Venezuela: el desplome del microcrédito acrecienta la exclusión - Runrun
Venezuela: el desplome del microcrédito acrecienta la exclusión
El país permanece al margen del auge de las Fintech en Latinoamérica y necesita reformas que impulsen la inclusión financiera

@vsalmeron

Cuando necesitó un repuesto para reparar el taxi que le mantiene a flote, Ricardo Montilla recurrió “al bolso”: se juntó con nueve amigos y cada uno depositó 20 dólares a la semana durante diez semanas. Cada semana, por sorteo, se decidió cuál de ellos disponía de los 200 dólares en el bolso. Solo es posible ganar una vez.

 “Gané en la segunda semana, así conseguí el dinero. Este sistema se usa mucho en el barrio, para ayudarnos, porque no hay crédito” dice Ricardo Montilla quien vive en Las Minitas, una zona de bajos ingresos al este de Caracas.

La hiperinflación pulverizó los préstamos que los bancos especializados en microfinanzas otorgan a dueños de pequeñas bodegas, transportistas o vendedores de vestido y calzado en los barrios de bajos ingresos.

El caso de Bangente, un banco dedicado a la base de la pirámide, es emblemático: en 2014 el monto promedio de sus créditos equivalía a 224 dólares. Al cierre de 2017, tras el hundimiento de la moneda, el promedio equivalía a 5,6 dólares y la cartera de clientes se esfumó junto a la mayor parte del patrimonio.

En noviembre de 2014, antes de que comenzara la recesión y el ascenso de la inflación, los préstamos de la banca especializada en microfinanzas equivalían, al dólar libre de la época, a 83 millones.

Al cierre de noviembre de 2021 el total de préstamos de los bancos especializados en microfinanzas que continúan activos, Bancrecer y Mi Banco, apenas equivale a 3,9 millones de dólares.

Morir de sed

Durante años las normas obligaron a la banca tradicional a otorgar microcréditos, pero mayoritariamente los bancos evitaron los sectores de bajos ingresos y cumplieron mediante préstamos a empresas medianas o profesionales independientes como abogados y odontólogos.

 Actualmente el crédito es ínfimo para todos los estratos. Para ayudar a la estabilidad del tipo de cambio, el gobierno quiere que haya pocos bolívares que puedan utilizarse para la compra de dólares y obliga a los bancos a congelar más de dos tercios del dinero que gestionan.

 La banca tradicional incluye en sus balances “créditos a microempresarios”, mayoritariamente fuera de la base de la pirámide, que en total al cierre de noviembre de este año solo representan 8,4 millones de dólares, una cifra enana.

 Aparte del “bolso” la opción en las zonas populares son prestamistas informales que exigen tasas mensuales de 20% en dólares o sobrevivir con un emprendimiento que reporta muy poco, que en realidad, es la única opción ante la falta de un empleo formal.

 Irene Contreras, quien tiene una pequeña bodega que funciona en su propia casa, en la que vende galletas, refrescos, jugos y harina precocida explica que “cada semana me ingresan alrededor de 150 dólares, pero prácticamente todo se va en reponer mercancía, la ganancia es mínima”.

 “Si tuviera crédito podría aumentar la mercancía, vender más”, agrega.

Lejos de Latinoamérica

Mientras en Venezuela el financiamiento a las pequeñas empresas y personas de bajos ingresos se seca, en el resto de Latinoamérica el crédito se expande de la mano de las Fintech, empresas que utilizan nuevas tecnologías para incursionar en el mercado bancario y aumentar la inclusión financiera.

Históricamente el microcrédito avanzó lentamente por lo costoso que resulta medir el riesgo. Un ejército de analistas tenía que visitar, asesorar y recopilar datos de empresas y personas con poca o ninguna documentación. 

