizás por eso mi mecánico, que una vez votó por Chávez, va a votar ahora “por la Corina esta”

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¿En qué clave estamos?, por Julio Castillo Sagarzazu
Será una ruptura la que nos lleve a un futuro consenso y no un consenso el que nos traiga la ruptura necesaria. En este caso, el orden de los factores altera sensiblemente el producto

 

@juliocasagar

El peor error de un sector de la oposición venezolana es no entender en qué clave anda el país en este momento. Venezuela, hoy en día, no está en clave de consensos, está en clave de rupturas.

Sí, es una afirmación gruesa porque lo “políticamente correcto” es decir que nuestro país necesita entendimientos y no desacuerdos.

No es la primera vez que esto ocurre. En las elecciones que hicieron a Chávez presidente, también el país estaba en ese modo. Venezuela, en realidad, escogió entre dos modos de ruptura y no entre dos modos de consenso. Tanto Salas Romer como Chávez eran, efectivamente, dos formas de quiebre respecto del modelo anterior. Chávez sacó ventaja en la manera de plantear su opción y todos sabemos qué ocurrió.

Todo había comenzado el 27 de febrero del 89. El Caracazo, fue el primer aldabonazo y el 4 de febrero, el segundo. Carlos Andrés Pérez, no leyó bien lo que pasaba y tampoco Eduardo Fernández. Eduardo pensó que se había creado un “vacío de poder” y reaccionó de acuerdo al librito, formando un gobierno de unidad nacional, cuando en realidad lo que había en el país no era un vacío de poder, sino que era un vacío de oposición. Caldera sí lo entendió.

Chávez protagonizó la ruptura, pero no supo (o no le interesó) formar un consenso luego. Los estadistas se diferencian de quienes no lo son (entre otras cosas) en que son capaces de juntar las piezas que se han desperdigado después de las rupturas. Ese, en efecto, será el gran desafío de un liderazgo que sustituya a este régimen. Después de provocar una ruptura con todo lo que ha significado el chavismo, su gran reto será construir un nuevo consenso que nos lleve a convivir civilizadamente por muchos años en el futuro.

Los herederos de Chávez no lo han hecho mejor en este asunto de formar nuevos consensos para avanzar y dejar atrás la ruptura. Al contrario, han añadido a la pesadilla nacional la degradación de las condiciones de vida de nuestros compatriotas, la separación de las familias y la deriva institucional.

Una de las primeras consecuencias de esta situación es el descrédito de las elites en todos los estamentos. Por eso, muy pocos creen que esto lo puede arreglar un gran componedor, un consenso milagroso o un cónclave de sabios.

La mayoría de los venezolanos intuye que de nada servirá “poner vino nuevo en odre viejo”

Quizás sea este el error de muchos de los líderes opositores venezolanos, que centran sus discursos en ideas (sin duda alguna plausibles) de unidad, de ubicarse en el medio, de no caer en “radicalismos” etc., etc.

El problema es que esa narrativa, por sí sola, no llega a estimular a las grandes mayorías venezolanas que lo que quieren es una ruptura con lo que hoy viven y no tienen confianza en que un “consenso” con los responsables de la tragedia pueda lograrlo. Tampoco confían en que pueda lograrlo un “consenso” de los que tuvieron la responsabilidad de enfrentarla y fracasaron en el intento.

Es esta manera de pensar la que no permite leer con claridad el fenómeno María Corina Machado, a la que despachan con el argumento de que es una señora radical que no entiende de consensos y de acuerdos.

En realidad, esta incomprensión viene de la manera incorrecta de interpretar cual será la secuencia de los acontecimientos que pueden sacarnos del abismo. Será una ruptura la que nos lleve a un futuro consenso y no un consenso el que nos traiga la ruptura necesaria. En este caso, el orden de los factores altera sensiblemente el producto.

