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#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana | De la tradición antiizquierdista. Un libro de Argenis Rodríguez (VI)

Foto: Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez en una concentración de oposición al régimen chavista, junto a Osvaldo Alvarez Paz y Arnoldo José Gabaldón

Escrito con odio, de Argenis Rodríguez, representa una forma de libelo político, con antecedentes en la pluma virulenta de Juan Vicente González en el siglo XIX

 

@YsaacLpez

Si la lucha armada venezolana de los años sesenta ocupa un amplio registro en formatos como el ensayo político, el testimonio personal, la entrevista, la monografía de grado, el trabajo de ascenso universitario y la recopilación documental, igualmente ha sido centro de atención en una abundante narrativa de ficción.

Prueba de ello nos ofrecen Las 4 letras, de José Vicente Abreu (1969); País portátil, de Adriano González León (1969); Las tres ventanas, de Héctor Mujica (1970); El Desolvido, de Victoria D´Stefano (1971); Guerrilleros, cazadores y montañas, de Jorge Cardier Alvarez (1971);  Este combate no se decide todavía, de Fernando Márquez Cairos (1973);  No es tiempo para rosas rojas, de Antonieta Madrid (1975); Los Topos, de Eduardo Liendo (1975); Hacia la noche, de Eduardo Casanova (1975); La noche de la derrota, de Héctor De Lima (1975); Destino de un guerrillero, de Antonio Octavio Tour (1976); Bracamonte, de Julio Jauregui (1977); Los héroes no han caído, de Domingo Alberto Rangel (1978) e Inventando los días, de Carlos Noguera (1979), entre muchos otros. Y solo para mencionar a algunos de los publicados en la década de los setenta.

Pioneros de la producción literaria ficcional con base en la lucha armada fueron los libros de Argenis Rodríguez Entre las breñas (1964) y Donde los ríos se bifurcan (1965).

Excombatiente en las montañas de El Charal, Rodríguez dejó tempranamente la zona de operación y publicó esos textos donde la acción transcurría en frentes guerrilleros rurales, signados por: desorganización y anarquía, desabastecimiento, escasa formación militar y política de cuadros, estancamiento y desmoralización de tropas, desarticulación con las direcciones en las ciudades. Y progresivas prácticas de coacción ante las constantes deserciones y fugas.

Las obras fueron leídas no como creación literaria sino como testimonio del autor. Un testimonio decadente, pesimista, corrosivo.

Especialmente Entre las breñas fue recibida por los sectores de la izquierda aún en armas como: “literatura conciliadora, renegada” o “literatura de la derrota” deformante de la realidad y dirigida a desprestigiar la subversión protagonizada por sectores del PCV y el MIR. (Diego Salazar. Después del túnel, 1975, 275 y 281). Sin embargo, en descargo de Rodríguez, hay que decir que aun los más consecuentes revolucionarios repitieron en sus alegatos la misma descripción de aquellos frentes.

Como ha establecido la historiografía y la producción político-militante que se ha ocupado del tema de la lucha armada, para 1964 –año de aparición de Entre las breñas– se dan los “primeros síntomas de reflujo”, al producirse a finales de 1963 la derrota militar con la frustración de operaciones insurreccionales como el Plan Caracas; y la derrota política al volcarse la población a los centros electorales y resultar ganador el candidato del partido de gobierno, Raúl Leoni, lo cual parecía patentizar la falta de apoyo popular (Valsalice, La guerrilla castrista en Venezuela y sus protagonistas, 1979, 53-67; Linárez, La lucha armada en Venezuela, 2006, 82-101).

Esos acontecimientos generaron divisiones y exacerbación de tendencias en los partidos dirigentes, cuestionándose en algunas fracciones la viabilidad de la lucha armada.

En Después del túnel, de Diego Salazar, publicado por Editorial Ruptura, al narrar una discusión entre los presos políticos del Cuartel San Carlos sobre la “literatura de la conciliación” se reproducen fragmentos de una entrevista publicada en El papel literario del diario El Nacional el 23 de marzo de 1975, donde Ángela Zago –autora del testimonio Aquí no ha pasado nada (1972), también sobre su paso por las guerrillas– conversa con Argenis Rodríguez sobre sus libros.

