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Opinión

Vos te fuiste, por Juan Eduardo Fernández “Juanette”
¿Hasta cuándo se puede luchar? ¿Hice bien en irme? Son las preguntas que me taladran la cabeza mientras viajo de vuelta hasta mi casa

 

@SoyJuanette

Son las 10 de la noche y estoy volviendo en el colectivo aguantando las ganas de llorar. Acabo de tener una conversación con mi hijo acerca de la responsabilidad. Me prometí no convertirme en un padre cansón, pero a veces las situaciones de la vida te llevan a convertirte en algo que no eres. Y justamente de eso se trata esta columna.

Todo comenzó hace unas horas, cuando la madre de mis hijos me llamó y me pidió que hablara con nuestro primogénito, porque decidió “no asistir” a su clase de especialización. La realidad es que nos había contado que el profesor de computación se tomó en serio lo de la IA y decidió entregarle el curso al ChatGPT. Y justamente el hastío fue, según mi hijo, lo que lo impulsó a no ir a clase un día.

Ustedes dirán que no debo angustiarme porque no fue un día a clases, que todos lo hicimos alguna vez, y otras justificaciones para que no me preocupe. Pero la verdad estoy muy asustado porque me acabo de dar cuenta de que mi hijo de 15 años ya no es un niño y que es capaz de tomar sus propias decisiones. Lo más cumbre es que, a pesar de todo lo que estudiado, investigado y leído, no sé cómo manejarlo.

Apenas su madre me contó lo que había pasado, traté de apurar las agujas del reloj mentalmente para ir a hablar con mi hijo, para que me explique por qué decidió no ir a clase de computación, o como dicen aquí, “se tomó el palo de la secundaria”.

Al vernos en la puerta de su casa nos damos un abrazo y lo invito a caminar para que me cuente su versión. De acuerdo a lo que me cuenta, tanto él como sus compañeros decidieron no ir para que el colegio haga algo y les cambie el profesor por uno que mínimamente dé clases.

Le explico que, si el profesor falta cada vez que quiere, el que ellos dejen de asistir no hará ninguna diferencia. Ojo, tampoco le sugiero que tomen el colegio ni mucho menos, pero que charlen con la directora para que resuelva el problema. Incluso le ofrezco que si quiere voy a hablar, pero me dice: “Pa, ni en pedo. Ya no soy un niño”.

Trata de explicarme que ya han hecho de todo, y que nadie en su secundaria hace nada para resolverlo. Por eso se cansaron y no fueron a clases. Después de casi una hora tratando de debatir, y hacerlo entender que lo que hicieron no es correcto, ambos perdemos la paciencia y uso el argumento que todo padre de adolescente implementa cuando está perdiendo una discusión:

“Tienes que ir porque yo lo digo. Además, no puedes quedarte sentado cuando las cosas no suceden como quieres. Hay que trabajar para cambiar las cosas y no solo irse y ya está”.

Me escucha atento, veo en sus ojos la impotencia y la rabia mientras me escucha. Y apenas cuando termino de hablar, mi hijo nacido en Caracas, pero con un marcado acento porteño, lanzó la frase lapidaria que ahora me tiene a punto de las lágrimas: “Pero vos te fuiste, no te quedaste en Venezuela ¿Entonces no luchaste?”

Me quedé mudo… cómo me gustaría mostrarle fotos de mis días de lucha estudiantil en la universidad, contarle de las listas donde me incluyeron, la censura, de todas las razones que me hicieron irme… pero no puedo porque estoy demasiado impactado para seguir discutiendo.

Solo le estrecho la mano y agrego:

–Sabes qué hijo: tienes razón.

 Lo abrazo, le doy un beso en la mejilla y me despido.

¿Hasta cuándo se puede luchar? ¿Hice bien en irme? Son las preguntas que me taladran la cabeza mientras viajo de vuelta hasta mi casa.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El cuento de los derechos humanos, por Asdrúbal Aguiar
La cuestión es saber hasta dónde llega el desafío y el despropósito del progresismo que deconstruye a las naciones de América Latina, dejándolas a la deriva

 

@asdrubalaguiar

Luis Inãcio Lula da Silva, prisionero tras el escándalo Lava Jato y de regreso como presidente de Brasil fue recibido con honores en Pekín, por el gobernante chino Xi-Jinping. Ha sido su preámbulo antes de convocar la Cumbre de jefes de Estado en Brasilia que ha puesto al margen a los mecanismos institucionales de la región, sujetos a la pesada e inaceptable carga, para las izquierdas irredentas, de las «cláusulas democráticas».

Su agenda de diálogo ha sido, nominalmente, sobre integración e iniciativas de cooperación sudamericana, la que finaliza con la formación de un Grupo de Contacto; sin que por ello pudiese ocultar el verdadero móvil de su iniciativa, a saber, reinsertar a Nicolás Maduro Moros en la comunidad internacional luego del aislamiento al que ha estado sometido por corrupción y violaciones sistemáticas y generalizadas de derechos humanos.

La tesis brasileña–de neta estirpe ruso-china–es que se ha construido una “narrativa” –“género literario constituido por la novela, la novela corta y el cuento”– orientada a demonizar al régimen de Caracas, para malponerlo. De donde, al afirmar que aquella es de tal filiación no incurro en despropósito o lance.

Tamizada desde antes por el Grupo de Puebla, a cuyo tenor la persecución judicial que sufren los suyos por las corruptelas ocurridas a manos de la Odebrecht y de la empresa petrolera venezolana PDVSA durante las dos últimas décadas es la obra de un «lawfare» –hace pocos días le robaron a esta 23.000.000 millones de dólares– de suyo el argumento de la narrativa hace preciso enganche con el predicado de Vladimir Putin y Xin-Jinping: “Se oponen al abuso de los valores democráticos [léase del Estado de derecho] y la injerencia en los asuntos internos de Estados soberanos con el pretexto de proteger la democracia y los derechos humanos”, dicen ambos en vísperas de la guerra contra Ucrania.   

La cuestión es que el presidente chileno, Gabriel Boric, si bien no cuestiona la “normalización” internacional del gobierno venezolano a fin de que el sistema multilateral pueda ayudarlo a que regrese sobre la senda de la democracia y al considerar de conveniente el levantamiento de las sanciones a las que ha sido sometido, aclara que no puede ocultarse, por “razones de principio”, que se trata de un violador de derechos humanos.

