Nuestra decadente introspección colectiva - Runrun
Alejandro Armas Abr 19, 2024 | Actualizado hace 2 semanas
Nuestra decadente introspección colectiva
Si la oposición no logra un cambio político mediante el proceso que culmina este 28 de julio, cuenten con una depresión masiva que acentúe la despolitización de las masas

 

@AAAD25

Esta es la segunda de dos entregas de esta columna en las que me propongo comparar la Venezuela contemporánea con la antigua Atenas en dos de sus etapas, ninguna de las cuales es la democrática que le dio tanto renombre histórico. Esta vez debemos imaginarnos en la polis ática que ya había dejado atrás sus tiempos de mayor esplendor, luego de ser humillada por los lacedemonios en la Guerra del Peloponeso y de haber hecho frente, junto con el antiguo enemigo espartano, a la amenaza común de una Tebas liderada por el brillante general Epaminondas. Como se ve, esos griegos, acaso queriendo emular a sus héroes mitológicos, no eran capaces de una paz duradera que no fuera la de los cementerios. Entre tanto luchar entre ellos, quedaron vulnerables a la espada de invasores foráneos. Primero sus primos etnolingüísticos, los antiguos macedonios, y luego Roma.

Quedémonos con los primeros: Filipo II, Alejandro Magno y sus sucesores, los reyes diádocos. Aunque la intensidad del dominio de estos sobre Atenas, sobre todo tras la muerte de Alejandro y el reparto de su imperio, haya sido intermitente, Atenas perdió su condición de Estado independiente en buena medida, sino es que del todo. Si bien la ciudad siguió teniendo una vida cultural muy rica, no pudo seguir siendo el faro de discusión libre y plural de ideas políticas que fue antes.

Un argumento que he leído varias veces en los artículos del profesor Mariano Nava Contreras, uno de los mayores eruditos en estudios grecolatinos que hay hoy en Venezuela, es que este giro tuvo implicaciones importantes en el debate y la enseñanza filosóficos. Se hizo difícil el desarrollo de una filosofía específicamente política, como aquella de la que tanto escribieron Platón y Aristóteles, entre otros.

Dice Nava Contreras que las escuelas de pensamiento surgidas en este período, el helenístico, si bien no desatendieron del todo los asuntos públicos y colectivos, se enfocaron mucho más en la introspección: el estoicismo, el epicureísmo, el escepticismo, el neoplatonismo (este último no tan ligado a Atenas pero originado en la época a la que me refiero), etc. Se concentraban en la armonía del propio ser, en lo que Epicuro llamó ataraxía. Nótese que el neoplatonismo de Plotino, pese a la influencia de Platón que el propio nombre deja claro, no tiene un corpus de ideas políticas notable. En todo caso, renegaba de la experiencia terrenal, incluyendo la política, para así buscar el regreso a una sustancia divina inmaterial que todo lo trasciende, lo cual influyó en cierta teología cristiana temprana, sobre todo Agustín de Hipona y su Ciudad de Dios.

Regresemos nosotros ahora, no a ese “Uno” neoplatónico, sino a nuestro mundo profano contemporáneo, más triste que el de la Atenas helenística, como veremos a continuación. Como la polis coronada por el Partenón y las Cariátides, somos un Estado que perdió su democracia. A medida que el orden autoritario se consolida, se da en la sociedad un fenómeno del que tengo tiempo hablando: la despolitización de las masas. La combinación del miedo a que una acción o hasta una palabra moleste a los poderosos y acarree consecuencias draconianas (tema del artículo inmediatamente anterior a este), por un lado, y la poca o nula expectativa de un giro hacia tiempos mejores en el corto y largo plazo, por el otro, han hecho que cada vez más gente quiera saber cada vez menos de política.

Dracón llegó a Caracas

Dracón llegó a Caracas

El advenimiento de las “elecciones” presidenciales de julio parece que, al menos provisionalmente, frenó y hasta redujo la tendencia. Sobre todo, luego del éxito de la primaria opositora de octubre y el entusiasmo masivo que desató. Pero en los meses siguientes, nuevos desengaños pudieran fortalecerla otra vez: la inhabilitación confirmada de María Corina Machado, ganadora de la primaria; el bloqueo sin explicación oficial alguna a la candidatura de la profesora Corina Yoris, escogida por Machado para representarla; la insistencia de esta y su entorno en que pese a todo registrarán una nominación representativa, pero sin dar a entender cómo lograrán tal cosa; y la inscripción de una docena de otras candidaturas alternativas a la de Nicolás Maduro, ninguna de las cuales parece contar con respaldo significativo, incluyendo la más prominente, la de Manuel Rosales.

