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Yulimar Rojas y la mirada interseccional

Yulimar Rojas. Foto Yann Caradec, agosto de 2019 / Wikimedia Commons

No solo me alegra el oro, ni el nuevo récord mundial de Yulimar; me alegra que lo lograra una mujer que luchó contra la adversidad

 

@dhayanamatos

No es fácil ser deportista/ y llegar a una olimpiada,/ mucho menos si eres mujer,/ negra, pobre,/ de un país tercermundista  /y lesbiana.

Por eso, no solo me alegra el oro/ ni el nuevo récord mundial,/ me alegra que lo lograra/ una mujer/ que luchó contra la adversidad.

El domingo 1 de agosto, como la mayoría de la población venezolana, amanecí contenta con la noticia del nuevo récord mundial y la medalla de oro obtenida por nuestra compatriota Yulimar Rojas. La cifra 15,67 será recordada en Venezuela durante mucho tiempo y estoy segura de que se convertirá en un número fijo para quienes juegan a la lotería.

Ya se ha dicho hasta el cansancio que lo logrado por Yulimar ha sido una hazaña extraordinaria que ha requerido talento, mucha disciplina y contar con un buen entrenamiento.

También me llena de mucha dicha que haya sido precisamente una mujer la que le haya dado a Venezuela el mayor triunfo deportivo en toda su historia. ¡No se les olvide, FUE UNA MUJER!

Y destaco este hecho porque si bien es cierto que en Venezuela no hay políticas públicas en materia deportiva ni se les presta atención ni apoyo a las personas deportistas, independientemente de su sexo, en el caso de las mujeres la situación es peor ya que se considera que lo que hacen es secundario, dándosele mayor relevancia a los logros de los hombres.

El sexismo en el deporte es una realidad que en Tokio 2020 quedó en evidencia ante la multa al equipo femenino de balonmano playero de Noruega por usar unos pantalones cortos y no los tradicionales bikinis.

Si se habla de deportes profesionales y desigualdades salariales, observamos que las brechas salariales son abismales. Por ejemplo, en la Copa Mundial de Fútbol Femenino del año 2019 el premio monetario total fue de 30 millones de dólares, mientras que en la Copa Mundial de Fútbol Masculino de 2018 fue de 400 millones de dólares. Esto muestra que las diferencias son muy grandes.

También hay que señalar como fuente de desigualdad, la cosificación de las mujeres deportistas por parte de algunos medios de comunicación social y en las redes sociales. En época de juegos olímpicos abundan los titulares que se refieren a “las deportistas con los mejores cuerpos”, “la atleta más sexy”, “las mujeres deportistas con los rostros más bellos”, entre otros, que aplican un doble rasero, según el cual, mientras que se habla de los hombres por sus méritos y logros deportivos, en el caso de las mujeres se refieren a su apariencia física y no al trabajo que han tenido que realizar para estar en unas competencias deportivas de alto nivel.

Pero volviendo al caso de Yulimar y lo que ha significado para Venezuela, no es cosa menor la representación simbólica que su figura tiene en la juventud venezolana en general y en las niñas y adolescentes en particular. Se trata de una fuente de inspiración, de una modelo a seguir de disciplina y constancia, sin olvidar como señaló alguien por Twitter, que es un paso adelante que las niñas quieran imitar a una deportista y no a una reina de belleza. Parece que avanzamos…

Pero como indiqué en el epígrafe, Yulimar Rojas es mujer, de extracción humilde, negra, lesbiana y venezolana. Estas son características que están presentes en la construcción de su identidad. Y aunque haya personas que digan que estos factores no importan, que lo trascendental es el deporte, ¡claro que son importantes! Por eso resulta útil incorporar el enfoque interseccional para explicar la importancia de sus rasgos identitarios.

Una mirada interseccional

El concepto de interseccionalidad fue acuñado por la profesora afroamericana Kimberlé Crenshaw en 1989 como una crítica feminista y racial a la aplicación del Derecho. Esta autora cuestiona el hecho de que las categorías raza y género se construyan a partir de los grupos dominantes sin tomar en cuenta la pluralidad y heterogeneidad de las mujeres y de las poblaciones afrodescendientes. Así las cosas, cuando se habla de mujer, se privilegian las experiencias de las mujeres blancas, clase media y heterosexuales; mientras que, bajo el concepto de afroamericano, domina la idea de hombres, afrodescendientes y heterosexuales.

