Pedro Méndez Dager, autor en Runrun

Pedro Méndez Dager

Elecciones, descentralización y Estado comunal

@pedro_mendez_d

En medio del ruido, de la falta de medios de comunicación, y del atropello a la libertad de prensa, desde el año pasado el régimen ha acelerado el avance del Estado comunal con la aprobación de las leyes de Ciudades Comunales y del Parlamento Comunal. Esto preocupa, especialmente en un año en el que están convocadas unas elecciones regionales.

Pero sobre todo preocupa por ser el Estado comunal un constructo inconstitucional y contradictorio con nuestro ADN democrático/institucional. Y consolida una estructura de dominación.

Entre 1989 y 1998 Venezuela avanzó velozmente en la descentralización. Esto se vio reflejado en 3 aspectos: a) se democratizó el gasto público ya que, para 1998, casi el 30 % del presupuesto nacional se ejecutaba descentralizadamente; y un mínimo del 20 % del presupuesto nacional que debía invertirse de esta forma; b) se acercó la solución de los problemas a la gente, y al lugar en donde ocurrían esos problemas. Mediante un proceso complejo pero enriquecedor, los estados y municipios asumieron muchas de las competencias que ejecutaba el gobierno nacional. Por último, c) se enriqueció el panorama político del país permitiendo que nuevas y diversas figuras emergieran de las distintas regiones para competir con fuerza en el debate político nacional. Este era un coto que, hasta el momento, había estado casi por completo reservado para quienes hacían política desde la capital. Así, el poder se distribuyó más democráticamente, más cercano a los ciudadanos y no solo a una persona o partido.

Pero, a partir del 1999, comenzó un proceso continuo de recentralización del país: se estableció un máximo y no un mínimo del presupuesto nacional que debía ser ejecutado en las regiones; el Consejo Federal de Gobierno ha sido una instancia para centralizar el poder y no para distribuirlo; en 2006 es aprobada la Ley de los Consejos Comunales y el gobierno de Chávez empieza a dejar de reconocer a otras instancias como mecanismo de participación y organización. Se recentralizaron los servicios, las autopistas, puertos, aeropuertos y sistemas de agua, y se eliminó la posibilidad de establecer alianzas público/privadas y concesiones para mejorar los servicios. Adicionalmente, todo el excedente del ingreso petrolero fue a los fondos controlados por el ejecutivo nacional y hoy en día solo un 5 % del presupuesto nacional es ejecutado en las regiones.

Esta tendencia hoy se agrava con la aprobación, mediante un tinglado inconstitucional, de un conjunto de leyes: la del Parlamento Comunal y la de Ciudades Comunales. Y en la agenda del régimen parecieran estar la Ley del Consejo Federal de Gobierno, la del Poder Popular para las Contralorías Regionales y Locales, la de Zonas Económicas Especiales y la de Planificación Territorial; todas estas vinculadas al ordenamiento político territorial, en un año en que buena parte del debate político nacional son las elecciones regionales.

Las leyes aprobadas en primera discusión, y lo que se sabe de leyes como la de Zonas Económicas Especiales, son en general inconstitucionales:

Entran en franca contradicción con el Artículo 136 constitucional.

En cuanto a la distribución del poder público, persiguen vaciar de funcionalidad a municipios y estados abriendo la posibilidad de aprobar o no los presupuestos y de reasignar competencias a las instancias del Estado comunal. Esto en lo que resulta es en recentralizar el poder.

Fortalecen los mecanismos de control social en las comunidades.

Asignan discrecionalmente espacios de nuestro territorio a ciertos aliados del régimen. Esto tiende a aumentar la fragmentación.

Eliminan el derecho al voto universal, directo y secreto, pues el voto en las instancias planteadas es asambleario.

El modelo comunal no es funcional (lo es a efectos de la dominación del régimen), solo sirve y está diseñado para que el ejecutivo nacional acumule más poder. Y para eliminar todas las instituciones y organizaciones intermedias y los mecanismos reales de participación.

Amenazan con dar vigencia del llamado Parlamento Nacional Comunal; este no sería otra cosa que un parlamento paralelo.

Por todo esto, es fundamental que, así como se ha puesto énfasis en el CNE y las condiciones electorales, la alianza opositora ponga en el centro de sus preocupaciones el avance del Estado comunal y la progresiva destrucción del Estado Federal descentralizado. La elección, para que sea útil, debe ser parte de una estrategia integral en varios tableros. Y, si fuese competitiva, podría ayudar a potenciar los liderazgos de la oposición y a ocupar posiciones de poder que contribuyan con el cambio del país; pero ese liderazgo podría perderse si al final la elección no se traduce en una alternativa real de ejercer ese poder. Esa es una posibilidad muy concreta frente al avance del Estado comunal.