En el imaginario popular ya se ha instalado la idea de que Machado es la que se ubica en las antípodas del status quo que vivimos. Ya eso estaba claro hace mucho, pero MC no representaba una opción viable de cambio electoral hasta que decidió presentar su nombre a las primarias de la oposición. En ese momento, se conjugaron y potenciaron esos dos factores que la han convertido la referencia de ese cambio en todos los sectores de país. Paradójicamente, hoy María Corina es emblemáticamente la figura que la gente vincula con una salida electoral, mientras que el gobierno reedita el esquema de los grupos de choque y el de la negación de los derechos electorales.

Por esa razón, defender las primarias es una lucha consustancial a la ruptura con lo viejo que es lo que el país quiere y, además, la estupenda oportunidad de que los ciudadanos expresen su voluntad sobre el liderazgo que debemos construir, rescatando la fuerza del voto y otorgándole a ese acto de elegir, la dimensión de una rebelión cívica, pero profunda y democrática.

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¿Puede ser cualquiera?, por Julio Castillo Sagarzazu
Uno de los “argumentos”’ que se señalan, en la vía del consenso, es que el gobierno esta tan débil que cualquier candidato le ganaría. ¿Es esta afirmación cierta?

 

@juliocasagar

La incontrovertida posibilidad de que María Corina Machado gane unas elecciones primarias, ha tenido impacto brutal en las elites políticas del país. En las del gobierno y, también, en las de algunos sectores de la oposición.

Es más que evidente, entonces, que contra las primarias se ejerza una operación tenaza cuyo principal objetivo es espicharlas desde dentro y desde fuera, para que “no haya más remedio” que escoger un candidato opositor “por consenso”.

Ese candidato obviamente debe cumplir varios requisitos, entre ellos, el de ser potable al gobierno. Al final del día esta es la tesis “realista” (nunca mejor dicho) sostenida por aquellos que hacen suyos el principio de la política británica, obligatorio para quienes no ganan las elecciones, de comprometerse a hacer “una leal oposición a Su Majestad”

Por supuesto que sería injusto generalizar, “de todo hay en la viña del Señor”. En una nota anterior, afirmábamos que hay candidatos que no quieren las primarias, sencillamente porque saben que no van a ganarlas. No necesariamente, todos forman parte de un complot para apartar a María Corina del camino, pero como de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno, quienes, habiendo entrado al proceso, luego bajan los brazos y se entregan, consciente o inconscientemente, llevan agua al molino de sustituir las primarias, por el mentado candidato de consenso.

Uno de los “argumentos” que se señalan, en esta vía, es que el gobierno esta tan débil que cualquier candidato le ganaría. ¿Es esta afirmación cierta? Pues, síganos amigo lector, porque creemos que esta es una afirmación peregrina y que no capta el verdadero significado del desafío que tenemos por delante.

Venezuela no es un país normal. En un país normal, bastaría sumar los votos de un candidato opositor, constatar que son más que los del candidato oficialista y prepararse para la proclamación y para el día de la toma de posesión.

En Venezuela para ganar y cobrar no es suficiente saber que el 80 % de la población quiere cambio y tampoco buscar un candidato potable al gobierno a quien este otorgue el plácet.

Para que tal día llegue, en Venezuela hay que construir un gran movimiento social, ciudadano, popular y de amplio espectro que, apoyándose en un liderazgo legitimado, pueda crear las condiciones, en primer lugar, para que haya unas elecciones medianamente libres y decentes y luego, para que hagamos una transición ordenada y democrática.

Si ese candidato es escogido en un cenáculo de partidos cuyo apoyo social es casi nulo (el peor de toda nuestra historia democrática) ese candidato no tendrá la fuerza y el liderazgo para encabezar la ingente tarea que tiene por delante.

Las primarias entonces no son un capricho, son una necesidad. En apoyo de esta afirmación, solo nos basta haber observado cómo, en las escasas semanas en la que los candidatos tienen en la calle, ya ha despuntado de nuevo la esperanza en que el cambio es posible. Esto no solo lo dicen las redes sociales de los candidatos y de sus seguidores, también lo dicen los estudios de opinión más serios que se hacen en el país.

