Armando Martini Pietri, autor en Runrun

Armando Martini Pietri

Armando Martini Pietri Mar 14, 2024 | Actualizado hace 5 días
¿Llorar por Venezuela es malo?
Llorar por Venezuela es resistencia ante la desesperanza, un acto de rebeldía contra la resignación y apatía.

 

@ArmandoMartini

En los últimos años, Venezuela ha ocupado titulares por razones que desgarran el corazón. Una nación con potencial ilimitado de recursos humanos y naturales envidiables, hoy, sumida en una profunda crisis política, económica, social. Y, ante la patética realidad, surge una pregunta: ¿es acaso malo llorar por Venezuela?

Llorar es una expresión humana natural con frecuencia subestimada. Es una reacción emocional que surge cuando el dolor, la tristeza o impotencia, abruman corazones. Y en Venezuela, ¿cómo no sentirse agobiado? Enfrenta aprietos humanitarios sin precedentes, miseria e indigencia, inflación galopante, violencia desenfrenada, inmoral persecución política y una diáspora masiva en busca de una calidad de vida que le ha sido negada en su terruño.

Venezuela emerge como símbolo de lucha, dolor y esperanza. Problemas que la devastan y despiertan un torrente de emociones; en la que, desolación y llanto son protagonistas recurrentes. Llorar por Venezuela es un acto de conciencia ante una situación dolorosa. Una muestra de empatía y solidaridad con quienes soportan las secuelas de una tragedia. Un grito de indignación ante la injusticia, violación de los derechos humanos y atropello a la integridad electoral. Un lamento por las vidas perdidas, sueños rotos y oportunidades desperdiciadas. Un acto de esperanza, que no se limita a lágrimas de tristeza; por el contrario, un recordatorio del compromiso en socorrer y aliviar la zozobra de los sufridos. 

Creer en la posibilidad de un futuro para un país devastado por la corrupción e incompetencia. Es mantener viva la llama de la resistencia, la lucha por la libertad y la democracia. Respaldar a los que luchan y sobreviven en la incertidumbre, carencia y represión. Es apoyar a los valientes que, a pesar de las adversidades, continúan arraigados bregando un cambio pacífico.

Llorar por Venezuela no es derramar lágrimas por un país en apuros, es un acto de humanidad que recuerda la capacidad para conectar con el sufrimiento ajeno. Una expresión de apoyo, empatía y esperanza que trasciende fronteras. Vínculo con los ciudadanos mostrando que no están solos en su lucha. Un lazo de que, separados por océanos, compartimos un mismo hogar.

¿Acaso llorar por Venezuela es malo? No, es un acto de sensibilidad responsable hacia la sociedad. Por tanto, debemos preguntarnos qué podemos hacer para convertir lágrimas en un motor de cambio y transformación. María Corina Machado lo está haciendo y logrando con éxito, la ciudadanía se lo agradece con demostraciones de apoyo creciente. Razón suficiente para que teloneros, zarandajos y convivientes la adversen con inquina.

Argumentan que llorar es inútil, y no produce cambio. Esta visión simplista pasa por alto el poder transformador de la emoción humana. El llanto por Venezuela es un llamado, una señal de que no se puede permanecer inmutable ante la congoja ajena. Y cada lágrima derramada es un eco de la injusticia que se debe combatir con determinación.

Llorar por Venezuela es resistencia ante la desesperanza, un acto de rebeldía contra la resignación y apatía. Una forma de mantener viva la esperanza, donde la democracia, libertad, justicia y prosperidad sean una realidad para los venezolanos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
 
 
Inhabilitaciones, escamoteo al deseo de un país
Las inhabilitaciones, o el hurto planeado con premeditación y alevosía a la disposición ciudadana que decidió cambiar, vulnera el derecho constitucional de elegir y ser elegido

 

@ArmandoMartini

La noción de soberanía se observa en constante desafío, pudiendo definirse como escamoteo a la voluntad de un país. Ultimátum para la democracia. En el ajedrez político, las jugadas maestras involucran sutilezas que desafían el anhelo ciudadano. Desde interferencia electoral hasta la operación económica.

Sin embargo, el más insidioso es el hurto planeado con premeditación y alevosía a la disposición ciudadana que decidió cambiar, vulnerando el derecho constitucional de elegir y ser elegido, cuando las instituciones, actores y poderes influyen con providencias viciadas de justicia, socavando la autonomía y capacidad de autodeterminación.

