#EnPocasPalabras | La expansión europea - Runrun
Tony Bianchi Jun 13, 2022 | Actualizado hace 2 meses
#EnPocasPalabras | La expansión europea
Aunque la expansión europea para proteger a los antiguos países comunistas es una decisión crucial, no se trata de una decisión fácil

 

La crisis de Ucrania está llevando a la Unión Europea (UE) a considerar seriamente su posible ampliación para incluir y proteger a los antiguos países comunistas. Estos piensan que es una urgente necesidad defenderse de la amenaza del expansionismo ruso.

Aunque es una decisión crucial, no se trata de una decisión fácil. Requiere sopesar todos los pros y los contras. Un asunto que el Consejo Europeo tiene que analizar en su reunión de los días 23 y 24 de junio.

Hace 20 años era muy razonable acoger en la Unión Europea las democracias liberales de los países del este de Europa que estaban deshaciéndose del control y la influencia de Moscú.

Con la invasión a Ucrania resulta muy fácil entender el ansia de protección de Kiev, Helsinki y Estocolmo. Así como otros países europeos no alineados, que incluyen a Austria y la tradicionalmente independiente y apolítica Suiza.

Si Ucrania hubiera entrado en la UE en el año 2000, difícilmente Putin se habría aventurado a atacarla una vez bajo el paraguas proyectivo europeo y de la OTAN. Este hubiera servido como un escudo y asustado a cualquiera.

Orbán, la piedra en el zapato de la Unión

Hoy en día el panorama ha cambiado. La incorporación de países como Hungría, que opera bajo la influencia de Viktor Orbán, un líder abiertamente obstruccionista y prorruso, revela que fue prematuro que Europa incorporara a Budapest sin examinar de cerca su disposición democrática y su respeto por las leyes del país.

Las reglas de la UE, que obligan a sus miembros operar en forma unánime, le dan la capacidad a Orbán de paralizar muchas iniciativas de la Comunidad; ello, a pesar de que Hungría tenga una población apenas igual a la de Lombardía en Italia.

La Unión Europea se llenó de entusiasmo en diciembre de 2000, con el Tratado de Niza promocionado por el primer ministro italiano Romano Prodi; así como con la ampliación oficial a nuevos miembros, en mayo de 2004. Entonces la Comunidad estaba empeñada en eliminar todo tipo de restricciones aumentando el número de sus miembros de quince a veintisiete.

En la ceremonia en el Castillo de Dublín, el primer ministro francés Jean-Pierre Raffarin, “con lágrimas en los ojos,» junto con el canciller alemán Gerhard Schröder (cuando todavía no era putiniano), juraron que «la ampliación nos hará más ricos».

Ese no fue el caso. Y el Tratado de Niza resultó ser un elefante blanco inaplicable. La Constitución europea, igualmente pletórica, se hundió en el 2005 por los referéndums de Francia y Holanda

Con la revisión del Tratado de Lisboa, del 2007, no se pudo eliminar la falla de que las minorías pudieran bloquear importantes decisiones, impidiendo alcanzar la necesaria unanimidad.

Con el pasar de los años resucitó el intento de crear un espacio para “los huérfanos de la URSS.” Aunque sus eventuales incorporaciones han sido contempladas para una etapa posterior, la UE ha bien o mal empezado a promover la soberanía recuperada tras la pesadilla soviética.

Un proyecto gradualista

La segunda etapa, que no ha tenido el debido seguimiento, es de fortalecer las estructuras políticas y económicas de cada país; una fase que prepararía el terreno para la incorporación definitiva a una comunidad ampliada.

Este proyecto gradualista, lanzado el mes pasado por el presidente de Francia Emmanuel Macron en Estrasburgo, fue apoyado en Italia por el secretario demócrata Enrico Letta. Una especie de dos círculos concéntricos de Europa concebidos para reaccionar por etapas. Pero lo suficientemente capaces de contrarrestar rápidos cambios, como la guerra provocada por Putin y su plan expansionista.

El diseño de Macron contempla una convención que revise los tratados tanto políticos como económicos entre todos los países del entorno europeo en una forma abierta y amigable. En este proyecto podrían integrarse países que no pueden entrar en la Unión inmediatamente, en un grupo de unos treinta miembros. Este podría incluir incluso a Gran Bretaña (que salió por la puerta del Brexit y podría, si quisiera, volver a entrar por esta ventana).

Pero desafortunadamente, por el momento, las enemistades y las desconfianzas abundan. Y ya trece países, encabezados por Hungría, Polonia y Rumanía, han argumentado que “Europa funciona como es». Y que no necesita «intentos temerarios y prematuros para llevar a cabo cambios.”

Tony Bianchi es exjefe de Reuters en Venezuela durante la década de 1970. Actualmente escribe sobre geopolítica en sus columnas En pocas palabras y Diario de Ucrania.

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