Todos sabemos que este sentimiento precede a la toma de la decisión personal de ir a votar. Si no hay entusiasmo, de nada valdrán los programas, los acuerdos y las buenas intenciones de los lideres. Estos elementos, aunque necesarios, no son suficientes para motivar a un evento como el de unas elecciones.

De manera que despertar ese sentimiento es clave y aunque, lo repetimos, no es suficiente, como los doctos en política lo señalan, sin él es imposible lograr movilizar a las grandes mayorías nacionales.

Por otro lado, está la naturaleza de la misión política e histórica que un liderazgo legitimado por unas primarias deberá enfrentar: se trata de encabezar una transición compleja en la que habrá que articular muchas fuerzas y capacidades internas y externas, para que sea exitosa.

María Corina Machado está provocando ese clima de convocatoria social y política que no solo se refleja en sus exitosas giras, sino también en el constante goteo de dirigentes nacionales y locales que, viniendo de los más distintos orígenes, apuntalan su esfuerzo, como suele ocurrir con los liderazgos que se están convirtiendo en fenómeno social.

Por supuesto que suena a lugar común decir que está logrando la unidad por las bases, pero es que es lo más parecido a lo que está ocurriendo y eso no nos debe pasar desapercibido.

De manera que no es cierto que “cualquiera puede ganar”.

Por eso llevar las primarias a buen puerto es una de las condiciones clave para garantizar el cambio que más del 80 % de los venezolanos queremos.

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¿Inhabilitada?, por Julio Castillo Sagarzazu
Esta “inhabilitación” in extremis, tratando de que sea una atrapada de «cordón de zapato» será inútil. María Corina no tiene ninguna razón para abandonar la vía de las primarias

 

@juliocasagar

Todos conocemos la afirmación que algunos atribuyen a Talleyrand y otros a Fouché, a propósito del fusilamiento del Conde de Enghien. “Es peor que un crimen, es un error”.

Esa clase de errores son los que cometen los gobiernos asediados, sin apoyo social. Comienzan a desconfiar de su propia sombra, cualquier gesto inusual de un allegado lo convierte en sospechoso y terminan viviendo en un mundo irreal en el que solo caben los acólitos más cercanos.

El propio Napoleón terminó en Santa Helena, dando órdenes a ejércitos que no existían; y Hitler, organizando en su búnker el contraataque para expulsar de Alemania a los aliados que ya estaban a tres cuadras de su refugio.

La “inhabilitación” a María Corina Machado se inscribe en el repertorio de estos actos desesperados y erráticos de un gobierno aislado y que tiene a casi el 80 % de los ciudadanos en contra.

La medida tiene todo el tufo de una provocación para sacar a Machado del camino de las primarias. Ayer nada más, un portal chavista se preguntaba (y animaba la gente a responder) qué debería hacer María Corina frente a este hecho cumplido. Fue interesante ver como todos los robots oficialistas, contestaron al unísono: “Calle, calle y más calle”.

Se trata de una nueva tentativa, luego de la fallida de sugerir que el CNE asumiría el control de las primarias. Por varios días esperaron la reacción de Machado, mandando las primarias al diablo. Como no funcionó, dinamitaron al CNE para enviar el mensaje de que el próximo será peor (como lo será, sin duda). Tampoco funciono. María Corina mantuvo la cabeza fría y más bien redobló su esfuerzo en la calle, creciendo exponencialmente el apoyo a su candidatura.

Esta “inhabilitación” in extremis, tratando de que sea una atrapada de “cordón de zapato” será inútil también. Se quedarán con los crespos hechos. María Corina no tiene ninguna razón para abandonar la vía de las primarias y de trancar una partida que tiene virtualmente ganada.

Queda más de un año por delante. Será un año de aumento de capacidades, de crecimiento de su fuerza; de articulación con demócratas dentro y fuera de Venezuela.