Fraude o estafa electoral, se refiere a violar el derecho de gobernarse sin obstrucción. Los arbitrajes políticos y sociales son de autoridad ciudadana, practicada a través del sufragio, de acuerdo a sus principios y valores.

La sustracción de la voluntad ciudadana tiene impacto en la sociedad cada vez más retada. Su influencia es antiética y se revela desde la presión jurídica, económica y política hasta la comunicación embaucadora.

Un ejemplo de intromisión abusiva e ilegal en aspectos electorales por parte de agrupaciones y coristas son el Foro de Sao Paulo y Grupo Puebla, a través de maniobras y financiación de campañas, torciendo la balanza de los resultados. Tal proceder subvierte la democracia, deteriorando la legitimidad del proceso y, por ende, de los elegidos.

Sesudos padecen al explicar que negarse a traicionar el mandato popular es un llamado de inhibición y renuncia. El voto es un derecho que se puede o no ejercer, y quien decide no hacerlo nunca debe ser estigmatizado. La abstención es un dato estadístico en las elecciones que reverencian la integridad electoral, sin el impedimento tramposo de elegir y ser elegido. Y, cuando resulta contrario, el retraimiento es el derecho de negarse a convalidar o ser cómplice de la simulación electoral fraudulenta.

El intento de influir en la opinión pública ha sido de constante preocupación. Ya sea a través de la desinformación, presiones indebidas, amenaza, chantaje, acciones encubiertas o violaciones a los derechos humanos. La ciudadanía digna es objeto de conspiraciones que detonan frustraciones a su esperanza de cambio y progreso, por aquellos que, sin recato ni miramientos, obligan su permanencia indefinida.

La inhabilitación, un agravio a la ciudadanía

Robar voluntades ofende el gentilicio, agravia la ciudadanía y es una conminación para la libertad y los derechos ciudadanos. En una democracia genuina, auténtica, el mandato del pueblo es sagrado. Y, cuando se quebranta o distorsiona, carcome el principio mismo de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Elecciones íntegras son piedra angular de cualquier democracia robusta y saludable. Sin embargo, cuando intervienen para inclinar el resultado, escamotean el indiscutible designio ciudadano, reemplazando la elección legítima por una impuesta y adulterada que se burla de la población, es antidemocrático y tiene consecuencias impredecibles.

Robarse la voluntad de un país es un ataque a los valores y principios esenciales del sistema democrático. Al defender el señorío del sufragio, resistiendo la exigencia arbitraria, protegemos los haberes libertarios y amparamos los valores universales de libertad, justicia y dignidad.

Cuando la sustitución es obligada e involuntaria, no hay garantía de futuro justo y equitativo; por el contrario, se entrega la voluntad de un pueblo que ambiciona diferente, se roba la esperanza y el anhelo ciudadano de estar inhabilitado para ejercer su parecer. El escamoteo a la voluntad de un país es la más grave amenaza para la libertad y la democracia. Solo a través del respeto de conciencia basado en la identidad se garantiza la justicia imparcial.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
Armando Martini Pietri Feb 01, 2024 | Actualizado hace 4 semanas
Moral y luces
Se han extraviado la moral y las luces, bolivarianos por simple adjetivo. Tiranía basada en la ignorancia ciudadana

 

@ArmandoMartini

“Moral y luces”, Simón Bolívar (Angostura, 1819) y continúan siendo primeras necesidades. No obstante, sin libertad pierden su valor. La educación de un pueblo pone fin a su condena de ignorante y papel de oprimido. Hemos olvidado la moral y apagado las luces.

Moral, como principio que rige el comportamiento humano, es la brújula que guía las acciones en el escenario de la convivencia. Su importancia radica en la capacidad para fomentar empatía, compasión y respeto mutuo. Y, cuando florece la probidad, rectitud, justicia, respeto, civismo, honor y lealtad, establece un terreno fértil para la construcción de relaciones sólidas y duraderas.

Una sociedad regida por manuales éticos es propensa en abrazar políticas inclusivas, sistemas de justicia equitativos y enfoque sostenible hacia los recursos. Actuando como cimiento sobre el cual se erige una estructura social resistente a las adversidades.