Ahora, las Fintech utilizan big data para analizar grandes volúmenes de datos provenientes de distintas fuentes y machine learning para desarrollar patrones y automatizar la aprobación de créditos. El dinero proviene de fondos de inversionistas locales y extranjeros como Softbank o Kaszek.

Fintech como Zinobe en Colombia, Ualá en Argentina o SuperSim en Brasil son ejemplos de estos nuevos actores financieros. Entre el segundo y el tercer trimestre de 2021 la inversión en las Fintech latinoamericanas, que no solo incluye microfinanzas, sumó 8.600 millones de dólares de acuerdo con CB Insights. 

Zinobe otorga créditos al consumo y a pequeñas empresas. Los préstamos al consumo son de cien dólares, a plazos de dos meses y tasas que están por debajo de lo que en Colombia se denomina la tasa de usura, que funciona como un techo para los intereses a cobrar.

 “Estamos conectados a una cantidad de base de datos y nuestro modelo en 18 segundos hace el análisis de crédito. Si es aprobado, en dos horas el dinero está en la cuenta del cliente”, dice Nelson Ortiz director de finanzas de Zinobe.

 Este sistema complementa la información del buró de crédito que registra la historia crediticia de las personas y las empresas. “El 60% de las personas a las que les prestamos nunca han tenido un crédito en su vida o tienen un score negativo en el buró de crédito”, dice Nelson Ortiz.

 Explica que “con la cédula de la persona y acceso a datos de la seguridad social, nuestros sistemas calculan variables implícitas como el salario. Otra fuente es la localización. Con el machine learning se puede calcular la probabilidad de que alguien que viva en determinada zona de Bogotá no pague el crédito”.

 “También contamos con una herramienta de Digital Footprint que nos indica si el equipo desde el que se conecta la persona es caro o no. Nuestra cartera de crédito suma unos 20 millones de dólares y la tasa de morosidad de nuestro crédito al consumo está entre 5% y 6% cuando el promedio en Colombia es entre 7% y 8%”.

Cómo renacer

Juan Uslar, expresidente de Bangente, considera que asumiendo que Venezuela alcance la estabilidad en variables clave como la inflación y el crecimiento, es posible plantearse una serie de reformas para impulsar la inclusión financiera.

 “Es perfectamente posible una política pública que extienda rentablemente los medios de pago, de ahorro, crédito y seguros a millones de personas. Un aspecto clave es permitir el acceso a nuevos jugadores, por ejemplo, empresas tecnológicas y probablemente de telecomunicaciones poseedoras de grandes bases de datos”, dice Juan Uslar.

 “Se trata de crear ambientes propicios al desarrollo de ecosistemas financieros que le abran las puertas a la innovación para que las pequeñas empresas puedan desarrollarse y competir sanamente”, agrega.

 “Un entorno regulatorio que permita que nuevos esquemas y modelos comerciales de negocios financieros puedan ser probados antes de ser regulados. Esto es lo que se denomina actualmente como cajas de arena de regulación (regulatory sandboxes) donde se puede “jugar” con las alternativas hasta llegar a modelos sostenibles”, explica Juan Uslar.

 “Contar con un buró de crédito, normar el acceso a la data, desarrollar la capacidad financiera de los clientes, acercar los servicios financieros a la gente en los lugares donde vive, extender la cobertura de los seguros, estas son cosas fundamentales de una política de inclusión financiera”, señala.

 Finanzas de cromañón

Por ahora nada indica que Venezuela camina hacia la modernidad. Consciente de la falta de financiamiento, el gobierno de Nicolás Maduro comenzó a hacer un “registro de emprendedores” y el 15 de enero hizo un llamado a los bancos para que aumenten el crédito.

 “Vamos a una expansión del crédito, financiamiento y de apoyo a los emprendimientos del país, Llamo a la banca pública, privada a poner el ojo sobre el emprendimiento”, dijo Maduro. 

 No están planteadas reformas profundas, a lo sumo, tratar de revivir el esquema sepultado por la hiperinflación y la recesión.