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Entre sueños y pesadillas: El comandante eterno visita a quien pudo ser y no fue su camarada por Armando Martini Pietri

FEDECAMARAS2

 

Quien no crea que los muertos siguen viviendo en los afanes y almas de los vivos, entre quienes hay, no lo olviden, muchos que están muertos en vida, zombies del talento y de la actitud, que no lea esta crónica. Les narré la semana pasada la visita del Comandante Chávez al resignado chavista Juvenal, y muchos me han escrito tomándose la cosa a broma, otros preocupados, algunos escépticos; unos pocos, los menos pero también los más perceptivos, han querido saber si fue una visita casual, un sueño, una pesadilla, o es que el alma de Chávez anda deambulando, vigilando lo que dejó.

No fue, -en nuestra opinión-, un evento casual, y una señal es que el comandante volvió a aparecérsele a un vivo muy vivaz y activo, a un venezolano que inició sus andanzas políticas en aquella Causa R diseñada y organizada por el dirigente comunista Alfredo Maneiro, lamentablemente fallecido tras desarrollar una amplia actividad política e ideológica en la Guayana obrera de las empresas básicas. Hijos del empeño y liderazgo de Alfredo Maneiro son, por ejemplo, Andrés Velásquez y Alfredo Ramos, ya veteranos dirigentes sindicalistas, forjadores junto con Maneiro del batallador sindicato, hoy mediocrizado por el chavismo, el Sindicato Único de Trabajadores Siderúrgicos y Similares, SUTISS.

 

Título de caja

Alfredo Maneiro y Andrés Velásquez, experto técnico siderúrgico, no se detuvieron en lo sindical. Fueron más allá, fundaron un partido juntos que se llamó y se sigue llamando Causa R, junto con una generación de la cual formaban parte jóvenes para esa época esperanzadores, como Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, José Albornoz, y otros entonces no tan jóvenes, ya desesperanzados pero con inercia política como Alí Rodríguez Araque y Lucas Matheus.

En aquellos ya remotos tiempos, uno de los jóvenes más talentosos y llamativos de Guayana y de la Causa R entendió que el partidismo no era su mejor camino y con su capacidad y formación abrió rutas por vías diferentes, y en estos días está entregando los mandos de Fedecámaras, que desde 1944 defiende, supervisa y promueve el desarrollo del empresariado venezolano y que fue, durante décadas, una de las tres grandes patas de la democracia en el país: partidos políticos, sindicalismo y empresariado. Mientras esos soportes existieron y fueron capaces de renovarse, el país prosperó; cuando se burocratizaron y fosilizaron, se abrió paso al chavismo. 

Ese joven era y sigue siendo, cuarenta años después, un emprendedor, y los partidos políticos a veces los frenan, apaciguan, los apartan y hasta discriminan. Terminó apartándose de lo partidista –que no de lo político, que es mucho más-, se lanzó a forjar su propio futuro y a aportar en el desarrollo del país en el retador ambiente empresarial y aprendió a fortalecer el éxito día tras día. Como emprendedor ha sido un triunfador que batalla permanentemente, como debe hacer todo empresario, y como político desarrolló una carrera ascendente que lo llevó a ser diputado al Congreso Nacional en el año 1994 y en el año 2013 a la máxima jerarquía empresarial, que en los próximos días, concluido su difícil período, entrega a su sucesor.

Jorge Roig estaba meditando en su oficina en el edificio Fedecámaras, despacho confortable pero no derrochador de lujos, sobre sus pasos a partir de la próxima semana, ya liberado de las exigencias de la presidencia gremial, cuando levantó la mirada hacia la galería de cuadros de los ex presidentes y, súbitamente, entre ellos le pareció ver a Hugo Chávez. Sorprendido, incrédulo, abrumado y hasta temeroso, sólo se le ocurrió preguntar “¿Chávez? ¿Es usted, Presidente?”

La imagen era muy real y se le acercó, no con uniforme militar ni boina roja, sino vestido de Presidente, traje azul oscuro, corbata de seda roja, pero la misma mirada aguda de quien no se pierde detalle.

“Sí”, respondió con la conocida voz firme de barítono, “Soy yo, vengo a visitarte porque ando preocupado”.

