Protestas 2017 | Madre de Miguel Castillo: "Decidí no guardar odio en mi corazón para lograr justicia por mi hijo" - Runrun
Protestas 2017 | Madre de Miguel Castillo: «Decidí no guardar odio en mi corazón para  lograr justicia por mi hijo»

Avancemos y arribaVenezuela 

Nuestro himno es de patria y religión

En la lucha sigamos las pisadas

De San Ignacio y el Libertador

Hoy juramos ser jóvenes de Cristo

Y luchar por la patria hasta morir

Juventud es la patria del mañana

Adelante, adelante a combatir.

 Himno Colegio San Ignacio de Caracas

 

Los 27 años son una edad para emprender proyectos, consolidar la profesión, comenzar a estudiar un posgrado, reunir dinero para casarse, disfrutar con tu familia, pasarla bien con los amigos de la cuadra, el colegio y la universidad. Los 27 son tiempo para aspirar a una vida normal, exigir mayor justicia social, soñar con un mejor país.

Estos eran parte de los planes vitales que agitaban los latidos del joven Miguel Fernando Castillo Bracho hasta el día en que el disparo de una metra le paralizó el corazón. “El Negro Castillo”, como le llamaban afectuosamente su familia y amigos, fue la víctima número 53 de las 158 que cayeron durante la ola de protestas que sacudió el país durante 4 meses de un convulso 2017.

El 10 de mayo de 2017 se cumplía el día número 40 de las protestas cuando Miguel decidió salir a marchar junto con su amigo Gustavo. Había participado activamente en las manifestaciones  de 2014 cuando aún estudiaba comunicación social en la Universidad Santa María y ahora hacía lo propio como profesional recién graduado, hastiado del gobierno y de los devastadores efectos de sus políticas. A las 2 de la tarde de aquel miércoles, salió de su casa en Colinas de Bello Monte dispuesto a encarar en la autopista Francisco Fajardo de Caracas a los equipos antimotines que aquel día impidieron el avance de la multitudinaria “marcha de los escudos” hasta el Tribunal Supremo de Justicia en el oeste de la capital. Precisamente, hasta una de las instituciones que contribuyó a agudizar la crisis política venezolana al intentar usurpar atribuciones legislativas de la Asamblea Nacional.

Miguel era de los que, sin formar parte de la llamada “resistencia” – muchachos que en las manifestaciones ocultaban sus rostros con franelas y usaban escudos de dudosa fortaleza frente a la brutal represión oficial-, se apostaba frente a los gases lacrimógenos, los perdigones, cañones de agua e incluso, sin advertirlo, las armas de fuego. Valiéndose de sus reconocidas dotes de pelotero, solía devolver con un guante las bombas lacrimógenas que lanzaba la Guardia Nacional contra los manifestantes desarmados. “La virgencita me protege”, decía para tranquilizar a su familia cada vez que salía a marchar.

Aquel 10 de mayo, Miguel no llevaba ni una hora de haberse incorporado a la protesta frente al Centro Venezolano Americano en la avenida principal de Las Mercedes en Caracas cuando recibió el impacto de una metra que fungió de bala, disparada por un Guardia Nacional desde el elevado que corona esa arteria urbana, que durante las protestas de 2017 también sirvió más de una vez como vía de escape de los protestantes.

No hay duda de que la metra-bala provino de una escopeta con munición adulterada de un Guardia Nacional apostado en el elevado de Las Mercedes, sobre la avenida Francisco Fajardo, tal como lo demuestra la investigación emprendida por la fiscalía 34 Nacional y fiscalía 126 del Área Metropolitana de Caracas, luego de que les fue asignado el caso el propio 10 de marzo por el Ministerio Público cuando era gestionado por la Fiscal General Luisa Ortega Díaz.