Dicen que cuando tu adversario se está equivocando no es bueno distraerlo. Esta demostración de desesperación, este bodrio de decisión de la Contraloría, solo aumentara sus posibilidades de legitimar su liderazgo con una contundente victoria en las primarias. Que se sigan equivocando.

HASTA EL FINAL, es algo más que una etiqueta. Hoy, más que nunca, encierra la voluntad de millones de venezolanos para producir un cambio.

El 22 de octubre comienza una nueva partida. Todos tendremos una mano nueva.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

¿Le pondrá Maduro la banda presidencial a María Corina?, por Julio Castillo Sagarzazu
Puede ocurrir que, llegado el día, Maduro no tenga más remedio que ponerle la banda presidencial a María Corina. Como decía León Trotsky: ‘cambios son siempre imposibles hasta que se hacen inevitables’”

 

@juliocasagar

La única respuesta honesta a esta pregunta, es decir: ¡no se sabe! ¿Por qué no se sabe? pues, porque la historia y la vida son caprichosas e insondables. ¿Sabía acaso María Antonieta, cuando escribió en su diario –el 14 de julio de 1789– la palabra “ríen” que, meses después, tal indiferencia y despiste le iba a costar la cabeza? ¿Sabía el funcionario que olvidó mandar cerrar una puerta del muro de Berlín, por irse al teatro con su esposa, que tal olvido derribaría el muro? ¿Alguien podía prever que un estibador del Báltico y un poeta checo cambiarían la historia de sus países, sin habérselo propuesto?

¿Quién puede afirmar con certeza qué va a pasar en las elecciones venezolanas? ¿Podemos jugarnos a Rosalinda diciendo que el chavismo podrá hacer lo que le venga en gana, o siquiera dar por sentado al 100 % que Maduro será su candidato?

Es cierto que en la política prever, tener varios escenarios, estudiar todas las probabilidades es importante y necesario. Pero es que a veces, por estar “previendo” lo que va a pasar, no vemos lo que verdaderamente está pasando. O, lo que es peor, dejamos de hacer lo necesario para que pase lo que realmente queremos que ocurra.

Un vicio reiterado que nos hace procrastinar en demasía es que todo queremos someterlo a un debate que teóricamente desembocará en la solución final o en la verdad revelada. Y resulta que en la política la verdad no existe como tal. No está oculta en un sagrario, no es un santo grial que se busca indefinidamente. No es como “el palito mantequillero”, ese juego de niños en el que escondíamos algo y le íbamos diciendo a quien lo buscada “frío, caliente, frío, caliente, tibio”, hasta que el palito aparecía.

Siempre tendremos más oportunidad de lograr el objetivo que esperamos si trabajamos en él, que si convocamos un simposio para saber cómo se llega.

Asumimos que el desafío que tenemos es crear las capacidades para lograr derrotar a Maduro en el 2024. Pues bien, hay una candidata que ha hecho de esto su principal tarea y está en la calle para lograrlo. Esa candidata, de manera evidente, ha logrado entusiasmar a un país que teóricamente estaba desmoralizado. Es cierto que no es monedita de oro que a todos gusta y es cierto también que muchos, de buena fe, hacen sugerencias, críticas y observaciones para tratar de que esas capacidades puedan concentrase y fortalecerse. Otros, como es normal, pues sencillamente no están de acuerdo con sus postulados y no tienen confianza en sus propuestas. Hasta aquí, digamos que todo bien.

Pero también es cierto que mientras más trabaja y más respaldo logra en las calles, más escuchamos desde el rincón del machismo, desde el pulpito de la sabiduría, desde el pedestal del resentimiento social y político, e incluso, desde lo profundo de los desagües, que lo que está haciendo no llevará a ninguna parte.

En estos últimos, una vez más se repite el patrón de la lectura equivocada de María Corina Machado; una vez más, piensan que se le puede ganar la partida porque es predecible; de nuevo la subestiman y vuelven a equivocarse.