Roig, en su silla ejecutiva, se debatía entre invitarlo a sentarse o ponerse él de pié, y optó por esto último. “Preocupado, señor Presidente?”, atinó a preguntar, “¿Cómo es eso?”

“En estos días estuve conversando sobre economía con Juvenal, un humilde compatriota amigo y trabajador, y quedé francamente preocupado”. Responde Chávez casi como meditando. “¿Juvenal”?, se desconcierta Roig, “¿cuál Juvenal el que vive Catia?”. Chávez hace un gesto entre apartando un pensamiento y comprensivo, “No lo conoces, Jorge, está muy lejos de ti y de esta oficina”.

Chávez retoma la dirección que inició y le indica “Roig, a pesar de nuestras diferencias serias y profundas sobre la concepción ideológica y la visión económica, quiero que conversemos, pero te adelanto que no estoy renunciando a mis convicciones socialistas y bolivarianas del siglo XXI”.

“Ni yo a las mías, Presidente”, responde Roig, “pero que tengamos ideologías y perspectivas diferentes no significa que no podamos dialogar, ¿verdad? Eso mismo que usted siempre entendió y nunca practicó, y que su heredero parece que le tiene miedo y también propone pero después se hace el sordo”.

“Bueno”, respondió Chávez mirando hacia la ventana con el paisaje caraqueño, “Nicolás siempre ha sido de mucho hablar y no decir nada o muy poco”.

Chávez recuerda súbitamente algo y pregunta: “¿Qué vas a hacer después que dejes la presidencia de Fedecámaras?” Roig responde con rapidez, sabe ya lo que va a hacer: “Presidente, en los próximos dos años voy a estar viajando a Ginebra como miembro en la Organización Internacional del Trabajo, usted sabe, la OIT,  y por supuesto siempre pendiente de los acontecimientos nacionales; y de mis propios negocios, tengo que producir”.

“¿Qué piensas de la campañita perturbadora de la gente de Miami, la guerra económica y lo de Dólar Today?” Roig no se sobresalta, conoce la única respuesta real: “Comandante, lo de la guerra económica es una pendejada perniciosa, y Dólar Today  existe por la falta de información y el secretismo del Gobierno que usted nos dejó, el Presidente Maduro decidió o le aconsejaron de la inconveniencia de sincerar la política monetaria y económica y terminó entrampado en sus propias palabras y ahora ni el Ministro de Finanzas ni el presidente del Banco Central saben qué hacer para salir de este atolladero en que estamos los venezolanos y que difícil y duro será salir.

Roig se anima y desarrolla: “Mire, comandante, si bien es cierto que hay empresarios delincuentes y maulas, de nuestro lado y del de ustedes, reconozca que siempre hemos pedido, primero a usted y después al Presidente Maduro, que digan quiénes son esos corruptos con nombres y apellidos y que se les castigue. Pero pasó usted, se fue y seguimos sin saber quiénes se robaron los 25 mil millones de dólares; yo le reconozco que hay chavistas como Giordani que denunciaron los robos, reconózcame usted que lo que hicieron del lado suyo fue apartarlos, echarlos afuera, ¿o no fue verdad?”

“Yo hubiera actuado distinto”, murmura Chávez, “Nicolás tiene su estilo”

“Mire, Presidente, perdone que lo interrumpa, pero el estilo de Maduro es inventar fantasías y hablar, eso de la guerra económica es pura fantasía, es no querer reconocer que la Venezuela que usted tuvo en sus manos ya no produce nada, ordenó que lo ocuparan todo, ¿se acuerda aquél domingo con el “exprópiese” en la Plaza Bolívar, y cuando acabó con los cultivos del sur del Lago de Maracaibo para que los rusos cultivaran plátanos y hoy no hay ni rusos ni plátanos? Maduro ni produce ni expropia ni nada, ésa es la guerra económica, que ya no hay nada”.

Chávez camina pesadamente un poco, se acerca a los cuadros, los va viendo uno a uno, se detiene, mira a Roig que se ha vuelto a sentar. “Oye, Jorge, ¿tienes una malta fría?, me provocó”.

Jorge Roig, con gesto apenado, le responde “alguna quizás quede por ahí, su heredero no les da divisas y Polar cada vez produce menos, déjeme mandar a buscar a ver si conseguimos”.