Frente al modelo comunal, nuestra bandera debe ser el Estado Federal descentralizado; y debemos repensar el Consejo Federal de Gobierno, para que realmente esté a la orden de la descentralización; establecer de nuevo un mínimo y no un máximo del presupuesto nacional que sea ejecutado en las regiones, impulsar la Ley de Hacienda Pública Estadal; ir hacia esquemas que permitan que porciones más grandes de la recaudación tributaria se queden en la regiones; avanzar en la Tributación Municipal Petrolera, reconocer las asociaciones de vecinos y otras formas de organización vecinal, abrir la posibilidad de las alianzas público-privadas para mejorar la experiencia de los ciudadanos, entre otras muchas políticas que pueden ayudar reconstruir la descentralización y mejorar la calidad de vida de todos.

Hoy, una de las tareas fundamentales de los partidos, de nuestro liderazgo en el exilio y de cada fuerza social en cada rincón del país, debe ser luchar contra el avance del Estado comunal y poner esta lucha en el centro de la estrategia opositora de cara a cualquier decisión que se tome con respecto a las elecciones regionales. La descentralización se ha convertido rápidamente, en cuestión de 30 años, en parte de nuestro ADN político y cada venezolano en cada estado y municipio debe luchar por rescatarla.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Pedro Méndez Dager Sep 07, 2020 | Actualizado hace 3 días
Sobre el 6D y la ruta unitaria

@pedro_mendez_d

Algunas consideraciones de fondo

Enfrentamos a un régimen autoritario hegemónico. Pero además es un régimen sostenido por la economía criminal y con lógica de funcionamiento revolucionaria, por lo tanto, dispuesto a cambiar las reglas de juego ante cualquier coyuntura con tal de mantenerse en el poder.

Esa misma condición revolucionaria hace que la oposición sea vista no como un rival político, sino como un enemigo al que hay que eliminar.

Por lo tanto, todas las acciones de la unidad democrática deben estar dirigidas a debilitar, presionar y deslegitimar al régimen. El objetivo debe ser lograr un quiebre o una negociación que conlleve a una transición y la recuperación de la democracia.

El régimen promoverá elecciones si piensa que puede ganarlas o robárselas. Por consiguiente, no podemos pensar en eventos de este tipo como una elección, sino unidos y con una estrategia clara, como una oportunidad de debilitar al régimen y exponer el fraude. En la lógica de presionar y deslegitimar al régimen el camino de una elección debe ser recorrido como un instrumento de lucha y estar dispuestos a no reconocer el resultado o a retirarnos de la elección si hay fraude.

No es viable la tesis de ir ganando espacios electoralmente porque el régimen no actúa democráticamente. Eso pertenece a otro momento de esta historia. El régimen ha ido evolucionando de un autoritarismo competitivo a un autoritarismo hegemónico. Toda estrategia de la unidad democrática hoy debe comprender la resiliencia del régimen y su capacidad de modificar constantemente las reglas. Es falso que se pueda asistir a estas elecciones del 6D para luego legislar, para tomar alguna decisión desde el Parlamento y ni siquiera para tener una voz que pueda ser escuchada. Vistas las condiciones, ni siquiera es posible ganar. Pero sí ayudaría al régimen a regularizar su situación.

Cuba y el régimen buscan, a toda costa, dividir a la oposición, ganar legitimidad, normalizar su secuestro del poder y construir una oposición hecha a la medida. Busca que se le retiren las sanciones, disminuir la presión internacional y golpear moralmente a la unidad.

El gobierno interino es una consecuencia jurídica y política del fraude impuesto por el régimen en la elección de 2018.

Es una tesis política sostenida por la unidad, respaldada por la decisión colectiva de la Asamblea Nacional. Pero además es una instancia colegiada construida con el apoyo político de la unidad. La administración de ese gobierno interino ha tenido errores y ha tomado decisiones erradas inconsultas y otras, también equivocadas, colectivamente. Pero es un bien y un activo de todos.

Si colectivamente estimamos que el gobierno interino no es el mecanismo más eficiente para luchar por la liberación de Venezuela, entonces debemos buscar una alternativa para la conducción de los esfuerzos de liberación del país y una instancia que permita proteger los activos de la República en el exterior, al tiempo que lleve adelante la estrategia internacional que mantenga y aumente el apoyo de otros países a la causa de la libertad en Venezuela.

La política de la oposición hoy no ha sido exitosa en el objetivo de lograr el cambio político. Pero si no estuviese teniendo parte del efecto deseado, ¿por qué el régimen se empeña en hacer todo lo posible por acabar con esa política?

