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¿Para qué sirve un asesor político?
Esta es una historia que protagonizó John Wayne hace años, el guion ha vuelto a repetirse y el resultado ha sido la llamada Operación Gedeón. Detrás del tinglado aparece el verbo directo y sagaz del ahora exasesor político de la oposición venezolana, JJ Rendón. Por cierto, ¿qué lección quedará de todo esto?

@sdelanuez 

 

El sistema que implantó Chávez y que Maduro ha profundizado se fundamenta en el miedo y en la muerte. Es un sistema hecho a imagen y semejanza del castrismo, que a su vez lo aprendió del estalinismo. El gran sueño que albergaron las clases media y popular en Venezuela en 1998 venía enfermo de muerte desde el 92 pero no se dieron cuenta o le pasaron por encima a ese dato. Votaron las masas con liviandad suicida, haciendo bueno el eslogan más ponzoñoso en la historia del país: “Chávez, un sentimiento nacional”. Mañana, ninguna estadística podrá contar las víctimas del chavismo porque esa cifra será infinita.

Todos estos regímenes caen, como dice Margarita López Maya. No pueden mantenerse indefinidamente, entre otras razones porque más pronto que tarde ya no habrá nada que destruir, misión cumplida. Y cuando esté a punto de caer, el régimen necesitará negociar, al fin, y para ello hay que estar preparados.

Pero el líder Juan Guaidó y su plana mayor deben entender que con la asesoría de un cantamañanas no va a caer el régimen más temprano. ¿Saben lo que es un cantamañanas? Según el diccionario, alguien irresponsable, que no merece crédito. Los morfemas “cantamañanas” y “consejero político” son sinónimos aunque el diccionario de la Academia no consagre esta realidad comprobable en la práctica. En España, los asesores de marketing político acaban de derribarle la carrera a un buen chico que prometía, dándole consejos bobos. Se trata de Albert Rivera y de un tirón bajó cuarenta puntos entre dos elecciones que no distaron sino tres o cuatro meses entre sí.

Todo consejero político es un hablador de pistoladas a menos que se llame Henry Kissinger y recién se haya levantado de la tumba para empaparse de la situación.

Son como los del «coaching» en las redes o la aleta de tiburón para curar los males del cáncer. Se disfrazan de pitonisa pero apenas llegan a mala imitación de Adriana Azzi, más honesta que cualquiera de ellos. Cuando uno busca en Twitter a JJ Rendón y lo sigue, enseguida sale en la casilla “A quién seguir” la señora Patricia Poleo: el algoritmo sabe lo que hace. La virtud mediática de este nuevo Jota Jota (el otro en la historia reciente de Venezuela fue González Gorrondona) es comerse vivo al educado Fernando del Rincón cuando este trata de repreguntarle, en su programa de CNN, sobre la firma de Guaidó en el documento de Silvercorp de ocho páginas pero del cual, ahora, solo aparecen siete. Rendón, tajante y muy dueño de sus verdades, le dice que no sabe de dónde salió esa firma de Guaidó pero que, en efecto, la propia de él desde luego la puso pues buscan, él y los demás de la “comisión”, todos los escenarios posibles para el cese de la usurpación; pero que ese documento nunca tuvo validez porque no fue “perfeccionado” y punto.

Un piquito de loro con respuestas rápidas, poniendo el punto donde le conviene: eso es Rendón. Nada parece generarle una duda interna. A estas alturas, uno prefiere a la gente que duda de muchas cosas, con inseguridades, que admite sus limitaciones. La gente muy pagada de sí misma no es de fiar.

Uno no debe apelar a las muletillas. Sin embargo, aquí cabe una excepción. Si yo fuera Juan Guaidó pondría tierra de por medio entre cualquier asesor político y mi persona. Los asesores políticos están pendientes del librito pero jamás han estado en Carapita o José Félix Ribas.

Cuando tuvieron la oportunidad de estar, quizás prefirieron ir al cine a ver películas de Rambo antes que mojarse un poco en el cerro. Si les llega algo de lo que se cuece en los barrios, es por alguna encuesta hecha en medio de terribles dificultades. Incluso el Latinobarómetro (lo último que sale en Internet es de 2018, a ver si se ponen al día) siempre sale con aquello de que a los venezolanos no les interesa tanto la democracia como ganarse el pan de cada día. Lógico, ¿qué querían, que les preocupara esa entelequia?

El reto de la oposición en este momento es mirar al barrio, no a Miami. La sociedad venezolana no es un adorno en esta historia. Al buscar un asesor, amigo Guaidó, vea primero sobre cuántas personas simples, de la calle, ha impactado su trabajo; no mire sus posgrados o si asesoró al hoy gobernador de Carolina del Norte o cosa semejante. A usted no le interesa saber cómo demonios funciona la cabeza de los votantes de Carolina del Norte (es solo un ejemplo arbitrario).

“Jordan Goudreau, el exsoldado estadounidense que intentó derrocar a Maduro”. Eso es el primer titular que aparece en internet sobre la aventura del 3 de mayo. El gobierno ha dicho que murieron ocho rebeldes. Vaya usted a saber qué pasó y cómo pasó en realidad. En cualquier caso, aquel titular es un motivo de vanagloria para Nicolás Maduro, el hombre que bailaba en los vídeos que circulaban en las redes en 2017 mientras sus guardias asesinaban a muchachos desarmados en Táchira, Carabobo o Caracas.

Ese es el resultado del trabajo de JJ Rendón.

Si yo fuera Juan Guaidó consultaría a un armador de redes de buena voluntad, dentro y fuera del país. Se llama Feliciano Reyna y ha sabido convertir lo que una vez parecía imposible en algo que sí es posible, sobre todo en materia de acopio y distribución de medicinas.

Consultaría a un poeta, porque te hará ver los días por venir y el color de su cielo mientras los demás se conforman con ver en sus móviles la hora exacta. De preferencia, que sea Rafael Cadenas.

Y consultaría a Katherine Martínez porque todo lo que ella hace por los niños, desde que se levanta hasta que se acuesta, tendrá que convertirse alguna vez en política de Estado, de un Estado preocupado por sus ciudadanos, que es el que merece Venezuela, y no la basura que hoy padece.

 

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