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Franbo

Diego Arroyo Gil
16/09/2023
A Fran no le importaba para nada esa bobería de quién-es-quién

@diegoarroyogil

Para Boris

Con la muerte de Fran Beaufrand la fotografía venezolana pierde a un artista excepcional, de hecho, a un maestro. Como si eso fuera poco, sus contemporáneos además perdemos a un ser humano cuya presencia directa era una verdadera delicia. Siempre, siempre, siempre con esa sonrisa de hombre como confiado en las bondades de la vida, cuando Fran aparecía el ambiente se aliviaba y se hacía exquisito, con una exquisitez sin presunciones, una exquisitez de la cual incluso podías no darte cuenta. No encuentro una exquisitez más exquisita que esa. Saqué la cuenta esta mañana cuando me enteré de la última noticia sobre Fran: lo conocí hace dieciocho años. Yo tenía veinte y él casi la edad que tengo yo ahora. Él ya era el gran Beaufrand y yo un estudiante universitario que daba sus primeros pasos en el periodismo como pasante de una revista de moda a la que me había llevado a trabajar un modelo de la época, Adrián Acevedo, un narizón con mucho estilo por el que mucha gente se volvió loca. A Fran no le importaba para nada esa bobería de quién-es-quién –al menos no vulgarmente–, y esa noche se pasó un buen rato charlando con el pasante, aderezando la conversa con una simpatía que me dio la impresión de que, aunque se movía como pez en el agua en aquel coctel en el que estábamos, igual de cómodo habría estado en su casa viendo una buena película o leyendo un buen libro. Quiero decir: pese a que Fran era un animal social protagónico indiscutible, se notaba que tenía un asiento interior muy propio: se notaba que era libre. Ignoro si fue siempre así, pero ese fue el hombre que yo conocí y del que conservé idéntica opinión en el transcurso de todos los años que seguí encontrándome y compartiendo con él, las más de las veces con Boris Izaguirre, su inmemorial amigo. Educadísimos y cultísimos ambos, al verlos juntos uno sabía que aquella hermandad se había fraguado en el fervor de la vida, con todos sus callejones y todos sus escenarios. Boris tiene razón cuando dice que ya habrá tiempo para demorarse, de nuevo, en la obra artística de Fran. Tiempo para que nos detengamos en su mirada que creó un mundo cuya factura estética es de una calidad irrebatible. Por lo pronto, besos al aire para ese sonriente muchacho que la belleza sentaba sobre sus piernas.

 

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