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Opinión

Qué debo hacer, qué puedo hacer

 

 
Postulación de Corina Yoris Qué debo hacer, qué puedo hacer, por Orlando Viera Blanco
Orlando Viera Blanco
27/03/2024
Venezuela atraviesa un momento crucial. No se trata de incurrir en una “carreta de sustituciones” para “complacer” la arbitrariedad dominante. Eso sería caer en el error de considerar al “sustituto final” un títere del régimen

 

@ovierablanco

La historia propia y ajena –clásica y contemporánea– nos enseña lo que trasciende: una comprensión íntima y subjetiva de la relación individuo-poder

Immanuel Kant (22 de abril de 1724-12 de febrero de 1804) fue un filósofo de la Ilustración. Máximo exponente del criticismo y precursor del idealismo alemán. Es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal y de los últimos pensadores de la modernidad antes de la filosofía contemporánea, cuyo origen suele situarse en 1831 tras la muerte de Hegel.

¿Por qué Kant? Porque la reciente decisión de María Corina Machado es profundamente autocrítica, existencial y categórica, llevando su espíritu y consciencia [de poder] a la más sublime precedencia del país. María Corina ha transitado por la trilogía crítica de la razón pura, y se ha preguntado, al igual que lo sugirió el pensador prusiano: “¿Qué puedo hacer?, ¿qué debo hacer? y ¿qué puedo esperar? A partir de esta reflexión ha conseguido responder quién es María Corina como líder y como mujer.

No todo es conocimiento. No todo es experiencia

Kant expresó: “si bien todo conocimiento comienza con nuestra experiencia, no todo el saber proviene de ella”. Argumentaba que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían completamente subjetivos si no hubiesen sido subsumidos por la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría inevitablemente a ilusiones teóricas.

Cuánta experiencia ha acumulado María Corina en sus últimos años de vida política. Cuantas vivencias, aciertos y desaciertos, alegrías y tristezas, reconocimientos y persecución, victorias y derrotas, ilusiones y desilusiones, para llegar al punto de racionalidad al que ha llegado. Tengo el honor de haber compartido con ella momentos de grandes desafíos acompañados de ovaciones, pero también de peligrosas amenazas. María Corina tiene la cualidad que, frente a la adversidad, ni se lamenta ni se va a la lona. Escucha, piensa, replica y se planta. Se cae y se levanta. No asume o descarta de manera absoluta, porque sabe que, en el tiempo y el espacio, no basta la intuición, sino que es imperativo ajustar los sentidos a las realidades y a las consecuencias de cada decisión [Kant].

En su doctrina del idealismo trascendental, Kant argumentó que “hay que darle forma a la experiencia”. Se dice fácil y se escribe pronto, pero pocos son los grandes líderes del pensamiento, y del poder de la historia de la humanidad, que han sabido amoldar su idealismo categórico y ético a las exigencias del momento histórico. Franklin Delano Roosevelt, Margaret Thatcher, Churchill, De Gaulle o Mandela tuvieron mucho que razonar decisiones que condujeron a la humanidad a la paz después de la guerra.

Betancourt fue criticado y vilipendiado por sus propios camaradas, cuando decidió pactar con todas los sectores vivos del país, desmarcarse de Castro-comunismo e imponer la Doctrina Betancourt en la OEA. Y se acercó a Kennedy en días que EE. UU. era uno de los polos de la Guerra Fría en pleno auge.

El poder revolucionario devenido en la Revolución francesa pronto degeneró y quedó al desnudo con los guillotineros jacobinos y los “Comités de Salvación Pública” de Robespierre. Napoleón asume el poder bajo la consigna de liberación y emancipación de la “alianza revolucionaria”. Pero, embriagado de gloria, cae por la desbordada crueldad de fanáticos religiosos y la guerra de clases. Su experiencia y victorias militares no impidieron, después de su derrota en Waterloo, su muerte envenenada en la isla de Santa Elena. Es la razón superada por la obsesión de mando y de poder.

