Cecodap: Ausencia del Estado facilita que niños, niñas y adolescentes sean reclutados por las megabandas - Runrun
Cecodap: Ausencia del Estado facilita que niños, niñas y adolescentes sean reclutados por las megabandas
En el informe “Esclavizar para Delinquir” presentado este 30 de marzo, Cecodap concluyó que el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por el crimen organizado es una forma contemporánea de esclavitud y, en ese sentido, podría ser más adecuado calificarlo jurídicamente como trata de personas
La investigación documentó las dinámicas de reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por la megabanda de la Cota 905, El Cementerio y La Vega
Cecodap asegura que la emergencia humanitaria compleja y la ausencia e indolencia del Estado han favorecido que los menores de edad caigan en los anzuelos de las megabandas
Advierten al Estado que, para frenar el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por las megabandas, se requiere un abordaje integral para prevenir y erradicar “las causas de un delito especialmente complejo”

 

La ausencia del Estado venezolano y los rigores de la emergencia humanitaria compleja han favorecido el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de las megabandas que operan en el suroeste de Caracas.

Esclavizar para Delinquir es una investigación de Cecodap y la Agencia PANA en la que se abordaron las prácticas de reclutamiento a las que están sometidos niños, niñas y adolescentes en la ciudad capital por parte de las megabandas.

Durante 6 meses, las organizaciones investigaron las dinámicas del crimen organizado en comunidades de La Vega, el Cementerio y la Cota 905. El informe reveló que la megabanda de El Koki fortaleció su “ejército criminal” a través del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes, a los cuales convirtió en “soldados al servicio del crimen”.

En la presentación a la prensa del informe Edgar López, coordinador editorial de la investigación, enfatizó que ante la ausencia de Estado y la persistencia de una emergencia humanitaria compleja se crean las condiciones de riesgo que aproximan a los niños, niñas y adolescentes al crimen organizado.

“En estas comunidades donde la autoridad la ejercen los grupos criminales los referentes empiezan a variar. Esa referencia de autoridad y poder está ahí como una opción para esos niños, niñas y adolescentes, quienes están en situación de vulnerabilidad por un Estado que se ausentó y delegó la autoridad en el crimen organizado”, explicó.

Sumó que el reclutamiento de estos grupos se produce por la fuerza de las circunstancias y ante la falta de opciones de estudio y trabajo decente. Por la misma razón, cuestionan que los adolescentes vinculados a las megabandas sean imputados por delitos de terrorismo, ya que son víctimas de una forma contemporánea de esclavitud moderna, específicamente del delito de trata de personas.

“Promovemos que empecemos a ver el reclutamiento como una forma contemporánea de esclavitud o de trata de personas. Son niños, niñas y adolescentes, captados por grupos criminales, mediante abuso de poder sobre personas en situación de vulnerabilidad y para ejercer trabajos o servicios forzados que los convierten en víctimas de esclavitud o sus prácticas análogas. Según el protocolo de Palermo, que tiene estas definiciones, lo que está ocurriendo en estas comunidades, porque no nos atrevemos a decir que las megabandas y el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes terminaron con los procesos de julio del año pasado, tiene que ver con componentes del delito de trata de personas que están explícitos tanto en la legislación interna como en la internacional”, abundó López.


Consulte acá el especial completo: Esclavizar para delinquir

 


A continuación, algunas claves de los hallazgos y conclusiones de la investigación:

Impunidad, ausencia e indolencia del Estado

Afirma Cecodap que aunque el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes no había sido dado a conocer públicamente, a través de los procesos penales contra las personas detenidas durante el operativo policial militar ejecutado en julio de 2021 (para desmantelar la megabanda) el Estado” reconoció en forma “tácita” el fenómeno, al formular imputaciones y acusaciones por el delito a personas menores de edad.

Sin embargo, Cecodap advierte que el reconocimiento ha sido “incompleto”, por cuanto lo relevante en términos de protección a la infancia y a la adolescencia es determinar las causas y las consecuencias de ese reclutamiento.

Añaden que la impunidad favorece el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte del crimen organizado.