Al comentar dicha entrevista, Salazar califica de cínico al autor de Entre las breñas (282), señalando que: “Ahora bien, ¿cómo es posible que un hombre como Argenis Rodríguez que pasó solamente 3 meses en la guerrilla, haya sacado tanto partido de su experiencia guerrillera? ¿Cuál puede haber sido la experiencia de Argenis Rodríguez?”

Y más adelante expresa Diego Salazar: “Argenis Rodríguez fue a la guerrilla no a combatir, ni a entregar su vida por un ideal, sino con el objeto de darse un shampoo de guerra y al costo de correr algún peligro, darse después ‘tremenda bomba’ ante los medios de difusión y hacer sus libros sobre ‘la guerrilla venezolana’… tres meses, de febrero a mayo, estuvo Argenis Rodríguez en la guerrilla, luego se fue a París con una beca y el resto “a vivir de su emocionante experiencia (…) Es una verdadera desgracia que este tipo de gente obtenga prestigio a costillas de una lucha tan heroica, pero resulta también lógico; no podemos olvidar que el gobierno le da todo tipo de facilidades a estos autores, porque le conviene perfectamente que salgan estos libros publicados, dado que le hacen una contrapropaganda a la guerra revolucionaria…” (Ibíd. 182-183)

Otro testimonio de la lucha armada venezolana, el libro Iracara. Memorias de un guerrillero, escrito por Gustavo Villaparedes bajo el seudónimo de Cromañón y publicado por Editorial San José, también nos muestra a través de constantes reprobaciones a los relatos y persona de Rodríguez la posición de los sectores de la izquierda nacional (1979, 50, 232, 255, 281, 292 y 298).

Una acusación fundamental se esgrimía: las descripciones aportadas por el escritor en Entre las breñas y Donde los ríos se bifurcan habrían suministrado importante información a los organismos de contrainsurgencia para la persecución y aniquilamiento de los grupos subversivos. Cierta o no tal especie, la misma se enmarcaba en la pasión impresa en los hechos de aquella revolución derrotada.

Como puede determinarse al leer los trabajos de Enmanuel Barrios y Juan Carlos Flores sobre el diario La religión y la lucha armada (1959-1964) y de José David Martínez La guerrilla urbana en Venezuela 1960-1963. Aproximación a su reconstrucción a través del diario El Nacional (Universidad de Los Andes, Escuela de Historia, 2013), la lucha armada también fue una guerra de ideas verificada en diversos espacios. Una guerra de ideas donde en uno de los lados estaba la posibilidad de la construcción del socialismo en Venezuela.

Autor sobrevalorado por ciertos sectores de la intelectualidad venezolana, a la recepción de su obra de 1964, anteriormente anotada, parece responder la acometida de Argenis Rodríguez en Escrito con odio.

Libro de provocación y ajuste de cuentas, confeccionado a empeñones, con un lenguaje delirante y grotesco. ¿Ensayo político? ¿Crónica o diario? ¿Manifiesto justificador?

Argenis Rodríguez acusa a quienes considera responsables del mantenimiento de un proyecto erróneo: la lucha armada, con su secuela de jóvenes muertos, cercenados y frustrados. Una épica donde a su juicio sobró el heroísmo de los muchachos enrolados en sus filas y faltó el de los dirigentes cómodamente instalados en los escondites de las ciudades. Construcción valorativa de la contienda repetida por otros autores. De Clara Posani a Pedro Pablo Linarez.

De la mano del periodista Rafael Poleo, Rodríguez interpreta la subversión de los partidos de izquierda de los sesenta y pretende puntualizar responsabilidades, estableciendo juicios de valor, censuras y acusaciones contra principales líderes empeñados -según su parecer- en la continuidad de una confrontación que no ofrecía posibilidades reales de lograr la victoria.

Las inculpaciones de Rodríguez se dirigen especialmente hacia dos figuras: Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff, guías principales, en el momento de la circulación de Escrito con odio, del Movimiento al Socialismo (MAS) que despertaba simpatías en destacados sectores de votantes con sus planteamientos menos radicales y ortodoxos.