A su turno, el gobernante uruguayo, Luis Lacalle Pou, observando de plausible, aquí sí, la agenda de integración y cooperación planteada advierte preocupado a Lula que en el texto de la Declaración debatido se habla de democracia; lo que le obliga a decir –son sus términos expresos– que la presencia venezolana sugeriría que, para lo sucesivo y de no ser aclarado el término, tendría la democracia un significado variable para los presentes. Sin afirmarlo, alerta Lacalle sobre la emergencia de “democracias al detal” en América Latina.

Lo cierto es que, tras el telón, media un pedido de la Casa Blanca al nuevo gobierno paraguayo de Santiago Peña, para que acepte dialogar con Maduro y le acredite un embajador; lo que igualmente ha hecho el gobernante uruguayo.

Avanza rauda, entonces, como tendencia que busca imponerse en la región, una que desafía al patrimonio intelectual interamericano y europeo sobre la democracia y el Estado de derecho. Me refiero al milenario y que se renueva con la tragedia del Holocausto, una vez finalizada la Segunda Gran Guerra del siglo XX. Allí se fija como piedra angular y norma de orden público el respeto de la dignidad inmanente de la persona humana.

Lo que es peor, como se constata en los documentos del mencionado Grupo de Puebla, de la Agenda 2030 de la ONU y hasta en los del Gran Reseteo del Foro Económico Mundial de Davos, se busca predicar sobre derechos humanos –lo hace Boric– como «objetivos» medibles e inexcusables; pero no necesariamente atados ni interdependientes con los conceptos de la democracia y del estado constitucional, tal como lo han repetido, hasta la saciedad, las Cortes Europea e Interamericana de Derechos Humanos.

Pues bien, en la referida Declaración Conjunta que suscribiesen China y Rusia en Pekín, el 22 de marzo de 2022, se sostiene a pie juntillas que “una nación puede elegir formas y métodos de implementación de la democracia que mejor se adapten a su estado particular, basado en su sistema social y político, sus antecedentes históricos, tradiciones y características culturales únicas”. En pocas palabras, ese documento elaborado como guía para las relaciones internacionales en la Era Nueva concluye en que “sólo corresponde al pueblo del país decidir si su Estado es democrático” o no. Pasa a ser una cuestión propia de la intimidad o el fuero interno de cada pueblo.

La cuestión es saber hasta dónde llega el desafío y el despropósito del progresismo que deconstruye a las naciones de América Latina, dejándolas a la deriva, sujetándolas a explotación a través de la modalidad de los subsidios y su perversión con fines políticos, y en una línea de banalización de la criminalidad.

Colombia, así como anuncia que legalizará el narcotráfico y desde ya desmonta la tipificación de distintos comportamientos delictivos para volverlos virtuosos, Lula da Silva y algunos gobiernos de la región se muestran dispuestos, más que a acabar a la democracia, dejar en el pasado y como parque jurásico a los crímenes de genocidio, guerra, y lesa humanidad que tanto conmovieran a la conciencia universal en la segunda mitad del siglo XX.

A todas estas, ¿qué dirá la correligionaria de Lula da Silva y expresidenta chilena, Michelle Bachelet? El régimen de Maduro “sometió a las mujeres y los hombres detenidos a una o más formas de tortura”, así como “implementado una serie de leyes, políticas y prácticas que han restringido el espacio democrático” venezolano, señala su informe ante la ONU de 2019.

correoaustral@gmail.com

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La oferta electoral: ¿Venezuela pospetrolera o posrentista?, por Víctor Álvarez R.
El neorrentismo socialista degeneró en un modelo de dominación basado en el uso del ingreso petrolero para financiar la inversión social y crear una red clientelar que le sirve de apoyo social

 

@victoralvarezr

Precandidatos a la Presidencia de la República prometen la Venezuela pospetrolera. ¿Acaso el país con una de las reservas de petróleo más grandes del mundo se puede estar planteado ser un país pospetrolero? Creo que el debate electoral está mal enfocado y lo que Venezuela debe proponerse es aprovechar al máximo su riqueza petrolera, pero sin reeditar las patologías del rentismo. La pregunta es: ¿Venezuela pospetrolera o posrentista?

La maldición de la abundancia

La maldición de la abundancia comienza en Venezuela con la Leyenda de El Dorado, según la cual los conquistadores y colonos españoles incursionaban selva adentro buscando una ciudad hecha de oro, donde el cotizado metal era tan abundante y común que los nativos le daban poca importancia y por eso lo cambiaban por espejitos y otras baratijas. Luego, el extractivismo minero que se inicia en la época de la Colonia, se recrudece con el extractivismo petrolero, impulsado por los nuevos conquistadores representados en las corporaciones transnacionales de la industria petrolera.

Se impuso así un proceso de división internacional del trabajo determinado por las demandas de materias primas y energía de las grandes potencias industrializadas. En este esquema, unos países se limitan a ser simples proveedores de materias primas y energía, mientras que otros dominan los procesos de transformación industrial. Pero el extractivismo-rentista se prolonga bajo gobiernos progresistas y de izquierda que reivindican la soberanía nacional sobre los recursos naturales y profundizan la actividad extractiva con el fin de generar una creciente renta que les permita financiar el gasto social clientelar y prolongarse en el poder.

Ante la necesidad de obtener recursos financieros, los países extractivistas-rentistas caen en un círculo vicioso del cual no pueden salir.

Al no contar con una economía fuerte que garantice la soberanía alimentaria y productiva, intensifican la extracción y exportación de recursos naturales. Pero a medida que captan una mayor renta, mayor suele ser la propensión a importar toda clase de productos, con lo cual frenan y desplazan la producción nacional.

Pareciera que los países que se dedican a la extracción y exportación de petróleo, minerales y materias primas están condenados a sufrir la maldición la abundancia. Son ricos en recursos naturales pero pobres en tecnologías para transformarlos. El cuantioso ingreso en divisas que obtienen al exportarlos tiende a sobrevaluar la tasa de cambio. Y con una divisa barata se dedican a importar lo que deberían producir para satisfacer sus necesidades, cuestión que inhibe el desarrollo del aparato productivo.