Chávez sonríe, resignado, se le mueve la mejilla izquierda, se acerca y se sienta en una de las sillas ejecutivas. “Jorge, tu nunca serás Presidente de este país, a pesar de tu pasado izquierdoso y el sabor popular que le imprimiste a Fedecámaras hoy perteneces a la oligarca y éste es un pueblo revolucionario; pero supongamos por un momento que llegaras a Miraflores, ¿Qué harías, qué recomendarías?”

Roig no puede evitar sonreírse, ¡lo ha dicho tantas veces y como respuesta sólo ha recibido insultos y amenazas”, “Presidente, sin duda, ¡lo que haría y exhortaría seria todo lo contrario a lo que el gobierno de Maduro está haciendo! Se lo he dicho de mil maneras, y él nos acusa de conspiradores y enemigos; hablando de diálogo, lo invité a la Asamblea Anual de Fedecámaras, pero no creo que vaya; nos llama al diálogo y al día siguiente nos insulta, no hay quien lo entienda”.

Se abre de repente la puerta y se asoma Ciro García con la sonrisa escondida entre bigotes, “¡presidente, disculpe que lo interrumpa, conseguimos una maltica, la trajo el motorizado!”; entra un par de pasos, se detiene, un poco extrañado, “¿Qué te pasa, Jorge? ¡Estás como si hubieras visto un fantasma!”

“¿No lo ves?”

“¿A quién?” pregunta Ciro que siempre ha sido un tanto despistado.

Jorge Roig se reacomoda en la silla ejecutiva, carraspea y traga grueso “nada, Ciro, aquí terminando el discurso”.

@ArmandoMartini

FEDECAMARAS2

 

Quien no crea que los muertos siguen viviendo en los afanes y almas de los vivos, entre quienes hay, no lo olviden, muchos que están muertos en vida, zombies del talento y de la actitud, que no lea esta crónica. Les narré la semana pasada la visita del Comandante Chávez al resignado chavista Juvenal, y muchos me han escrito tomándose la cosa a broma, otros preocupados, algunos escépticos; unos pocos, los menos pero también los más perceptivos, han querido saber si fue una visita casual, un sueño, una pesadilla, o es que el alma de Chávez anda deambulando, vigilando lo que dejó.

No fue, -en nuestra opinión-, un evento casual, y una señal es que el comandante volvió a aparecérsele a un vivo muy vivaz y activo, a un venezolano que inició sus andanzas políticas en aquella Causa R diseñada y organizada por el dirigente comunista Alfredo Maneiro, lamentablemente fallecido tras desarrollar una amplia actividad política e ideológica en la Guayana obrera de las empresas básicas. Hijos del empeño y liderazgo de Alfredo Maneiro son, por ejemplo, Andrés Velásquez y Alfredo Ramos, ya veteranos dirigentes sindicalistas, forjadores junto con Maneiro del batallador sindicato, hoy mediocrizado por el chavismo, el Sindicato Único de Trabajadores Siderúrgicos y Similares, SUTISS.

 

Título de caja

Alfredo Maneiro y Andrés Velásquez, experto técnico siderúrgico, no se detuvieron en lo sindical. Fueron más allá, fundaron un partido juntos que se llamó y se sigue llamando Causa R, junto con una generación de la cual formaban parte jóvenes para esa época esperanzadores, como Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, José Albornoz, y otros entonces no tan jóvenes, ya desesperanzados pero con inercia política como Alí Rodríguez Araque y Lucas Matheus.

En aquellos ya remotos tiempos, uno de los jóvenes más talentosos y llamativos de Guayana y de la Causa R entendió que el partidismo no era su mejor camino y con su capacidad y formación abrió rutas por vías diferentes, y en estos días está entregando los mandos de Fedecámaras, que desde 1944 defiende, supervisa y promueve el desarrollo del empresariado venezolano y que fue, durante décadas, una de las tres grandes patas de la democracia en el país: partidos políticos, sindicalismo y empresariado. Mientras esos soportes existieron y fueron capaces de renovarse, el país prosperó; cuando se burocratizaron y fosilizaron, se abrió paso al chavismo. 