La historia propia y ajena –clásica y contemporánea– nos enseña lo que trasciende: una comprensión íntima y subjetiva de la relación individuo-poder. Si bien es cierto que cada hombre es un fin para sí mismo, trascendemos a nuestros ideales cuando comprendemos –racionalmente– que la vida republicana, la libertad, la nación, la justicia y la paz de los pueblos son valores colectivos que traspasan lo personal, por lo que demanda actos de desposesión en favor de la convivencia pacífica y ciudadana. Betancourt no se aferró al poder, pudiendo intentar su reelección…

Ahí reposa la clave: una larga distancia entre el deber ser, el poder hacer y lo que espero de ese ser y de mi hacer…

La decisión de María Corina de ceder el testigo a la Dra. Corina Yori es un acto de poder íntimo, nutrido de un oportuno sentido de desprendimiento y sabiduría. No bastó la experiencia de lo sufrido, andado o desandado. Su decisión, consciente y racional, respondió a la pregunta qué puedo esperar.

Apenas segundos antes, todo su equipo de campaña fue objeto de persecución mediante órdenes arbitrarias de aprehensión. María Corina ha sido injustamente bloqueada por el régimen y al momento de escribir estas líneas el CNE no da acceso a las tarjetas de la MUD y UNT para postular a Corina Yoris. Todo esto era de esperarse del régimen. Pero la pregunta es, ¿qué debe esperar el régimen de nosotros? ¿Aceptación, aquiescencia o reacción?

Todos los caminos a una elección libre y justa han sido criminalizados. María Corina, como mujer y como madre, ha sido impedida de vivir en familia y en paz, como millones de venezolanos. Ha sufrido momentos de acecho y momentos de soledad y aislamiento. Pero todas estas experiencias han sido solo el comienzo de su conocimiento político. Sin su intuición amoldadora, su decisión “sustitutiva” corría el riesgo de quedar al desnudo. Hoy ella trasciende. Falta que nosotros trascendemos, reflexionemos, razonemos de modo autocrítico y le demos acompañamiento a estas valientes mujeres.

La teoría republicana del poder. El punto medio

La ética afirma que un sujeto racional se autoimpone una ley moral a priori que debe cumplir, que deriva de su buena voluntad. Es el «imperativo categórico». Es la comprensión de la política liberal posmoderna que supone el deber del Estado de garantizar las libertades fundamentales de sus súbditos sin interferencias.

Bajo este concepto la modernidad ha legitimado el poder republicano. Es respetar que el gobierno debe tener contrapesos de poder, un prístino respeto por los DD. HH., civiles y políticos, reconocimiento a la libre empresa y al derecho de propiedad. Surge el derecho de petición [Art 51. CRBV], a recibir oportuna respuesta de las autoridades [Art. 143 ejusdem], a que las autoridades actúen con independencia e imparcialidad [Art. 273 y 293 ejusdem]y que los procesos se ejecuten de forma justa prescindiendo de las formalidades no esenciales [Art. 257 constitucional].

Nuestra generación, que es la de María Corina, nació y creció bajo los postulados liberales y republicanos en comento. Los defectos de nuestra democracia fueron esencialmente el manejo errático y concentrado de la riqueza petrolera. El rentismo nos embriagó de bipartidismo e ineficiencia. Y poco a poco la más elevada tasa de prosperidad y crecimiento vivida en Latinoamérica, quedó relegada y vulnerada.

Bobbio advierte que el criterio predominante para distinguir oligarquía y democracia en Aristóteles deja de ser cuantitativo y pasa a ser cualitativo: “Que la oligarquía sea el gobierno de pocos y la democracia el de muchos puede depender solamente del hecho que generalmente los ricos en toda sociedad son menos que los pobres; pero lo que distingue una forma de gobierno de otra no es el número, sino la condición social de quienes gobiernan”.