Cuando, por ejemplo, todos estos augures pensaban que había llegado el ansiado día para deshacerse de ella, pues iba a darle un palo a la lámpara y abandonaría las primarias, luego del anuncio de la CNP de la asistencia del CNE, aguantó con cabeza fría todo lo que fue necesario para poder celebrar hoy, con legitimidad, la declaración de unas primarias autogestionadas y manuales.

Afortunadamente, una cosa pasa en el Olimpo de los debates y otra en las calles de los mortales. Su opción crece y hace lo que tiene que hacer: sigue recorriendo el país, sigue fortaleciendo la voluntad de cambio y sigue subiendo el costo a cualquier disparate que se le ocurra al gobierno. Tanto es así, que puede ocurrir que, llegado el día, Maduro no tenga más remedio que ponerle la banda presidencial. Como decía Buck Canel: “yo las he visto más feas (o feos) y se han casado”

Quizás, para finalizar, valdría la pena recordar a León Trotsky, quien afirmaba que los “cambios son siempre imposibles hasta que se hacen inevitables”

¡Así son las cosas!

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Sobre extremismos, polarización y consensos, por Julio Castillo Sagarzazu
Una opción de cambio tiene que presentarse como algo radicalmente opuesto a lo que los venezolanos consideran que es la razón de la pesadilla que vivimos

 

@juliocasagar

Hace algunas semanas, la amiga Mibelis Acevedo obsequió a sus lectores con un artículo en el que señalaba a la confrontación como un hecho consustancial a la política. Pues no le falta razón. En eso, la política y la guerra (desgraciadamente) se parecen mucho. Tanto, que el barón Von Clausewitz nos dejó su famosa e incontrovertible expresión: “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Ahora bien, ¿eso quiere decir que debemos hacer de la política un campo de batalla donde la intolerancia, el sectarismo, la agresión y la jaladera de mechas sea una constante? ¡Pero, por supuesto que no!

Lo que ocurre es que, en la política, las cosas tienen su momento, tal como lo dice el Eclesiastés: “Todas las cosas bajo el sol tienen su tiempo y su momento. Hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y uno para cosechar lo plantado; hay un tiempo para matar y un tiempo para curar; un tiempo para destruir y un tempo para construir”

En la política ocurre otro tanto: hay momentos en que se debe subir el tono y otros en que hay que bajarlo; hay momentos en los que se debe radicalizar una posición y otros en que se debe moderarla. Todo depende de la realidad circundante.

La historia del mundo está hecha llena de ejemplos en los que los líderes han tenido que empeñarse en rupturas para y, luego de ellas, convocar voluntades para avanzar.

Pongamos uno cercano: El Decreto de Guerra a Muerte, promulgado por El Libertador en junio de 1813. Nuestros libros de historia escolar lo justifican como una reacción a los abusos de Monteverde, durante la caída de la Primera República. Sin embargo, la verdadera justificación de este decreto fue política. Ocurría que los españoles, con Boves a la cabeza, estaban ganando una guerra civil a los venezolanos en nuestra propia tierra. Boves se erige en un caudillo social y populista que aprovecha el sentimiento de explotación de los peones llaneros y logra convertirlos en ejército de “patas en el suelo” contra los “señoritos caraqueños” dueños de los fundos y los hatos.

El terrible decreto de Bolívar (que hoy lo haría reo de la CPI) buscaba provocar una ruptura de esta situación para convertir una guerra civil que iban perdiendo, en una guerra de independencia nacional que podían ganar, insertándola igualmente en el ajedrez geopolítico del mundo y trazando una línea de sangre entre los españoles y canarios y los venezolanos (AUN CUANDO HUBIERAN COLABORADO CON LOS REALISTAS) (mayúsculas ex profeso). Esta muestra de “extremismo” bolivariano tuvo una justificación en el contexto de la época y, como hemos dicho, tuvo consecuencias políticas decisivas para la causa patriota.

