De lo grotesco a lo cursi en Venezuela: un país “rico” y “chévere” - Runrun
De lo grotesco a lo cursi en Venezuela: un país “rico” y “chévere”
Además de la indignación que produce tanta abundancia en medio de la miseria, hay algo más en este despliegue de estética cursi

 

@narrativaoral

La sociedad venezolana se mueve entre dos extremos de la estética: lo grotesco y lo cursi. Y la fluidez con la que se pasa de un polo a otro no es solo sorprendente, sino repugnante. Porque en un país donde la pobreza no deja de crecer (basta referirse a la más reciente encuesta ENCOVI), los excesos de lo cursi (o kitsch) resultan grotescos.

La manifestación más exuberante de esta estética empalagosa son las tiendas que venden adornos de Navidad, desde los arbolitos, las luces, los adornos, hasta soldaditos tipo cascanueces de tamaño natural. Su vocación kitsch corresponde con un gusto por la Navidad estilo victoriano, creación justamente de la reina Victoria y su príncipe Alberto, quien importó la costumbre del pino navideño desde su natal Alemania a la Inglaterra del siglo XIX. Ese estilo de invierno verde y rojo, con Santa y sus duendes en trineo volador (y más recientemente brujas mecanizadas para celebrar Halloween), va muy bien con el anhelo de los nuevos ricos en la Venezuela Bolivariana. Ellos quieren vivir en Disney sin salir de sus jaulas de oro criollas.

Partamos de la prudente presunción de inocencia. Nadie dice que esté mal que exista la estética cursi de la Navidad victoriana. Hay para todos los gustos en la viña del Señor, y cada inversionista hace lo que quiera con su dinero. Digamos incluso, como se me ha informado, que ciertas tiendas navideñas hacen una gran labor. Dan empleo y fabrican adornos en el país que hacen personas que viven en zonas pobres. Todo eso suena muy bien, pura responsabilidad social empresarial.

Una observación. Esa estética navideña tipo Polo Norte se parece mucho a la que desplegara en un vídeo reciente Nicolás Maduro en compañía de una muda Cilia Flores, con arbolitos y renos iluminados en un país en el que los apagones son moneda corriente. Así que hay alegría fuera y dentro de Miraflores.

Vídeo: Maduro presentó la Navidad junto a Cilia en Miraflores | Canal en Youtube de El Pitazo

Sin embargo, sabemos que eso de la alegría generalizada es mentira, al menos para una gran cantidad de venezolanos dentro y fuera de país. Los productos navideños que se venden en dólares imperiales son inalcanzables para ellos. De alguna forma, tanta opulencia es también una bofetada en sus rostros, muchos hambrientos, muchos enfermos, muchos solos porque sus hijos y nietos emigraron. Y eso no es culpa de una tienda, Dios nos libre. Porque a la hora de buscar culpables hay que apuntar a otro lado.

¿A quién le importa lo cursi?

Además de la indignación que produce tanta abundancia en medio de la miseria, hay algo más en este despliegue de estética cursi. Es un síntoma que desde lo simbólico expresa las contradicciones sociales y culturales en Venezuela. Y vuelve a reafirmar la falsa conciencia de muchos, en medio del gran desastre económico que ha sido el chavismo, que creen todavía que seguimos siendo un país “rico” y “chévere” (vale la pena leer sobre estos temas los libros El Estado mágico y Ni tan chéveres, ni tan iguales). 

Esa es la impresión que fenómenos como las tiendas navideñas o la pantagruélica (por gigantesca) farmacia que está en Valencia (estado Carabobo) pretenden confirmar en la mente de los venezolanos (pueden ver en este vídeo la exhibición de productos de salud en el país de la malaria y hospitales públicos en ruinas).

Vídeo: ASÍ ES LA FARMACIA MÁS GRANDE de LATINOAMÉRICA | Canal en Youtube de Fogonix

Son, además de empresas comerciales, promotores de una ilusión de opulencia y normalidad, en medio de la pobreza y la anomia (es decir, la ausencia permanente de normas).

Hay también en esta explosión de kitsch (cursilería) una sensibilidad muy propia de los “nuevos ricos” que han emergido a la sombra del chavismo.

Ellos son los mismos que repiten los discursos patrioteros, que denuncian al capitalismo; y van a la tienda navideña y a la farmacia de Valencia para comprar felicidad y salud.

En este sentido, el chavismo es profundamente venezolano, en su acepción consumista y narcisista. En eso, los “bolivarianos” con plata han superado a los “ta’ barato dame dos” de los mayameros de la época de oro del 4,30 en la Venezuela saudita.

Muchos emprendimientos comerciales como los bodegones, casi todos sustentados en la importación, sirven de vitrina de una supuesta recuperación económica, una mascarada para que la dictadura se atornille. Los negocios y la negociación política se amalgaman para darle oxígeno a un régimen que, por lo visto, seguirá en su tarea de destrucción sin encontrar mayor resistencia. ¡Qué siga la fiesta!

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