Runrun

Imagen 7-3-24 a las 8.38 p. m.
Opinión

La democracia y el pensamiento gradual

La democracia y el pensamiento gradual, por Alejandro Armas
Un mundo dominado por potencias autoritarias sería mucho más caótico y cruel que el que habitamos hoy. Una vez más, lo razonable es evitar las falsas equivalencias

 

@AAAD25

La semana pasada escribí en esta columna sobre un déficit agudo y muy extendido en el pensamiento gradual, y la resultante pérdida de nociones sobre justicia, como parte de nuestro zeitgeist. Ojalá fuera aquella la única consecuencia, pero no lo es. La incapacidad para concebir grados y matices desempeña un papel destacado en varias diatribas políticas contemporáneas a nivel mundial.

No aplaudamos la “justicia trending topic”

No aplaudamos la “justicia trending topic”

Un mundo dominado por potencias autoritarias sería mucho más caótico y cruel que el que…

Son tiempos álgidos para ese tipo de discusiones, pues el orden global posterior a la Guerra Fría está enfrentando desafíos enormes que bien pudieran acabar con él. Atrás quedaron las certezas sobre el triunfo de la democracia republicana que auguró Francis Fukuyama, en una especie de “fin de la historia” hegeliano (curiosamente, un milenio antes, hacia el año 1000, algunas comunidades cristianas también creyeron que el fin de la historia era inminente, pero en sentido apocalíptico).

Varios entes que se dan a la tarea de revisar la salud de la democracia (la Unidad de Inteligencia de The Economist, el V-Dem Institute, etc.) coinciden en un deterioro a lo largo y ancho del mundo. Los latinoamericanos lo podemos ver en nuestro propio vecindario con la consolidación de regímenes autoritarios en Venezuela y Nicaragua (Cuba es un caso muy anterior), pero también con países que no han llegado ahí, pero van en camino a paso alarmante, como El Salvador. Algo parecido pasa en Hungría y Turquía. Hasta en Israel, por décadas la única o casi la única democracia del Medio Oriente, hay tendencias muy peligrosas. China busca extender la influencia de su sistema autoritario urbi et orbi. Ni hablar de Rusia y el imperialismo explícito de Vladímir Putin, obsesionado con emular las glorias de zares como Pedro I y Catalina II, cuyo sangriento y perverso resultado es la guerra en Ucrania.

Pero mientras que algunos factores antidemocráticos, sobre todo a nivel gubernamental, tratan al menos de simular que tienen talante democrático, otros, ciudadanos comunes y libres de ciertos compromisos, expresan abiertamente su entusiasmo por el autoritarismo. Es en este punto en el que la carencia de pensamiento en grados entra en acción. Porque uno de los argumentos más recurrentes en el cuestionamiento a la democracia es señalar los vicios que ocurren bajo su égida. Vicios que están entre los más reprochados al autoritarismo. La falacia del hipócrita.

Pero esta es una trampa lógica. No porque en democracia nunca se dan los problemas referidos. Sí se dan, pero con menor frecuencia e intensidad que en las dictaduras. Entonces, no es que en democracia nunca haya gobiernos abusivos, corruptos, mediocres e incompetentes, sino que todo eso ocurre menos. Por eso las democracias crean ambientes más favorables para las actividades generadoras de riqueza, con una consiguiente calidad de vida alta. Si los humanos son seres racionales que, con la información disponible, buscan optimizar su situación personal, pues basta con ver los flujos migratorios en el mundo. ¿Qué tipo de gobierno hay en los países a donde más van los expatriados? Democracia, por supuesto. Eso incluye, a propósito, a émigrés venezolanos con inclinaciones filotiránicas. Suelen vivir en países como España, Estados Unidos o Chile. Ni de broma se van a Turkmenistán, Bielorrusia o Guinea-Bissau (o, si lo prioritario es la lengua, Nicaragua).

De manera que la forma de evitar caer en la trampa lógica es pensar en grados. Entender que las democracias cometen errores y hasta crímenes, y los seguirán cometiendo. Que no pueden ser perfectas, porque nada creado por humanos esencialmente imperfectos puede alcanzar la perfección. No hay formas de gobierno completamente positivas ni completamente negativas. Solo mejores y peores. Naturalmente, debemos escoger las mejores.

Prefiero un hegemon democrático

Prefiero un hegemon democrático

Un mundo dominado por potencias autoritarias sería mucho más caótico y cruel que el que…

Como con tantas otras cosas en la vida, el gobierno ideal no es algo que podamos alcanzar. Nunca lo haremos. Solo podemos tender hacia él. Es una referencia intangible, como el mesotes, o punto medio virtuoso, en la filosofía ética de Aristóteles. Pongamos una ilustración más sencilla. ¿Usted dejaría de contraer matrimonio con el mejor partido que se le ha cruzado en la vida, solo porque este tiene, como todo el mundo, algunos defectos? A menos que se haya decidido por la soltería vitalicia, claro que no.

Algo parecido ocurre con el capitalismo. Como abstracción, no tiene nada de superior a otros sistemas económicos (algunos pensadores de la Escuela Austriaca, como Ludwig von Mises y Hans Hermann Hoppe, han tratado de demostrar lo contrario a partir de razonamientos apodícticos, a mi juicio sin éxito). Pero como fenómeno concreto, sí ha sido el sistema económico que ha generado el mayor desarrollo humano, aunque sea, una vez más, con imperfecciones profundas que se puede y se debe tratar de corregir. Los experimentos que han tratado de reemplazarlo, siendo la vía marxista la más notable, fracasaron.

Relacionado con la democracia, vemos otro ejemplo en el orden internacional. Las llamadas “potencias revisionistas”, empezando por los gobiernos de Rusia y China, intentan convencer al resto del mundo de que su autoritarismo es preferible a la democracia de Estados Unidos, Europa, etc.

La guerra contra Occidente

La guerra contra Occidente

Un mundo dominado por potencias autoritarias sería mucho más caótico y cruel que el que…

Estos reaccionan defendiendo el sistema propio. ¿Quienes no somos ciudadanos de ninguno de esos países debemos escoger un bando? Sin renunciar a la independencia del Estado propio (una discusión de momento fútil en Venezuela, donde ni siquiera podemos escoger nuestro propio gobierno, lo sé), creo que lo correcto es tender hacia los Estados democráticos. No porque estos sean gobernados por seres de luz que jamás piensan en sus propios intereses, pues suponer lo contrario sería el colmo de la ingenuidad. Tampoco porque estén libres de pecado en su política exterior (no olvidar el colonialismo europeo ni el apoyo norteamericano a dictaduras militares anticomunistas). La razón es que, en última instancia, el orden político que reivindican es el más benéfico. Un mundo dominado por potencias autoritarias sería mucho más caótico y cruel que el que habitamos hoy. Una vez más, lo razonable es evitar las falsas equivalencias.

Quizá lo mejor de la democracia, ya que admitimos sus máculas, es que permite sin mayor trauma señalar esas manchas. Los críticos de los regímenes autoritarios que viven bajo su yugo no tienen tanta suerte. Además, la democracia brinda infinitas oportunidades para cambiar de opinión. Para mejorar. De eso se trata, volviendo a nuestro punto de partida. No puedes mejorar si no concibes grados.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Una base de datos de mujeres y personas no binarias con la que buscamos reolver el problema: la falta de diversidad de género en la vocería y fuentes autorizadas en los contenidos periodísticos.

IR A MUJERES REFERENTES