La crítica de Crenshaw señalaba que, bajo esas premisas, las mujeres afroamericanas estaban invisibilizadas en los enfoques de género y de raza en los que se basaba el derecho, las políticas feministas y antidiscriminatorias. Por eso su planteamiento va dirigido a visualizar los múltiples sistemas de opresión y las desigualdades de distintos tipos que atraviesan la construcción de la identidad de una persona. Para analizar esta realidad, usa la interseccionalidad como herramienta que permite observar la imbricación o entrecruzamiento de las relaciones de poder.

Para explicar su teoría Kimberlé Crenshaw usa la imagen de una carretera con varios caminos; si se produce un accidente, puede ser ocasionado por un carro, por varios carros de las diferentes vías o por todos los carros. Aplicado al ámbito de las discriminaciones, esto implica que una persona puede ser discriminada por una categoría, por ejemplo, el género o por la articulación de varias: el género, el origen étnico, la clase social, la orientación sexual, entre otras, que no implican una suma de discriminaciones, sino cómo se construye la exclusión a partir de diferentes sistemas de dominación. Esta herramienta es útil para hablar de Yulimar.

Desde la perspectiva epistemológica, no hay acuerdo en cuanto a considerar a la interseccionalidad como una teoría de la subjetividad marginada o como una teoría generalizada de la identidad.

La construcción de la identidad de Yulimar Rojas

Una mirada interseccional de la identidad de Yulimar nos permite evidenciar los múltiples sistemas de desigualdades presentes.

 En primer lugar, es mujer

Y al día de hoy, no hay ningún país en el mundo que trate a las mujeres de la misma forma que trata a los hombres, ni siquiera los nórdicos o Canadá que son los que presentan los índices de desarrollo humano y de género más altos.

En todas partes, ser mujer implica el riesgo de ganar menos por el mismo trabajo que hace el hombre, tener una sobrecarga en las tareas de cuidado, tener menos posibilidades de actuar en la vida política, mayores riesgos a ser violentadas por ser mujer, entre otras diferencias.

 En segundo lugar, es negra

Y este es un concepto racializado, una construcción social y política. No solo es afrodescendiente como lo somos la mayoría de quienes nacimos en este país, sino que su piel es oscura y, como tal, fuente de discriminación y exclusión. Aunque se quiere ocultar, Venezuela es un país racista y el color de la piel se constituye en rasgo identitario que lleva a quienes tienen la piel más oscura a ver limitado el ejercicio de sus derechos humanos.

 En tercer lugar, es pobre

Lo que implica un conjunto de limitaciones para el desarrollo del proyecto vital y en muchos casos, para cubrir las necesidades básicas. A lo que se debe agregar el hecho de que, en un país como el nuestro, donde no hay apoyo a quienes practican deportes, llegar a la cima luego de superar estos obstáculos implica un esfuerzo extraordinario. Caso contrario de países del norte global donde, desde la niñez, se apoyan las prácticas y el entrenamiento deportivo.

 En cuarto lugar, es venezolana

Es decir, proveniente de un país del sur global, que vive una emergencia humanitaria compleja que ha generado el mayor desplazamiento de personas por el continente americano de todos los tiempos; y altos índices de xenofobia presentes en distintos lugares.

 Por último, es lesbiana

De manera que ese país y ese gobierno que la exalta, es el mismo que obstaculiza el ejercicio de sus derechos humanos y la discrimina por su orientación sexual. En su país no se puede casar, ni incluir a su pareja en un seguro, ni heredarla, ni ejercer un conjunto de derechos simplemente por sentir atracción por alguien del mismo sexo.

Esa es la realidad de Yulimar, esa es su identidad, es una campeona olímpica sin dudas. Pero es una persona cuya identidad es construida a partir de los factores explicados y que son importantes tenerlos presentes porque determinan lo que ella es hoy día: una triunfadora que ha superado muchos obstáculos.

¡Muchas gracias Yulimar por darnos esta alegría!

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