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El miedo o la libertad de expresión en ascuas

Todo poder que genera miedo es afectado por sus mismas secuelas

 

@ajmonagas

Cualquier tiranía que abusivamente se arrogue “legitimidad de ejercicio y de origen” puede hundir la realidad en una oscura y anegada fosa. Ello hace que los derechos humanos se conviertan en consideraciones riesgosas. Algunos refieren estos problemas como “deportes de riesgo”.

Se ignoran aquellos preceptos que declaran la obligación de todo Estado democrático de garantizar a toda persona la libertad para disfrutar de los derechos a los cuales pueda, necesite y guste acceder. En esa situación, la persona que por oficio o por necesidad busque expresarse, sería acusada de perniciosa ante las instancias gubernamentales.

La libertad en la cultura política

A decir del matiz que los últimos tiempos vienen adquiriendo realidades regadas en el planeta, el derecho que supuestamente tiene toda persona “(…) a expresarse libremente de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión (…)” dejó de tener vigencia. Su disfrute resulta inconveniente a los ojos y entendimiento de muchos poderosos.

Este problema induce a que el miedo se haya tornado en el canal común mediante el cual las cosas tienden a verse peor de lo que son. Del miedo se ha hablado y escrito mucho. Para el escritor irlandés George Bernard Shaw, “el miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo’’; mientras que el poeta griego Sófocles decía “para quien tiene miedo, todo suena ruidoso y escandaloso’’.

Los dioses del miedo

El miedo provocado por el autoritarismo hegemónico ha logrado sembrar el pavor por la represión. Sin que ello pueda remediarlo la praxis de valores que históricamente se encuentran a lo interno de la ética y moralidad del individuo.

El miedo alcanza a quien lo provoca

El temor a ver reducidos sus proyectos de vida, hace vulnerable a los individuos mediante amenazas y coerción, según explicó el sociólogo y jurista alemán Max Weber.

Pero esta situación no se queda ahí. Esto significa que el miedo alcanza también a quien lo provoca. Porque el miedo, al igual que la matemática, se rige por las propiedades de la suma toda vez que permite ciertas transmutaciones de rigor. Es el caso específico de que al miedo lo condiciona la propiedad asociativa y distributiva, así como la propiedad conmutativa. O sea, aquella que explica que si (A) es igual a (B), entonces (B) es igual a (A). Y esta correlación aplica para referir al miedo que viven las partes implicadas en toda crisis.

Esto significa que todo poder que genera miedo es afectado por sus mismas secuelas. Por tal razón, el provocador o agresor acude al uso de discursos de odio arrogándose de esa forma el derecho a ofender. Para ello utiliza arengas cuales canales de privilegio, de impunidad e inmunidad. Así se permite abusar del poder sin moderación alguna.

El miedo de ambos actores

El recién fallecido economista español José Luis Sampedro infería que “gobernar creando miedo, es eficaz. Si usted amenaza a la gente con que los va a degollar, luego no los degüella, pero los explota, los engancha a un carretón, entonces pensarán: bueno, al menos no nos degollaron’’. Y si bien esta situación induce alguna tranquilidad en el oprimido, igualmente está animando la sumisión. Y dicha sumisión se traduce en un tipo de gratitud, aunque viciado por la resignación que surge al asumirse la misma como subordinación condicionada por el miedo que genera.

En el fragor de los problemas que provoca el miedo, debe considerarse una ventaja muchas veces obviada. Y es que quien lo padece generalmente tiene a su favor el beneficio de alguna información que bien puede manejar en descargo del oponente o agresor. La misma está basada en sus experiencias de vida como “individuo político o profesional. Y esa condición otorga a la persona un poder, pero que por culpa del miedo que padece, tiende a descartarla.

De hecho, esos condicionamientos forman parte de la formación que imparte la escuela, los liceos y hasta universidades sometidas y no críticas. Es la vía por donde se hace posible inculcar el miedo al individuo. Es ese el objetivo que persigue el autoritarismo cuando reforma arbitrariamente programas de enseñanza-aprendizaje.

Deseducar inculcando miedo

No conviene a la élite gobernante que la gente piense. Menos que se exprese con libertad. Menos aun, que escriba sin temor o en contrario a la censura limitante.

En fin, al autoritarismo no le interesa que niños y adolescentes aprendan a criticar. Que cuestionen realidades que los afectará en sus vidas de adultos. Por tanto, puede inferirse que, a juicio de deformaciones como estas, no hay vía libre expedita en lo inmediato para escapar de las limitaciones que la opresión impone.

Sin negar que se tienen múltiples formas de expresión que reproducen y escalan ofensivas discriminaciones, tampoco luce plausible que el poder político, el cual no da por descontado el suficiente abuso para amenazar y reprimir, no reconozca su responsabilidad en lidiar con la complejidad que caracteriza tal situación.

En conclusión

Los derechos a la libertad de expresión y a la no-discriminación asociados con la inclusión, toda vez que se acoge al concepto de libertad, son razones que no forman parte del ejercicio político del autoritarismo y de los gobiernos que alcanzan a estructurar.

Acá surgen dificultades y tensiones que enrarecen importantes principios que hablan en nombre de los derechos humanos y de las libertades. Precisamente, constituyen la razón del problema que se explica al dar cuenta de que hay libertades atadas de pies y manos. Además, amordazadas. De ahí es fácil advertir, bajo tan enrarecidas situaciones, que la libertad de expresión está en ascuas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

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