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#DiezPensadoresIneludibles | Juan Germán Roscio

@eliaspino

La fundación de la república necesita el respaldo de un pensamiento que la justifique y legitime, trabajo en el cual destaca el abogado Juan Germán Roscio sin posibilidad de rebatimiento. Trata el problema fundamental de su tiempo, que no solo incumbe a la organización política que entonces se forma en Venezuela sino también a las sociedades del resto del continente metidas en el mismo trance. De allí  una reflexión capaz de trascender las barreras nacionales, que lo convierte en el autor más coherente y profundo de su generación.

Roscio destaca por su actividad en los pasos que conducen a los sucesos del 19 de abril de 1810, debut de los criollos en los espacios públicos que jamás habían habitado a plenitud. Los movimientos que entonces lleva a cabo con un grupo de conjurados conducen a la convocatoria de un Congreso que declara la independencia política, y a funciones de mando que lo llevan a dura cárcel cuando cae el primer ensayo de república. Retorna a posiciones políticas de relevancia cuando Bolívar se establece en Angostura. Llega a ser vicepresidente de Colombia y promotor de las reuniones del trascendental Congreso de Cúcuta. Sin embargo, las funciones del poder y las regulaciones que promueve desde su cargo no se parangonan con la contribución de sus ideas  sobre uno de los problemas más acuciantes de la época.

Tales ideas se esbozan en dos textos alborales: el acta de la Declaración de la Independencia, en julio de 1811, de su exclusiva autoría; y la primera Constitución, en muchos de cuyos fragmentos está metida su pluma.

En el escrito que explica el nacimiento de la república refleja las vacilaciones de quienes lo promueven, hasta el punto de dejar   testimonio de las cautelas de un capítulo marcado por la incertidumbre. De los aportes al texto constitucional queda su interés por la propuesta de un sistema equilibrado que se desprenda del pasado sin echarse de bruces en el regazo de la modernidad, orientación que conduce a los  más exaltados a afirmar que ha participado en la construcción de una “república aérea”. Desconocen los críticos que a él se deberá el esfuerzo de mayor calado para hacerla intrépidamente terrenal, sin provocar la ira de los cielos.

¿Se puede hacer la Independencia sin faltar a los mandamientos de la ley de Dios? ¿Se puede cambiar a un rey que la Iglesia ha bendecido durante tres siglos, por un mandatario que el pueblo escoge porque lo dice un grupo de extremistas? ¿El derecho divino que nos ha metido en la horma de las monarquías cristianas sin que nadie lo haya objetado, puede quedar hecho polvo por la imposición de una filosofía que proclama la soberanía popular? ¿No es inmoral que los diputados reunidos en Caracas para salvaguardar los derechos de Fernando VII, terminen proclamando una república como las de Estados Unidos y Francia? Son preguntas que no se responden en público por el riesgo de la excomunión. Son temas aventurados en una comarca que se enfrenta a los desafíos de una historia inédita. Solo Roscio se atreve a abocetarlos en un escrito para la Gaceta de Caracas, Patriotismo de Nirgua y abuso de los reyes, preludio de lo después será su obra fundamental: Triunfo de la libertad sobre el despotismo.

Triunfo de la libertad sobre el despotismo, libro impreso en Filadelfia en 1817, critica la persistencia de una lectura manipulada de la Biblia para colocarla al servicio del absolutismo.

Las sagradas escrituras son la fuente de la libertad si se interpretan partiendo del criterio autónomo de los creyentes, afirma. Acude a las páginas de la Escritura con una pericia excepcional, con un conocimiento profundo de sus interpretaciones antiguas y modernas, para demostrar cómo sus lectores pueden interpretar el mundo, y especialmente los fenómenos políticos, con una lucidez y una novedad capaces de justificar la Independencia de las colonias de España y otras causas revolucionarias y progresistas en el resto del mundo.

Elabora un brillante argumento contra el magisterio tradicional y contra los criterios de autoridad, para cuya construcción señala que sigue las orientaciones de San Agustín. Sin embargo, las lleva a cabo como hizo Lutero en los tiempos de la reforma protestante en el área de la teología. El conocimiento de los evangelios, y su contraste con la posición de las autoridades eclesiásticas que predican la hegemonía de las autocracias, concluyen en un pormenorizado y brillante alegato que nadie hace en su época. Complementa la obra con otra reflexión de excepcional importancia porque levanta la voz contra la beligerancia del pontífice de turno. Se titula Homilía del Cardenal Chiararamonti, Obispo de Ímola, actualmente Sumo Pontífice Pío VII, en la cual arremete contra las disposiciones de la Santa Sede que ordenan al clero la condena de la Independencia y la fulminación de sus líderes.

Juan Germán Roscio demuestra que la Independencia política no es pecado, sino manifestación de virtud. De virtud heroica, por si fuera poco.

Un dilema capital de su época, resuelto debido a la utilización de herramientas racionales que no conducen a la ruptura con el magisterio tradicional, sino a su renovación, a su ajuste frente a las solicitudes temporales de una sociedad, lo ubican en la cúspide de una reflexión caracterizada por una pericia y una  profundidad poco comunes. Su Triunfo de la libertad sobre el despotismo se puede considerar como una obra mayor del siglo XIX hispanoamericano.

 

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