Las sanciones pueden revisarse, pero bien direccionadas son parte de la situación que tiene débil al régimen. Liberan presos y dan algunas concesiones, en parte, porque las sanciones le pesan. No podemos ser nosotros en la unidad quienes hagamos los esfuerzos por quitar las sanciones. Por ejemplo, quienes se empeñan en que no se bloquee la llegada de diésel (que estoy de acuerdo en que podría ser una sanción revisable) poco dicen cada vez que el régimen envía petróleo y sus derivados a Cuba y eso hay que hacerlo también, aun con mayor fuerza. Participando en cualquier convocatoria semielectoral, negociando de buena fe y quitando las sanciones el régimen no tendría razón alguna para liberar presos políticos.

Algunas consideraciones de forma

Es incorrecto e inmoral recurrir al argumento de que la unidad y el régimen se pelean por el poder mientras la gente sufre. En primer lugar, porque el régimen encarcela, roba, tortura, exilia, persigue y censura mientras la oposición ha buscado por 21 años una salida constitucional. En segundo lugar porque la enorme mayoría de la unidad lucha, justamente, por resolver los problemas de la gente.

Hacemos política con principios y valores para sacar a Venezuela de la miseria, la diáspora y la pobreza. Es falso también esgrimir que solo si se participa en el 6D se lucha y si no se participa no se está luchando. Las distintas tesis en torno al cambio político en Venezuela son válidas. Y la enorme mayoría de las personas que militan en los partidos o que forman parte de las organizaciones de la sociedad civil lo hacen porque, a su manera, están luchando y lo hacen por la gente.

La estrategia debe ser luchar y presionar dentro de Venezuela y en el plano internacional para conseguir condiciones electorales y, llegado el momento de una elección, usarla como mecanismo de lucha para defender la voluntad del pueblo. Y en ninguna medida para legitimar o normalizar la situación del régimen.

La política en general es negociar y es ir a elecciones, sí. Pero no se agota en eso. La política es luchar en el campo que toque por defender el bien común. Nuestra tarea debe ser debilitar y dividir al régimen, no debilitarnos y dividirnos nosotros. Lo que no es permisible es cohabitar, apaciguar, normalizar.

Consideraciones para la acción política

No hay opciones fáciles por las condiciones que impone el régimen. Sí es necesaria una estrategia clara. Pero, cerrados los canales de participación política, la resistencia nos puede obligar a períodos en los que simplemente mantenernos vivos y libres es suficiente; luego debemos construir fuerza y alianzas para protestar, reclamar, presionar. Pero la dificultad de las circunstancias planteadas no nos pueden llevar a “hacer algo”, cualquier cosa.

La acción política hoy debe partir del reconocimiento de las virtudes que otros análisis tienen del momento político. No tiene sentido banalizar la importancia de los argumentos presentados por quienes estiman necesaria la colaboración de los aliados internacionales, pero tampoco se puede disminuir la importancia de la protesta y la lucha por los derechos. También es necesario considerar eventos cuasielectorales como mecanismos de lucha. Pero todo ello requiere comprensión de toda la realidad que nos rodea y no encastillarnos en posiciones que, por sí solas, a nada llevan.

Por último: construir desde la base. Debemos poder movilizar a cada ciudadano en el reclamo por sus derechos. Hacer política desde la base se convierte en un reto y una necesidad.

Reconocer nuestro valor

Reconocer nuestro valor

Esto significa mucha organización y mucha pedagogía política para interpretar el sentir de los ciudadanos y potenciar su justa indignación por las terribles condiciones de vida a las que nos ha sometido el socialismo. Esa acción de base puede y debe incluir a la diáspora, materia pendiente en el enorme esfuerzo colectivo que debe significar la liberación del país.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Una estrategia para el pacto unitario

@pedro_mendez_d

Muchos, y mucho, discuten la táctica, el siguiente paso. Pero lo fundamental es construir una estrategia que logre liberar a Venezuela, cimentar un gobierno de transición y poner las bases de un futuro pacífico, en desarrollo integral y en democracia. No tiene sentido discutir si marchar o no marchar, sancionar o no sancionar, votar o no votar. Lo importante es definir si estas acciones, unas, otras o todas ayudan a alcanzar el objetivo.

Con respecto al evento pautado para diciembre de este año por el CNE, írritamente designado, es preciso destacar que ya esa experiencia del fraude la hemos vivido y, por la naturaleza de aquello a lo que enfrentamos, no ha servido como desencadenante de nada, o al menos no de lo suficiente: probar una vez más, sería reincidir voluntariamente en el fracaso.

El régimen se cree y se pregona revolucionario, por lo tanto, su naturaleza va a imponer nuevas condiciones ad infinitum. Va a modificar constantemente las reglas de un juego que se va agotando y se ha convertido en monólogo. Así, condiciones como las de las elecciones de 2015 no volverán.

Las reglas del juego político cambiaron, modificadas e impuestas a la fuerza por un régimen que, abiertamente, pregona que no va a permitir ninguna elección que pueda perder.