A su vez, las luces son representadas por la educación, conocimiento, juicio, urbanidad e iluminación intelectual. Son la chispa que enciende el camino hacia el progreso. En una sociedad donde brillen con intensidad, se promueve el pensamiento crítico, la innovación y adaptabilidad. La formación, proporciona herramientas para el desarrollo personal, y también es el motor que impulsa el avance colectivo.

En lo complejo de una sociedad, dos elementos esenciales se entrelazan para dar forma a su carácter y capacidad de superar desafíos: moral y luces, por muchos subestimados en su impacto, son la esencia misma de una comunidad vibrante y resiliente que, si se descuidan, corren el riesgo de desmoronarse. La falta de bitácora moral da lugar a la desconfianza y desorden social, mientras que el analfabetismo ciega a soluciones de contrariedades.

Somos un país de grandes ignorancias, institutos educacionales dirigidos como delegaciones partidistas, aulas víctimas de la delincuencia, patios abandonados entre ruinas y escombros. Academias silenciosas, universidades levantadas con criterio politiquero, dejadas a su suerte, sin investigación ni análisis; pocos libros, escasos textos, sobrados de alardes y promesas, pero desnudos de mejorías.

La educación es progreso y fuente de trabajo. La instrucción masiva y acceso al conocimiento sin discriminación establece fortaleza social, da vigor cultural y produce solvencia económica. La libertad intelectual es vital para la democracia.

De aquel país manirroto y desordenado, sin embargo, repleto de oportunidades, hemos derivado en una nación sin ética ni valores, con principios lisiados y buenas costumbres cuestionadas, que solo tiene como objetivo fundamental el dinero, no importa si es mal habido producto del delito, robo, extorsión, chantaje, o cualquier indecencia.

Nación autocalificada de “bolivariana”, olvidando que el Libertador tuvo formación y principios, propulsor de la libertad y democracia. Se hizo militar por necesidad, no por ambición económica. Pregonan unión mientras como borrachos sin prestigio, y el peso de mentiras y derrotas, se pelean botellas vacías. Siguiendo el ejemplo de la ramera envejecida que acepta a cualquiera con dinero anémico al final de la noche, cuando el sol apunta dejando al descubierto rugosidades que revelan pliegues por desgaste.

Se ha extraviado la moral y las luces, bolivarianos por simple adjetivo, sin convicción ni espíritu de compromiso. Tiranía por la fuerza basada en la ignorancia ciudadana que sueña con libertad y democracia. Buscamos quien resuelva, sin disposición adicional a la de que pegar gritos. Unidos en ambiciones y desunidos en propósitos, bajan la cabeza a cambio de migajas. Corruptos, deshonestos y putrefactos cobijados de protección, estallan de risa con burlonas y sonoras carcajadas, rezando contritos el “Yo pecador”, confiados en el cabildeo para archivar causas en instancias tribunalicias.

Son poco líderes y estadistas, solo dirigentes anodinos. Se escuchan habladores de sandeces, majaderos y ambiciosos que invitan legitimar un fraude, desatendiendo a quienes señalan verdades. Después de la gloria viene la decadencia, fin de la transparencia, negativa a la rendición de cuentas y traición. Alimañas de posiciones, sienten derecho de acreencia sobre el botín público, glotones por recuperar vigencia y ser adjudicados.

Aseguran batallar intentando tenebrosos arreglos económicos. El intercambio de concesiones, con o entre pandilleros, patoteros, viola los principios éticos elementales que deben ser defendidos con valentía y fuerza. Se impone restituir la dignidad hecha pedazos. La ciudadanía no puede admitir que el crimen sí paga, porque la sociedad sería insignificante, mediocre, presa fácil de payasos y aventureros, de bufones iguales o peores de lo que nos han azotado.

En moral y luces, la verdad prevalece, es la reina, pero exige compromiso, y comprometerse es entender, analizar, concluir, y crear convicciones. Labor imposible para quienes siguen soñando rancheras en vez de sembrar ideas. Y, si tienen que engañar de nuevo, lo harán, como lo ha hecho en anteriores ocasiones.