Ese joven era y sigue siendo, cuarenta años después, un emprendedor, y los partidos políticos a veces los frenan, apaciguan, los apartan y hasta discriminan. Terminó apartándose de lo partidista –que no de lo político, que es mucho más-, se lanzó a forjar su propio futuro y a aportar en el desarrollo del país en el retador ambiente empresarial y aprendió a fortalecer el éxito día tras día. Como emprendedor ha sido un triunfador que batalla permanentemente, como debe hacer todo empresario, y como político desarrolló una carrera ascendente que lo llevó a ser diputado al Congreso Nacional en el año 1994 y en el año 2013 a la máxima jerarquía empresarial, que en los próximos días, concluido su difícil período, entrega a su sucesor.

Jorge Roig estaba meditando en su oficina en el edificio Fedecámaras, despacho confortable pero no derrochador de lujos, sobre sus pasos a partir de la próxima semana, ya liberado de las exigencias de la presidencia gremial, cuando levantó la mirada hacia la galería de cuadros de los ex presidentes y, súbitamente, entre ellos le pareció ver a Hugo Chávez. Sorprendido, incrédulo, abrumado y hasta temeroso, sólo se le ocurrió preguntar “¿Chávez? ¿Es usted, Presidente?”

La imagen era muy real y se le acercó, no con uniforme militar ni boina roja, sino vestido de Presidente, traje azul oscuro, corbata de seda roja, pero la misma mirada aguda de quien no se pierde detalle.

“Sí”, respondió con la conocida voz firme de barítono, “Soy yo, vengo a visitarte porque ando preocupado”.

Roig, en su silla ejecutiva, se debatía entre invitarlo a sentarse o ponerse él de pié, y optó por esto último. “Preocupado, señor Presidente?”, atinó a preguntar, “¿Cómo es eso?”

“En estos días estuve conversando sobre economía con Juvenal, un humilde compatriota amigo y trabajador, y quedé francamente preocupado”. Responde Chávez casi como meditando. “¿Juvenal”?, se desconcierta Roig, “¿cuál Juvenal el que vive Catia?”. Chávez hace un gesto entre apartando un pensamiento y comprensivo, “No lo conoces, Jorge, está muy lejos de ti y de esta oficina”.

Chávez retoma la dirección que inició y le indica “Roig, a pesar de nuestras diferencias serias y profundas sobre la concepción ideológica y la visión económica, quiero que conversemos, pero te adelanto que no estoy renunciando a mis convicciones socialistas y bolivarianas del siglo XXI”.

“Ni yo a las mías, Presidente”, responde Roig, “pero que tengamos ideologías y perspectivas diferentes no significa que no podamos dialogar, ¿verdad? Eso mismo que usted siempre entendió y nunca practicó, y que su heredero parece que le tiene miedo y también propone pero después se hace el sordo”.

“Bueno”, respondió Chávez mirando hacia la ventana con el paisaje caraqueño, “Nicolás siempre ha sido de mucho hablar y no decir nada o muy poco”.

Chávez recuerda súbitamente algo y pregunta: “¿Qué vas a hacer después que dejes la presidencia de Fedecámaras?” Roig responde con rapidez, sabe ya lo que va a hacer: “Presidente, en los próximos dos años voy a estar viajando a Ginebra como miembro en la Organización Internacional del Trabajo, usted sabe, la OIT,  y por supuesto siempre pendiente de los acontecimientos nacionales; y de mis propios negocios, tengo que producir”.

“¿Qué piensas de la campañita perturbadora de la gente de Miami, la guerra económica y lo de Dólar Today?” Roig no se sobresalta, conoce la única respuesta real: “Comandante, lo de la guerra económica es una pendejada perniciosa, y Dólar Today  existe por la falta de información y el secretismo del Gobierno que usted nos dejó, el Presidente Maduro decidió o le aconsejaron de la inconveniencia de sincerar la política monetaria y económica y terminó entrampado en sus propias palabras y ahora ni el Ministro de Finanzas ni el presidente del Banco Central saben qué hacer para salir de este atolladero en que estamos los venezolanos y que difícil y duro será salir.

Roig se anima y desarrolla: “Mire, comandante, si bien es cierto que hay empresarios delincuentes y maulas, de nuestro lado y del de ustedes, reconozca que siempre hemos pedido, primero a usted y después al Presidente Maduro, que digan quiénes son esos corruptos con nombres y apellidos y que se les castigue. Pero pasó usted, se fue y seguimos sin saber quiénes se robaron los 25 mil millones de dólares; yo le reconozco que hay chavistas como Giordani que denunciaron los robos, reconózcame usted que lo que hicieron del lado suyo fue apartarlos, echarlos afuera, ¿o no fue verdad?”

