Un rey y un caballero, encuentro con el duque de Edimburgo - Runrun
Un rey y un caballero, encuentro con el duque de Edimburgo

El príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Foto Allan Warren (1992), en Wikimedia Commons (interv. por N. Silva / Runrunes).

El periodista Tony Bianchi nos cuenta su encuentro con el príncipe Felipe de Edimburgo en Milán, cuando trabajaba para la agencia Reuters

 

En octubre de 1965, a los pocos meses de haber sido contratado por la agencia de noticias inglesa Reuters, en su sede en la afamada calle de la prensa Fleet Street, mi jefe me mandó llamar para preguntarme si hablaba italiano y si estaba dispuesto a ir a Milán para cubrir British Week, evento organizado por el Ministerio de Fomento inglés para promocionar las exportaciones inglesas y, de paso, reportar la visita a esa ciudad del príncipe Felipe de Edimburgo. Acepté feliz por el encargo y por tener la oportunidad de ver a mi mamá, que vivía solamente a 50 kilómetros de Milán.

Al llegar a Italia, Reuters me advirtió que el mismo príncipe iba a pilotear el jet de la Casa Real, advirtiéndome, sin embargo, que las condiciones del tiempo eran muy inciertas y probablemente no le iban permitir el aterrizaje en el aeropuerto de Linate debido a la densa niebla. Me quedé en casa. Pero el monarca, experto y atrevido piloto de aviación de la marina, logró convencer a las autoridades aeronáuticas locales que experimentaran junto con él su nuevo “sistema de radar para aterrizajes en condiciones de poca visibilidad”. Para llegar a tiempo a su llegada, agarré el auto de mi mamá y me precipité a Linate, pero debido a la niebla choqué contra un camión que no me había visto llegar a un cruce.

Me enyesaron la muñeca izquierda, pero conseguí llegar al mismo tiempo que el príncipe Felipe a su hotel de Milán para poder reportar que había arribado sin problemas. La prensa británica no alivió el dolor de mi muñeca, ni contribuyó a compensar el daño al auto de mi madre, ni celebró mi reportaje, pero criticó severamente al príncipe por su falta de responsabilidad.

A los tres días, antes de volver a Inglaterra, el príncipe invitó a la prensa a un cóctel al que llegué atrasado. “¿Y tú quién eres y por qué llegas tarde?”, me preguntó el príncipe enfrentándome un poco enojado. Le contesté que quise enviar mi reporte de sus actividades para evitar retrasarlas, excusa que aceptó y me preguntó en qué departamento de Reuters yo trabajaba. Al responderle que era en la sección de América Latina se puso fúrico, alegando que él conocía muy bien a la agencia y que nunca había escuchado que Reuters tenía una sección de América Latina. Yo me planté y rehusé darle la razón sin causar, sin embargo, que él me echara a un lado. Mas bien él me ofreció un brindis con un cóctel mostrando una media sonrisa burlona.

A los 15 días, de vuelta a Londres, apareció en mi oficina un cadete de la Escuela Naval Inglesa en elegante uniforme preguntando por mí. “Le tengo una nota del Palacio de Buckingham”, me dijo, entregándome un sobre con el sello de la Casa Real.

“Usted tenía razón y yo estaba equivocado, perdóneme y le deseo una feliz carrera periodística,” decía la nota firmada por el propio duque de Edimburgo. Para mí él siempre fue un rey y un caballero.

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