La importancia de moral y luces no puede subestimarse, construye y sostiene una sociedad resiliente, que, entrelazados intrínsecamente, actúan como catalizadores para el progreso humano, y superar los desafíos del presente y futuro. La búsqueda simultánea de una moral arraigada en la empatía y unas luces que iluminen el camino del conocimiento, es la clave para forjar una sociedad fuerte, justa e innovadora.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

 
La ciudadanía demanda integridad electoral
Mantener registros electorales actualizados es primordial para prevenir el fraude

 

@ArmandoMartini

La rectitud es saludable en un sistema democrático. Garantizar procesos electorales transparentes, justos y libres de manipulación es esencial para la confianza ciudadana. Respetar el ciclo electoral es vital, porque constituye el principal componente de una democracia vibrante. Para fortalecerla, es necesario la higiene electoral en cada etapa en salvaguarda de los principios democráticos.

No solo implica la protección de los derechos de los votantes, sino que también preserva la confianza pública y promueve la participación. Además, certifica que los elegidos reflejen la voluntad ciudadana. Y, cuando la amistad en las instituciones políticas está en entredicho, es más importante que nunca defender la integridad electoral, que comienza mucho antes de que se emitan los votos.

El organismo encargado de supervisar y establecer elecciones debe ser imparcial e independiente de influencia política o partidista. La preparación y planificación adecuada son básicas para garantizar que el proceso se lleve de manera cristalina. Cualquier quebrantamiento socava la legitimidad de los resultados, alimenta el recelo y da lugar a tensiones sociales y políticas.

Para certificar la moralidad del acto electoral, es necesario contar con un marco legal sólido. Las leyes deben asegurar la igualdad de oportunidades para los actores políticos y establecer regulaciones para prevenir la corrupción y el uso indebido de recursos.

Mantener registros electorales actualizados es primordial para prevenir el fraude. Implementando mecanismos eficientes de verificación de identidad confiables e instaurar dispositivos para la actualización permanente.

La delimitación de las jurisdicciones electorales debe ser objetiva, basada en criterios y no en la conveniencia político-partidista. La representación equitativa evita la concentración indebida del poder.

El proceso de registro y acreditación debe ser transparente, con requisitos claros y no discriminatorios; creando limitaciones en prevención de participaciones indeseables de grupos o individuos aventureros con intenciones maliciosas.

La financiación debe estar sujeta a regulaciones estrictas y rendición de cuentas. Establecer límites de contribución y divulgar las fuentes de financiamiento, ayuda a prevenir la influencia ilegal del dinero de dudosa procedencia y regula una competencia equilibrada.

Educación para la integridad electoral

La educación electoral desempeña un papel crucial en la promoción de la participación ciudadana informada. Las campañas de concienciación permiten a los votantes comprendan el proceso, entiendan sus derechos y responsabilidades que conlleva la calidad de su participación en la toma de decisiones políticas.

La observación electoral autónoma, y la presencia de observadores nacionales e internacionales de reconocida experiencia y reputación, contribuyen a la pureza y certifican el cumplimiento de los estándares democráticos en el proceso. Su presencia imparcial ayuda a identificar irregularidades y avala que las elecciones se desarrollen adecuadamente.

La campaña electoral debe ser competencia libre, basada en ideas y propuestas. La compra de votos y el uso de tácticas desleales son prohibidas. Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de ofrecer acceso equitativo y cobertura imparcial.

El día de las elecciones es el momento culminante del ciclo electoral. La integridad debe ser defendida con el mayor celo. El proceso de votación debe protegerse contra cualquier forma de maniobra ilícita o intimidación. Garantizar la confiabilidad y proteger la privacidad de los votantes es una obligación.

La verificación y recuento de votos deben ser seguros, accesibles al ciudadano y la participación de los actores. La presencia de testigos de diferentes corrientes políticas contribuye a garantizar la integridad de este proceso crucial, para la protección de la voluntad ciudadana.

Establecer mecanismos para resolver las disputas electorales es básico. Los tribunales y el poder electoral deben estar disponibles para recibir quejas y tomar las medidas necesarias en caso de irregularidades, que deben ser sancionadas de manera ejemplarizante.

La integridad electoral es un pilar de la democracia y fortalece la transparencia, equidad y confianza en los procesos de sufragio. Es responsabilidad de los gobiernos, actores políticos y la sociedad, trabajar para avalar la rectitud electoral. Es piedra angular y, sin ella, la confianza en las instituciones se desvanece y la voluntad del pueblo queda en entredicho.