Venezuela no ha tenido gobiernos realmente liberales en términos cualitativos. Hemos tenido constituciones con vocación federalista, civilista, positivistas, regladas, nacionalistas. Pero el ejercicio del poder ha sido eminentemente centralista, caudillista, mesiánico, contralor y oligarca. La condición social de nuestros gobernantes ha generado una contradicción republicana entre la modernidad y el hombre a caballo.

Bolívar o Vargas, el dilema existencial de Venezuela

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Venezuela atraviesa un momento crucial. No se trata de incurrir en una “carreta de sustituciones”…

Desde Vargas hasta Gómez, o desde Pérez Giménez hasta CAP I, prevaleció un Estado hacendado y del hombre fuerte. Solo con CAP II vivimos matices de un Estado propietario, industrioso, autodeterminado y descentralizado. Pero el poder de los notables y los partidos se resistía, haciendo naufragar el último mohicano de la democracia: CAP.

Desde Chávez, amén de una narrativa revolucionaria, el rentismo, la centralización y el fanatismo clientelar, se exacerbaron. Hoy la gran reflexión de María Corina es la construcción de un Estado nuevo genuinamente liberal, que ofrece una nueva relación del individuo con un Estado descongestionado, sin lucha ni preferencia de clases. La república asegura la paz social porque remedia la causa de tensión mayor en una sociedad: la lucha entre ricos y pobres. La virtud de este régimen es que realiza la única unión posible, a juicio de Aristóteles, entre la riqueza y la pobreza. Para Aristóteles la virtud radica en la mesura, el equilibrio, la moderación, el término medio, la vida intermedia, que evita los excesos en ambos sentidos. El mejor régimen será el que alcance tal punto medio.

Nuestro imperativo colectivo categórico…

Continuando con Kant, “la libertad en sentido práctico es la capacidad que el agente tiene de determinar su propia causalidad, es decir, de autodeterminarse”. En sentido estricto, esta libertad práctica no se da sin la libertad trascendental: la completa independencia de la cadena causal de la naturaleza y, por tanto, la capacidad de causar una radical novedad en dicha cadena.

Venezuela atraviesa un momento crucial. Ser o no ser. No se trata de incurrir en una “carreta de sustituciones” para “complacer” la arbitrariedad de la coalición dominante. Eso sería caer en el error de considerar al “sustituto final” un títere del régimen, un acomodo pactado, cuyo tufillo tartufo, no llevará a una abstención reprochable. Es momento que cada venezolano asuma su autodeterminación. El compromiso libertario nos emplaza a todos, y, por lo tanto, asumir colectivamente la capacidad de causar una radical novedad en la cadena de nuestros deberes ciudadanos, es impostergable, es nuestro imperativo ético categórico. No solo de María Corina y de Corina Yoris.

Machado: Si el candidato lo escoge Maduro, no son elecciones:

Machado: "Si el candidato lo escoge Maduro, no son elecciones":

Venezuela atraviesa un momento crucial. No se trata de incurrir en una “carreta de sustituciones”…

Kant considera que hay otro sentido más amplio de autodeterminación y, por tanto, de libertad práctica. Se trata de la capacidad de determinarse por medio de representaciones intelectuales. Es decir, el ser humano no funciona al modo estímulo–respuesta, sino que está en su poder configurar racionalmente la respuesta a los diversos estímulos. María Corina se ha convertido en buena representación, en sana determinación de nuestros actos. La elección de Corina Yori no ha sido de ella. Ha sido producto de una cadena causal de experiencias y eventos históricos, genuinamente pensados y razonados. No es ella quien puede ser y hacer a solas.

Somos nosotros quienes debemos seguir nuestra conciencia y valorar nuestra representación. Superemos juntos los obstáculos. Es momento de reemprender vuelo y hacer que permitan la postulación de Corina Yoris. Ya nos tragamos el abuso del bloqueo a María Corina. No más. Seamos libres por esfuerzo de todos, es ese nuestro imperativo colectivo categórico: preguntarnos qué debo hacer, qué puedo hacer y qué esperamos…

vierablanco@gmail.com

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