“Yo hubiera actuado distinto”, murmura Chávez, “Nicolás tiene su estilo”

“Mire, Presidente, perdone que lo interrumpa, pero el estilo de Maduro es inventar fantasías y hablar, eso de la guerra económica es pura fantasía, es no querer reconocer que la Venezuela que usted tuvo en sus manos ya no produce nada, ordenó que lo ocuparan todo, ¿se acuerda aquél domingo con el “exprópiese” en la Plaza Bolívar, y cuando acabó con los cultivos del sur del Lago de Maracaibo para que los rusos cultivaran plátanos y hoy no hay ni rusos ni plátanos? Maduro ni produce ni expropia ni nada, ésa es la guerra económica, que ya no hay nada”.

Chávez camina pesadamente un poco, se acerca a los cuadros, los va viendo uno a uno, se detiene, mira a Roig que se ha vuelto a sentar. “Oye, Jorge, ¿tienes una malta fría?, me provocó”.

Jorge Roig, con gesto apenado, le responde “alguna quizás quede por ahí, su heredero no les da divisas y Polar cada vez produce menos, déjeme mandar a buscar a ver si conseguimos”.

Chávez sonríe, resignado, se le mueve la mejilla izquierda, se acerca y se sienta en una de las sillas ejecutivas. “Jorge, tu nunca serás Presidente de este país, a pesar de tu pasado izquierdoso y el sabor popular que le imprimiste a Fedecámaras hoy perteneces a la oligarca y éste es un pueblo revolucionario; pero supongamos por un momento que llegaras a Miraflores, ¿Qué harías, qué recomendarías?”

Roig no puede evitar sonreírse, ¡lo ha dicho tantas veces y como respuesta sólo ha recibido insultos y amenazas”, “Presidente, sin duda, ¡lo que haría y exhortaría seria todo lo contrario a lo que el gobierno de Maduro está haciendo! Se lo he dicho de mil maneras, y él nos acusa de conspiradores y enemigos; hablando de diálogo, lo invité a la Asamblea Anual de Fedecámaras, pero no creo que vaya; nos llama al diálogo y al día siguiente nos insulta, no hay quien lo entienda”.

Se abre de repente la puerta y se asoma Ciro García con la sonrisa escondida entre bigotes, “¡presidente, disculpe que lo interrumpa, conseguimos una maltica, la trajo el motorizado!”; entra un par de pasos, se detiene, un poco extrañado, “¿Qué te pasa, Jorge? ¡Estás como si hubieras visto un fantasma!”

“¿No lo ves?”

“¿A quién?” pregunta Ciro que siempre ha sido un tanto despistado.

Jorge Roig se reacomoda en la silla ejecutiva, carraspea y traga grueso “nada, Ciro, aquí terminando el discurso”.

@ArmandoMartini

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FEDECAMARAS2

 

Quien no crea que los muertos siguen viviendo en los afanes y almas de los vivos, entre quienes hay, no lo olviden, muchos que están muertos en vida, zombies del talento y de la actitud, que no lea esta crónica. Les narré la semana pasada la visita del Comandante Chávez al resignado chavista Juvenal, y muchos me han escrito tomándose la cosa a broma, otros preocupados, algunos escépticos; unos pocos, los menos pero también los más perceptivos, han querido saber si fue una visita casual, un sueño, una pesadilla, o es que el alma de Chávez anda deambulando, vigilando lo que dejó.

No fue, -en nuestra opinión-, un evento casual, y una señal es que el comandante volvió a aparecérsele a un vivo muy vivaz y activo, a un venezolano que inició sus andanzas políticas en aquella Causa R diseñada y organizada por el dirigente comunista Alfredo Maneiro, lamentablemente fallecido tras desarrollar una amplia actividad política e ideológica en la Guayana obrera de las empresas básicas. Hijos del empeño y liderazgo de Alfredo Maneiro son, por ejemplo, Andrés Velásquez y Alfredo Ramos, ya veteranos dirigentes sindicalistas, forjadores junto con Maneiro del batallador sindicato, hoy mediocrizado por el chavismo, el Sindicato Único de Trabajadores Siderúrgicos y Similares, SUTISS.