Se requiere un compromiso constante de instituciones y ciudadanos para preservar la moralidad electoral, que la democracia prevalezca y los elegidos representen la voluntad de aquellos a quienes sirven. Así la democracia florece. Entereza y ciclo electoral están intrínsecamente ligados, y juntos, son los cimientos de la permanencia democrática.

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Armando Martini Pietri Ene 18, 2024 | Actualizado hace 4 semanas
Algo huele mal
Ventea mal y husmea peor la ausencia del reclamo necesario, un derecho de libertad con la reiteración de pretextos, evasivas y perdones, dejando en la mugre una tradición democrática

 

@ArmandoMartini

En la célebre obra de William Shakespeare, Hamlet, el personaje principal exclama la famosa frase «Algo huele mal en Dinamarca». Aunque dicha expresión fue pronunciada por Marcelo, un guardia de palacio, ante el envenenamiento del rey a manos de su hermano Claudio, también se refería a la corrupción en la corte y se utilizó en un contexto teatral. Hoy, podría aplicarse de manera metafórica para reflexionar sobre situaciones que, a primera vista, generan dudas, recelo, sospechas e inquietudes.

Apesta el proceso por el secuestro de la justicia que, a un mes de la holganza y pasividad, acaba de revelar –con retintín de vanidad y burla– un inventario ilimitado, muestra de una Venezuela peor que la última página, capaz no solo de linchar con displicencia, sino de exhibir insensibilidad aun más espeluznante al urdir una dilatoria en detalles y por etapas. 

Frialdad declarada desde aquella emboscada, prolongada después con persistencia por quien siente placer de crear escenas irreales. Una cosa es defender el poder aun a costa de la muerte; otra, el arresto con reclusión, maltrato, tortura, violación de los derechos humanos y manejo del tiempo judicial a gusto y conveniencia del opresor.

Ventea mal y husmea peor la ausencia del reclamo necesario, un derecho de libertad con la reiteración de pretextos, evasivas y perdones, dejando en la mugre una tradición democrática. Ni van ni vienen explicaciones; pero llama la atención se convalide como símbolo para rendir pleitesía y honores a un muñeco inflable que algún perspicaz adulador pútrido ordenó en cierto paraíso capitalista. Polichinelas y bufones que solo conciben piñatas de cartón con caramelos y periquitos. 

Algo huele cada día peor y no es la gasolina de la cual tanto se habla, ni del sospechoso repleto de incógnitas y misterios. Protervos tufos que expulsan servicios públicos por décadas de antesala y ahora, con sanciones adjuntas, obliga la costumbre, olvidando que hace dos décadas aquel sin cáncer ni degeneración a millones con esperanza juró arreglar.

Después viene el zaperoco –y con razón– alrededor de las revelaciones sobre la página vacía del expediente negado insistentemente, para luego conocer por confesión de terceros archipámpanos la autoría intelectual. Apesta una revolución, un sistema sin ley imparcial y confiable que vuela lejos para rubricar alianzas con enmarañados en maldades institucionales, incapaz siquiera de mantener un buen Estado. 

Hediondeces de decadencia moral, derrumbe ético y pestilencia de las buenas costumbres en un ambiente de ladrones, sin la menor vergüenza. Un pueblo en caída libre, mendigo de paquetes e indigentes de envoltorios acartonados que no llegan. Sin embargo, de cuestiones que merecen ser analizadas. ¿Se está logrando igualdad plena entre ciudadanos o solo los pisaverdes son preferidos?

La reflexión no desacredita logros y valores, sino invita a no conformarse con apariencias y cuestionar siempre buscando mejoras. A veces, cuando huele mal, es necesario indagar más allá de la superficie para entender y abordar materias subyacentes. 

Algo huele mal es una metáfora para recordar que incluso en las sociedades “idílicas” siempre hay desafíos que encarar. Autenticidad y transparencia en la reflexión y diálogo son fundamentales para enfrentar cualquier complicación que surja, velando hacia un futuro justo, razonable, sostenible e inclusivo.