También la polarización juega un papel decisivo en la política. En nuestro caso, y en la época actual, la polarización tiene dos dimensiones importantes. La primera es que esta ha sido siempre la zona de confort del chavismo y por eso, aun la mantienen en su discurso: ricos contra pobres. patriotas contra “pitiyankis”; escuálidos contra revolucionarios. Mientras fueron mayoría, esta polarización actuaba como un mecanismo de preservación de esa mayoría. Incluso ahora, cuando no lo son, les sigue dando réditos para galvanizar su núcleo duro y cimentar su lecho de rocas. A esta polarización contribuyó buena parte de la oposición con errores tontos, como llamar a los chavistas “tierrúos” y, posteriormente, con consignas como la de “Maduro vete ya” cuando no se tenía la fuerza para cristalizarla.

Pero es que, como dijimos antes, la polarización tiene otra dimensión. Esa otra dimensión cobra particular importancia, ahora que el chavismo no es mayoría en la calle. Esa otra dimensión es que hay una polarización que sí conviene, por la misma razón que antes les convino a ellos. ¿Cuál es esa razón? Pues que son minoría y una opción de cambio tiene que presentarse como algo radicalmente opuesto a lo que los venezolanos consideran que es la razón de la pesadilla que vivimos. Una opción de cambio debe postular radicalmente la transparencia contra la corrupción; debe tener una propuesta exactamente antagónica al desastre económico de hoy, propugnando la libre iniciativa, incentivando la inversión y denunciando el estatismo intrusivo y perjudicial, para señalar solo dos ejemplos.

En este sentido, hablar de “ellos y nosotros”, siendo ellos el continuismo y nosotros el cambio es absolutamente permisible.

Esta diferencia debe ser neta y tajante y no tiene que ver con la necesidad de ser tolerante frente a quien no piense igual y sobre la necesidad de búsqueda de alianzas políticas tácticas y estratégicas. Eso es harina de otro costal.

Lo que sí parece equivocado es que, invocando lo políticamente correcto, caigamos en el “buenismo” (disculpen el barbarismo) de decir que “entre todos” vamos a construir una nueva Venezuela. ¿Entre todos, víctimas y victimarios? ¿Entre todos, quienes han destruido el país y quienes queremos que pare la destrucción?

Es verdad que todos hemos cometido errores, pero cada quien tendrá que asumirlos y responsabilizarse por ellos. Cada mástil tendrá que sostener su vela.

Avanzar en una ruptura no quiere decir destruir al adversario, ni pagar con la misma moneda. Y, mucho menos, hacernos militantes de la causa de la desintegración institucional para que, “de las cenizas”, salga un nuevo país. ¡Nada de eso!

Habrá que construir nuevas alianzas, habrá que garantizar el derecho de todos a pensar como a bien tenga y, sobre todo, habrá que evitar la venganza y propiciar la justicia. Pero al pan, habrá que decirle pan y al vino, habrá que decirle vino.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

La señora Machado, por Julio Castillo Sagarzazu
Muchos de quienes pretenden subestimar a María Corina llamándola “Señora Machado”, lo que quisieran es que no anduviera metiéndose en política

 

@juliocasagar

Con el título de esta nota han comenzado algunos a llamar a María Corina Machado. Muchos de ellos, desde el fondo de su inconsciente (o su subconsciente, vaya usted a saber) lo que quisieran es que la “señora Machado”, no anduviera metiéndose en política, sino que, como la de la canción infantil, solo “supiera coser, supiera bordar y pusiera la mesa en su santo lugar”.

Quizás muchos se sorprendieron con que Machado haya salido con esta ocurrencia de lanzarse, por la calle del medio, a disputarle a Nicolás Maduro la presidencia de la República. Y hacerlo en el terreno que la mayoría de los venezolanos pensamos que es el que tenemos a la mano: el de lograr una revolución democrática, una rebelión del voto ciudadano y un tsunami electoral que cambien el rumbo del país.