Nadie puede decir que no hemos intentado ir a elecciones: fuimos a muchas. A pesar y por encima de fraudes masivos, jugarretas, amenazas, persecuciones, asesinatos, torturas y cárceles y, hasta hace muy poco, impulsamos el Comité de Postulaciones Electorales pluralmente designado en la Asamblea Nacional; aun así la respuesta del régimen fue avanzar sobre el CNE, confiscar las tarjetas de los partidos y una lista de exabruptos cometidos en la corta gestión de los “rectores”.

Resalta, por cierto, la decisión inconstitucional según la cual, ahora, los pueblos indígenas no ejercen su derecho al voto de manera directa y secreta, sino mediante una especie de voto de segundo grado.

Toca construir una alternativa en torno a un nuevo pacto unitario. ¿Un pacto en torno a qué?

Los grandes objetivos, creo, deben ser: debilitar las estructuras que sostienen al régimen, liberar a Venezuela de las múltiples ocupaciones extranjeras que han anulado su soberanía y edificar un gobierno de transición.

Para hacerlo, cualquier estrategia debe partir de los hechos: enfrentamos a un régimen con vocación totalitaria, que ha puesto al Estado a funcionar en torno a fines privados e intereses extranjeros y ha entregado porciones del territorio a los aliados que le permiten mantener a sangre y fuego el statu quo.

Para lograr esto hay dos grandes grupos de tareas que debemos emprender cuanto antes:

 Aliados

En primer lugar, arreciar la presión con el apoyo de los aliados y con un plan realista. Pero la tarea es fundamentalmente de los venezolanos. Nuestros compañeros en el exilio deben diseñar y ser parte funcional del esfuerzo de presión. La tarea es fundamentalmente nuestra, nadie va a venir a resolver la tragedia. Será necesario, además incorporar a todo el talento y la experiencia que haya en el exilio.

INSERT Tanta diplomacia como sea posible

 Presión interna

El otro gran conjunto de tareas debe ser la presión interna: movilizarnos solidariamente en torno a la emergencia humanitaria y a la educación, fortalecer el tejido social, multiplicar las denuncias por la ruina de los servicios públicos y por nuestros derechos y el acompañar a las víctimas de la persecución. Redefinir las estructuras sociales y políticas será fundamental para resistir y acometer estas tareas.

Igualmente será necesaria una redefinición de las posibilidades de la diáspora y los exilados. La tarea es mucho más compleja y sofisticada que lo planteado por quienes ponen todas las esperanzas en una intervención, o quienes las ponen enteramente en un evento electoral.

Finalmente, la estrategia debe ser guiada por valores, por principios. Para diseñarla no pensemos pragmáticamente en el siguiente paso nada más: pensemos en los fines y en la Venezuela que queremos; en el drama desgarrador de los millones sometidos a la pobreza y los otros tantos que sufren en la diáspora; pensemos en la Venezuela que queremos para traerlos de vuelta y para construir verdaderamente un país de progreso.

Pensemos en lo posible, pero pensemos también en lo deseable.

Actuemos en función de los intereses de Venezuela, pero no perdamos de vista el marco del conflicto internacional de valores y estrategia global de potencias en el que se inscribe nuestro drama: un escenario radicalmente más complejo y dinámico.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Pedro Méndez Dager May 12, 2020 | Actualizado hace 22 horas
Petare sufre

@pedro_mendez_d 

Petare sufre en estos días. Sufre desde hace mucho la falta de servicios, la inseguridad, la falta de transporte y de instituciones que trabajen por el bien común. Es parte de la ciudad, pero tales privaciones le impiden disfrutar de todas las ventajas de estar en ella.

En Venezuela, el Estado solo sirve para que quienes lo usurpan puedan perpetuarse en el poder y para perseguir a la disidencia. No hay ni Estado de Bienestar ni Estado de Derecho, por eso no están garantizadas ni la educación, ni la salud, ni la seguridad social, ni la justicia, ni los servicios, nada que implique derechos civiles y políticos.

El Estado está al servicio de grupos corruptos y violentos que someten a todo un país.

Por eso, los petareños hoy sufren más y sus hijos deben ver como normales las armas y las detonaciones y la ley del más violento que controla espacios del barrio, como pasa en el resto de Venezuela con amplias regiones del país entregadas a organizaciones criminales.

Lo que pasa hoy en Petare pasa en el Arco Minero, en Aragua, en el estado Sucre, en todas nuestras fronteras, en el estado Falcón y en todos los lugares en los que se ha entregado a un poder fáctico paraestatal las competencias y responsabilidades que deberían recaer en los organismos de seguridad del Estado.

Entender estas dinámicas es condición necesaria para lograr el cambio político en Venezuela. Cualquier análisis que no tome en cuenta la trascendencia de esto en el equilibrio de la coalición dominante no atiende a la realidad completa de aquello a lo que enfrentamos.  