 

Título de caja

Alfredo Maneiro y Andrés Velásquez, experto técnico siderúrgico, no se detuvieron en lo sindical. Fueron más allá, fundaron un partido juntos que se llamó y se sigue llamando Causa R, junto con una generación de la cual formaban parte jóvenes para esa época esperanzadores, como Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, José Albornoz, y otros entonces no tan jóvenes, ya desesperanzados pero con inercia política como Alí Rodríguez Araque y Lucas Matheus.

En aquellos ya remotos tiempos, uno de los jóvenes más talentosos y llamativos de Guayana y de la Causa R entendió que el partidismo no era su mejor camino y con su capacidad y formación abrió rutas por vías diferentes, y en estos días está entregando los mandos de Fedecámaras, que desde 1944 defiende, supervisa y promueve el desarrollo del empresariado venezolano y que fue, durante décadas, una de las tres grandes patas de la democracia en el país: partidos políticos, sindicalismo y empresariado. Mientras esos soportes existieron y fueron capaces de renovarse, el país prosperó; cuando se burocratizaron y fosilizaron, se abrió paso al chavismo. 

Ese joven era y sigue siendo, cuarenta años después, un emprendedor, y los partidos políticos a veces los frenan, apaciguan, los apartan y hasta discriminan. Terminó apartándose de lo partidista –que no de lo político, que es mucho más-, se lanzó a forjar su propio futuro y a aportar en el desarrollo del país en el retador ambiente empresarial y aprendió a fortalecer el éxito día tras día. Como emprendedor ha sido un triunfador que batalla permanentemente, como debe hacer todo empresario, y como político desarrolló una carrera ascendente que lo llevó a ser diputado al Congreso Nacional en el año 1994 y en el año 2013 a la máxima jerarquía empresarial, que en los próximos días, concluido su difícil período, entrega a su sucesor.

Jorge Roig estaba meditando en su oficina en el edificio Fedecámaras, despacho confortable pero no derrochador de lujos, sobre sus pasos a partir de la próxima semana, ya liberado de las exigencias de la presidencia gremial, cuando levantó la mirada hacia la galería de cuadros de los ex presidentes y, súbitamente, entre ellos le pareció ver a Hugo Chávez. Sorprendido, incrédulo, abrumado y hasta temeroso, sólo se le ocurrió preguntar “¿Chávez? ¿Es usted, Presidente?”

La imagen era muy real y se le acercó, no con uniforme militar ni boina roja, sino vestido de Presidente, traje azul oscuro, corbata de seda roja, pero la misma mirada aguda de quien no se pierde detalle.

“Sí”, respondió con la conocida voz firme de barítono, “Soy yo, vengo a visitarte porque ando preocupado”.

Roig, en su silla ejecutiva, se debatía entre invitarlo a sentarse o ponerse él de pié, y optó por esto último. “Preocupado, señor Presidente?”, atinó a preguntar, “¿Cómo es eso?”

“En estos días estuve conversando sobre economía con Juvenal, un humilde compatriota amigo y trabajador, y quedé francamente preocupado”. Responde Chávez casi como meditando. “¿Juvenal”?, se desconcierta Roig, “¿cuál Juvenal el que vive Catia?”. Chávez hace un gesto entre apartando un pensamiento y comprensivo, “No lo conoces, Jorge, está muy lejos de ti y de esta oficina”.

Chávez retoma la dirección que inició y le indica “Roig, a pesar de nuestras diferencias serias y profundas sobre la concepción ideológica y la visión económica, quiero que conversemos, pero te adelanto que no estoy renunciando a mis convicciones socialistas y bolivarianas del siglo XXI”.

“Ni yo a las mías, Presidente”, responde Roig, “pero que tengamos ideologías y perspectivas diferentes no significa que no podamos dialogar, ¿verdad? Eso mismo que usted siempre entendió y nunca practicó, y que su heredero parece que le tiene miedo y también propone pero después se hace el sordo”.

“Bueno”, respondió Chávez mirando hacia la ventana con el paisaje caraqueño, “Nicolás siempre ha sido de mucho hablar y no decir nada o muy poco”.