“Durante cuatro meses de monitoreo del debate público sobre la actuación de la megabanda, solo una vez, en boca del ministro de Información y Comunicación, Jorge Rodríguez, se refirió el reclutamiento de menores de edad. Sin embargo, Rodríguez no profundizó en el problema, ni en sus causas ni consecuencias; y solo hizo mención del reclutamiento como parte de la narrativa oficial, según la cual la megabanda actuaba con el patrocinio de gobiernos de otros países y de la oposición al gobierno”, describen.

El informe de Cecodap concluye que el Estado venezolano ignora el reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte de grupos criminales “como un asunto que requiere atención estatal prioritaria”.

“La indolencia estatal frente al reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por la megabanda fue confirmada por Cecodap. Luego de intentar durante tres meses obtener explicaciones de parte de la Defensoría del Pueblo, a través de formales requerimientos de entrevistas con sus autoridades, solo se obtuvo un escueto mensaje de texto vía WhatsApp: ‘No Tenemos ningún registro sobre niños y adolescentes vinculados a bandas delictivas’”, denuncian.

 Emergencia humanitaria: el telón de fondo

Inseguridad alimentaria, deserción escolar y violencia intrafamiliar son motivaciones recurrentes para que los menores de edad sean captados por estas organizaciones delictivas.

Cecodap advierte que el reclutamiento es “forzado por las circunstancias y la violación de sus derechos humanos” y que “no esa un alistamiento voluntario”: “Niños, niñas y adolescentes no se suman al crimen organizado y, en este caso, a la megabanda, en un ejercicio pleno de su voluntad”.

La investigación concluye que la emergencia humanitaria compleja en Venezuela es el “telón de fondo del reclutamiento de niños, niñas y adolescentes por parte del crimen organizado”, en la medida en que es la principal fuente de violencias contra este sector de la población.

Trabajo esclavo y forzoso

La investigación explica que los niños, niñas y adolescentes se unen forzosamente a las megabandas por la fuerza de las circunstancias en las que viven o sobreviven.

«El reclutamiento forzado no puede considerarse equivalente a un alistamiento voluntario en la megabanda, pues no se trata de un ejercicio libérrimo de la voluntad de los niños, niñas y adolescentes; por el contrario, se trata de la ‘opción que queda’, a falta de otras que puedan garantizar la plena vigencia de todos sus derechos”, explican en la investigación. 

Denuncian también que las labores asignadas a niños, niñas y adolescentes en la megabanda constituyen trabajo esclavo, “pues están sujetos a una relación de sometimiento y dominación”.

“Por los riesgos que implica su participación en actividades criminales, todos sus derechos están amenazados, incluyendo la vida y la integridad personal”, se afirma en el documento.

“Anzuelo” en dólares, reclutadores conocidos y reclutamiento “coercitivo” en La Vega

Cecodap determinó que a los niños, niñas y adolescentes les ofrecían dinero semanal en dólares para cubrir necesidades reales o percibidas: “Alimentación, ropa y calzado (como símbolos de estatus social) y protección en una lógica de la ley del más fuerte”.

“La oferta de fondos que oscilan entre 20 y 150 dólares a la semana es una tentación para muchos menores de edad, en un país como Venezuela donde el salario mínimo apenas alcanza los 2,5 dólares mensuales”, reseña la investigación.

 

Se incluyen también citas de testimonios de personas entrevistadas. Un docente de una de las comunidades expresaba lo siguiente.

 “Yo tuve un alumno que me aseguraba que él ganaba más que yo. Me dijo que accedió a formar parte de este grupo delictivo para ayudar a sus padre porque no tenían qué comer. Esa es la realidad de hoy en día. No era de una familia disfuncional, era de papá y mamá sanos. Pero decidió la vida más fácil, para conseguir el dinero. ‘Maestra, yo puedo comer chuleta, aguacate y refresco cada vez que quiero’, me llegó a decir. Tenía zapatos de marca; yo siendo profesional no puedo darme esos lujos”.

