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Venezuela es una inmensa matrioshka
Como en la matrioshka, hay una realidad política dentro de la otra. La de las redes sociales y la realidad que duerme en la intuición de la mayoría

 

@juliocasagar

Las matrioshkas son esas muñecas rusas que se contienen unas a otras, las más grandes a las más pequeñas, son como madres encinta que tienen en su seno a otra.

Venezuela contiene en sí misma a miles de realidades dentro. Algunas armonizan, otras son francamente disimiles entre sí. Esto ocurre en el terreno social, el económico y el político. En el socioeconómico es más que evidente que como nación nos hemos empobrecido exponencialmente, al punto de que tenemos el salario promedio más bajo de la América Latina y los índices de pobreza atroz rozan los de Haití y Sudan.

En el vientre de esta cruda realidad, anidan algunas burbujas, pequeñas pero ostentosas, de obscena “prosperidad” y abundancia.

Es la Venezuela de los bodegones de caviar y foie gras; de los hoteles de superlujo, los automóviles deportivos de alta gama y los yates de ricos y famosos.

Cierto es que la población, en uso del derecho de legítima defensa, ha reanimado a un pequeño sector de la economía con una dolarización de facto que permitió volver a llenar los anaqueles y que ciertos segmentos sociales pudieran hacerse clientes de los supermercados.

El gobierno ha tratado de ampliar su apuesta con el programa contenido en la llamada Ley Antibloqueo que privilegiará la economía de los casinos; de las importaciones y de las Zonas Económicas Especiales. Se trata de estirar un poco más la burbuja, pero sin duda, será insuficiente para reanimar la economía. Las inversiones solo llegarán con reglas claras para todos, con independencia de las instituciones y con un gobierno desvinculado de los negocios opacos. Nada de eso ocurrirá si no se alivian las sanciones. Esa es una de las razones por las que Maduro está sentado en México a pesar de las pintorescas posturas con las que a cada rato amenazan romper.

En la política ocurre otro tanto. Hay una realidad visible: la de los partidos, la de la lucha del gobierno y la oposición; la de las elecciones y la campaña. No obstante, también en la política hay una realidad dentro de la otra. Una versión de la política corre en las redes sociales y en los foros de especialistas. Aquí, es común observar debates (muchos de ellos interesantes) en los que solemos “intelectualizar” los temas políticos que solían ser parte de la cotidianeidad.

Mientras tanto, en la realidad que duerme en el vientre materno, hay una disposición intuitiva de la mayoría de la gente de tratar de resolver lo que son los “grandes” problemas políticos de manera más natural de la que imaginamos. Las elecciones regionales son un buen ejemplo. Mientras en algunos círculos se analizan los metamesajes de la legitimación o no del régimen, en otros se piensa en el acto de votar como un hecho natural, como un mecanismos fácil de manifestar el descontento o de premiar la gestión.

Vendrá el 21 de noviembre y la mayoría de los problemas de Venezuela seguirán. Ojala que los números de las elecciones constituyan un avance cualitativo de la oposición (o casi que habría que decir de “las oposiciones”) al régimen. Eso sería lo deseable. No porque este evento tenga algo que ver con la legitimación o no de la dictadura, sino porque si hay más votos contra Maduro que a favor de él, ello será un buen mensaje dentro y fuera del país, para el periodo que viene.

También vale la pena decir que, además de la electoral, hay otra realidad incubándose en el seno materno de la mayor. Se trata la del realineamiento de las fuerzas para lo que viene. Aquí vale la pena hacer una acotación: no se necesita ser muy perspicaz para observar que en México se están soslayando, de alguna manera, las elecciones regionales. Las declaraciones de Storey y de Borrell, apuntando a las presidenciales y a las condiciones necesarias para que sean libres, dan una idea de que la partida bonita es la que viene.

Por eso, estas regionales hay que leerlas en clave de futuro y de geopolítica.

Habrá, sin duda, un primer cribado de liderazgos de ambos lados de la ecuación política del país. Líderes como Manuel Rosales, Henry Falcón, Rafael Lacava y Héctor Rodríguez que son contendientes, tendrán en sus alforjas victorias o derrotas que pesarán mucho para lo que viene.

Y lo que viene es que habrá la necesidad ineludible de que el liderazgo nacional conozca un proceso de relegitimación. Eso va a ocurrir en ambas riberas del río.

El país habrá cambiado poco en sus condiciones políticas y sociales. El cambio seguirá siendo necesario. Vienen nuevas páginas.

La matrioshka irá perdiendo capas.

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