Con hambre de conflicto - Runrun
Antonio José Monagas Jul 17, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Con hambre de conflicto

@ajmonagas

La realidad venezolana se convirtió en un inexpugnable y desordenado juego de envite y azar. Aunque en apariencia pareciera un simple relato de misterio. Pero es más que eso. Son contradicciones que embotan el pensamiento más habilidoso. Esas ganas de cambiar sin renunciar a nada, resulta como una suerte de ambigüedad que no lleva a ningún lado.

Al mismo tiempo, las realidades pretenden hacer ver que lo mostrado es, al mismo tiempo, verdad y mentira. ¿Cómo así? Todo está bien, pero también todo está mal. Y aun así, no se cuenta con escape alguno que conduzca hacia una salida honorable, creíble y digna. Necesaria y viable.

Caramba, ¿qué es lo que sucede al interior de los referidos problemas que insumen y consumen a Venezuela? ¿Será posible poder hacer algo que contrarreste tan enrarecida situación nacional? Es difícil creer y aceptar la paradójica situación. Pero los tiros parecieran llevar a dicha dirección. Luce ahora ineludible intentar una explicación que descifre tan obeso enigma.

La política mal entendida

De entrada, vale reconocer que dicha situación tiene su fuente u origen en la política. No solo en su comprensión equivocada. También, en su errado ejercicio. Sobre todo, al percibir que la política tiende a complicar realidades que no están debidamente abiertas al discurrir social y económico. Por tanto, lucen enredadas como en principio son avizoradas. No obstante, más allá de tan escueta consideración, se esconden otros argumentos que bien valen para auscultar tan sinuosa situación, hurgándola por el lado de la filosofía. De la filosofía política, para más exactitud o posibilidad de dar con alguna respuesta suficientemente convincente.

La desinformación como causa. Todo ciudadano, aun no preciándose de su condición de “hombre político”, es en definitiva el sujeto protagónico de todo evento precedido y presidido por la política. Aun así, esa deficiencia le permite ejercer su perplejidad o preocupación ante el desorden de información que ocurre alrededor de la correspondiente realidad.

El problema de desinformación solapa toda posibilidad de que pueda filtrarse algún elemento relacionado con la verdad que rige la situación en cuestión. Es ahí cuando la confusión se apropia de la situación. Todo luce tan confuso que la realidad se opaca debido a que la desinformación oscurece el panorama.

La situación se complica toda vez que el rumor hace presencia en la orgía anónima de las redes sociales. En la mitad de tan enrarecido problema, se aviva la histeria colectiva proveniente de cuanto insulto, acusación o reproche pueda hacerse público.

Acá, la opacidad incita la confusión tras la cual se encubre toda sospecha nacida al calor de la insidia que se ha expandido en forma de perturbado rumor. Luego siguen los escándalos como complementos de la cuestionada situación.

En medio de todas estas, el poder político expuesto por el régimen se disfraza de “santurrón”. Hace ver y creer que nada pasa cuando todo se ha exasperado, se ha exacerbado. Al extremo de que el país tiene otra excusa para acentuar la crisis vigente. Es como si la realidad venezolana viviera permanentemente y de manera inusitada con hambre de conflicto.

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