Mientras que un adolescente de 16 años que compartió su testimonio dijo que el hambre en su casa –que se intensificó con la pandemia- fue lo que lo obligó a sumarse a la banda delictiva:¿Tú sabes qué es arrecho? Ver a tu mamá llorar porque tenemos que comer frijoles chinos de las bolsas CLAP todos los días. Ellos sabían que mi mamá y yo estábamos pelando bolas, sobre todo con la pandemia, porque a la peluquería donde trabajaba mi mamá dejó de ir gente. Entonces, me dijeron: ‘ayúdanos y nosotros te ayudamos’. Yo dije: ‘sí va’, sin preguntar qué era lo que tenía que hacer para los malandros”.

En la mayoría de los casos, los reclutadores eran vecinos e, incluso, familiares. Pero advierten que cuando la megabanda empezó a expandirse hacia La Vega, o cuando necesitaba engrosar sus filas para enfrentarse a los cuerpos de seguridad, el “reclutamiento se tornó más coercitivo y masivo”.

«En La Vega, por ejemplo, operaron reclutadores profesionales y mediaron labores de ‘inteligencia’ para afinar la selección de menores de edad con el perfil requerido para involucrarlos en el delito”, describen.

 De mandadero a “malandro”

Los niños, niñas y adolescentes son incorporados a las organizaciones delictivas con distintos grados de vinculación y asociados a cargos y funciones que conforman un verdadero escalafón. “Mientras más avanzan en la carrera, más riesgo de muerte corren los menores de edad”, alerta Cecodap.

Los cuatro grados de vinculación que encontraron según el caso de las megabandas de la Cota 905, El Cementerio y La Vega fueron:

  • Los mandaderos. Se encargan de la provisión de productos de primera necesidad y, eventualmente, de cualquier otro producto, requeridos por los integrantes de la megabanda que, por estar solicitados por los cuerpos de seguridad del Estado, deben permanecer confinados en las partes altas de los barrios. Esta es una función que, por lo general, la desempeñan niños, niñas y adolescentes de menos edad (entre 10 y 15 años). Aunque aparentemente implica menos riesgos, significa también un “contacto permanente con los delincuentes y, en ese sentido, la tentación de querer escalar posiciones dentro de la megabanda, lo cual supone asumir mayores riesgos”, se lee en el informe.

“Los chamos comienzan a hacerle mandados a los malandros. Llevar las bolsas de comida, subir o bajar algo pesado, comprar algo en las bodegas del sector… A esos chamos se les da de 1 a 5 dólares, dependiendo del mandado”, contaba una adolescente de 15 años que reside en la Cota 905.

  • Los gariteros: Estos centinelas o vigilantes están apostados en zonas estratégicas de los territorios controlados por la megabanda. Sus funciones principales son alertar sobre el ingreso de funcionarios de cuerpos de seguridad o de personas ajenas a la comunidad y detectar y denunciar eventuales infracciones de reglas de convivencia impuestas
    arbitrariamente por los líderes de la megabanda.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Esas funciones, por lo general, son desempeñadas por adolescentes próximos a cumplir la mayoría de edad: “Requiere fortaleza física y templanza para soportar situaciones de vigilia permanente, durante jornadas que, en algunos casos, se pueden extender 24 horas continuas en lugares inhóspitos”, especifican en el documento.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          En la presentación de la investigación, el periodista Edgar López dijo que, además del tema de la vigilancia, los gariteros tenían la misión delatar a quien incumpliera con las reglas autoimpuestas por la megabanda. “Ningún vecino puede robar a otro, si lo hace, hay un juicio sumario y dependiendo de la gravedad de las reglas, se le aplica una pena en caso gravísimo, una ejecución extrajudicial”.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      El documento completo de la investigación incluye un testimonio de un adolescente miembro de la banda y que fungía de garitero, quien narraba que si había un robo, les encomendaban determinar quién había sido. Luego, los “malandros” lo buscaban y le “hacían su juicio ahí, rapidito”: “Dependiendo de si la cosa era muy mala, por ejemplo si al que habían robado era familia o protegido de alguno de los principales, lo plomeaban y hasta lo podían matar. Lo hacían delante de todo el mundo, para que todo el mundo supiera cómo eran las vainas, que si alguien se comía la luz lo podía pagar muy caro, hasta con la vida”.