Es crucial acometer el tema con mirada crítica y constructiva. Algo huele mal no debería ser solo una expresión figurativa, sino una llamada de atención para examinar de cerca los desafíos que enfrenta la nación. Lucidez, parlamento abierto y acción responsable son claves para asegurar un faro de progreso y bienestar.

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Armando Martini Pietri Ene 11, 2024 | Actualizado hace 4 semanas
Patéticos en la política
La sociedad debe detectar a los patéticos y trabajar hacia la construcción de un entorno político sólido, vigoroso, fuerte, transparente y comprometido con el bienestar colectivo

 

@ArmandoMartini

La política, como fenómeno social, ha sido teatro de una amplia gama de personajes a lo largo de la historia. Sin embargo, en tiempos recientes, una categoría específica ha ganado terreno. Patéticos en la política. Individuos que, lejos de representar la excelencia e integridad que se espera de los líderes, se destacan por sus comportamientos cuestionables, discursos vacíos y decisiones que dejan mucho que desear. Lo más notorio: su fervorosa devoción a la demagogia.

Un escenario donde se toman decisiones que afectan la vida de millones, es a menudo empañada por patéticos en la política. Personajes infames que no aportan soluciones, más interesados en el juego de poder y la retórica vacía que en el bienestar real de la sociedad.

Un aspecto dramático y triste en política es la falta de autenticidad. Muchos sucumben en la trampa de adoptar posturas útiles y convenientes en lugar de proteger, resguardar principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas. Su carencia de legitimidad crea una brecha entre lo dicen y lo que hacen, generando desconfianza y socavando la integridad, probidad y entereza del proceso político.

El mal de la politiquería

La politiquería es un mal endémico que afecta la credibilidad. Los patéticos aprovechan cualquier situación para obtener rédito personal, incluso a expensas de la verdad, proceder y ética. El comportamiento provechoso y utilitario solo sirve para distorsionar, deformar el propósito original de la política, que es servir a la sociedad.

La superficialidad es una marca distintiva de la trágica y calamitosa realidad en política. En lugar de abordar cuestiones complejas en detalle y reflexión, optan por soluciones simplistas que suenan bien, pero carecen de sustancia. Un enfoque superficial que contribuye a la polarización y a la falta de consenso en la toma de providencias trascendentales.

Utilizan tácticas manipuladoras para ganar el aplauso y favor de la audiencia, apelando a emociones, pero sin presentar argumentos racionales y bien fundamentados. Estulticia que debilita la calidad del discurso político. Los patéticos no son cristalinos y esquivan la rendición de cuentas. No asumen responsabilidades, recurren a la negación, desinformación y tácticas dilatorias. El populismo es patético. Simplifica problemas complejos y ofrece soluciones ligeras, frívolas, que atraen a una parte de la población que busca respuestas rápidas y fáciles.

La no colaboración es otra manifestación del patético entorno político. En lugar de trabajar juntos para enfrentar los desafíos que sufre la sociedad, algunos se preocupan por desacreditar a sus opositores que por encontrar soluciones. Actitud que entorpece el progreso de cambio y perpetúa la sensación de estancamiento.

Los patéticos en política representan una realidad que afecta la calidad del liderazgo y la toma de decisiones. La sociedad debe estar atenta a estos comportamientos y trabajar hacia la construcción de un entorno político sólido, vigoroso, fuerte, transparente y comprometido con el bienestar colectivo. Así se superarán los desafíos y se construirá un futuro político prometedor.

Para superar la desconcertante situación, es necesario un cambio. Los ciudadanos tienen el poder, la autoridad y dominio para demandar autenticidad, honestidad y responsabilidad de sus líderes. Promover un diálogo político basado en el respeto mutuo, en lugar de la confrontación. La tolerancia hacia el comportamiento patético perpetúa un ciclo de mediocridad en la política. Hay que fomentar una cultura de la crítica constructiva y la exigencia de responsabilidad para avanzar hacia un sistema político robusto y eficaz.

El patetismo en la política es un recordatorio de que la sociedad requiere, y merece, líderes comprometidos con el bien común y dispuestos a desafiar jactancias con legitimidad, seriedad, adeudo y compromiso. Hay que rechazar la bagatela, la insignificancia, menudencia, demagogia, populismo y oportunismo, para allanar el camino hacia una política efectiva, centrada en el interés de la sociedad.

