#LasReconstrucciones | De la guerra de Independencia a la república liberal - Runrun
#LasReconstrucciones | De la guerra de Independencia a la república liberal

@eliaspino

Parecía que la  esperanza no tenía abono después de las guerras de Independencia -ya vimos en artículo anterior los testimonios de la devastación que produjo-, pero la sociedad encuentra el camino de la reconstrucción y llega a situaciones de convivencia que no parecían posibles, a estadios de republicanismo que apenas figuraban en la cabeza de unos ilusos sin los pies en la tierra.

A partir de la batalla de Carabobo, ya sin fuerzas realistas capaces de provocar peligro, se siembran las raíces de un renacimiento que convierte a la sociedad en un paradigma de modernidad. Venezuela pasa entonces de las matanzas a la armonía, de los odios provenientes de los campos de batalla a los diálogos de la concertación, de la languidez de ideas a una proliferación del pensamiento gracias a los cuales se logra una vida prometedora.

El proceso arranca formalmente en 1830, cuando los políticos, los militares y los dueños de bienes materiales liquidan la unión colombiana para levantar un país más comprensible y llevadero.

Pero la corriente se mueve desde el lustro anterior, cuando los propietarios sufren en carne propia las consecuencias de la escabechina y tratan de buscar una salida. Una salida trabajosa porque significa romper con las ejecutorias anteriores, célebres y celebradas. La ruptura obliga a repensar la estructura de la república para hacerla viable, ya que la vastedad geográfica en la cual se vivía y los intereses contradictorios que juntaba impedían salidas accesibles para los problemas venezolanos. También conduce a distanciarse del proyecto de Bolívar para manejarse en cauce hospitalario, empresa gigantesca debido a la fama y a la influencia del prócer.

Estamos ante una hazaña fundacional, debido a que conduce a una modificación territorial y política capaz de cambiar las reglas del juego en procura de una convivencia susceptible de satisfacer a una sociedad escarmentada e inconforme.

Una metamorfosis de esta magnitud solo puede ser lograda por una generación madura y brillante, que ha aprendido la lección del pasado inmediato y tiene las herramientas para levantar un edificio a la altura de las circunstancias.

Como la metamorfosis sucede, estamos en capacidad de anunciar, después de la ruina y la sangre de la víspera, el advenimiento de un conjunto de lúcidos creadores que merecen el crédito que el futuro les ha negado.

A partir del movimiento denominado La Cosiata, se llega a acuerdos entre los capitanes de tropas establecidos en el contorno con los propietarios quebrados y los exiliados recién retornados, para la creación de un sistema liberal de administración alejado de la remota Bogotá, de las interferencias del vicepresidente Santander y de la dictadura del Libertador, quien ha creado a Bolivia con presidencia vitalicia y piensa traer el modelo autoritario a Colombia.

Conviene resaltar el hecho de que son piezas esenciales del acuerdo figuras como Páez y Mariño, cargados de laureles y jefes de tropas capaces de infundir pavor, quienes consienten en la atención de las necesidades de los hacendados y los comerciantes empobrecidos, de las ideas de los intelectuales que buscan nuevos horizontes y de  un puñado de muchachos recién llegados del extranjero.

Abundan los forcejeos, pero se impone la necesidad de la sobrevivencia y la obligación de convenir el bien de la cúpula con apertura de criterios. Aunque parezca exagerado, se piensa y actúa por primera vez en función de los aprietos nacionales y en cómo aliviarlos, es decir, en los entuertos venezolanos que apenas se habían analizado a la carrera. Antes predominaron las teorías ilustradas y las doctrinas extranjeras, los modelos de Europa y los Estados Unidos que se debían imitar; pero ahora, aunque no dejen de estar presentes los antiguos moldes, las circunstancias imponen su dominio y no queda más remedio que atenderlas. De lo contrario, a todos se les va la posibilidad de controlar el poder político.

Toma cuerpo así una administración de orientación capitalista, gracias a la cual se llega a situaciones de progreso material, de deliberación de las elites y probidad en el manejo de los recursos públicos, que se establece formalmente desde 1830 para sostenerse hasta 1849, cuando el autoritarismo de José Tadeo Monagas la derrumba.

El parlamento funciona sin trabas, la prensa llega a un florecimiento sin precedentes, la judicatura se maneja sin obstrucciones, el estado laico da sus primeros pasos, hay libertad de cultos.

Se cumplen las obligaciones de la deuda externa, el trabajo de pensadores profundos que no habían existido como conjunto en el pasado marca diferencias con las luminarias aisladas de antes; libre del mecate  de la ortodoxia, florece una competencia de cuño liberal que cambia las costumbres y los principios morales de origen colonial, no sin oposición, no sin escándalo, pero capaz de iniciar una trayectoria que no dejará de mirarse después en su espejo, aunque no lo confiese.

Hasta se llega entonces al atrevimiento de elegir a un presidente civil que no dura mucho tiempo y a dominar la primera militarada del proceso republicano. Hitos a través de los cuales se puede calcular la trascendencia del cambio que ha podido lograr una concertación de  militares y civiles venezolanos después de veinte años de destrucción masiva.

El proyecto no alcanza a dos décadas porque debe luchar con muchos capitanes que lo rechazan, amparados en sus huestes, o con la ascendencia todavía cercana de la Colonia que la Independencia no pudo borrar, o con la exasperación producida por las maneras capitalistas de producir riqueza sin las cadenas del pasado.

Los vaivenes de la economía provocan la escisión de la cúpula en dos partidos que llegan a enfrentamientos de importancia a partir de 1840, y un inicio de revueltas populares que favorecen la imposición del autoritarismo. Pero se ha hecho un trabajo trascendental de reconstrucción material y de variación de la mentalidad colectiva. Así como de introducción de novedades que generalmente no se han apreciado a cabalidad pese a que señalan el rumbo hacia el cual se orienta después Venezuela cuando trata de aferrarse a los principios del republicanismo contra las dictaduras y las corruptelas.

A la primera catástrofe siguió el primer proyecto de atención del bien común llamado a perdurar.

El empeño en mirar solamente las glorias de las batallas triunfales contra el imperio español, y en considerar a Bolívar como tótem intocable, ha impedido que lo miremos con ojos apacibles.

 

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