Chávez recuerda súbitamente algo y pregunta: “¿Qué vas a hacer después que dejes la presidencia de Fedecámaras?” Roig responde con rapidez, sabe ya lo que va a hacer: “Presidente, en los próximos dos años voy a estar viajando a Ginebra como miembro en la Organización Internacional del Trabajo, usted sabe, la OIT,  y por supuesto siempre pendiente de los acontecimientos nacionales; y de mis propios negocios, tengo que producir”.

“¿Qué piensas de la campañita perturbadora de la gente de Miami, la guerra económica y lo de Dólar Today?” Roig no se sobresalta, conoce la única respuesta real: “Comandante, lo de la guerra económica es una pendejada perniciosa, y Dólar Today  existe por la falta de información y el secretismo del Gobierno que usted nos dejó, el Presidente Maduro decidió o le aconsejaron de la inconveniencia de sincerar la política monetaria y económica y terminó entrampado en sus propias palabras y ahora ni el Ministro de Finanzas ni el presidente del Banco Central saben qué hacer para salir de este atolladero en que estamos los venezolanos y que difícil y duro será salir.

Roig se anima y desarrolla: “Mire, comandante, si bien es cierto que hay empresarios delincuentes y maulas, de nuestro lado y del de ustedes, reconozca que siempre hemos pedido, primero a usted y después al Presidente Maduro, que digan quiénes son esos corruptos con nombres y apellidos y que se les castigue. Pero pasó usted, se fue y seguimos sin saber quiénes se robaron los 25 mil millones de dólares; yo le reconozco que hay chavistas como Giordani que denunciaron los robos, reconózcame usted que lo que hicieron del lado suyo fue apartarlos, echarlos afuera, ¿o no fue verdad?”

“Yo hubiera actuado distinto”, murmura Chávez, “Nicolás tiene su estilo”

“Mire, Presidente, perdone que lo interrumpa, pero el estilo de Maduro es inventar fantasías y hablar, eso de la guerra económica es pura fantasía, es no querer reconocer que la Venezuela que usted tuvo en sus manos ya no produce nada, ordenó que lo ocuparan todo, ¿se acuerda aquél domingo con el “exprópiese” en la Plaza Bolívar, y cuando acabó con los cultivos del sur del Lago de Maracaibo para que los rusos cultivaran plátanos y hoy no hay ni rusos ni plátanos? Maduro ni produce ni expropia ni nada, ésa es la guerra económica, que ya no hay nada”.

Chávez camina pesadamente un poco, se acerca a los cuadros, los va viendo uno a uno, se detiene, mira a Roig que se ha vuelto a sentar. “Oye, Jorge, ¿tienes una malta fría?, me provocó”.

Jorge Roig, con gesto apenado, le responde “alguna quizás quede por ahí, su heredero no les da divisas y Polar cada vez produce menos, déjeme mandar a buscar a ver si conseguimos”.

Chávez sonríe, resignado, se le mueve la mejilla izquierda, se acerca y se sienta en una de las sillas ejecutivas. “Jorge, tu nunca serás Presidente de este país, a pesar de tu pasado izquierdoso y el sabor popular que le imprimiste a Fedecámaras hoy perteneces a la oligarca y éste es un pueblo revolucionario; pero supongamos por un momento que llegaras a Miraflores, ¿Qué harías, qué recomendarías?”

Roig no puede evitar sonreírse, ¡lo ha dicho tantas veces y como respuesta sólo ha recibido insultos y amenazas”, “Presidente, sin duda, ¡lo que haría y exhortaría seria todo lo contrario a lo que el gobierno de Maduro está haciendo! Se lo he dicho de mil maneras, y él nos acusa de conspiradores y enemigos; hablando de diálogo, lo invité a la Asamblea Anual de Fedecámaras, pero no creo que vaya; nos llama al diálogo y al día siguiente nos insulta, no hay quien lo entienda”.

Se abre de repente la puerta y se asoma Ciro García con la sonrisa escondida entre bigotes, “¡presidente, disculpe que lo interrumpa, conseguimos una maltica, la trajo el motorizado!”; entra un par de pasos, se detiene, un poco extrañado, “¿Qué te pasa, Jorge? ¡Estás como si hubieras visto un fantasma!”

“¿No lo ves?”

“¿A quién?” pregunta Ciro que siempre ha sido un tanto despistado.

Jorge Roig se reacomoda en la silla ejecutiva, carraspea y traga grueso “nada, Ciro, aquí terminando el discurso”.

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