Los vecinos del municipio Sucre tenemos derecho a tener un gobierno municipal, regional y estadal que nos garantice los servicios, la seguridad, el aseo urbano, la planificación urbana y obras públicas de calidad. Petare, esa parte autoconstruida de nuestro municipio, esa parte, como pocas, hecha con el sudor de la frente de sus habitantes, tiene derecho a vivir dignamente y a tener oportunidades de progreso y de justicia.

De cara al futuro, no solamente habrá que trabajar por recomponer la soberanía, al Estado, a la administración pública y la descentralización para que nuestros municipios puedan desarrollar todo su potencial económico y brindar buena calidad de vida a los ciudadanos. Sino que haciéndolo debemos lograr que quienes en los barrios del país hoy solo ven opciones en la violencia, puedan tener oportunidades de emprender, estudiar y progresar.

Una premisa de cara al futuro es generar las oportunidades para que todos podamos desarrollar nuestras potencialidades, para que cada venezolano pueda estudiar y tener las condiciones mínimas para convertirse en generadores de valor, de emprendimientos, de ideas.

Es problema de todos en nuestra sociedad que tantos jóvenes en los sectores populares encuentren un refugio en la violencia. Y no se trata solamente de construir canchas para sustituir armas por deporte, no se trata solo de administrar de forma correcta el sistema educativo, no son solo programas de alimentación; se trata sobre todo de programas de educación temprana y educación técnica que cambien las perspectivas de futuro de los niños y jóvenes.

Se trata de liberar la economía para atraer inversión, generar empleo y riqueza que cambien los incentivos para toda la sociedad y que cada quien encuentre sentido y una vida digna en el trabajo honrado y en la inversión.

Necesitamos recuperar el Estado, en su esencia y función, y su soberanía.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Las ciudades vacías, por Pedro Méndez Dager

@pedro_mendez_d

Ver las ciudades vacías en medio de la cuarentena nos hace pensar en aquellas cosas que las hacen ser tan trascendentes para el progreso, para la convivencia, para el desarrollo de casi todo. Porque casi todo será mejor en la medida en que muchos pensemos y trabajemos juntos y al mismo tiempo en ello. Y las ciudades son, por excelencia, los espacios en los que la gente se encuentra para lograr objetivos comunes. Al respecto algunas reflexiones:

Ver las calles, espacios públicos, bibliotecas, universidades, oficinas vacías nos hace extrañar eso que es característico de las ciudades: la proximidad entre unos y otros. Es cierto que allí está el internet, las computadoras, los teléfonos inteligentes. Es cierto que algunos hemos estado hiperconectados a propósito de la pandemia, pero esto de ninguna forma sustituye al contacto humano.

Como nunca se demuestra la paradoja de la distancia, que nos dice que a pesar de estar superconectados seguimos valorando el estar juntos y las actividades presenciales. Estar aislados impide que las ideas fluyan, se hagan más complejas, sean cuestionadas y mejoradas por el enorme crowdsourcing que ocurre naturalmente en las ciudades. Estar aislados hace que los emprendimientos no ocurran y que los negocios y el empleo, esos dos grandes magnetos de las ciudades, no se den.

En Caracas y en Venezuela en general encontrarnos y conectarnos se ha hecho cada vez más complicado. Entrar y salir del país se hace cada vez más difícil, pero además movernos entre las ciudades y dentro de las mismas se ha hecho difícil, costoso, peligroso y muy desagradable. A esto sumemos que la falta de gasolina producto de la destrucción que el socialismo infringió a nuestra industria petrolera, ha hecho que, incluso desde antes de la COVID-19, Venezuela estuviese en cuarentena.

Por otra parte, la movilidad es el elemento que nos permite disfrutar a los habitantes de todas las bondades de una ciudad. La cuarentena nos aísla y, como demuestran los datos de la plataforma de Google COVID-19 Informes de movilidad comunitaria, la gente ha dejado de moverse.

Así, el transporte público (que solo es posible y rentable en las ciudades), al estar detenido nos impide disfrutar de las opciones que ofrece la ciudad, mientras que lo poco de lo que podemos disfrutar depende, en parte, de un costoso delivery. 

El encuentro en el espacio público, el debate público y la política en general se hacen cada vez más difíciles y podría correrse el riesgo de que el aislamiento haga aun más tensos los debates, más extremas las posiciones y más complejos los acuerdos.

En estas circunstancias las ciudades parecieran perder eso que las hace eficientes y productivas que es el encuentro. Cada uno encerrado en su “suburbio” aunque estemos a pocos metros unos de otros, pero sin la posibilidad del contacto y el encuentro.

Así vemos que los parlamentos han dejado de reunirse, las ruedas de prensa no se dan, la posibilidad de visitar las comunidades desaparece como una opción para la política y para los políticos. Es decir, las ciudades como el mejor lugar para ejercer la ciudadanía, entendida como derechos y deberes de una persona dentro de un cuerpo político, simplemente desaparecen.