Al contar con un abundante ingreso en divisas se apela al expediente fácil de importar, en lugar de encarar y superar el desabastecimiento y la escasez a través de un sostenido impulso a la agricultura y a la industria. Es como si a través de las importaciones se vieran obligados a devolverle a las grandes potencias y demás países, el plusvalor internacional que captan por la exportación de petróleo y otros recursos naturales.

Desde que apareció el petróleo en la vida nacional se viene advirtiendo sobre las graves distorsiones que generaría en la economía y sociedad venezolanas el mal uso de la renta petrolera. Alberto Adriano, Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonso fueron los primeros en anticipar que Venezuela terminaría convertida en un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia corruptora si no lograba conjurar la tentación de convertir aquella incipiente riqueza en el manantial de los festines y derroches por venir.

Del capitalismo rentístico al neorrentismo socialista

En el debate nacional se distinguen dos énfasis en torno al destino que debe tener la renta petrolera. Durante el período denominado como el capitalismo rentístico (1936-1998), la siembra del petróleo consistió en el financiamiento del proceso de acumulación a través de préstamos blandos a las empresas y la construcción de autopistas, ferrovías, puentes, centrales termo e hidroeléctricas y demás obras de infraestructura que requiere la actividad económica.

En efecto, un alto porcentaje de la renta se destinó a financiar la creación de un entorne favorable a la iniciativa empresarial a través de préstamos a bajas tasas de interés y largos plazos; inversiones en infraestructura y servicios de apoyo a las inversiones de capital; petrodólares baratos para importar maquinarias, insumos y tecnología; y compras gubernamentales en condiciones muy favorables para la producción nacional.

El capitalismo rentístico comenzó a dar señales de agotamiento cuando los incrementos en la producción no encontraron espacio en el mercado interno, ni en los reñidos mercados internacionales, lo cual se agravó con la sobrevaluación de la tasa de cambio. Un petrodólar abundante y barato estimuló toda clase de importaciones que desplazaron a la agricultura e industria. En lugar de esterilizar el impacto negativo de la renta petrolera, su inyección a la circulación doméstica desató una creciente demanda que no tuvo su debido respaldo en el incremento de la producción interna.

La sobrevaluación reveló la estrechez del mercado interno y –al castigar la competitividad cambiaria de las exportaciones–, obstaculizó también el crecimiento hacia afuera. Como la sobrevaluación limitó la absorción productiva de la renta, la rigidez de la oferta –aunada al incremento sostenido de la demanda–, entronizó una persistente inflación que erosiona la capacidad adquisitiva de los salarios y empobrece a la población.

El neorrentismo socialista

En el neorrentismo socialista (1999-2023) la renta petrolera se destina al financiamiento de la inversión social a través de misiones sociales en los campos de la alimentación, educación, vivienda, salud, etc.; y, a través de transferencias monetarias y bonos. Ambos mecanismos sirvieron para implantar un creciente control social a través de políticas asistencialistas que acostumbraron a la población más vulnerable a vivir de gratuidades en el acceso a bienes y servicios que solo podían pagarse y sostenerse en períodos de altos precios del petróleo.

El neorrentismo socialista degeneró en un modelo de dominación basado en el uso del ingreso petrolero para financiar la inversión social y crear una red clientelar que le sirve de apoyo social. Debido a la contracción del aparato productivo interno y su incapacidad para generar empleos al ritmo de la población económicamente activa, el neorrentismo socialista tiende a acentuar el papel empleador-clientelar del Estado. Este modelo no generara un trabajo emancipador, toda vez que este queda mediatizado por la lógica opresiva del Estado burocrático que funcionariza y somete a la fuerza de trabajo.

Así, la dominación se logra a través de un sistema de premios y castigos para asegurar la lealtad de los seguidores políticos, comprar la simpatía de grupos ambivalentes y castigar o disuadir a los adversarios. Este modelo de dominación funcionó mientras los ingresos petroleros resultaron más que suficientes para financiar la inversión social y alimentar los canales para distribuir la renta. Pero con la caída de la producción petrolera, el gobierno ya no cuenta con la misma capacidad financiera y los mecanismos de control social y electoral han entrado en crisis.

En definitiva, tanto el capitalismo rentístico como el neorrentismo socialista son expresiones distintas del mismo modelo de acumulación extractivista, sustentado en una creciente extracción del petróleo que está depositado en el subsuelo. El primer enfoque conduce a una desviación desarrollista que favorece a las empresas y contratistas que se llevan los créditos baratos y la ejecución de las grandes obras; mientras que el otro degenera en un modelo populista y clientelar a través de programas asistencialistas y bonos. Así, en la Venezuela rentista, los actores económicos y sociales se han acostumbrado a obtener ganancias e ingresos que no son fruto de su propia inversión ni de su trabajo.

¿Cuánto tiempo le queda al petróleo?

Más allá de las visiones alarmistas sobre la sustitución del petróleo como principal fuente de energía, Venezuela tiene que plantearse una transición sin traumas al posextractivismo. Esto pasa por optimizar el ingreso petrolero en función de financiar el tránsito de una economía rentista e importadora hacia una economía productiva y exportadora. Sin embargo, cada vez que se desploma la renta se plantea el objetivo de ir a la Venezuela pospetrolera, cuando en realidad lo que se debe plantear es la reconstrucción de la industria petrolera y el avance hacia una Venezuela posrrentista. De cara a las alternativas para optimizar el ingreso petrolero en función de la transformación económica y mejorar las condiciones de vida de la sociedad, el debate electoral en materia petrolera debería dejar claras las siguientes preguntas:

1) ¿Cuáles son las metamorfosis del extractivismo?

2) ¿Continuidades y rupturas entre capitalismo rentístico y neorrentismo socialista?

3) ¿Cuáles son los mecanismos para la distribución de la renta petrolera?

4) ¿Cuáles son las patologías del rentismo?

5) ¿Cómo se manifiesta la cultura rentista?

6) ¿Qué hizo Noruega con el petróleo que todavía puede hacer Venezuela?

7) ¿Es posible la industrialización nacional de los hidrocarburos?

8) ¿Cuánto tiempo le queda al petróleo?

9) ¿Cómo preparar a Venezuela para otra crisis de abundancia rentística?

10) ¿Cómo superar la maldición de la abundancia?