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Armando Martini Pietri Dic 21, 2023 | Actualizado hace 4 semanas
Feliz Navidad
Tal y como se presentan las cosas, 2023 podría ser recordado sin consideración de buenas palabras

 

@ArmandoMartini

Quienes formamos parte de religiones cristianas, celebramos la festividad de la Navidad. El 24 de diciembre y días siguientes, se caracterizan por abrazos en un ambiente de alegría, reconciliación y buenos sentimientos. Tiempo de pensamiento, reflexión y meditación, si gustan de las frases rimbombantes, ostentosas. De reencuentro, si por tradición se pone sentimental, de tregua, pausa y soñar oportunidades.

Venezuela se prepara para una Navidad compleja, complicada en lo social, económico y político, atiborrada de inflación, dolarizada y con muchas dificultades. Tal y como se presentan las cosas, 2023 podría recordarse sin consideración de buenas palabras.

Estos días de emoción por lo que viene, lo real, es la solemnidad ceremonial del nacimiento de Jesús, olvidaremos –al menos por tiempo breve– la mayoría de los problemas actuales y por venir. Período de obsequios, apretones, sonrisas, compartir en familia y con amigos. Serenar pensando en lo que hicimos bueno, mal, o pudimos hacer mejor. La alegría y cordialidad de la Navidad viene de la tendencia tradicional a recordar, reconocer, abrir horizontes y tener nuevas ilusiones.

Los venezolanos anhelan deseosos un cambio político, social y económico al que aspiran, sueñan y esperan. No solo por el hastío de la población, errores y terquedad pecaminosa de los empeñados en profundizar un socialismo anticuado, obtuso, ineficiente y violador de los derechos humanos, postrados en la trampa de un legado de quien empujó a Venezuela a la desesperante miseria y calamidad actual.

Los pesimistas consumirán hallacas convencidos de que la oposición no podrá cambiar nada y el oficialismo seguirá gobernando y arruinando, si es que es posible aumentar la ruina de hoy. Sin embargo, está la inmensa mayoría optimista y convencida de que el coraje, la coherencia y entender la trascendencia actual, tiene ciudadanos idóneos, dispuestos a unir experiencias y esfuerzos para cambiar el rumbo.

En Navidad, que prevalezca el objetivo de libertad

En Navidad aproveche para disfrutar, dar y recibir, pero en clara conciencia de que el objetivo de libertad, democracia y respeto por los derechos ciudadanos continúan impertérritos, base misma y concepto de la vida. Las visitas estarán llenas de comentarios y especulaciones, discusiones que no van a arruinar la noche navideña, porque son la realidad que padecemos, vivimos, y animarán la reunión, brindis y sabor de la comida tradicional de la época. Este año el optimismo tiene más argumentos.

Lo que piense, discuta la dirigencia política es interesado de la realidad y la que comienza a vivirse a partir de 2024. Pero lo quieran o no, nunca podrán estar alejados de la aspiración ciudadana de un cambio. Después de todo, Navidad es natividad, nacimiento, renovación; el despuntar de una nueva esperanza. Y la esperanza es alegría, la que deseamos a cada uno de ustedes.

La democracia, libertad y felicidad del ser humano que cumple con principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas, sigue siendo no solo la esencia de la vida, sino el destino de la familia. La patria no es un orgullo, una vanidad con colores, es el resultado de la unión de convicciones en base a su pasado, futuro y designio de Dios. Tragedia de las tiranías, que se imponen por engaño y fuerza en beneficio propio, sin embargo, las ideas de libertad, justicia y bienestar sobreviven persecuciones, distorsiones y represiones. Dios creó al hombre para ser libre, y las tiranías van contra la obra de Dios, a contramano de la historia de la humanidad.

En lo que respecta a quien suscribe, deseo a mis amigos, a quienes no lo son, y en especial, a los que tienen la gentileza, paciencia, cortesía de leer y comentar estas líneas que desde hace años venimos publicando, brindando la magnífica e invaluable oportunidad de expresar nuestro punto de vista, sentir y parecer de lo que sucede y sucederá en el futuro de esta grandiosa Venezuela.

Hay que ser transparente, honesto y ganar la confianza ciudadana. Felices fiestas decembrinas Venezuela, y que Dios bendiga a sus ciudadanos.