Las grabaciones de registro casero y de medios de comunicación alternativos también coinciden con las inspecciones técnicas practicadas in situ por funcionarios adscritos a la División de Homicidios del Cicpc, que recogieron 30 esferas metálicas y vidrios en los alrededores, así como registraron los impactos de esos proyectiles no convencionales  en avisos, kioscos y semáforos en las inmediaciones del CVA.

“El caso de Miguel está criminalísticamente cerrado”, ratifica su mamá Carmen Elena Bracho a un año de haber perdido al menor de sus tres hijos. Un año en el que se ha convertido en la principal luchadora por alcanzar justicia. Pero con la designación de Tareck William Saab como fiscal por parte de la inconstitucional asamblea nacional constituyente, el proceso judicial  ha quedado congelado. “El componente de la GNB adscrito al Ministerio de Defensa no responde”.

“Miguel Fernando era mi bebé, mi hijo menor, un compañero, muy pegado a mí; tenía 4 años cuando su papá y yo nos divorciamos. En la casa era el que me ayudaba a cocinar. Era un muchacho feliz, un ángel que nos prestó Papá Dios por 27 años”, describe Carmen Elena a su hijo con una lánguida sonrisa. “Era puro amor, pero también un cascarrabias, aunque las rabietas se le pasaban rápidamente”.

Miguel amaba “demasiado” a su país, a un nivel casi inexplicable, coinciden su mamá y su hermana Luisa. Su alargado cuerpo llevaba tres tatuajes: el nombre “bien grande” de su madre, la palabra Venezuela en el muslo, y el dibujo de una rosa, la flor preferida de su abuela de 90 años.

De fibra sensible, a Miguel le afectaba mucho la miseria que aumentaba cada día, no soportaba ver los niños de la calle.  Insistía en que había que cambiar esa realidad. Él, al contrario de sus dos hermanos mayores (que le llevaban 8 y 6 años de diferencia, respectivamente), nunca conoció otro gobierno que los del chavismo. Estaba convencido que “de esto” había que salir.

Aunque recibió el título de bachiller en otro liceo, Miguel se identificaba de manera indefectible como egresado del Colegio San Ignacio de Caracas. Creció en las canchas y pasillos de esta institución casi centenaria, donde entonaba en coro el himno “Fundador”. Le gustaban todos los deportes, tanto como atleta como espectador. Fue becado por la USM para integrar el equipo de béisbol, con el que participó en varios juegos interuniversitarios. Soñaba con ser periodista deportivo, por lo que planeaba cursar un posgrado sobre esa especialidad en Buenos Aires.

Miguel amaba los animales, especialmente a los perros, incluso los callejeros a quienes llamaba “chuchitos” porque eran “hijos de Dios”. El día que murió, sus dos mascotas, Nemo y Po, no dejaron de ladrar en la casa, cuenta su familia.

Su último post de Instagram se lo dedicó a Armando Cañizalez, el joven violinista asesinado el 3 de mayo de 2017 durante una protesta, también en Las Mercedes. «Por Armando y todos los caídos en esta lucha, pronto acabaremos con estos opresores y asesinos de sueños que nos han hecho vivir durante 18 años una pesadilla. Fuerza y más fuerza es lo que nos queda para afrontar lo que nos queda«, escribió el joven, a quien la muerte de su amigo de Colinas de Bello Monte le afectó tanto por lo que se guardó en su casa y dejó de marchar por siete días. Hasta el 10 de mayo, cuando la muerte apagó su intención de seguir la lucha.

Miguel no aguantó

La mamá y hermana de Miguel revisan algunas de sus ocurrencias como premoniciones. El 31 diciembre de 2016, cuando estaban reunidos en familia en Margarita, aseguró en medio de una discusión que quería tanto a Venezuela que estaría dispuesto a morir por Venezuela. Días antes del 10 mayo, bromeó con su hermana Luisa que, aunque fuese el menor de los hermanos, podía morir antes que ella “porque nunca se sabe”.