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Elecciones UCV o hacer leña del árbol caído, por Antonio José Monagas
No tiene sentido referir provecho alguno con el malicioso propósito de especular en situaciones como la ocurrida en la UCV

 

@ajmonagas

Una cosa es la democracia entendida como sistema normativo de organización, planificación, coordinación, evaluación y legitimación del poder público. Y otra cosa es el complicado campo donde coexisten las dinámicas y contracciones bajo las cuales se deciden las políticas en el sistema político democrático.

El sistema político ejercido en democracia no solo es responsable de ver con quién, cuándo y cómo se elaboran y ejecutan las decisiones que orientan y regulan la vida pública. También tiene que ver con el modo en que se halla organizada la sociedad y con la forma como se concibe y percibe la intervención pública en la vida social.

En lo que ha avanzado Venezuela de siglo XXI, el ejercicio de la política ha sido un completo descalabro. Incluso antes. Las prácticas políticas configuraron un contexto diferenciado que ocupó casi la mitad última del siglo XX. Los mecanismos diseñados para consolidar la democracia, como los procesos electorales, habían comenzado a percibir cambios en su manera de concebirse y realizarse.

Degeneración de la política

La Constitución de la República, sancionada en diciembre de 1999, si bien exaltó derechos hasta ahora relegados por la dinámica política del siglo XX, y que fue bastante borrosa, determinó –entrado el siglo XXI– la creación de poderes públicos dirigidos a la vigorización de un sistema político donde comenzó a desdibujarse el sentido democrático.

Un conjunto de tendencias políticas, formuladas a instancia de un militarismo encubierto, en complicidad con estamentos políticos disfrazados, comenzaron a revestir la nación con pintas de un socialismo embadurnado por trazas de un férreo sectarismo que luego denominaron “revolución”.

Así el régimen político responsables de gobernar al país, durante lo que va de siglo XXI, impuso progresivamente medidas dirigidas a someter el país mediante el contenido operativo de una ideología que respondiera al trazado del llamado “socialismo del siglo XXI”

De ello derivó un concepto de Estado con serias deformaciones en su manejo, a causa de la distorsión que arrastraba su estructura organizacional y su dinámica funcional. En el fragor de tan artero modelo estatal, uno de los mecanismos más afectados fue el que se correspondía con los procesos eleccionarios pautados por la Constitución nacional de 1999. Los agentes responsables de dirigir el Poder Electoral, le imprimieron un perfil jurídico que respondiera a la sed de poder político que, dirigentes de la correspondiente tendencia político-partidista, ostentaban como gobernantes.

Para lograr cada objetivo pautado por la normativa aprobada, los susodichos agentes gubernamentales se valieron de la represión, como mecanismo de coerción, lo que permitió lograr sus apetencias electorales. Cuando un proceso en particular evidenciaba alguna tendencia de fracaso, procedían a implantar medidas de inhabilitación de candidatos contrarios. O a suspender los comicios, para reordenar la estrategia política conspiradora que les dejara hacerse, por cualquier camino, de la victoria electoral pretendida.

¿Cómo la Universidad autónoma se ve afectada?

De tan radicales procedimientos no escapó la universidad autónoma. Particularmente, toda vez que históricamente ha sido considerada un objetivo a dominar de cualquier manera. Solo que, hasta ahora, ha sido imposible de lograrlo en la totalidad del gobierno universitario.

Aunque sí, el régimen político ha logrado desguarnecer la autonomía universitaria de las atribuciones y providencias que la ley determina. Un régimen “bolivariano”, cuando el mismo Libertador Simón Bolívar entendió la autonomía universitaria como necesaria para otorgarle el peso específico de institucionalidad académica.

Pero como alude Norbert Lechner, destacado investigador, politólogo y abogado alemán nacionalizado chileno, “la política ya no es lo que fue”, la frase hace ver que la democracia se ha debilitado en su ejercicio político. Ese problema ha dado lugar a que aquellos mecanismos que exaltan el ejercicio de la política y que le infunden vigor a la democracia, como el proceso electoral, hayan entrado en una fase de extenuación estructural. Justamente, atendiendo el concepto que destaca sus bondades e implicaciones. Ante tan delicada razón, la democracia que enaltece la autonomía universitaria por igual ha disminuido su potencia procedimental en cuanto a sus modos de operar.

Deberá comprenderse que, en el contexto de sistemas políticos coercitivos, cualquier proceso electoral puede convertirse en centro de manipulaciones que terminan reduciéndole a dichos procesos sus capacidades para actuar como recurso de la democracia.

Elecciones UCV, entre el azar y la malicia

Es común que cualquier situación que comprometa procedimientos que tiendan a velar por la organización en función de los alcances que sus propósitos planteen, se vean dificultados por razones que para nada tienen relación con la política institucionalizada.

Sobre todo, cuando causas ajenas a toda posible implicación interna o externa, restringen sus compromisos. A pesar de conocer las imbricaciones del campo de maniobras por donde han de transitar sus elementos operativos.

La situación que atascó el proceso electoral de la Universidad Central de Venezuela, simplemente obedeció a variables azarosas. Sin embargo, las circunstancias parecieran haber actuado en directa complicidad con el carácter fortuito de las contingencias bajo las cuales se dio lo ocurrido.

De todos modos, ello no es respuesta que pueda acusar hechos que no tienen relación alguna con la eventualidad vivida. Las circunstancias son inexorables. Especialmente, cuando no es nada fácil lidiar con la incertidumbre por cuanto siempre se verá insuficientemente definida.

De ahí que no tiene sentido referir provecho alguno con el malicioso propósito de especular en situaciones como la ocurrida en la UCV. Por tanto, tampoco es posible obtener de ello beneficio loable o plausible que justifique cualquier irregularidad producto del azar y de la incertidumbre. Menos aun lo tiene en el sentido político el hecho de querer que de lo inexplicable se anime la difamación de “hacer leña del árbol caído”.

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La señora Machado, por Julio Castillo Sagarzazu
Muchos de quienes pretenden subestimar a María Corina llamándola “Señora Machado”, lo que quisieran es que no anduviera metiéndose en política

 

@juliocasagar

Con el título de esta nota han comenzado algunos a llamar a María Corina Machado. Muchos de ellos, desde el fondo de su inconsciente (o su subconsciente, vaya usted a saber) lo que quisieran es que la “señora Machado”, no anduviera metiéndose en política, sino que, como la de la canción infantil, solo “supiera coser, supiera bordar y pusiera la mesa en su santo lugar”.