Por todo lo anterior, durante la coyuntura las sociedades deben hacer todos los esfuerzos por comunicarse, por no abandonar los espacios virtuales de encuentro, entendiendo que no todos los miembros de una sociedad tienen las mismas posibilidades de estar conectados.

Paralelos a los esfuerzos de apoyo económico y los esfuerzos sanitarios, debemos hacer todo lo posible por mantener al número más grande de conciudadanos posibles conectados y en red. Esto último requerirá el desarrollo de fórmulas novedosas y mucha innovación para la comunicación política.

Luego, de cara al futuro, será conveniente defender la densidad y la posibilidad de movernos en las ciudades.

Habrá seguramente movimientos que pretendan generar un aislamiento de las ciudades, disminuir el número de vuelos y la conectividad en general, pero por encima de eso será bueno darle valor a todas las cosas positivas que generan para nosotros las ciudades como grandes nodos de encuentro, de desarrollo de ideas, de emprendimiento y de riqueza para todos.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

COVID-19 y articulación política, por Pedro Méndez Dager

@pedro_mendez_d

Vista la amenaza que representa la COVID-19 y la medida en que el desastre humanitario venezolano podría acentuarse con el virus que la produce, se plantea la posibilidad de que el gobierno del presidente encargado, Juan Guaidó, y el régimen de Maduro pudiesen articular algunas acciones para minimizar la catástrofe en ciernes. Al respecto algunas consideraciones:

* Ante todo es bueno recordar que Venezuela ya viene de un esquema de emergencia humanitaria. Esto no es nuevo y el régimen no ha mostrado ninguna voluntad de llegar a acuerdos que beneficien a la gente dejando entrar la ayuda humanitaria. ¿O es que acaso los muertos de los últimos años por falta de medicinas, de servicios o de seguridad, son menos muertos que los que puede causar la COVID-19?

* En todas las oportunidades en las que se han buscado posibilidades de acuerdo y encuentro, el régimen ha demostrado que solo quiere obediencia y sometimiento. Esto ocurrió con todos los diálogos y con todas las posibles salidas democráticas, constitucionales y pacíficas como el referéndum y todas las elecciones después del 2015. Es el régimen el que debe dejar la demagogia y la política clientelar y realmente estar dispuesto a trabajar por solucionar el problema del colapso del sistema de salud y el posible impacto del coronavirus. Nosotros estamos dispuestos a articular.

* La posibilidad de entregarles recursos debe quedar descartada. Así no se va a contener la crisis. Lo que necesitamos es el personal, la infraestructura y equipos necesarios para controlar el virus y sus efectos secundarios.

* Una alternativa podría ser utilizar recursos de la nación con los que cuenta el gobierno encargado en el exterior para que, con aprobación de la Asamblea Nacional, pudiésemos financiar el apoyo de organizaciones internacionales dedicadas a la salud u otros para desplegar un programa de contención de los efectos de la COVID-19.

* Por otra parte, hay que tener en cuenta la experiencia con aquel proyecto de CAF para la electricidad en el Zulia, el apoyo planteado en aquella oportunidad no resolvía técnicamente el problema eléctrico del Zulia y potencialmente podía convertirse en una fuente de corrupción, que hubiese sacrificado nuestra posición política y no hubiese ayudado a ningún zuliano.

* Articular en esta materia, además, debería permitirnos avanzar en la agenda y condiciones hacia una elección presidencial, aprovechando la presencia de organizaciones internacionales para garantizar la posibilidad de que sean competitivas. Esto, por supuesto después de superada la crisis del virus. Y es que esto es, ante todo, un problema político, debemos hacer política de altura y realmente enfocada en el bien común para salir de la crisis de la COVID-19 pero, además, para resolver las condiciones que generaron desde hace años una emergencia humanitaria compleja en el país.

* Pero aun más importante es entender y recordar constantemente que aquí no hay dos bandos que no se ponen de acuerdo. Dos grupos en igualdad de condiciones disputándose el poder. Aquí lo que hay es un grupo que ha secuestrado al país, a su población y a su territorio, ha encarcelado, exiliado, torturado. Han expropiado y destruido la infraestructura del país, sus recursos y sus tierras productivas. Mientras que el otro grupo ha insistido, por 20 años, mediante vías democráticas en conseguir una salida constitucional y pacífica. Buena parte del país está secuestrado por organizaciones criminales, por lo tanto no podemos bajo ningún respecto ser ingenuos en nuestra actuación de aquí en más. Tenemos que entender las condiciones en las que el régimen hace su política y tener claro, en todo momento, que ese es el ambiente en el que se movería cualquier intento de articulación.

* Dicho todo esto y tomando estas previsiones, debemos ser nosotros, con Juan Guaidó a la cabeza, quienes impulsemos la propuesta y agotemos las posibilidades para articular todo lo posible. Esta articulación, necesariamente, debe pasar por el reconocimiento de la Asamblea Nacional como el espacio natural para lograrlo. Nosotros estamos dispuestos a trabajar por el país.