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Presos y exiliados por ejercer derechos
Para quien ose disentir, está el obediente sistema judicial del régimen. En Venezuela todos somos potenciales presos y exiliados

 

@ArmandoMartini

Escritos de doctrina y jurisprudencia, disertaciones legales y conceptos jurídicos de destacados juristas y defensores de los derechos humanos en respetadas instituciones de prestigio, concuerdan que todo ser humano detenido en cárceles o cualquier procedimiento judicial con restricción policial es responsabilidad del gobierno. Este debe garantizar la seguridad y salud, no importa quién sea el presidente y quiénes su respaldo político.

Lo que en democracia es un derecho, en regímenes dictatoriales es motivo de ergástula. Ruines y opresores envían sistemáticamente a sus adversarios a la cárcel o al destierro. Derecho fundamental que se practica y respeta en los países democráticos, y se incumple en las tiranías despóticas, donde existe concentración de mando, no hay poder Judicial independiente y el ciudadano está expuesto al arbitrio de la autoridad.

Cuba ha tenido históricamente presos políticos. Típico ejemplo de una dictadura militar que sojuzga, disponiendo de lo aceptable y prohibido. Y, para quien ose disentir, está la seguridad del Estado y su obediente sistema judicial, sin garantía al debido proceso, derecho a una defensa o amparo de una autoridad imparcial. En Venezuela el patrón se repite y en ambos países tienes un pie en la cárcel y otro en la calle.

La expiración de un preso político es un tema embarazoso, incómodo, perturbador, más emocional que político. Un recordatorio del olvido social en el cual tienen a los presos –y agregaría– exiliados. Dejarlos de lado significa entregarlos al encono de la violencia e inquina fanática.

Es difícil entender por qué las personas actúan de una u otra forma. Existen las que cuando enfrentan situaciones, sorprenden por lo que dicen y hacen. En momentos, dan la impresión de buen actuar; en otros, la decepción se impone.

La muerte asaz dolorosa de cualquiera, que con atropellada y policialmente restringida inhumación de sus restos produce suspicacia. Pretexto sobrevenido, desgaste en la sepultura carcelaria de quien pagó con prisión sin futuro ni compasión, ser guía moral y ético. Pensó diferente; no era proclive al castro-cubanismo, que aceptó sin disimular su desagrado por la indignante intromisión cubana bajo la mirada complaciente oficialista.

Prestigiosos y valerosos pagaron prisión sin juicio, traslados de mazmorras, maltratos carcelarios, separación familiar, persecución e incluso cárcel para familiares.

Fallecido en custodia, sin humanidad bajo la mansedumbre del sistema judicial, cuando le quedaba el recuerdo de confianzas que resultaron falsas. Confinado en el abandono e inadvertencia, cuando el hambre y la frustración ciudadana los hacía pensar en apetencia. Destino cuestionable, cruel del proscrito y recluso político. La execrable sentencia contra un penado es no juzgarlo, como infame es hacerlo injustamente.

Cuando un cautivo político fallece, se desbordan los comentarios, en contra y a favor. Caídos en desgracia, detenido y sometido a un deshonroso juicio. Reclusos aherrojados por el miedo de los sepultureros de la libertad y derechos humanos; víctimas del fracaso rotundo de una revolución que lo cambió todo para peor. Miseria, indigencia, promesas profanadas, impericia e incompetencia como método de gobierno y corrupción como objetivo.

Cualquiera puede ser objeto de persecución política, detenido y acusado por elaboradas infracciones y evidencia sembrada. El arresto suele ser arbitrario y sin claridad de cargos, sujeto a complicaciones procesales, violaciones de normas, imposibilidad de acceso a juristas y juicios cerrados cuando legalmente son públicos. En ocasiones obligan a inculparse, confesar delitos no cometidos, bajo amenaza de tortura y otras brutalidades, incriminar a personas, en contravención de los derechos fundamentales consagrados en los tratados internacionales.

No murió del todo Venezuela, ni morirá jamás, aunque ya enferma terminal, con empeño y anhelo de resurrección, pésimo gobierno y un sector opositor traidor, fracasado y corrupto; cambiarla será una labor enorme, pero posible con venezolanos de buenas costumbres ciudadanas que honren la palabra empeñada y rindan cuentas de su gestión financiera. Jamás perdamos la esperanza.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es