Muchos probablemente la habrían preferido como una Juana de Arco, elevada a los altares como un símbolo, pero sacrificada en una hoguera por sus propios compatriotas por cuya libertad luchó la santa sin descanso.

Los mismos que ayer criticaban algunas de sus posiciones por “extremistas”, hoy no logran entender por qué está en la calle con tanta resolución y recibiendo tantas muestras emocionadas de apoyo.

Se trata de un claro ejemplo de subestimación. Sí, a la “señora Machado” la subestiman. Y por eso le roba la base a los pitchers (aunque lancen rectas duras y pegadas). Porque, como lo decía Luis Aparicio, las bases se les roba a los pitchers y no a los catchers, aunque a estos últimos les carguen las estadísticas negativas.

Es esa subestimación la que no permite comprender a algunos por qué María Corina no le ha dado todavía el palo a la lámpara a las primarias que vaticinaban los “machadólogos” y los analistas de sus pasos.

El desconcierto que reina entre la elite política venezolana sobre lo que está haciendo Machado en la calle es prácticamente general. El régimen no entiende por qué una persona de su perfil y de su proveniencia esté abriéndose camino como un fenómeno popular y electoral. Muchos candidatos opositores, con más kilometraje y con más “aparato partidista”, tampoco entienden por qué sus opciones no levantan la emoción que ella logra despertar.

Falta un trecho grande para llegar con éxito a unas primarias cuyo camino está sembrado de minas y que está en la mira del régimen para tratar de invalidarlo.

El asunto se debate en muchos círculos, en foros, en eventos de salón equivalentes a la archifamosa Sala E del aula magna de la UCV y en todos los círculos políticos. Sin embargo, la única que está visiblemente en la calle, haciendo crecer las primarias es María Corina. Si las cosas siguen así, podría, paradójicamente, terminar ganándolas, aunque estas no se realicen.

En este trecho por recorrer, también falta mucha fabricación de argumentos contra su opción. Hace unos meses era moneda común escuchar que no podría arrancar de su 5 % histórico, porque no tenía partido, porque era una suerte de anima sola. Pulverizada esta tesis por la respuesta popular a su candidatura, tocará ahora poner el acento (lo cual ya hemos comenzado a ver) en anunciarla como una bestia apocalíptica que traerá a Venezuela la camorra, el Armagedón final porque no tiene la capacidad de entender que para cobrar una victoria hay que tejer alianzas y aceptar realidades.

En apoyo a esta “tesis”, muchos de estos, de viga en el ojo propio y tiradores de primera piedra, la hacen responsable de toda suerte de calamidades. Desde el terremoto de Caracas hasta la caída de las cuatro republicas que hemos tenido, pasando por otros entuertos como los años bisiestos y las maletas sin rueditas.

Para decir la verdad, no le vemos vocación de “autosuicidarse” y menos en la primavera de su arraigo popular. La vemos avanzando, aprendiendo, como aprendemos todos a diario a descifrar este rompecabezas que el chavismo y el madurismo nos están dejando como legado.

La vemos formando equipos de profesionales y de activistas, recibiendo a adecos, copeyanos, chavistas y gente sin militancia que se incorpora a trabajar por su candidatura.

Y la vemos con ganas de ganar y de cobrar.

Lo que no vemos es a María Corina Machado con ganas de tirar la toalla, de dejar la partida o de ahorcarse la cochina.

Aquí lo que puede pasar es que, si la siguen subestimando, leyéndola mal o creyéndola predecible, es que un día la “señora Machado”, en lugar de subir a la hoguera a la que subió Juana de Arco, les sorprende incorporándose a ese elenco de valiosas mujeres que hoy gobiernan en el mundo como Kallas en Estonia, Frederiksen en Dinamarca, Marin en Finlandia y Ardern en Nueva Zelanda.

Ya veremos.

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