El gobierno del presidente (e) de la República Juan Guaidó tiene un plan para rescatar a Venezuela y proyectarla hacia el desarrollo, después de 20 años de destrucción. El Plan País es la garantía de que el cambio no es un salto en el vacío y la Asamblea Nacional ha trabajado para que el consenso sea el pilar sobre el cual se sostenga este gran acuerdo nacional que dibuja el futuro del país y que podría ser la expresión, en términos de política pública, de ese gran pacto de pueblo que debemos construir de cara al futuro, para liberar a Venezuela e implantar condiciones de gobernabilidad que hagan viable la reconstrucción de la República.

Han sido años demasiado duros para el alma venezolana: el trauma que hemos vivido durante estos 20 años es de magnitudes comparables a los peores dramas que ha vivido el mundo, en la misma proporción de las grandes guerras, los genocidios y las peores hambrunas. Es la clase de episodios que destruyen por completo y para siempre una nación o que la obligan a reconstruirse en torno a un pacto fundamentado en lo realmente propio de la nacionalidad y de los valores compartidos.

Jared Diamond, quien ganó el Premio Púlitzer con el libro “Armas, Gérmenes y Acero” ha escrito recientemente uno más en la trilogía de libros después de “Colapso”. En la nueva publicación, llamada Upheaval (Convulsión), Diamond propone una teoría de cómo las naciones pueden recuperarse de grandes crisis en función de ejemplos como Finlandia después de resistir la invasión soviética o Chile pudiéndose recuperar después los años de conflicto en los gobiernos Allende-Pinochet. Su teoría se fundamenta en la importancia de que los pueblos puedan hacer auto evaluaciones de su situación y sus causas, y tomar responsabilidad por los errores colectivos y también por los grandes acuerdos necesarios para salir de situaciones traumáticas. Todo lo anterior cimentado en los valores fundamentales y en la necesidad de definir la identidad de una nación.

Cara al futuro, los venezolanos tenemos el reto de definir esos valores fundamentales y asumir la responsabilidad colectiva, no solo de reconstruir a Venezuela, sino más bien de construir una nueva y mejor Venezuela. Definir nuestra visión y nuestro lugar en el mundo y el rol que queremos jugar en un momento en el que la globalización ya no es una opción sino una condición existencial.

 

Hoy, la tarea inmediata es la liberación del país, pues Venezuela ha sido ocupada y su soberanía entregada a grupos criminales nacionales y extranjeros. Esta tarea es de todos, sí, pero la gran tarea colectiva será la reconstrucción. Hoy los riesgos y las grandes decisiones deben ser asumidos por un liderazgo político responsable y consciente del verdadero desastre en el que estamos metidos. Pero la tarea de reconstruir es de todos en mucha mayor medida que la tarea de liberación. Allí no habrá espacio para las excusas, ni habrá condiciones o tiempo para que los que se fueron esperen “a ver qué pasa”.

La labor de reconstrucción es, y ha sido en países como la Alemania de la postguerra, una tarea en la que cada venezolano será responsable y se necesitará del trabajo, el sacrificio y la honestidad de todos para la construcción de instituciones sólidas, con la mirada puesta en reconstruir la República y la democracia, y en generar riqueza, empleo y bienestar desde un aparato productivo que, además, tendrá que competir con tenacidad en un mundo integrado y en unas circunstancias donde la inversión extranjera, no solo será conveniente, sino necesaria.

Ese es el desafío para Venezuela entera: aceptar que estamos en una crisis histórica y que, de entrada, no hay para todo y para todos; aceptar que cada uno de nosotros tiene responsabilidad por acción u omisión en las causas que nos llevaron al desastre; identificar los problemas estructurales que aquejan nuestra sociedad y que nos metieron en estos lodos y unirnos en torno a lo verdaderamente venezolano, asumiendo cada cual su cuota de responsabilidad, sacrificio y riesgo.

¡Facilito!

@pedro_mendez_d

Lo único exigible es la liberación, por Pedro Méndez Dager

“EXIGIMOS LA DISCUSIÓN DE UN ACUERDO sectorial de cooperación, para atender la reconstrucción del sistema eléctrico nacional en el que hemos avanzado con los actores políticos, equipos técnicos de la ONU y la Corporación Andina de Fomento”. #SociedadCivilHabla 

Con este tweet y otros, organizaciones como el Centro Gumilla exigían sea puesto en marcha un “mecanismo humanitario (que) ofrece un espacio institucional regido por los principios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia que bien podría producir las condiciones para garantizar la claridad, tanto en el manejo de fondos como en la realización de los diversos proyectos prioritarios que aliviarían el gran sufrimiento que atraviesa el pueblo de Venezuela”. Y la implementación de un “acuerdo sectorial de cooperación para atender la reconstrucción del sistema eléctrico” que requiere la “sincera voluntad de todos los actores” y que sería implementado por CAF y ONU.