El adolescente contó además un caso particular que demuestra cómo se practicaban estas ejecuciones al margen de la ley.

“Una vez una señora subió a la garita donde yo estaba y nos denunció a un chamo que le había robado un celular. Nosotros estábamos obligados a paja a ese chamo. Y entonces, los malandros lo fueron a buscar y lo encontraron. Ahí mismo, delante de todo el mundo, lo juzgaron. Fueron unos testigos que llevó la señora y al chamo lo sentenciaron a muerte. Se lo llevaron pa’ un sitio lejos y le metieron un tiro en la frente. Después lo lanzaron por un barranco, que siempre usan para eso, para lanzar los cadáveres”.

  • Los traficantes: Es el siguiente nivel en el escalafón del delito. El microtráfico de droga es una puerta de entrada a la megabanda para menores de edad, sobre todo adolescentes, por ser una opción más lucrativa en comparación con los mandaderos y gariteros. La actividad conlleva más riesgos, ya que pueden operar dentro o fuera de las zonas controladas por la megabanda. Aunque la mayoría son mayores de 18 años, puede haber adolescentes.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              Se contó el caso de una joven que traficaba droga hacia las prisiones y que fue ejecutada con un tiro en la frente y su cadáver abandonado en Quinta Crespo por, presuntamente, quedarse con el dinero que tenía que entregar a la megabanda tras la actividad de tráfico.

 

 

  • Los malandros: Es el escaño final al que pueden aspirar los menores de edad dentro de la megabanda. Se logra tras una “comprobada disposición de consolidar y ampliar el poder de la organización criminal”. Adquieren tal rango cuando se les entrega un arma de fuego que deben usar para hacer cumplir las reglas de la megabanda y para cometer los delitos que sustentan las economías del grupo delictivo: extorsión, secuestro, tráfico de drogas y el robo de vehículos. “El malandro tiene un arma de fuego, fuerza física, capacidad estratégica, exposición, reconocimiento, protección. No se supo de un caso donde un niño o niña menor de 12 años tenga esta función, generalmente, de acuerdo a lo que vimos, son adolescentes próximos a cumplir mayoría de edad”, especificó López.

 

Megarrumbas para mostrarse como “superhéroes” y benefactores de la comunidad

Tanto las fuentes sabias como las expertas entrevistadas por Cecodap para el trabajo se concluye que el modelaje que se construye en torno a las figuras de los líderes de la megabanda, (los cuales suelen ser percibidos como “superhéroe y “benefactores” de la comunidad) influye en el reclutamiento de niños, niñas

“En Navidad, el Día de la Madre o el Día del Niño los patrones también montaban fiestas y juegos de básquet para la gente de todos estos barrios. Venía gente de todas partes, porque se sabía que rifaban real, cocinas, neveras, lavadoras, televisores…A los chamos les daban juguetes, balones, bicicletas, play y hasta tablets. Los malandros daban mejores juguetes que los que daba el Consejo Comunal. A mi hermana, que vive en la Cota, le regalaron una guitarra Eléctrica”, contaba uno de los adolescentes captados por la banda.

Los “cambistas” infiltrados de las bandas

La investigación determinó que los “cambistas” desconocidos y ajenos a la comunidad que llegaron a algunos barrios de La Vega a mediados de  2020 y causaron inquietud, sobre todo por su especial interés en obtener por trueque, e incluso comprar, frijoles chinos, eran realmente infiltrados de la megabanda que hacían un “trabajo de inteligencia para facilitar la conquista del sector.

“Los veíamos reunidos a todos, temprano en la mañana, dos o tres veces a la semana. Aunque la mayoría eran adultos, había muchos chamos. Pasaban todo el día recorriendo todos estos barrios de La Vega, para ofrecer verduras a cambio de frijoles chinos de las bolsas CLAP. Subían a las partes altas de los cerros, se metían por los callejones… Y, al final de la tarde, se volvían a reunir en el mismo lugar de la mañana, pasaban un buen rato cuchicheando y después se iban, no se sabe a dónde, porque ninguno de ellos eran de por aquí. En principio, a finales de 2020, solo se veían en la parte baja y subieron a la parte alta a partir de febrero de 2021. Después del problema de julio –el operativo policial militar para desarticular la megabanda- ya esos cambistas raros no se vieron más ni en la parte baja ni en la parte alta de La Vega”, relató un vecino.