Quizás muchos se sorprendieron con que Machado haya salido con esta ocurrencia de lanzarse, por la calle del medio, a disputarle a Nicolás Maduro la presidencia de la República. Y hacerlo en el terreno que la mayoría de los venezolanos pensamos que es el que tenemos a la mano: el de lograr una revolución democrática, una rebelión del voto ciudadano y un tsunami electoral que cambien el rumbo del país.

Muchos probablemente la habrían preferido como una Juana de Arco, elevada a los altares como un símbolo, pero sacrificada en una hoguera por sus propios compatriotas por cuya libertad luchó la santa sin descanso.

Los mismos que ayer criticaban algunas de sus posiciones por “extremistas”, hoy no logran entender por qué está en la calle con tanta resolución y recibiendo tantas muestras emocionadas de apoyo.

Se trata de un claro ejemplo de subestimación. Sí, a la “señora Machado” la subestiman. Y por eso le roba la base a los pitchers (aunque lancen rectas duras y pegadas). Porque, como lo decía Luis Aparicio, las bases se les roba a los pitchers y no a los catchers, aunque a estos últimos les carguen las estadísticas negativas.

Es esa subestimación la que no permite comprender a algunos por qué María Corina no le ha dado todavía el palo a la lámpara a las primarias que vaticinaban los “machadólogos” y los analistas de sus pasos.

El desconcierto que reina entre la elite política venezolana sobre lo que está haciendo Machado en la calle es prácticamente general. El régimen no entiende por qué una persona de su perfil y de su proveniencia esté abriéndose camino como un fenómeno popular y electoral. Muchos candidatos opositores, con más kilometraje y con más “aparato partidista”, tampoco entienden por qué sus opciones no levantan la emoción que ella logra despertar.

Falta un trecho grande para llegar con éxito a unas primarias cuyo camino está sembrado de minas y que está en la mira del régimen para tratar de invalidarlo.

El asunto se debate en muchos círculos, en foros, en eventos de salón equivalentes a la archifamosa Sala E del aula magna de la UCV y en todos los círculos políticos. Sin embargo, la única que está visiblemente en la calle, haciendo crecer las primarias es María Corina. Si las cosas siguen así, podría, paradójicamente, terminar ganándolas, aunque estas no se realicen.

En este trecho por recorrer, también falta mucha fabricación de argumentos contra su opción. Hace unos meses era moneda común escuchar que no podría arrancar de su 5 % histórico, porque no tenía partido, porque era una suerte de anima sola. Pulverizada esta tesis por la respuesta popular a su candidatura, tocará ahora poner el acento (lo cual ya hemos comenzado a ver) en anunciarla como una bestia apocalíptica que traerá a Venezuela la camorra, el Armagedón final porque no tiene la capacidad de entender que para cobrar una victoria hay que tejer alianzas y aceptar realidades.

En apoyo a esta “tesis”, muchos de estos, de viga en el ojo propio y tiradores de primera piedra, la hacen responsable de toda suerte de calamidades. Desde el terremoto de Caracas hasta la caída de las cuatro republicas que hemos tenido, pasando por otros entuertos como los años bisiestos y las maletas sin rueditas.

Para decir la verdad, no le vemos vocación de “autosuicidarse” y menos en la primavera de su arraigo popular. La vemos avanzando, aprendiendo, como aprendemos todos a diario a descifrar este rompecabezas que el chavismo y el madurismo nos están dejando como legado.

La vemos formando equipos de profesionales y de activistas, recibiendo a adecos, copeyanos, chavistas y gente sin militancia que se incorpora a trabajar por su candidatura.

Y la vemos con ganas de ganar y de cobrar.

Lo que no vemos es a María Corina Machado con ganas de tirar la toalla, de dejar la partida o de ahorcarse la cochina.

Aquí lo que puede pasar es que, si la siguen subestimando, leyéndola mal o creyéndola predecible, es que un día la “señora Machado”, en lugar de subir a la hoguera a la que subió Juana de Arco, les sorprende incorporándose a ese elenco de valiosas mujeres que hoy gobiernan en el mundo como Kallas en Estonia, Frederiksen en Dinamarca, Marin en Finlandia y Ardern en Nueva Zelanda.

Ya veremos.

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La soledad de los poderosos y de los sin poder, por Alejandro Armas
No importa que el mandatario omnipotente se rodee de mandarines y demás cortesanos. Su soledad es con respecto al colectivo que, paradójicamente, dice representar como jefe de Estado

 

@AAAD25

Siempre me gustó pasear por el Parque del Este, pero como habitante durante casi toda mi infancia y mi adolescencia del extremo sur de Caracas, no era algo que en aquel entonces podía hacer muy a menudo. Ahora vivo a pocas cuadras del parque y puedo visitarlo con frecuencia satisfactoria. Y aunque no soy de los que van cada mañana para hacer ejercicio, puedo entender perfectamente lo que significa ese ritual cotidiano para quienes sí lo practican. Puedo imaginar asimismo lo molesto que ha de ser que se les impida hacer tal cosa, más aun si es por razones caprichosas. Ya que el parque es controlado por un Estado en el que la arbitrariedad es ley, no es insensato pensar que eso puede ocurrir en cualquier momento. En efecto, sucedió la semana pasada. Usuarios de redes sociales denunciaron no haber podido ingresar a las instalaciones o hasta haber sido desalojados de las mismas, desde muy temprano. ¿Y por qué? Pues porque horas después Nicolás Maduro y Cilia Flores se iban a dar una de esas flâneries por el parque que a mí y a otros caraqueños tanto nos gustan.

Parece ser que la pareja presidencial quería disfrutar de la jardinería de Burle Marx sin nadie más alrededor, excepto obviamente por algunos otros jerarcas chavistas y los responsables de su seguridad. Algo llamativo para un mandatario que se jacta ad nauseam de su cualidad de hombre común. Que ha dicho que se pasea por las calles de Venezuela con total normalidad, como si no tuviera investidura alguna, codeándose así con un pueblo que, cómo dudarlo, lo adora. O, bueno, al menos esa era la imagen que Maduro se afanaba por transmitir hace unos años en sus alocuciones públicas.