Para quien escribe estas líneas resulta desconcertante que se “exija” a todos los actores como si se tratase de dos iguales que se pelean en las mismas condiciones por el poder en Venezuela. Pareciera que sigue sin ser evidente que la sociedad venezolana ha sido secuestrada por un grupo de bandas criminales con los agentes cubanos a la cabeza. No discuto los méritos de estas organizaciones, pero hago un llamado a que se haga la interpretación correcta. No nos puede seguir ganando la ingenuidad, estos regímenes no juegan.

Bajo esta lógica, se coloca en los mismos términos y condiciones, al gobierno interino y al régimen usurpador. El primero deriva de un poder legítimo, democrático, constitucional emanado de las facultades de la Asamblea Nacional Venezolana, y el segundo de la imposición por fuerzas transnacionales, con una estrategia que buscan eliminar de raíz la posibilidad misma de disentir. ¿Qué haremos como sociedad? ¿Resistimos o permitimos nuestra aniquilación? ¿Equiparamos poderes y condiciones o somos capaces de ver las diferencias?

Venezuela sufre los embates de una tiranía, de la ocupación cubana y de la presencia de innumerables grupos irregulares en nuestro territorio. Organizaciones que crecieron a la sombra del todopoderoso Estado socialista, hoy se saben independientes, sin lealtad a quienes les colocaron en el centro del poder; autónomos dominan a placer la soberanía, el territorio y los destinos de los millones de venezolanos. No perdamos de vista la naturaleza del régimen, nuestro principal objetivo debe ser liberar al país y reconstruir la República. Solo así millones de venezolanos podrán salir de la miseria, podremos recuperar los servicios, el empleo, la educación y la productividad y ponernos a recorrer, por fin, el largo camino al desarrollo.

Describir las raíces de la descomunal crisis del Sistema Eléctrico Nacional, no es el objeto de esta nota. En efecto, no se trata de una grave obsolescencia de equipos y tecnología: el Sistema Eléctrico Nacional está pulverizado desde las represas y centros de generación, hasta las redes locales de distribución. Los equipos humanos, la capacidad tecnológica que el País fue desarrollando, entrenando y consolidando desde mediados del S. XX, están en proceso de dispersión y en buena medida forman parte de la diáspora que, en busca de la supervivencia, comienza a fortalecer las reservas de recursos humanos en todo el vecindario americano.    

Después de desperdiciar, a lo largo de los últimos veintiséis años, la más brillante oportunidad de liquidar el subdesarrollo energético y eléctrico en Venezuela, contribuyendo así de manera esencial a evitar que la pobreza volviera a enseñorearse de los venezolanos; después de hacer desaparecer los sucesivos y sustanciales fondos asignados a proyectos sin producir resultados, los representantes del oficialismo cubano-chavista no están en posición para ser invitados a la reconstrucción inicial del Sistema, excepto para la entrega de cuentas y el suministro de la información inicial requerida.

El único acuerdo pensable, es uno que garantice el reconocimiento de una nueva administración surgida de la dirección del Presidente (e) Juan Guaidó, bajo un eficaz control final de la Asamblea Nacional y sin la participación de CORPOELEC. No estamos en condiciones de conceder nuevos puntos a la ingenuidad y arriesgarnos a destruir la esperanza y la incipiente confianza de los venezolanos, en la reconstrucción. ¿Estarán en disposición, los directivos y gestores del Sistema Eléctrico actual, en cenizas, acudir a este esfuerzo conjunto? ¿Podrán omitir las dramáticas circunstancias y la radical incidencia de la crisis eléctrica, en la vida diaria de los venezolanos, en los sistemas de salud, en los sistemas de producción, en los medios de comunicación, en toda la vida de la sociedad venezolana? Es con ellos con los que tienen que hablar y a quienes tienen que convencer las personas que, probablemente de muy buena fe, abogan por un encuentro entre las fuerzas democráticas y los responsables de la gestión del Sistema Eléctrico Nacional.

Exponer los escasos recursos, la confianza y la fe del pueblo, a la rapacidad demostrada por más de veinte años sería acercarse a una hecatombe sobrevenida, sólo que esta vez, seríamos todos o casi todos, cómplices. Solamente si el control minucioso e íntegro desde la etapa de diagnóstico y proyectos, hasta la normalización de operaciones de las nuevas obras, queda en manos de un nuevo funcionariado, perfectamente supervisado y evaluado, podría hablarse de un entendimiento. Y eso supone la transferencia inmediata de la administración y de los recursos, al gobierno interino y a la democracia.

Entender la dimensión existencial de la tragedia en que nos metió el Chavismo, no es fácil, ¡pero no es tan complicado!

@pedro_mendez_d