Llama la atención este señalamiento de Rodríguez, pues parte destacada de la historiografía de la lucha armada (Plaza, 1978, 25, Oliveros Espinoza, 2012, 289) coincide en señalar a Márquez y Petkoff, junto con Freddy Muñoz, entre quienes para 1965 renegaron del camino de la violencia a través de documento público.

Las figuras de Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez –en la gráfica en una concentración de oposición al régimen chavista junto a Osvaldo Alvarez Paz y Arnoldo José Gabaldón– representan para muchos la muestra de otra izquierda, esta sí democrática, moderna y de vocación pluralista. Su recepción en la opinión pública los identifica como políticos que asumieron errores, evolucionaron en su valoración de la democracia, y constituyeron referencia intelectual y ética. A pesar de manejos como los de Rodríguez y Poleo, así como la frecuente negación y crítica que de ellos hizo la izquierda radical (ver por ejemplo los libros de Pedro Pablo Linárez, o los videos sobre Alí Primera de 2005 y 2006 del Ministerio de Cultura).  

Además, en Escrito con odio se cuestiona a través de denuestos a quienes habían criticado a Entre las breñas, entre otros: Caupolicán Ovalles, Ramón Bravo, Adriano González León, o Alexis Márquez Rodríguez. Además, recrimina a Lucila Palacios, Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri por ser intelectuales que utilizan sus obras para acercarse a la actividad política y a la consecución de cuotas de poder.

Recuento también de aventuras y trances amorosos, de viajes y estadías en ciudades como París, Bruselas, Barcelona o Madrid bajo el financiamiento del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (INCIBA), de confrontaciones con otros escritores, y de la cercanía a pintores, poetas y funcionarios de gobierno, Escrito con odio representa una forma de libelo político. El cual tiene sus antecedentes en la pluma virulenta de Juan Vicente González en el siglo XIX, y goza de vitalidad en la Venezuela de estos días donde el debate político es un amplio paisaje de vileza e infamia en el cual parece aceptado que a la crítica se debe responder con descalificación personal.

Con estilo estridente e intención de escarnecer a intelectuales y políticos del país, ¿cómo podía tomarse en cuenta a esta escritura y a este escritor? ¿Habla la difusión de este libro –según datos aportados, con más de dieciséis mil ejemplares publicados– de nuestra labor de lectores? ¿De los gustos y preferencias de los venezolanos de la época a la hora de conocer y enjuiciar a la política y a los políticos? ¿De nuestra «formación» de opinión simplista, entre el bien y el mal, al fragor de lo promocionado por los medios? ¿De la irresponsabilidad de siempre de nuestros intelectuales?

Argenis Rodríguez escribió otros títulos: Relajo con energía, La fiesta del embajador, La amante del presidente… donde se exhiben pormenores íntimos de derroches y excesos del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), y en los cuales a las cualidades literarias predominantes en la mayor parte de Entre las breñas, se impuso el tono confesional y artero de Escrito con odio.

Esos libros gozaron de la aceptación de una clase media borracha y complacida con los beneficios de la Gran Venezuela, y de los partidos políticos favorecidos por ella, los cuales desperdiciaron en ese momento la oportunidad de sentar las bases del desarrollo estructural del país al son de la corrupción celebrada en güisqui removido con los dedos.

Corrupción empalidecida en la larga mirada de la historia contemporánea venezolana ante las tropelías y descaro de los hijos de aquellos, quienes trocaron el blanco por el rojo, y gobiernan al país tomando entre sus raíces políticas e ideológicas la gesta de la lucha armada en un hábil manejo de travestismo.

A pesar de su afán de reconocimiento dentro del panorama literario nacional, asunto a valorar por los entendidos, consideramos a Argenis Rodríguez como el cronista desmedido de una época, con pluma de epítetos punzantes, sirviendo también a las pugnas de diversos personajes ligados a Acción Democrática, partido político tutelar, cuyas actuaciones y procedimientos siguen siendo los mismos de la gran mayoría de la clase política nacional que hoy gobierna y hace oposición en Venezuela.

(Argenis Rodríguez. Escrito con odio. Caracas, Ediciones de la Revista Zeta, 1977)

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida

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