Aunque admito que no ya no hago tanto seguimiento al discurso miraflorino como antes, me parece que ya Maduro no se afinca tanto en ese esfuerzo, acaso porque el chavismo desistió de ser un movimiento mayoritario y ya no necesita aquellas mañas populistas. Supongo entonces que a Maduro no le importan las imágenes, difundidas en redes sociales, de un Parque del Este desolado, con los referidos paseantes. Paseantes solitarios, como Rousseau, aunque sospecho que con ensoñaciones de mucho menor interés que las del ginebrino ilustre.

Es de eso de lo que quiero hablar hoy: de la soledad y su relación con el poder, tanto por posesión del mismo como por falta.

Ya que en la observación de situaciones dicotómicas conviene partir por el elemento afirmativo y luego pasar al negativo (es más fácil comparar a partir de una presencia que de una ausencia), comenzaré con la soledad de los poderosos, expresión que se ha vuelto una especie de lugar común, pero no importa. Si se ha hecho un lugar común, es porque representa un arquetipo junguiano fácil de entender, como todos los arquetipos junguianos. No en balde figura en numerosos productos culturales de ficción. Uno de los ejemplos más notables es la novela de García Márquez, El otoño del patriarca, una alegoría de la soledad del poder en todas sus páginas. Por cierto, el personaje titular está a todas luces inspirado, no en un tirano compatriota de su autor, sino en Juan Vicente Gómez (recordemos todos los años que el Gabo vivió en Caracas).

De manera que Venezuela ha sido testigo, en su historia ahíta de caudillos, de esa soledad. No importa que el mandatario omnipotente se rodee de mandarines y demás cortesanos. Su soledad es con respecto al colectivo que, paradójicamente, dice representar como jefe de Estado. Es más, pudiera decirse que la soledad es con respecto al grueso de la humanidad, puesto que las razones trascienden fronteras. Es el mismo efecto que, según el joven Marx de los Manuscritos de París, surte en el proletario el trabajo del que no es dueño.

Ahora bien, ¿cuál es la razón de esa soledad? No necesariamente, aunque pasa a menudo, es el rechazo de las masas gobernadas. Asumir lo contrario sería omitir la triste realidad de que ha habido y hay autócratas muy populares. No, más bien es la aversión a las implicaciones del ejercicio de un poder arbitrario, que tiene víctimas conscientes de que cualquier expresión de repudio por su parte sería legítima. Claro, entre más agraviados, más probabilidad de un episodio manifiesto de rechazo y más temor por parte del objeto de ese rechazo. Cuando los agraviados son millones o decenas de millones, el temor es tal que puede convertirse en paranoia, un rasgo típico de la psicología autoritaria, junto con el narcisismo y otros.

Al cierre de la obra teatral de Ibsen (el noruego, no el paisano de apellido Martínez) Un enemigo del pueblo, el protagonista sentencia que “el hombre más libre es el que está más solo”. Si, siguiendo la célebre terminología de Isaiah Berlin, entendemos la libertad en sentido “positivo”, el uso de los medios del poder es una expresión de libertad. Ergo, el todopoderoso es la persona más libre que hay… Y también la más solitaria. Pero la libertad es realmente “negativa”. Es la ausencia de coerción para que cada individuo actúe como le plazca. La libertad plena del todopoderoso es entonces la conculcación de la libertad de los demás, mediante su poder absoluto.

Pasemos ahora a la libertad de los desprovistos de poder, mucho menos explorada. Lo que me puso a pensar en ella fue la magnífica película Yo y las bestias del director venezolano Nico Manzano, que tanto ha dado de qué hablar en los últimos meses. Me valdré de su trama para ilustrar la abstracción que me interesa (alerta de spoiler, y me permito exhortarlos encarecidamente a que, si no la han visto y perderían el interés por saber el final, paren de leer ya mismo y dejen este artículo para otro día, porque el filme no tiene desperdicio).

Vídeo: Yo y Las Bestias (2023) – Tráiler oficial en español – Próximo Estreno | CineCorto Trailers

Advierto que, por ser una película muy poco convencional, hay muchas formas distintas de interpretarla. Para mí, como la novela de García Márquez, es una metáfora de la soledad. Pero de la soledad de los sin poder. De las víctimas del poder que confisca la libertad del ciudadano común.

Tal soledad está reflejada en los múltiples infortunios de Andrés, el personaje principal, en medio de un país disfuncional en todos los sentidos: Venezuela durante los peores años de la crisis económica. Vemos el sinfín de desgracias por las que todos los venezolanos hemos pasado alguna vez: apagones, abuso policial en alcabalas, malos servicios hasta en el sector privado, poco poder adquisitivo, disputas sobre lo que es o no es ético en la forma de relacionarse con el gobierno, etc. Aunque la manifestación más sobresaliente de su soledad es que Andrés vea cómo sus amigos abandonan el país, limitarnos a eso sería flojo. La soledad es la sensación de impotencia y desamparo ante un poder que, directa o indirectamente, priva al individuo de los medios para satisfacer sus necesidades… Y que no pase nada. Que, aunque haya millones de personas pasando por el mismo trance, no pase nada.

Pero como la alternativa es caer en una especie de pasividad existencial, a Andrés no le queda más remedio que seguir con su vida, como pueda. Las «bestias», esos seres anónimos y de rostro velado que habitan la mente del protagonista, vienen siendo entonces, a mi parecer, encarnaciones del empeño por seguir adelante y sobrevivir, como sea, en medio de la soledad y la adversidad. De ahí que le den al protagonista un nuevo impulso creativo en su carrera musical, aunque con destino incierto al final de la película.

Volviendo a Ibsen, la soledad es también un vehículo para la libertad. En este caso, para el ejercicio de un poder creador (cero afinidad con el empleo cursi de esa expresión, original de Aquiles Nazoa, por Gustavo Pereira en la escritura de la Constitución que Hugo Chávez se mandó a hacer). Porque la soledad es una oportunidad para la introspección y el descubrimiento de capacidades propias. Es lo que ocurrió en la Grecia del período helenístico, cuando los habitantes de las ciudades-Estado perdieron su libertad política al estar en manos de los herederos de Alejandro Magno, y entonces hubo un boom de escuelas filosóficas introspectivas (el estoicismo, el epicureísmo, el escepticismo, el neoplatonismo, etc.). Tal poder creador no produce solo creaciones artísticas, como en la película, sino soluciones a los problemas prácticos de la vida diaria. Es así como los venezolanos hemos sobrevivido a pesar de tanta calamidad.