Estas figuras buscaban información sobre la geografía de los barrios de La Vega, posibles zonas de escape y tenían como misión identificar las necesidades más apremiantes de la gente, su eventual vinculación con el delito, sus habilidades para hacer negocios legales o ilegales: “Todo ello para construir perfiles de potenciales reclutables, entre ellos niños y niñas, pero, sobre todo, adolescentes”, concluyó la investigación.

“Esos cambistas ajenos a nuestras comunidades llegaron a saber qué tanta hambre tenían los muchachos del barrio, si iban o no a la escuela o  al liceo y si se les podía comprar con un par de cholas o aspiraban a unos zapatos de marca”, contó una docente de La Vega.

Las fuentes consultadas por Cecodap coincidieron en afirman que la información recopilada por los cambistas de frijoles chinos permitió el establecimiento de varias garitas en la zona para que la megabanda de la Cota 905 desarrollara un control progresivo y creciente de territorios en La Vega.

Ganado y vaqueros para reclutar

El más insólito mecanismo de reclutamiento de niños, niñas, adolescentes y adultos jóvenes en La Vega documentado por Cecodap tiene que ver con la aparición en las zonas montañosas de La Vega que se conectaban con la Cota 905 de unas vacas y unos vaqueros que andaban a caballo, con botas y armas.

Los hombres soltaban las vacas en las mañanas y las recogían en las tardes. Todo comenzó a mitad de 2020. Una testigo contó:

“Inicialmente, no hablaban con nadie y se mantenían alejados. Pero, con el paso de los días, se fueron acercando más y más a nuestras casas. A pesar de que estaban armados, no parecían violentos; más bien parecía que se esforzaban por ser simpáticos y amables. Hasta que dieron pistas sobre lo que verdaderamente estaban buscando… Nos dijeron que ellos estaban en nuestra zona para brindarnos protección y para ayudarnos a resolver nuestros problemas. A una tía mía le ofrecieron ayuda para comprar unas medicinas que necesitaban. Atando cabos y como por aquí todo el mundo termina sabiendo quién es quién, supimos que los fulanos vaqueros eran gente del Koki y que las vacas eran parte de un ganado que tenía el Koki”.

Al igual que los cambistas, los “vaqueros del Koki» estaban encargados de realizar labores de inteligencia con fines de reclutamiento.

La reclutadora de La Vega

Los testimonios de residentes del sector indican la presencia y actuación de una mujer de 40 años, quien había estado presa por delitos de droga y a la que señalan de reclutar adolescentes en los barrios de La Vega.

“Ella era como una líder, donde ella se paraba, se le acercaban cinco o seis muchachitos. A todos nos extrañaba que cargara y usara un radio de esos, un woki toki”, indica un vecino.

Se reveló también que la mujer organizaba reuniones de adolescentes para ofrecerles un pago de 50 dólares semanales por sumarse a la banda, además de ropa y calzado de marca, así como bolsas de comida para sus familias. Unos 15 menores habrían “mordido el anzuelo”.

Con un Estado ausente el reclutamiento persistirá

Varios expertos consultados en el trabajo aseguran que el Estado tiene responsabilidad en prevenir y sancionar las violencias que afectan a niños niñas y adolescentes.

Advierten que, sin programas efectivos para atender sus necesidades, como tampoco para aplicar justicia efectiva en caso de vulneración de sus derechos, el reclutamiento por parte del crimen organizado “va a persistir”.

En ese sentido, recomiendan que la presencia del Estado no se limite a la acción represiva: “Hablo de servicios públicos que garanticen derechos de los niños, niñas y adolescentes, como la seguridad alimentaria, la protección familiar, la educación, la salud, la cultura, la recreación y el deporte”, explica en el informe Carlos Trapani, director de Cecodap.