La Cota Alegre (crónicas caraqueñas) - Runrun
La Cota Alegre (crónicas caraqueñas)
Aunque la alegría es quizás el rasgo más distintivo de la Cota Alegre, cuando estás allí logras notar también las fibras de un tejido emocional profundo

 

@miconvive

Trino es un abuelo, viejo lobo de mar nacido en la década de los 50, muy activo y jovial. Un poco deslizadizo en el trato, siempre alegre y buena nota. El baqueano acompañaba con ilusión el inicio de la nueva travesía; un ciclo de talleres de acompañamiento del duelo en una comunidad reconocida llamada La Cota Alegre. Este barrio de la ciudad de Caracas había visto menguada su alegría a raíz de los terribles hechos de julio del año 2021, que  incluyeron grandes operativos policiales, enfrentamientos armados, desplazamientos forzosos, lágrimas, infancias aterrorizadas, juventudes amenazadas, madres consternadas e incesantes horas de dolor e incertidumbre.

Con emoción empezaba este proceso. El primer paso fue llevar la propuesta a la comunidad y sin duda uno de los mayores entusiastas era Trino. La primera vez que el equipo de especialistas subió al barrio acompañado por él, iba explicando las rutas: “si te metes por esta calle tienes que caminar más, en cambio por esta le llegas más directo; y si nos vamos por aquella otra vía, por arriba, ahí si llegamos tranquilitos, ni una escalera te vas a encontrar”. Cuando hablaba tenía muy claro el mapa del laberinto de veredas, escaleras, casitas y entradas que atravesaban el barrio desde la falda a hasta la cima del cerro.

Trino es un líder local de tradición en la zona. “Yo fui buhonero en el bulevar del Cementerio en los años 70” –relataba sus cuentos de tremendismos desde la juventud–; “nos organizábamos para que la policía no nos jodiera, yo era uno de los que estaba en frente de todo”, compartía varios recuerdos vívidos. Acompañar comedores sociales, guiar escuelas deportivas de voleibol, participar en asambleas y reuniones comunitarias son parte de las actividades que el líder baqueano mantiene diariamente como parte de su rutina actual. Cuando va caminando por el barrio, los saludos brotan de las esquinas y paredes “¡Qué pasó, viejo Trino! ¡Épale, varón!”, síntoma propio de ser una persona reconocida y querida por los residentes del sector. “No hay nadie que no conozca al viejo”, comenta siempre Gladiola, una de las madres del comedor de San Miguel frente a quién más tarde se plantearía la propuesta.

Dicen que las caminerías de este barrio tienen cierta magia. Una vez que estás cerro arriba, caminando por las estrechas veredas de la Cota Alegre, se abren de repente entre las casas unos espacios amplios que te permiten ver más allá del barrio, cual ventana grande que se forma entre las viviendas y el cielo. Desde allí, hacia un lado, puedes ver todo el suroeste de la ciudad; con nitidez diferencias las calles del Cementerio, más lejos el tráfico alrededor del terminal de La Bandera, y más acá las altas colinas que se imponen y conforman la parroquia Santa Rosalía. De repente la ventana se cierra, todo vuelve estar rodeado de paredes de concreto.

Sigues caminando y recuerdas que no estás volando por Caracas, sino con los pies sobre las veredas residenciales; las casitas se vienen encima estrechando el paso y forman apretados túneles peatonales que al atravesarlos te hacen sentir cual topo urbano. Se vuelve a abrir otra ventana hacia el horizonte, esta vez mirando al norte, una vista de la ciudad más amplia aún. Centenas de edificios que se ven pequeños a lo lejos. Se logra ver parte del Este, las dos sobresalientes Torres de Parque Central que marcan el inicio del centro al occidente de la ciudad. Y, de telón de fondo, la imponente señora Repano, mejor conocida como El Ávila, pero que en realidad es una madre, extraordinaria como también lo son las madres de la Cota.

Frente a un grupo de estas mujeres voluntarias de la Cota se planteó la propuesta. La reunión sucedió en la casa/comedor que comanda Jazmín, la acompañaba su hija Gladiola y el viejo Trino. “Conocemos parte de lo que han vivido en julio y quisiéramos realizar algunas actividades de apoyo”, exponían los trabajadores de la organización, mientras las mujeres escuchaban atentamente. También estaba presente Rocío, sentada sobre un banquito/cubo hecho de cartones de huevo muy bien apilados y amarrados. “Nosotros no queremos nada con policías, ni con malandros, ni contra ellos”, aclaró en tono cortante Jazmín. Y hubo algunos cruces de miradas.

El equipo de trabajadores hizo una pausa. Y muy sereno prosiguió explicando que no se trataba de señalar o buscar problemas, si no de iniciativas para sanar y encauzar lo sentido y lo sufrido. A partir de allí el entendimiento se abrió, la conversación rondó sobre algunos hechos importantes durante los operativos; también sobre las reacciones de ellas y de la comunidad durante aquellos acontecimientos. Manaban algunas emociones.

Amapola, silente y muy observadora, escuchaba todo desde el borde de la puerta y asentía a la mayoría de los comentarios. Se logró el consenso de lo que se realizaría a continuación. Violeta llegó un poco tarde y las mujeres le hicieron un resumen. Quedamos todos de acuerdo en los próximos pasos a seguir para reunir a la comunidad. El viejo trinaba satisfecho: “esto está muy bueno, muy bueno, cuenten conmigo, excelente de verdad”.

Aunque la alegría es quizás el rasgo más distintivo de la Cota Alegre, cuando estás allí logras notar también las fibras de un tejido emocional profundo.

Rostros e historias que implican fuertes pérdidas, duelos asoladores, marcas en las paredes de pólvora cual azotes. Entiendes que la misma vereda ha sido testigo de las risas de los niños jugando chapita cada tarde, la ternura de los bebés aprendiendo a andar entre las entradas de su casa y las caminerías, el empeño de las madres sosteniendo sus hogares con grandes sudores.

Y también de los silencios inclementes después de las carrozas fúnebres de las FAES, de la megabanda y de sus acciones de muerte. O del tráfico y excesos de sustancias para anestesiar la realidad. Logras entender el anclaje hondo que tiene la alegría de la Cota. Que no solo evoca felicidad, sino que también significa valentía, templanza, terco impulso de vida, fuerza indomable y tesón.

* Coordinador del proyecto “Vamos Convive”, en Mi Convive.