He aquí una expresión peculiar del «poder de los sin poder», en palabras de Václav Havel. Eso es lo que nos ha tocado a los que seguimos en Venezuela: seguir adelante, como sea. Como el protagonista arrancando en su carro en la escena final, acompañado por las «bestias». Me gusta pensar que la soledad nos permitirá pensar en formas, no solo de mantener nuestras actividades privadas, sino de cambiar la política venezolana para que, de nuevo, los ciudadanos tengamos el poder.

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Crímenes sin Castigo | Autogestión policial, por Javier Ignacio Mayorca
En un afán por generar recursos, en unidades de la Policía Nacional se está imponiendo un régimen de corrupción y extorsión que va desde los jefes hasta el agente de cada esquina

 

@javiermayorca

El 29 de mayo, la Inspectoría General de la Policía Nacional suspendió a tres comisarios que estaban al frente de la unidad de Servicio Aeroportuario de ese cuerpo en el aeropuerto de Maiquetía.

La información, conocida a través de una de esas minutas que describen “incidencias negativas”, involucra a una comisaria y dos efectivos de la misma graduación en lo que se conoce como el sistema de cuotas. Según fuentes de la propia institución, los oficiales que se desempeñan en plazas codiciadas, como la del principal terminal aéreo del país, periódicamente deben tributar dinero en efectivo a los superiores en la unidad: los del nivel operacional, cinco dólares; diez dólares los del nivel táctico y veinte dólares los encargados de la supervisión.

Eso explica por qué, en la denuncia difundida a través de las redes sociales, estos jefes policiales de Maiquetía hablaban sobre los detalles del asunto como si se tratara de algo normal y cotidiano. Confirmaban así la sospecha de que ellos no inventaron esta cadena de pagos, ni fijaron las tarifas. Los sancionaron porque se dejaron grabar.

En la minuta sobre el inicio del expediente administrativo contra los tres jefes policiales se indica que ellos extorsionaban a los subalternos. Realmente, los funcionarios que estaban más abajo en la cadena de mando de Maiquetía también formaban parte del sistema de corrupción. Eran ellos los que hacían la colecta. Los extorsionados eran los comerciantes y viajeros que utilizan el aeropuerto o tienen algún local allí, y que deben pagar las cuotas, pues de lo contrario no llegarían a tiempo al vuelo o no les permitirían operar sus comercios.

Pero la cosa va mucho más allá. Desde febrero, circulan las informaciones que explicaban cómo en la región policial de occidente (Redip Occidental) presuntamente se exigió a los jefes de cada unidad el aporte de ciertas cantidades para el financiamiento de un evento navideño. Eso pasaba por la entrega de una cuota extraordinaria, distinta de la que regularmente se debe consignar para continuar con las operaciones dentro de esa jurisdicción.

Es lo que han denominado “autogestión” en las filas de la Policía Nacional. Los agentes de a pie, los patrulleros, miembros de servicios especiales y, desde luego, los jefes de las unidades deben agenciárselas para mantener el servicio en funcionamiento.

“Esa autogestión implica que si lo envío a Ud. de jefe de la dirección contra la Delincuencia Organizada en Yaracuy le asigno cinco unidades que tienen los motores quemados. Y usted verá cómo las arregla, y como arregla el comando”, explicó un exfuncionario con conocimiento directo del problema.

Añadió que en estas situaciones el subalterno se siente coludido, y cumple con las órdenes de hablar con los comerciantes para que les den los galones de pintura y los repuestos de los vehículos.

Pero ese afán por la obtención de recursos ha tenido nuevos giros. En Caracas, se ha visto a efectivos de la PNB cuidando locales nocturnos o comercios en las horas de cierre. También haciendo trabajos de escolta armada. En La Guaira, se les ha visto en funciones de vigilancia privada en locales de una conocida cadena de farmacias.

Igualmente, funcionarios activos de la misma institución participan en el comercio de uniformes. Para ello, se anuncian en foros policiales e incluso en Instagram. Una gorra con logo de la PNB se puede conseguir en diez dólares, y el uniforme azul marino sin las botas por 45 dólares.

Desde luego, mucho de esto se sabe porque todavía la institución cuenta con efectivos capaces de distinguir estas irregularidades, a pesar de los permanentes esfuerzos por dar la impresión de que no tienen nada de malo.

En su exposición de motivos, la norma que dio origen a la Policía Nacional manifiesta el rechazo de los legisladores del momento a las tendencias privatizadoras de la seguridad ciudadana. Eso fue en 2008, cuando el país podía disponer de enormes recursos de la renta petrolera para financiar la creación y consolidación de un cuerpo preventivo de alcance nacional.

Quince años después, y a juzgar por las informaciones conocidas en los últimos días, la entidad modelo de la reforma policial venezolana se encuentra en una situación de “sálvese quien pueda”, donde a un motorizado cualquiera lo confrontan agentes de un punto de control con evidente intención extorsiva, porque no tenía la factura de un destornillador.

En este contexto, el principal perdedor es el ciudadano, que encuentra en situaciones como las aquí descritas nuevas razones para alimentar su desconfianza en las instituciones llamadas precisamente a preservar la civilidad.

Venezuela figura en el grupo de países con los menores índices de ley y orden, según la última medición mundial de Gallup (2022). El puntaje nacional fue de los tres más bajos, junto a Gabón y Afganistán. De igual forma, Venezuela es de los pocos países donde la desconfianza en los cuerpos policiales se ha hecho crónica. Incluso, la imagen de los uniformados no mejoró durante el lapso de la pandemia. Cosa que sí pasó en buena parte del planeta. Y junto a ello, los ciudadanos manifiestan sentimientos de inseguridad que los sacan de las calles apenas cae el sol.

Estamos entonces ante un problema grave y profundo, que no será superado con medidas espasmódicas como la suspensión de tres comisarios del servicio aeroportuario.

