Julio Castro: Entre 8% y 11% de los venezolanos han contraído COVID-19 - Runrun
Julio Castro: Entre 8% y 11% de los venezolanos han contraído COVID-19
En un foro virtual organizado por Prodavinci, el médico infectólogo advirtió que volver a la “normalidad” que vivíamos antes de la pandemia no será posible al menos en los próximos nueve meses
Consideró que el reto de los gobiernos es buscar alternativas para que la sociedad funcione y para que la tasa de transmisión sea manejable

Yakary Prado/@mrsyaky 

En un foro virtual de Prodavinci celebrado este 15 de septiembre, el médico infectólogo Julio Castro estimó que entre 8% a 11% de los venezolanos pueden haberse enfermado con COVID-19, un porcentaje aún distante del 60% requerido para lograr la denominada «inmunidad de rebaño» que pudiera poner fin a la epidemia.

En la videoconferencia «Dónde está Venezuela a seis meses de la pandemia» de Prodavinci, Castro recordó que la otra vía para lograr ponerle fin a la propagación del coronavirus es la vacunación de la población. Para la fecha, 9 vacunas contra la COVID-19 están siendo estudiadas en Fase III en distintos países del mundo. Algunos países aspiran iniciar la vacunación a finales de 2020.

«Si tuviera que decir cuánta gente en Venezuela tiene anticuerpos antiCOVID-19, que sería el equivalente a cuántos se han infectado, probablemente tenemos una brecha entre 8% a 11%. El camino para llegar a 60% es larguísimo, es lo que nos falta antes de que llegue la inmunidad de rebaño por esa vía, o por la vacuna», amplió.

Castro precisó que en Venezuela se han registrado cuatro semanas con cierta «estabilidad» en el número de casos, pero aclaró que ello no significa que los contagios estén disminuyendo, sino que ha sido sobrepasada la capacidad de detección. También, comentó sobre la «obsesión» respecto a la llegada del pico por COVID-19. 

«El pico llega cuando llega, si no ha llegado en el mundo, mucho menos a Venezuela. Siempre he dicho desde el primer momento que esto es para largo, y pongo el ejemplo de cuando viajaba a Maracaibo y le preguntaba a papá cuánto faltaba y apenas íbamos por Tazón. Esto es como un viaje a Estambul. Creo que nos queda buena parte de la mitad del año que viene, quizá no en todos los países con la misma intensidad, pero dado lo precario de lo que aún conocemos, esto va para largo (…) No veo en el escenario próximo el tema de llegar al pico, porque el pico lo construyes con políticas públicas, el virus no se muda. Si no tienes medidas que impacten la transmisibilidad, los casos van a seguir subiendo», explicó.

Los enigmas asociados al COVID-19

A seis meses del inicio de la pandemia, según recalcó el experto, aún hay muchas interrogantes sobre los efectos a mediano y largo plazo del nuevo coronavirus en el cuerpo humano. Al principio, la COVID-19 era tratada como una enfermedad que afectaba exclusivamente al sistema respiratorio, pero con el paso de los meses, el panorama ha variado. 

Castro indicó que en la OMS hay mucha preocupación por las consecuencias que causará la infección en órganos como el corazón y los pulmones de quienes se infectaron con el virus.  Puso como ejemplo su vivencia personal con el COVID-19.

«La gran interrogante actual es cómo se comportará el virus en órganos vitales y muy importantes como el corazón y los pulmones, no lo sabemos. El corazón y pulmón funcionan muy cerca del otro. Si tú subes una escalera, como necesitas más oxígeno, tu corazón bombea más rápido para compensar la necesidad de oxígeno. Muchos pacientes con COVID-19 tienen saturación como si estuvieran en el Pico Bolívar y el corazón no compensa en frecuencia cardíaca cómo debería. Me pasó a mí, en momentos estoy en frecuencia cardíaca baja y en otros con frecuencia alta sin ninguna explicación, en algo debe afectar el virus a los nervios del corazón, así como afecta la nariz, olfato y gusto. En el caso de la pérdida de olfato y gusto, se ha demostrado que es porque afecta a los nervios y se piensa que esto es una neuropatía. Ahora empezamos a ver otras manifestaciones de la enfermedad que antes no advertíamos», detalló el doctor en la videoconferencia de Prodavinci. 

Otro de los temas que aún está inconcluso, a seis meses de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia por COVID-19, es la propensión a desarrollar una forma leve, moderada o grave de la enfermedad. La experiencia refleja que las personas mayores de 65 años, con afecciones cardíacas, obesidad, sistema inmunitario debilitado, enfermedad renal crónica, enfermedad pulmonar de base o diabetes mellitus tipo 2 tienen mayor riesgo de enfermarse gravemente. Pero esto no ha eximido a personas jóvenes y sanas de complicarse con el virus y hasta morir. 

«La verdad, no tenemos una buena forma de saber quién irá a una enfermedad severa y quién hará una leve, ese elemento diferenciador no está claro para la ciencia todavía. Al final, obedece a razones que no sabemos. Al entrar a terapia intensiva, la mortalidad está entre 30% a 50%», refirió Castro. 

Recordó el experto que una sola medida no es necesaria para controlar la epidemia, sino un conjunto de ellas: medidas preventivas (uso de tapabocas, lavado de manos, distanciamiento físico) sanitarias (aumentar capacidad de detección con pruebas PCR), restricción de circulación en diferentes etapas y evitar reuniones. 

También, instó a mantener la calma, pues la vida, tal y como la conocíamos antes de la pandemia, posiblemente no volverá antes de los próximos nueve meses. 

“La epidemia va aumentando y si no tienes algo que la vaya controlando, o la haga bajar, los números seguirán creciendo (…) Mientras tengamos virus y gente susceptible, habrá medidas de restricción más o menos severas, pero no podemos pensar que los niños volverán al colegio de forma normal, que podremos ir al trabajo de manera normal, o ver un juego Caracas-Magallanes como lo hacíamos antes. Esa vida, en los próximos ocho o nueve meses, no va a ser posible. Y eso tenemos que entenderlo, porque requiere de formas de control de movimiento de ciudadanos y del contacto. Entonces, hay que buscar alternativas que permitan que la gente no se muera de hambre y que haya una forma de activación económica y de menor impacto en la salud mental.  Hay que buscar puntos intermedios que permitan que la sociedad funcione y que la tasa de transmisión sea manejable para los sistemas de salud”, concluyó.