#EnPocasPalabras | Protestas en China, el dragón acorralado - Runrun
#EnPocasPalabras | Protestas en China, el dragón acorralado
Occidente no debe sobreestimar el potencial desestabilizador de las manifestaciones callejeras en China, aunque los desafíos para el régimen sean reales

 

China es una olla a presión. La mayoría de los observadores internacionales consideran que ello es el resultado de los errores acumulados por su presidente Xi Jinping en muchos campos como la pandemia, la economía, la política exterior y la gestión interna del poder.

Pero advierten que los gobiernos occidentales no deben sobreestimar el potencial desestabilizador de las manifestaciones callejeras, aunque los desafíos para el régimen son reales.

Es increíble que el mismo país donde se originó la pandemia covid no pueda salir de ella y las controversias que ha causado amenazan su estabilidad.

Los principales periódicos europeos consideran que las protestas generalizadas en muchas ciudades chinas no reeditarán “una nueva plaza de Tiananmen» (1989). Y mucho menos amenazan un colapso del Partido Comunista, el cual hace tiempo ha venido eliminando las condiciones para que surja una oposición organizada.

Pero consideran que las actuales manifestaciones podrían convertirse en el pretexto para el resurgimiento, dentro de la nomenclatura comunista, de aquellas corrientes alternativas que Xi creía haber sofocado mientras amasaba una formidable concentración de poder.

El virus de las protestas en China

Un alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS) -World Health Organization (WHO) en inglés – analizando lo sucedido, encuentra que el primer error chino fue subestimar las nuevas variantes de la pandemia y haberlas ocultado inicialmente.

Luego menciona la aplicación de una censura muy estricta que retrasó el trabajo de identificar varios síntomas, retardando la aplicación de respuestas médicas necesarias. Esta demora no confundió a los organismos de la salud de la mayoría de los principales países del mundo los cuales, identificaron rápidamente las mentiras difundidas por el gobierno chino. Pekín se vio casi obligado a recurrir a confinamientos más duros con restricciones y privaciones muy severas.

El departamento de la OMS que se dedica a las pandemias considera que el sistema de salud de Pekín es gran parte inadecuado y que muchas de las regiones del vasto territorio chino hubieran podido colapsar si los nuevos contagios se hubieran escapado de las manos.

Los expertos de la OMS también consideran que el ultranacionalismo de Xi ha obligado a optar por vacunas de producción local, mucho menos eficientes que las producidas en países occidentales.

Entre las privaciones infligidas en los últimos 30 meses figuran el cierre parcial de las fronteras, privando a 150 millones de chinos de la clase media alta de una de las libertades que disfrutaban que era la de poder viajar al extranjero.

Muchas familias han sufrido una separación forzada y prolongada de sus hijos que estudian en universidades occidentales. La masa de los chinos más pobres y el contingente de trabajadores migrantes entre el campo y las ciudades sufre imposiciones aun más duras con repetidos bloqueos de su la movilidad interna.

El desastre de la pandemia se suma a los errores cometidos en otros sectores y Xi Jinping ha realizado un viraje dirigiste que penaliza a los sectores más dinámicos del empresariado privado.

El pretexto –en parte cierto y legítimo– ha sido de evitar las desigualdades y golpear los privilegios de los multimillonarios. Por eso que el gran autócrata chino-comunista ha reconvertido a la República Popular en un sistema económico más estatista e inevitablemente menos eficaz.

Esto se suma a los problemas estructurales que ya estaban ralentizando el crecimiento económico desde el envejecimiento demográfico hasta las burbujas especulativas que durante años se han alimentado de una sobreinversión inmobiliaria.

Ucrania también le resta a China

En política exterior Xi Jinping ha respaldado de facto la invasión de Ucrania, pagando el error de apoyar a Vladímir Putin en el esfuerzo mutuo de Rusia y la China de antagonizar a Occidente.

A corto y mediano plazo esto ha resultado negativo al infligir altos costos a la economía de la mayor potencia exportadora del planeta. Ahora China no puede contar, como en el pasado, con el ritmo de exportaciones a los mercados occidentales. Entre otras cosas, porque la demanda de los consumidores occidentales está en parte penalizada por los efectos de la guerra.

A esto hay que añadir la decisión de Joe Biden de reducir drásticamente el suministro de tecnologías avanzadas a China, necesarias para su desarrollo. Los economistas del llamado mundo libre tienen años advirtiendo que, en caso de un endurecimiento político chino, el comercio con Pekín sufriría serios traspiés. Un conocido profesor de economía de la universidad Bocconi de Milán ha venido argumentando que los milagros económicos en las fases de despegue de desarrollo nunca son eternos.

De hecho, desde Japón hasta Corea del Sur, otros dragones asiáticos que experimentaron fases de crecimiento frenético ya entraron en la llamada «trampa de ingresos medios». A medida que se enriquecieron, se toparon do con períodos de bajo crecimiento o incluso estancamiento por lo que se ven obligados a buscar nuevos modelos de desarrollo.

Al pasarse del límite de edad para un mandatario, en el último Congreso del Partido Comunista XI Jinping abolió esos límites y se hizo coronar emperador vitalicio, eliminando brutalmente a sus posibles rivales dentro del partido.

El liderazgo colegiado, que bajo sus predecesores Jiang Zemin y Hu Jintao había mejorado el nivel tecnocrático de los gobiernos y había puesto un límite a la edad del jefe de Estado, ya no existe.

Occidente debe evitar confundir los deseos con la realidad. Como en Rusia o Irán, no hay que apresurarse e interpretar la disidencia como una señal de que ha llegado el principio del fin. China tiene armas aun más formidables para reprimir la disidencia que Moscú y Teherán.

Sin embargo, no podemos descartar que alguien en la cúpula del partido quiera utilizar las manifestaciones callejeras para reabrir una dialéctica interna que parece muerta desde hace tiempo.

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