Miguel solía llegar a su casa dando un portazo y gritando: “ya llegué”. También cumplía el sonoro ritual al salir. Pero la tarde del 10 de mayo, como nunca antes había ocurrido, le pidió la bendición a su abuela y le ofreció la frente para que la besara. “Se estaba despidiendo”, llora cada vez que lo recuerda.

Carmen Elena se enteró que habían herido a su hijo cuando estaba en la sede de la Policía de Baruta, en Piedra Azul, para la que trabaja como jefe de Recursos Humanos. Montada en la parrillera de la moto del director de Seguridad Ciudadana de la alcaldía, llegó a la Clínica Las Mercedes, donde habían trasladado a Miguel en ambulancia luego de llevarlo un primer tramo en moto. En la vía, tuvo que esquivar bombas lacrimógenas y enfrentamientos.

Alrededor de las 3 de la tarde del miércoles 10, la Clínica Las Mercedes estaba abarrotada de angustia e incertidumbre. Familiares, diputados, protestantes y periodistas querían saber el estado del joven manifestante cuya foto ya daba la vuelta al mundo: la que lo registra montado en una moto entre el conductor y un paramédico, con los ojos cerrados y el rostro  volteado hacia el cielo. El director del centro médico, Juan Requesens, tomó a Carmen Elena por los hombros, la miró a los ojos y lo pronunció: “Miguel no aguantó”. Ella no recuerda los segundos que vinieron después, solo que se dio vuelta y comenzó a golpear la pared. Su hermana lo negó en un primer momento. Su hermano mayor Juan, que se había mudado a Chile un año atrás, tomó de inmediato un avión para llegar cuanto antes a Caracas. Fuera de la clínica, continuaba la batalla campal ahogada en gases lacrimógenos.

 

“El proyectil tenía orificio de entrada y salida en el brazo derecho y se le aloja en el intercostal izquierdo”. El frío diagnóstico lo presentó el mismo día a través de los medios oficialistas el ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol al describir que Miguel había recibido un disparo por arma de fuego a escasos metros de distancia, según la apreciación que hacen los expertos. Aquella fue la primera versión oficial, luego desmentida por las investigaciones de los fiscales.

La metra que disparó el arma de fuego del GNB, atravesó el brazo izquierdo de Miguel, entró justo entre las costillas para alojarse en el ventrículo izquierdo del corazón. El parte médico indica que sobrevino un shock hipovolémico que apagó su vida casi de inmediato, antes de llegar a la policlínica Las Mercedes.

“Eres un héroe de la patria”, “Eres un héroe de la patria” era el coro de dolor mientras la furgoneta retiraba su cuerpo de la clínica.

 

 

 

La misma noche del 10 de mayo, el primer vicepresidente del Psuv Diosdado Cabello aseguró en su programa del canal oficialista Venezolana de Televisión que a Miguel lo había matado la misma oposición durante la marcha “de la derecha”.

Al ver la declaración, Carmen Elena respiró hondo y decidió  no guardar odio en su corazón para poder lograr justicia por su hijo. Dedicarse a su trabajo ha sido el refugio que ha encontrado para sobrellevar la honda pérdida. Tiene a más de 300 personas a su cargo en la Alcaldía de Baruta y le ha tocado estar en reuniones donde está presente Reverol –el mismo que confirmó por televisión la muerte de Miguel – y otros uniformados. Muchos guardias nacionales.

 

 

 

 

 

 

“Miguel era especial. Tenía un corazón noble. Como el significado d su nombre, era un guerrero de Dios. Escucho tantas historias bonitas sobre mi hijo que ahora me dan tranquilidad”.

Miguel Castillo, junto con Armando Cañizales y Juan Pernalete descansan en paz uno al lado del otro en el Cementerio del Este, en Caracas. Se encuentran a pocos pasos de la tumba de Robert Redman, otro joven que al igual que ellos, salió a protestar en las calles de Caracas tres años antes. El 12 de febrero de 2014, día de la juventud en Venezuela, rompieron sus sueños sobre el asfalto.