Breves

  • El juicio oral contra Clíver Alcalá Cordones fue pautado para el lunes 10 de julio. Este mayor general retirado del Ejército venezolano es procesado en la corte del Distrito Sur de Nueva York porque supuestamente participó en lo que se describe en la acusación como “una corrupta y violenta conspiración narcoterrorista entre el Cartel de los Soles venezolano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” (FARC), específicamente la facción denominada Nueva Marquetalia, encabezada por Luciano Marín, alias Iván Márquez. Alcalá es el único detenido por este caso, que también involucra al gobernante venezolano Nicolás Maduro, a Diosdado Cabello y al ex zar de la inteligencia Hugo Carvajal. En marzo de 2020, Alcalá se entregó a las autoridades estadounidenses en Colombia, poco antes de la fallida operación Gedeón, en cuya gestación él reconoció haber participado. Este general cuenta con la defensa de tres bufetes jurídicos: el del abogado César de Castro; Gotlib Law, representada por Valerie Gotlib, y Lewis Baack Kaufmann Middlemiss, de Adam Kaufmann. Este último es el mismo apoderado legal de Francisco Convit Guruceaga, solicitado por lavado de dinero en contrataciones con Petróleos de Venezuela. Cuatro días antes del juicio, Alcalá y sus abogados irán nuevamente a la corte del juez Alvin Hellerstein, para participar en una sesión preparatoria, en la que se discutirán las mociones pendientes.
  • Los senadores republicanos por Florida Bob Menéndez y Marco Rubio promueven la aprobación de una ley encaminada a restringir aun más la comercialización internacional del oro sustraído del Arco Minero venezolano. El Acta de EE. UU. para el oro legal y la alianza minera parte del principio según el cual todo el metal extraído del suelo venezolano es ilegal por definición, no solo por los métodos utilizados para obtenerlo, sino por los actores que participan en este proceso y en la cadena de distribución y comercialización. En los considerandos del proyecto, se hace especial referencia a la participación del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y al Tren de Aragua, que “ha expandido su rol en la minería ilícita, el tráfico y la comercialización del oro para incrementar sus ganancias criminales”. De igual forma, los legisladores estadounidenses destacan que la comercialización del oro está a cargo de la estatal Minerven, una entidad sancionada por el Departamento del Tesoro de EE. UU.

Crímenes sin castigo

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Exilio venezolano, marcado por el talento y la adversidad, por Armando Martini
Se podría sentir orgullo del creciente brillar del exilio venezolano, pero es un brillo que se cubre de vergüenza porque se hace imposible en Venezuela

 

@ArmandoMartini

El éxodo venezolano ha sido y es objeto de atención mundial, debido a la salida masiva –obligada o no– de ciudadanos en busca de mejores oportunidades y condiciones de vida. Situación que ha generado debates y reflexiones sobre las razones y consecuencias tanto para los venezolanos como para los países que los acogen.

La crisis política, económica y social ha llevado a millones de ciudadanos a tomar la difícil decisión de abandonar, huir del país que los vio nacer. Entre las principales motivaciones se encuentran la carencia de libertad, oportunidades laborales, escasez de alimentos y medicinas, inseguridad e insuficiencia de garantías democráticas. Factores que han creado un clima de incertidumbre y desesperanza que impulsa a buscar un futuro prometedor en el extranjero.

El brillo del talento venezolano en el exterior, a pesar de las dificultades, es indiscutible.

Ha logrado destacarse en diversas áreas profesionales como la medicina, el derecho, pedagogía, economía, científica y muchas otras actividades, ganándose el reconocimiento internacional por su excelencia y contribuciones. Fenómeno que evidencia talento y capacitación, además, capacidad de adaptación y resiliencia frente a las adversidades. Son numerosos los nacidos en Venezuela que ya están optando por cargos de elección popular en otros países, que cada día se destacan más en diversas responsabilidades y oficios.

Brillo y vergüenza

Se podría sentir orgullo de ese creciente brillar, pero es un brillo que se cubre de vergüenza. Se han ido a buscar vida en lejanía, porque no la encuentran y se hace imposible en Venezuela. El régimen castrista y la nación bolivariana no pueden sentirse orgullosos de quienes triunfan afuera, sino avergonzados porque resplandecen allá y no acá, cerca de sus familias, amigos, usos y prácticas.

Una realidad a la cual hemos llegado, de un país con mal presente y gran futuro a país con mal presente y peor futuro. Es motivo de vergüenza que el mundo sea destino y oportunidad del lucimiento venezolano; y Venezuela, en cambio, sea el por qué se fueron.

El impacto psicológico, aun con el éxito en sus carreras e integración positiva en sus entornos, conlleva una marca psíquica, espiritual y anímica significativa. El desarraigo, pérdida de identidad y pertenencia, separación con seres queridos y nostalgia por la patria, son desafíos emocionales que se deben enfrentar. La superación requiere un proceso de adaptación psicológica, soporte de redes de apoyo y comunidades que fomenten solidaridad e integración.

La diáspora es un fenómeno complejo que refleja tanto las condiciones adversas en el país de origen como el talento y la resiliencia de sus ciudadanos. El éxodo masivo de profesionales ha dejado un vacío en la sociedad, pero también demostrado la capacidad de adaptación y éxito en el extranjero.

Valoración del exilio venezolano

Es fundamental que la comunidad internacional reconozca, valore el talento venezolano y brinde apoyo tanto a nivel económico como emocional. Además, es responsabilidad de los líderes ocuparse en la construcción de un país donde los ciudadanos puedan encontrar oportunidades, seguridad y bienestar, evitando la pérdida de capital humano y deterioro de la sociedad.

Es un sentimiento de tristeza y frustración, la partida de tanto talento calificado es percibida como pérdida y señal de las dificultades que enfrenta. Además, la inmensa mayoría no se fueron por elección, sino por necesidad. Y, a pesar de las dificultades, demuestran valía y contribuyen al desarrollo de los países que los acogen.

La vergüenza expresada se interpreta como una llamada de atención a la sociedad y sus líderes para enfrentar los problemas internos, trabajando arduamente por un cambio positivo, real y radical. Buscando soluciones que permitan un futuro mejor, donde se pueda desarrollar a plenitud y contribuir al progreso de la nación.

Es un recordatorio constante de los desafíos que enfrenta el país, pero también de la entereza, resiliencia y potencial de su gente. Solo a través de la colaboración y el compromiso nacional e internacional, será posible construir un mañana en el que los venezolanos puedan brillar en su tierra, cerca de sus seres queridos en consonancia con tradiciones y valores.

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