Ya que la despolitización de las masas pudiera seguir siendo un rasgo mayúsculo de nuestra sociedad en tiempos por venir, creo que no está de más examinarla en relación con la Atenas helenística. ¿Cabe esperar que los venezolanos también se refugien en formas de pensamiento más introspectivas y ajenas a la política? Yo pienso que eso ya está ocurriendo. Pero, para hacerlo todo más lamentable, el menú de opciones no tiene la riqueza de las escuelas filosóficas de hace más de dos milenios. Más bien es un conjunto diverso de manifestaciones derivadas de lo que Bauman llamó “los descontentos de la posmodernidad”, a menudo con un matiz fuerte de subdesarrollo. Especies de cultos New Age y filosofías pop. En el mejor de los casos, son inocuos pero superficiales. En el peor, nocivos.

 

Tenemos para empezar el primitivismo que rechaza los productos industrializados para el consumo alimenticio e higiénico, sin ninguna evidencia científica que lo respalde. Pura charlatanería que si acaso contará marginalmente con el beneplácito de alguna persona versada en la materia. Ello va de la mano con unas ínfulas de hipermasculinidad en supuesta sintonía con la naturaleza, que ignoran hasta los hallazgos más básicos de la antropología y que tienen visos de misoginia y homofobia por una pretendida obligación a que las personas de sexo biológico masculino tengan estrictamente conductas de animal macho, incluyendo un papel exclusivo de proveedor de recursos para la familia (como si las mujeres no pudieran aportar). Una respuesta que muchos hombres, sobre todo jóvenes, han hallado a las inseguridades sobre su identidad masculina en una era revolucionaria para los roles de género.

 

Luego está el hedonismo plástico que limita todo modus vivendi a la búsqueda de placeres sensuales y materiales. Se desentiende de cualquier ética que trascienda los deseos del cuerpo y la reputación social. Su única aspiración es a una vida colmada de comodidades y lujos: habitar una mansión o un penthouse en alguna de las mejores zonas de Caracas, con el mobiliario más cómodo posible y una estética agradable a la vista; comer en los mejores restaurantes, beber los licores más finos, vestir ropa de diseñador, manejar carros deportivos o camionetas gigantes último modelo, visitar los destinos turísticos más exclusivos y practicar el coito frecuente con una o varias parejas muy codiciadas por los demás.

La hipocresía de Occidente

La hipocresía de Occidente

Aunque apeste a frivolidad y a muerte intelectual, nada de esto tiene por qué ser moralmente inaceptable en sí mismo. No pretendo invocar el “ser rico es malo” de Hugo Chávez ni ninguna otra monserga de extrema izquierda. Querer bienes y servicios costosos es normal y no veo nada de malo en ello. El problema es la concepción del resto de los mortales como seres cuyo bienestar no importa en absoluto o, peor, cuya explotación y opresión es necesaria para los objetivos propios. Nada sintetiza más esta mentalidad que una frase horrenda que se me cruzó hace poco en redes sociales: “Todos quisiéramos ser hijos de un enchufado”. Una mentalidad muy cómoda en un país con tanto sufrimiento y miseria, pero al mismo tiempo muy difícil de satisfacer, habida cuenta de que, por la exclusión inherente al sistema, los cupos para “enchufado” o vástago o pareja de “enchufado” son pocos.

 

Por último, está la autoayuda de manual para la “superación personal” y el emprendimiento. No me refiero a los miles de pequeños negocios abiertos por venezolanos hartos de ganar sueldos paupérrimos. A esos les deseo todo el éxito del mundo. Lo que tengo en mente es el discurso de influencer que, a cambio de una tarifa, te enseña que siempre “querer es poder”. Esta máxima, extendida y retorcida de mil maneras distintas en forma de libros de cientos de páginas o conferencias de varias horas de manera tal que los autores en cada caso puedan cobrar por su “pensamiento innovador”, tiene algo de sentido en sociedades mayormente libres. En caso contrario, es un sofisma.

De manera que, en Venezuela, no todo el que quiere puede. El statu quo es demasiado injusto y depredador como para permitirlo. No hay ninguna igualdad de oportunidades, pues los recursos necesarios para tal igualdad están concentrados de manera ilegítima en muy pocas manos. De ahí que haya tanta gente trabajadora y ambiciosa pero pobre. Solo unos pocos lo consiguen de forma honesta. Negarlo es cosa de mercachifles del pensamiento.

Las fortunas del socialismo

Las fortunas del socialismo

Quise describir estas tres expresiones de introspección despolitizada porque, entre las conspicuas, me parecen las menos escrutadas. Hay otras, por supuesto, como el budismo o el esoterismo cabalístico o astrológico. Si la oposición no logra un cambio político mediante el proceso que culmina este 28 de julio, cuenten con una depresión masiva que acentúe la despolitización de las masas. Cuenten también con el agudizamiento y popularización de todos los fenómenos descritos en este artículo. ¿Y Atenas? Bueno, ojalá lo que representa la diosa que da nombre a la ciudad nos guíe: sabiduría.

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