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#CrónicasDeMilitares | Balance del militarismo, un asunto crucial para Venezuela (II)
De los empeños de un ejército nacido en Venezuela brota un mapa de repúblicas que era una ensoñación hasta la fecha, una fábula sin fundamento

 

@eliaspino

Si cuesta afirmar que, como República, Venezuela es una hechura militar, como tratamos de plantear en el artículo anterior, puede ser más riesgosa la afirmación de que fueran los militares como contingente -el Ejército- la obra más importante de nuestra sociedad a través de la historia. Veremos ahora algo del crucial punto, sin dudar de que pueda crear ronchas en el ámbito de los entusiastas del civilismo.

La Independencia del país no solo fue una hazaña militar indiscutible, la más importante de los venezolanos desde el período colonial, sino también la creación de una maquinaria capaz de imponerse en el país y más allá de nuestras fronteras, como jamás sucedió en el resto de las repúblicas que vieron la luz en el siglo XIX hispanoamericano.

Estamos ante un suceso sobre el cual no se ha insistido lo suficiente, o sobre el cual pasamos sin hacer ruido, pese a su trascendencia. Veremos ahora algunos puntos al respecto.

El análisis de la circunstancia venezolana, muy cuesta arriba debido a la preponderancia del Ejercito Pacificador llegado de la península bajo el comando de Pablo Morillo, hace que Bolívar lleve la guerra hacia la Nueva Granada. La estrategia no solo condujo a triunfos fundamentales a partir de la batalla de Boyacá, sino también a la posibilidad de llevar a cabo campañas plausibles en el sur del continente. Pero lo plausible se convierte en hazaña inesperada, susceptible de rivalizar con las fuerzas independentistas de Argentina y Chile que dirigía San Martín, y de plantar banderas y predominios en el mítico territorio del Perú. Jamás la política local había llegado a semejante preponderancia, hasta el extremo de hacer posible un dominio que jamás había soñado un antiguo colono, un americano que se anuncia como árbitro de una hegemonía jamás imaginada.

Gracias a los movimientos del ejército venezolano que se fortalece y modifica en las campañas de los cercanos Andes, alimentado por las fuerzas reinosas después de enseñorearse en sus páramos, sucede una hazaña que cambia la orientación de la historia universal. Parece exagerado, pero no hay tal desmesura. De los empeños de un ejército nacido en Venezuela, pensado con énfasis por el Libertador y convertido en realidad tangible debido a los empeños de un soldado brillante como Sucre, brota un mapa de repúblicas que era una ensoñación hasta la fecha, una fábula sin fundamento. Y también un poderío que no había existido y que no solo podía imponer las líneas políticas a escala continental, sino también el derrotero de las potencias liberales de Europa y de los imperios en declinación.

La reflexión sobre la influencia del ejército en nuestra historia debe pasearse por estas cúspides, debe solazarse en estos copetes inaccesibles en la víspera, para entender la razón de que en el futuro inmediato la vida venezolana dependa necesariamente de los hombres de armas. No se trata de una imposición caprichosa, ni de una mala jugada de la historia, ni de la opacidad de los civiles, sino de la marcha natural de los acontecimientos. Solo el ejército puede determinar entonces el destino de la república, moldearlo de acuerdo con las necesidades de la oficialidad. Por ejemplo, puede y debe acabar con Colombia para que Venezuela sea lo que era en los principios de la contienda, nada menos.